domingo, 1 de agosto de 2021

Sobre el Diaconado

“DIÁCONO-SERVIDOR”

     Algunas cuestiones sobre el Diaconado: artículo dedicado a mi buen amigo Eudes Ovidio Puentes Matheus, neo diácono de la Iglesia Católica en Mérida, Venezuela, 01 de agosto de 2021.

     Fundamentación Bíblica del Diaconado:

     Los diáconos en la Iglesia primitiva se originaron a partir de una “murmuración” entre discípulos hebreos y griegos, tal como lo refiere Hechos 6, 1-6. Los griegos reclamaban de los hebreos una mejor atención de sus viudas en el “ámbito alimenticio”, por lo que los Doce decidieron convocar a todos los discípulos para buscar la solución. A los hebreos no les parecía justo “descuidar la Palabra de Dios para servir a la mesa”, por lo que eligieron “a siete hombres de buena fama, dotados de Espíritu y de prudencia”, a quienes encargarían dicha tarea, mientras ellos se dedicaban a la oración y al ministerio de la palabra. La solución parece haber funcionado, pues todos aprobaron la propuesta y eligieron a “Esteban, hombre lleno de fe y Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía”. El grupo de siete fue presentado a los Apóstoles, y “éstos después de orar les impusieron las manos”, nacían así los primeros diáconos de la Iglesia, hombres de buena fama, dotados de Espíritu y de prudencia.

     El padre Luis Alonso Schökel, jesuita español, reflexiona acerca de este acontecimiento, y asevera que: “con la imposición de las manos, los apóstoles transmiten a los siete elegidos el encargo y la gracia de Dios para cumplirlo. La imposición de las manos en la cultura bíblica venía a significar la comunicación del espíritu del que impone las manos sobre quien le son impuestas. Así se le confiere una misión y un ministerio”. Este gesto es todavía usado en la ordenación diaconal, así como también en la presbiteral y episcopal, los tres grados del Sacramento del Orden.

     También San Pablo, a través de sus cartas, nos dejó las características que él consideraba oportunas precisar en los varones que fuesen elegidos diáconos, a saber: “que fueran dignos, sin doblezno dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; que guarden el Misterio de la fe con una conciencia pura” (1 Timoteo 3, 8-13). El Apóstol creía conveniente primero someterlos a prueba y después, si fuesen irreprensibles, aceptarlos como diáconos, además de profetizarles que los que “ejercen bien el diaconado alcanzan un puesto honroso y grande entereza en la fe de Cristo Jesús”. Nuestros diáconos católicos son sometidos a prueba y son hallados dignos de tal ministerio.

     El Catecismo de la Iglesia Católica y el Diaconado

     Según el Catecismo de la Iglesia Católica, (CEC por sus siglas en latín) el diaconado es el grado inferior del Orden, y está presto “para realizar un servicio y no para ejercer el sacerdocio” (Cf. # 1569). En la ordenación diaconal, sólo el obispo impone las manos,ya que el diácono está fundamentalmente unido al obispo en el ejercicio de su ministerio.

     El numeral 1596 del CEC resume: “Los diáconos son ministros ordenados para las tareas de servicio de la Iglesia; no reciben el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere funciones importantes en el ministerio de la palabra, del culto divino, del gobierno pastoral y del servicio de la caridad, tareas que deben cumplir bajo la autoridad pastoral de su Obispo”.


     El Código de Derecho Canónico y el Diaconado

     El numeral 767 del Código de Derecho Canónico (CIC por sus siglas en latín) destaca que es tarea también del Diácono la predicación de la Palabra de Dios en las celebraciones eucarísticas. Al diaconado, así como al presbiterado y al episcopado solo puede ser admitido el varón bautizado (# 1024).

     Del candidato al diaconado se exige que reúna, a juicio del Obispo propio o del Superior mayor competente, las debidas cualidades, que no le afecte ninguna irregularidad o impedimento (# 1025). El candidato debe gozar de libertad, es decir que no puede ser obligado a ordenarse (#1026), debe estar enterado de las obligaciones a las que se someterá (#1028), debe gozar de una fe íntegra, estar movido por recta intención, poseer la ciencia debida, gozar de buena fama y costumbres intachables, virtudes probadas y otras cualidades físicas y psíquicas congruentes con el orden que vaa recibir (#1029).

