lunes, 25 de octubre de 2021

Todo de Dios IV

Afrontar adecuadamente la vida no es tarea fácil para nadie, ni aun conociendo todas las herramientas para ser personas eficazmente integrales es posible salir victoriosos de tal o cual situación, porque siempre habrá algo que mejorar, la inconformidad personal, en este caso, debe comprenderse como el deseo de superarse cada día. Hoy ser mejor que ayer. Creo que mis cualidades y fortalezas para afrontar la vida son la perseverancia y la disciplina, acompañado de un profundo sentido de alegría por todas las cosas que me suceden. Sin estas cualidades no estaría donde estoy ahora mismo. Por supuesto que la mano de Dios se ha manifestado en todo lo que he emprendido, podría decir que he hecho lo que Él me ha permitido.

Es de suponer que también tengo dificultades o debilidades que en oportunidades me limitan o me causan problema, entre ellas podría precisar el fuerte carácter (o más bien la falta de carácter), en ocasiones poco discreto, poco amable o comprensivo, todo esto por la misma exigencia personal que suele ser proyectada hacia los demás. A veces espero de los demás los mismos resultados que yo creería estar capacitado a brindar, y esto es un error de mi parte, pues cada persona da de lo que tiene y no podemos esperar más de los demás que aquello que ellos mismos estén capacitados a dar, como dice el adagio popular: “no se le pueden pedir peras al olmo”.

Considero que tengo una buena capacidad de perseverancia en los trabajos que me propongo, así como también en los encargos que se me confían. Tengo muy presente el sentido de la responsabilidad, aunque soy consciente de que en ocasiones pueda fallar por cuestiones que escapan a mi voluntad. Ha habido ocasiones en mi vida pasada en los que con razón o sin ella he decidido abandonar un compromiso, de esto he aprendido a esforzarme por llegar hasta el final, sobre todo de aquellos compromisos a corto plazo que exigen menos y también de los que exigen más.

Mi actitud habitual ante las dificultades es el silencio y la reflexión, seguido de un necesario accionar, buscando hacer algo para solucionar la problemática que estoy enfrentado. Ante las dificultades no suelo darme por vencido, siempre busco la manera de resolver aquello que me aqueja, en este sentido soy insistente en lo que a mí respecta, más no tanto en acudir a los demás. Si veo que otra persona no parece estar dispuesta a ceder o a solucionar, no insisto, pues esto me bloquea totalmente, un poco como el fracaso obvio de no poder convencer a alguien. En ocasiones ante las dificultades actúo de inmediato, estimulo-respuesta, en evidente desventaja a la hora de evaluar lo que es correcto de lo que no.

Las tareas que hago con mayor gusto y entusiasmo son todas las relacionadas con mi vocación: la oración, la asistencia a los actos de piedad, etc., de igual manera me agrada dedicar un buen tiempo a la lectura y la escritura, como herramienta pedagógica autodidacta. Ante los trabajos o tareas que me desagradan y que sé que tengo que hacer me involucro con igual empeño, buscando completarlos para estar satisfecho con cumplir la voluntad de Dios. Me propongo metas a corto plazo para auto superarme.  Sé que hay cosas que no siempre son placenteras o beneficiosas solo para mí, pero soy consciente de que al realizarlas estoy cumpliendo con mi deber. He aprendido a ceder, a negociar, a ver lo positivo de cada ocasión.

En el ámbito familiar procuro estar disponible para todos, colaborar en casa, cuidar los objetos materiales, la limpieza, estar pendiente del pago de las facturas, etc. En lo social me esfuerzo por ser un buen ciudadano, aun cuando existan pequeñas dificultades para encajar en los patrones estándares de la sociedad peruana. En el ámbito laboral, ya he expresado que el ejercicio de la docencia representa para mí un enriquecimiento sin igual, al estar expuesto a diversas realidades afines al oficio. En lo intelectual puedo decir que no dejo de aprender todos los días, es constante la lectura y la reflexión, estoy empezando un curso de quechua, para conocer esta lengua autóctona. De todas estas aristas de la vida ordinaria, la que más me produce conflicto es la de interactuar con desconocidos, pues en oportunidades he recibido malos tratos, burlas, mofas, insultos, etc., por el hecho de ser extranjero y con características físicas evidentemente distintas al común. He sido víctima de la xenofobia, entendida ésta como el rechazo infundado e irracional hacia lo foráneo.

Jesús, en su parábola de la casa construida sobre la roca (Mt 7, 21-27), me invita a cimentar mi vida sobre Él, que es la roca verdadera, y esto sólo puedo lograrlo teniendo un trato cercano con Él, escuchando su Palabra, meditándola en mi corazón y poniéndola en práctica, esta es, en concreto, la enseñanza de esta cita bíblica para mi vida personal. Sé que si estoy con Jesús no estoy solo, sin embargo, el anhelo de entablar amistades no deja de causarme ilusión. Amistades con las cuales poder conversar, compartir, tratar temas interesantes... La soledad no siempre es la mejor compañía. Tal vez existan partes de mi vida que estén fundadas sobre arena, podría mencionar la misma incertidumbre de poder seguir la vocación, porque aunque yo esté totalmente disponible, escapa de mis manos las decisiones que efectivamente me lleven a la consecución del llamado divino. La intolerancia a la injusticia, en mi experiencia de vida, me ha hecho comprender que mi alma está realmente fundada sobre la roca de Cristo, pero esto me ha dejado ver ante la sociedad como si yo estuviese sobre arena, es decir en la inestabilidad, pues a veces aquel que protesta, que manifiesta su desacuerdo, es tomado por imprudente o persona molesta para los planes de aquellos que se exigen poco o nada.

P.A

García

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