EDUARDO ANDRÉS VÁSQUEZ LÓPEZ
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Seminarista Eduardo Andrés Vásquez López, de 23 años de edad, fallecido en Gran Sabana el miercoles 15 de agosto de 2018, Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen al cielo. |
En el primer aniversario de su partida a cielo
15 de agosto de 2018/2019
La “Gran Sabana” es un espacio geográfico dentro del territorio venezolano, enclavado en el Escudo Guayanés, la formación geológica más antigua de la tierra, estimándose su existencia desde hace unos 3.000 millones de años. Gran Sabana es denominada, según los indígenas pemones, Wüktá (región de cerros), pues su característica principal son los grandes “tepuyes” que dibujan en el horizonte un esfuerzo de la tierra por alcanzar el cielo.
A este paraíso terrenal nos dirigimos
un grupo de 17 seminaristas y 3 sacerdotes procedentes de diversas diócesis del
país, para llevar a cabo el III Campamento Misionero en el Vicariato Apostólico
del Caroní, organizado por las Obras Misionales Pontificias (OMP). Al frente de estas misiones estaba el sacerdote trujillano Joel Matheus, encargado del departamento
para los sacerdotes, religiosos y seminaristas de las OMP.
Llegamos a Santa Elena de Uairén, capital
del Municipio Gran Sabana y sede del Vicariato, el miércoles 8 de agosto, poco antes de las 11:00 p.m. El viaje estuvo caracterizado por la incertidumbre
de llegar rápido al lugar de misión, la mayoría de los participantes no
conocíamos Gran Sabana; Eduardo Andrés, un joven seminarista de Barquisimeto
iba en el segundo puesto detrás del chofer, y a su lado el padre José Gabriel
Peña, director espiritual y formador del Seminario Divina Pastora de
Barquisimeto. Yo iba justo al lado del padre Gabriel, y a mi lado el
seminarista Cristhian Fabián Márquez Pereira, de Santa Cruz de Mora.
Al estacionarse el autobús frente a la
Catedral de Santa Elena, se subió un anciano de barba blanca, vestía una camisa
de rayas, un pantalón marrón y unas sandalias; algunos pensamos que era el
portero o jardinero de aquel lugar, pero con voz débil y bastante varonil nos dio la
más cordial bienvenida, se trataba del Excelentísimo Monseñor Felipe González,
Vicario Apostólico del Caroní. Esa noche cenamos y después de una larga reunión
se acordaron los lugares de misiones para todos los seminaristas. Eduardo Andrés fue destinado a la comunidad de Roekén, en compañía de Douglas González, un
seminarista nativo de esa comunidad.
En mi caso me correspondió misionar en
la comunidad de San Ignacio de Yuruaní, haciendo equipo con el seminarista
Rubén Darío Hernández, quien a su vez era compañero de Eduardo Andrés, ambos
iniciarían el tercer año de Teología en el nuevo año académico 2018-2019.
En la mañana del miércoles 15 de
agosto, festejando la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María al
Cielo en cuerpo y alma, Rubén Darío y yo nos dirigimos con un reducido número de niños y jóvenes
de San Ignacio de Yuruaní a la Quebrada de Jaspe, un lugar turístico de belleza
incomparable. Después de disfrutar de aquella belleza natural, siendo las
12:00 p.m. decidimos regresar a la comunidad. Tuvimos que esperar durante una hora aproximadamente
alguna cola, pues, en aquel lugar, como en toda Venezuela, está muy dificultoso el
traslado en trasporte público. Al llegar a San Ignacio de Yuruaní la noticia
más trágica nos esperaba, un seminarista había fallecido.
Esa mañana, Eduardo Andrés y Douglas,
en compañía de algunos niños de la comunidad, se dirigieron hacia un río donde
trabajaban algunos mineros. Eduardo había manifestado que quería conocer “la
mina” y antes de salir le expresó a la capitana de la comunidad: “Yo ya estoy listo, así me voy, cuando Dios
disponga, cuando Dios llame yo ya estoy listo”, obviamente hacía referencia
a su salida hacia la mina, pero esas palabras quedaron muy grabadas en la mente
de la capitana, quien después me lo contó con inquietud. Antes de partir,
expresando su agotamiento por los días de misión dijo que dormiría como por
tres días después de llegar de la mina.