     Seis meses le son suficientes al diácono para recibir luego la ordenación presbiteral (#1031). Sólo es ordenado lícitamente quien haya recibido el sacramento de la confirmación (#1033) y quien haya sido admitido antes como candidato (#1034), además de haber ejercido durante el tiempo conveniente los ministerios de lector y de acólito (#1035), y de haber participado de ejercicios espirituales, al menos durante cinco días (#1039).

     El Concilio Vaticano II y el Diaconado

     La Constitución Dogmática “Lumen Gentium”, sobre la Iglesia, refiere al tema del diaconado, entre otras cosas que: Es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo indicare, la administración solemne del bautismo, el conservar y distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir los ritos de funerales y sepelios (#29), oficios en los que deben recordar estas palabras: “Misericordiosos, diligentes, procedan en su conducta conforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos”, de San Policarpo.

     “A los diáconos, respetadlos como a la ley de Dios” dice San Ignacio de Antioquía, además de recordar “que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, [pues] sin ellos no se puede hablar de Iglesia”.

     Potestades preconciliares y postconciliares del Diaconado

     El diaconado confiere los poderes siguientes:

1. Asistir inmediatamente al celebrante en las misas solemnes cantadas, ofreciéndole la patena con la hostia y el cáliz con el vino.

2. Cantar el Evangelio.

3. Predicar, con autorización del obispo.

4. Llevar la Sagrada Eucaristía en el copón o en la custodia.

5. Bautizar solemnemente con licencia del Ordinario o del párroco, licencia que para concederse requiere causa justa y que se presume en caso de necesidad. Igualmente, habiendo causa grave, puede administrar la Sagrada Comunión con licencia del Ordinario o del párroco, bastando en caso de necesidad la autorización presunta.

     Obligaciones de los ordenados.

1. Santidad de vida.

2. Obediencia.

3. Rezo del Oficio Divino.

4. Celibato.

5. Otras obligaciones: Dedicarse al estudio de las ciencias sagradas y llevar el hábito sacerdotal.

     Signo sensible del sacramento del Orden para los Diáconos.

     El gesto consiste en la imposición de manos del obispo, que en el rito del diaconado ocurre sólo una vez; la fórmula es el prefacio que sigue, del cual se requieren para la validez estas palabras: “Te suplicamos, Señor, le envíes el Espíritu Santo, mediante el cual sea fortalecido con el don de tu gracia septiforme, para cumplir fielmente la obra de tu ministerio”.

     Entre otras oraciones propias del rito de ordenación diaconal se tiene: “Dios Todopoderoso... tú haces crecer a la Iglesia... la edificas como templo de tu gloria... así estableciste que hubiera tres órdenes de ministros para tu servicio, del mismo modo que en la Antigua Alianza habías elegido a los hijos de Leví para que sirvieran al templo, y, como herencia, poseyeran una bendición eterna”.

     Querido amigo Eudes Ovidio:


     Me alegra que ya seas diácono, es decir, servidor no sólo de oficio, sino también de orden y ministerio. Empezamos juntos la experiencia del seminario mayor con el curso propedéutico, el 27 de septiembre de 2013, y hoy 1 de agosto de 2021, siete años, diez meses y cinco días después, recibes el orden de los Diáconos. Eres el primero de aquel grupo de 15 en ordenarse y eres el único que perseveró hasta el final, sin mayores complicaciones, en el mismo Seminario, el “San Buenaventura de Mérida”.

     Espero que la rectitud, piedad y disciplina que siempre te han caracterizado en el Seminario, se mantengan y se perfeccionen ahora que ya recibes el orden sacerdotal en su grado inferior. Espero que recuerdes siempre lo aprendido en el Seminario, en el discipulado y en la etapa configurativa, todas las experiencias vividas, todos los conocimientos adquiridos y sobre todo, las cosas buenas que pudiste asimilar de tus formadores -los buenos- y compañeros –también los buenos-.

     La Azulita, tu querido pueblo se alegra contigo. Tu familia orgullosa festeja este momento. Desde el cielo tu padre Ovidio te bendice, y todos tus amigos y compañeros te deseamos lo mejor en esta nueva etapa, que como bien sabemos, no es el final, sino el principio de una vida dichosa y privilegiada en el servicio a Dios y a la Santa Madre Iglesia.

P.A

García 

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