MISIÓN
FEBRERIANA
Sábado 1 de febrero: Rumbo a
la misión: esperanza, fraternidad y entrega.
Hoy he estado preparando la
maleta para el viaje a Sivia. Ya tengo todo listo, especialmente los materiales
que me servirán mucho —eso espero— en la tarea evangelizadora: la computadora,
el proyector y el parlante con micrófono.
Por la noche, después de la
misa de las 6:00 p.m. y de la cena, tuvimos una reunión con el padre César.
Después de llamarnos la atención por ciertas actitudes de descuido y algunos
supuestos hurtos, nos comunicó los destinos misioneros y los equipos en los que
iríamos.
A mí me tocó ir con los
jóvenes Santiago y Paúl a la comunidad de San Gerardo. Deseo de corazón que
todo salga bien, que podamos hacer un buen trabajo y dejar una huella positiva
en esa comunidad.
También espero tener una buena
convivencia con los dos hermanos seminaristas que me acompañarán. Quisiera que
vivamos como verdaderos hermanos, los tres. Y, por mi parte, deseo ser el
primero en rezar y en hacer.
Domingo 2 de febrero: un viaje
a Sivia bajo la luz de la Candelaria
Celebramos la festividad de
Nuestra Señora de la Candelaria con una jornada intensa y significativa. A las
7:00 a.m. participamos de la Santa Misa en el templo de Santa Clara, presidida
por Monseñor, junto con todos los seminaristas. Más tarde, a las 10:00 a.m.,
celebramos una segunda Eucaristía en la catedral, también en comunidad.
Después del almuerzo,
alrededor de la 1:30 p.m., emprendimos el viaje rumbo a Sivia, hacia la
parroquia Inmaculada Concepción. Tras una travesía de siete horas —serena y
agradable— llegamos a nuestro destino a las 7:30 p.m.
En Sivia, el padre Ronald nos
recibió con calidez, nos presentó a los feligreses y compartimos una cena
fraterna. Luego, nos mostró la casa parroquial y salimos a caminar por la plaza
del pueblo, donde conversamos hasta las 10:00 p.m., hora en la que regresamos
para descansar.
La misión apenas comienza y,
por lo visto, me ha tocado el pueblito más pequeño… pero también el de mejor
clima.
Lunes 3 de febrero: oración,
reflexión y deporte en Sivia.
Con buena disposición
iniciamos este primer día en la parroquia Inmaculada Concepción de Sivia. A las
7:30 a.m. nos reunimos los seminaristas en el templo para el rezo de Laudes.
Luego de un suculento desayuno, realizamos una limpieza ligera en la casa
parroquial, especialmente en los espacios que habíamos utilizado. Yo pasé la
noche en la habitación que normalmente se reserva para el obispo.
El padre Ronald preparó unas
charlas a modo de retiro espiritual para comenzar la misión con profundidad y
recogimiento. Compartió con nosotros parte de su propia experiencia pastoral y
se explayó en un tema inspirado en san Ignacio de Loyola, el gran santo de los
Ejercicios Espirituales. La mañana se dividió en estos momentos de meditación y
enseñanza.
Después del almuerzo, el padre
nos animó a jugar fútbol en el grass sintético más cercano, curiosamente
llamado "Balón de Oro". Estuvimos bien distribuidos en los equipos,
equilibrando a los que tienen habilidad natural con el balón y a los que no
tanto. En mi caso, mi participación estuvo, digamos, bien enmarcada —y uso esta
palabra con intención—, pues me dediqué a custodiar el arco y detener los
intentos del equipo contrario. Fue una experiencia divertida, vivida con mucho
entusiasmo y en un ambiente de verdadera fraternidad.
Al terminar, intentamos
integrarnos a un grupo que jugaba vóley, pero recibimos un rechazo directo.
Prefirieron seguir su peculiar juego recreativo: dos mujeres contra un hombre.
A las 7:00 p.m. celebramos la
Misa, en la que tuve la oportunidad de servir como acólito. Luego compartimos
la cena y vimos una película sobre un sacerdote australiano que llegó a ser el
primer cardenal de su país.
Martes 4 de febrero: viajes,
lluvias y fraternidad.