El paseo empezó hacia las 10:00 a.m. Siendo las 12:15 p.m. decidieron regresar. Al pasar por el río, Eduardo Andrés
quiso darse una sumergida, antes de ir a almorzar, Douglas se quedó con los
niños en la orilla del río. Eduardo Andrés cruzó nadando por encima de un antiguo pozo
minero, el cual tenía una profundidad aproximada de 9 metros. Douglas y los niños notaron
algunos gritos de desesperación, vieron las manos de Eduardo Andrés salir por
dos veces del agua, nunca pensaron que se estuviera ahogando. Rápidamente
Douglas se lanzó a su rescate, pero todo esfuerzo fue inútil, Eduardo Andrés
estaba en el fondo del pozo, era mediodía y la luz del sol lo iluminaba con un
solo rayo, su cuerpo se distinguía en el fondo de aquel pozo de agua fría.
Rápidamente fueron en busca de ayuda,
llegaron algunos hombres pero no lograron alcanzar la profundidad a la que se
encontraba Eduardo Andrés. Tristemente, hacia las 12:45 p.m., un minero buen
nadador logró sumergirse y sacó el cuerpo sin vida del joven seminarista. Fue trasladado hasta la
casa comunal y allí fue vestido. Aquella comunidad nunca olvidará esta escena
tan penosa, un seminarista diocesano murió en esa tierra de misión.
El cuerpo de Eduardo fue trasladado primero
a hombros, luego en lancha y finalmente en un vehículo Toyota hasta el hospital
de Santa Elena de Uairén, allí le esperábamos Rubén Darío y yo, estaba también
Mons. Felipe González, quien no pudo disimular su profundo dolor por tan
lamentable pérdida. Recibimos el cuerpo envuelto en una hamaca que le había
sido obsequiada días antes por una persona de Roekén. Al día siguiente fue
preparado y vestido con su sotana misionera, no quisimos revestirle el roquete para evitar que se manchase y le diera mal aspecto al cuerpo dentro del ataúd. La sotana que le identificó como
seminarista admitido a las Sagradas Órdenes del Diaconado y Presbiterado fue la
prenda gloriosa que se llevó a la tumba.
Antes de salir de Santa Elena de
Uairén, por petición de Mons. Felipe, el cuerpo fue llevado a la Catedral,
donde se tuvo una Misa por su eterno descanso, en las palabras de la homilía Mons.
Felipe expresó que las aguas del bautismo que una vez habían sido derramadas
sobre la cabeza de Eduardo ahora convertidas en las frías aguas de un río
sabanero le habían sumergido para llevarlo a la eterna morada celestial.
A pesar de todos los esfuerzos que se hicieron para llevar a Eduardo Andrés a Barquisimeto en avión, su cuerpo fue trasladado por
tierra hasta su ciudad natal, donde fue sepultado en la tarde del sábado
18 de agosto de 2018. La presencia de seminaristas, sacerdotes y fieles
barquisimetanos fue de centenares, familiares, amigos y conocidos esperaron con
angustia el cuerpo de Eduardo para darle cristiana sepultura.
Es difícil expresar el dolor tan grande
que se siente ver partir de este mundo a un hermano seminarista. Eduardo Andrés
fue un joven alegre, muy animado y con un entusiasmo juvenil característico de
alguien que amaba lo que hacía. La música era su pasión.
Los indígenas pemones interpretaron aquella tragedia de la manera más cristiana posible, pues se oyó decir que la Virgen, en el día de su gloriosa asunción al cielo, no quiso subir sola, por eso se llevó consigo a nuestro hermano Eduardo Andrés Vásquez López, de 23 años de edad. Otros, un poco más míticos, expresaron que la Gran Sabana se quedaba con el alma de aquella persona que le agradaba sobremanera.
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Caricatura de Eduardo Andrés Vásquez López |
Los indígenas pemones interpretaron aquella tragedia de la manera más cristiana posible, pues se oyó decir que la Virgen, en el día de su gloriosa asunción al cielo, no quiso subir sola, por eso se llevó consigo a nuestro hermano Eduardo Andrés Vásquez López, de 23 años de edad. Otros, un poco más míticos, expresaron que la Gran Sabana se quedaba con el alma de aquella persona que le agradaba sobremanera.
Los seminaristas y sacerdotes participantes
de este campamento misionero nunca olvidaremos el testimonio de Eduardo Andrés. La Gran Sabana tampoco olvidará la tragedia, y para perpetuar su memoria
decidieron poner su nombre a la escuela de aquella comunidad.
Eduardo Andrés desde el cielo cuidará de
todos los seminaristas de Venezuela. Paz a sus restos.
Puedes ver un vídeo de Eduardo Andrés cantando y tocando el cuatro en este link: https://www.youtube.com/watch?v=tIG9ipc0FN4
P.A
García
Algunas fotos de recuerdo: