LA CONSOLACIÓN DE TÁRIBA[1]
La comunidad indígena de los Táribas
ocupaban los terrenos cercanos al río Torbes, al noreste de San Cristóbal.
Fueron descubiertos en 1547 por Alonso Pérez de Tolosa y Diego de Losada. La
conquista encomendó a los padres Agustinos la evangelización de estas tierras,
encargándose de esto hacia la segunda mitad del siglo XVI.
La devoción a Nuestra Señora de la
Consolación se debe a santa Mónica, madre de san Agustín de Hipona, es por eso
que quienes llevaron la imagen de Nuestra Señora de la Consolación a la
población de Táriba fueron los misioneros agustinos, pues, dos de ellos hubieron
de ir enviados desde San Cristóbal con la imagen pintada sobre una tabla y sin
más equipaje que sus breviarios, los libros de oración cotidiana.
Estos padres partieron a oscuras con la
misión de evangelizar a los Táribas, encontrándose por el camino un obstáculo
natural, el río Torbes, el cual atravesaron sin mayor dificultad, y para esto
ataron la tablita a una caña amarga, la misma que les sirvió de bastón y luz
para apoyarse al cruzar el río. Al llegar a la altiplanicie fijaron la caña con
la imagen y en ese mismo lugar construyeron una primitiva ermita, donde
celebraban la Eucaristía.
La evangelización se efectuó
consecuentemente en aquel lugar, es por eso que, años más tarde, cuando la
comunidad sufre el asalto de los indios Guásimos y Capachos, fue una india
cristiana la que logró rescatar la imagen, pues todos los habitantes huyeron,
incluidos los padres agustinos quienes se ampararon en su convento de San
Cristóbal. Aquella mujer llevó la imagen a su casa y la ubicó en un pequeño
altar, allí al correr los años se fue deteriorando su arte, por eso quedó
olvidada en una despensa de maíz.
Entre los años 1591 y 1619, Juan
Ramírez de Andrade, oriundo de Pamplona, Colombia, visitó a su amigo Alonso
Álvarez de Zamora, residenciado en Táriba. Juan organizó un juego con los hijos
de Alonso, éstos eran Pedro, Jerónimo y Antonio, quienes buscaron en la
despensa de la casa una tabla que les sirviera de paleta, para continuar su
partida de bolas. Jerónimo se topó con aquella tabla que no presentaba imagen
alguna, y al querer partirla golpeándola contra una piedra, sonaba aquel
golpazo como un tambor, a lo que fue reprendido por su madre, quien les increpó
al tratarse de una tabla sagrada, pues había contenido una imagen de la Madre
de Dios.
Alonso ordenó a su hijo que le colocara
un cordón al cuadro y lo reubicara en la despensa. Como a las cuatro de la
tarde, de aquella despensa salían grandes resplandores, en seguida pensaron que
se incendiaba, al acudir todos en grupo se percataron que no eran llamas de
fuego, rápidamente divisaron el cuadro con una preciosa Imagen de Nuestra Señora,
acto seguido fueron a avisar al Vicario de la Villa de San Cristóbal, regándose
el milagroso espectáculo por todo el pueblo, de inmediato fue reconocido el
milagro y desde entonces la devoción a Nuestra Señora de la Consolación de
Táriba marca un antes y un después en la historia del catolicismo en el Táchira
y Venezuela.
El cuadro de Nuestra Señora de la
Consolación de Táriba “es de pincel la tabla, que estando rajada por medio y
trasluciéndose se ha cerrado, sin rastro, ni señal de haber padecido, ni el
cuadro ni lo pintado. Está la Virgen Madre de Dios con el Hijo en los brazos y
unas lámparas en lo alto”. Esta milagrosa pintura, de autor desconocido,
seguramente fue realizada antes del año 1575, ya que la Virgen aparece sin
“correa” o “cinta”; y es que para 1575, el Sumo Pontífice Gregorio XIII unificó
la devoción de la Virgen de la Consolación a la de la Virgen de la Cinta,
siendo a partir de entonces que la imagen de la Consolación es pintada con
correa.
El 12 de marzo de 1967, a las 9:20 p.m.
Su Eminencia Reverendísima José Humberto Cardenal Quintero Parra coronó la
imagen de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, su festividad se realiza el 15 de agosto.
Ni el Hermano Nectario María, ni el padre Fernando Campo del Pozo, hacen mención en sus historias de la Virgen de la Consolación de Táriba del detalle que la tabla presenta y que la tradición más fuerte ha mantenido, al sostener que la misma fue golpeada por una hachuela cuando intentaron partirla para hacer de ella la paleta que necesitaban. En la siguiente imagen se puede evidenciar cómo la tradición representó aquel momento previo a la intención de los tres jóvenes de valerse de la misteriosa tabla.
Ni el Hermano Nectario María, ni el padre Fernando Campo del Pozo, hacen mención en sus historias de la Virgen de la Consolación de Táriba del detalle que la tabla presenta y que la tradición más fuerte ha mantenido, al sostener que la misma fue golpeada por una hachuela cuando intentaron partirla para hacer de ella la paleta que necesitaban. En la siguiente imagen se puede evidenciar cómo la tradición representó aquel momento previo a la intención de los tres jóvenes de valerse de la misteriosa tabla.
el Táchira repite con fervor.
¡Gloria a la Virgen que alumbró su historia!
Para la Reina un himno de Victoria,
para la Madre, un cántico de amor.
P.A
García
[1] Campo del Pozo, Fernando, Historia
documentada de los Agustinos en Venezuela durante la época colonial,
Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1968, p.p. 121-125
Felicitaciones por este esfuerzo intelectual. Refuerza la identidad mariana de la entidad tachirense. Un fraterno abrazo. NGZ
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