miércoles, 11 de noviembre de 2020

Otro testimonio sobre La Playa en 1885 por Isidoro Laverde

UNA VIAJE A VENEZUELA


         El bogotano Isidoro Laverde Amaya (1852-1903), fue un escritor colombiano que a su paso por La Playa, el 24 de diciembre de 1885, pernoctó y aprovechó para copiar un magnifico recuerdo de la situación general de este pueblo andino. El texto ordinario de su libro se tituló “Un viaje a Venezuela” y fue publicado en la ciudad de Santafé de Bogotá, por la Imprenta de “La Nación”, en el año 1889.

Isidoro parte desde la capital colombiana el 15 de diciembre de 1885, y pasó por La Playa el mencionado día decembrino. En su arqueo literario deja clara una descripción casi paradisiaca de esta población agrícola. A continuación les dejo el texto íntegro de Laverde, para, al final, solo hacer una aclaración de términos encontrados en la cita.

Capítulo V - La Playa de Bailadores. –Las diversiones que prefieren.

Siguiendo rumbo hacia Tovar, y a una legua nada más de buen camino, se levanta un caserío de variado aspecto, en la fértil planicie que llaman Playa de Bailadores, cultivada con esmero; abundante en plantaciones de caña, y con pequeñas dehesas de rico pasto. También se encuentran algunas sementeras bien cultivadas. Y si la naturaleza ha andado pródiga en dotar de belleza y fecundidad estos terrenos, en ellos no se ha hecho sentir todavía la despiadada codicia del hombre, porque la propiedad está muy dividida: todos tienen algo, de suerte que aquel grupo de población, exclusivamente agrícola, vive con absoluta independencia y relativa virilidad, en campos pintorescos y amenos.

Era el día de nochebuena cuando llegamos, y, en consecuencia, todos los dueños de predios y labriegos andaban por ahí sueltos o en partidas haciendo frecuentes libaciones en las bodegas y preparándose para echar al siguiente día peleas de gallos, diversión muy del agrado de los venezolanos, y para fomentar la cual gastan tiempo y dinero, porque casan apuestas de consideración y emprenden viajes distantes con el objeto de presenciarlas.

Aun cuando hubiéramos podido llegar sin fatigarnos a Tovar, quisimos pasar la noche en una casita de las de La Playa, teniendo en cuenta, principalmente, que había modo de procurar seguro descanso a las cabalgaduras. Por lo demás, nuestra resolución fue acertada, porque el dueño de la casa donde pedimos hospitalidad estuvo acucioso y atento, hasta el punto de cedernos su propio cuarto, en el que lucían, como objetos principales de su uso, una famosa silla con enchapados de bruñida plata, espuelas de idéntico metal, un gran puñal con mango de lo mismo, y un jarro grande de ídem, para tomar agua; lujo muy codiciado por estos lados.

Hasta muy tarde estuvimos oyendo el alboroto de las gentes y el rasgueo de los tiples, junto con el canto agudo y monótono de los trapicheros. Sus voces herían el aire con sentidas quejas; tal parecía que quisiesen desquitarse de las pesadas faenas de la semana, agotando el repertorio de su predilección, y que pretendiesen también comunicar a la muda naturaleza que los rodeaba el sentimiento melancólico de sus canciones.

En el pesebre del dueño de la venta inmediata oí a un muchacho estos versos:

Nació Jesús en Belén,

Se bautizó en el Jordán,

Padeció en Jerusalén,

Visitó el seno de Abraham.

Hoy pregunta la memoria,

Diga la sabiduría,

¿Qué cosas mi Dios haría

Antes de formar la gloria?

 

Y a uno que imitaba el canto de los llaneros, esta especie de galerón de varias rimas:

 

Escúcheme usté compare.

Tengo una moza tan beya

Que hasta el mismo Cristo pare

Diera la gloria por eya.

Me quere con toa el arma

Y con toa fieliá,

Es eya como la parma

Que nace en el arená.

Son tan negros sus cabeyos

Cuar la mesma escuriá;

Y barre er suelo con eyos,

Si los deja en libertá.

Son sus manos de argodón,

Por lo brancas y pulías,

Me queman er corazón

Cuando chocan con las mías.

Si sus ojos encantaos

Miran de noche los cielos,

Se esconden avergonzaos

Toiticos los luceros.

Yo la yamo durce prenda,

Y la yamo vida mía,

Porque quiero que comprenda,

Es el arma de mi via.

 

         Ahora solo quiero ayudar al lector a comprender el sentido y significado de algunas palabras que pueden ser desconocidas para el común, encontradas en este texto: dehesas, campos cercados; sementeras, siembras o sembrados; pródiga, generosa; virilidad, pujanza o potencia; amenos, placenteros o atractivos; predios, haciendas o fincas; labriegos, campesinos agricultores; partidas, grupos; libaciones, degustaciones, bebidas; bodegas, negocios o lugares de comercio de licor en este caso; casan, que ajustan o logran; resolución, decisión valiente; acucioso, diligente, amable; bruñida, brillante o reluciente; ídem, idéntico, en este caso hace referencia a la plata; tiples, instrumento musical de cuerda; trapicheros, trabajadores de los trapiches; faenas, trabajos diarios.

 

P.A

García

2 comentarios:

  1. lastima no menciona la familia que les brindo hospitalidad

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Correcto, el autor como venía recorriendo desde Bogotá hasta Caracas, de seguro prefirió omitir nombres de particulares para no hacer el relato tan largo.

      Eliminar