Comenzamos el día rezando
Laudes luego de que el padre Ronald concluyera la Misa de las 7:00 a.m. Nos
encontramos todos en el templo y, después de la oración canónica, pasamos a
tomar el desayuno. Las comidas se han convertido en verdaderos espacios de fraternidad,
donde he procurado participar con humor y alegría. También he sido objeto de
varias bromas, que lejos de incomodarme, han servido para fortalecer la
confianza y el compañerismo entre los seminaristas.
Después del desayuno hicimos
una breve limpieza en la casa parroquial. A las 9:00 a.m. salimos juntos para
llevar a los dos grupos de seminaristas que debían instalarse en sus
respectivas comunidades de misión. Viajamos en la camioneta blanca que utiliza
el padre Ronald. Por falta de espacio, cuatro “desventurados” —entre ellos José
Félix, Santiago, Brewin y yo— nos acomodamos en la parte trasera del vehículo.
En medio del trayecto, una
lluvia intensa y tropical nos sorprendió. Nos cubrimos con una lona, que no
solo nos protegió a nosotros, sino también evitó que se mojaran las maletas de
los que iban adelante.
Pasamos por Anato y Llochegua,
hasta llegar a Mayapo, donde se quedaron François, Juan José, Bryan Giancarlo.
Celebramos la Misa allí y luego compartimos el almuerzo. Después, el padre
continuó el viaje con los seminaristas destinados a Canayre, la comunidad más
alejada atendida desde Sivia. En Canayre se quedaron Ernesto Huamán Tonccochi,
Juan Sixto y Alex Cirilo.
Al regresar a la parroquia,
llamé la atención a los pequeños Juan Uziel y Andrés Leonel, quienes
inexplicablemente se habían quedado en la casa sin justificación. Por la noche,
celebramos la Misa a las 7:00 p.m., en la cual me tocó predicar. Luego, continuamos
con la segunda parte de la película que habíamos empezado la noche anterior.
Miércoles 5 de febrero: San
Gerardo: entre la incomodidad y la bendición.
Hoy, por fin, llegamos a la
comunidad de San Gerardo, que nos fue asignada a Santiago Ferrer y a mí.
Partimos de Sivia a las 12:30 p.m. con rumbo a Huamanpata, donde se encuentran
en misión nuestros hermanos José Félix y Juan Uziel. Allí celebramos la Santa
Misa y luego compartimos el almuerzo.
Durante la comida, supe que
muchas personas de Huamanpata y comunidades cercanas siguen al padre Luis Toro,
un conocido apologista venezolano que ha ganado popularidad en redes sociales
por sus intensos debates con protestantes. Me contaron que estuvo recientemente
en Pichari y que su presencia hizo mucho bien a la comunidad católica de Sivia
y del VRAEM.
Luego continuamos nuestro
viaje, y a las 4:00 p.m. llegamos finalmente a la capilla de San Gerardo. En el
camino habíamos probado una sopa de "paco", un sabroso pescado local
que puede llegar a pesar hasta medio kilo.
La capilla es de reciente
construcción, de dimensiones regulares. En su interior hay un pequeño cuadro de
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y otro más grande de San Gerardo María
Mayela, el santo patrono, de origen italiano y redentorista. Una cruz grande
pintada de azul y varias sillas de plástico completan el mobiliario, suficiente
para los asistentes.
Después de la misa, bajamos a
la casa donde nos hospedaremos durante estos días. Nuestro anfitrión es el
hermano Rodrigo Gutiérrez, quien se presenta como predicador católico. Nos
asignó una de las habitaciones que aún está en construcción, sin puertas ni
ventanas. Colocó dos mosquiteros, y allí pasamos nuestra primera noche, con
bastante calor y casi a la intemperie... o como se diga.
La misión es, sin duda, una
mezcla de incomodidad y bendición.
Jueves 6 de febrero: Una
jornada entre avispas, caminos y oración.
En el recuerdo litúrgico de
san Pablo Miki y sus compañeros mártires del Japón, comenzamos nuestra jornada
saliendo temprano rumbo a la capilla de San Gerardo. La travesía fue a pie
desde la casa de Rodrigo —donde nos hospedamos— hasta el centro poblado, pues
la vivienda está bastante alejada. Caminamos por más de una hora cargando
nuestras pertenencias: yo con el parlante que traje para animar las
celebraciones, y Santiago con su guitarra, que ha sido de gran ayuda en los
cantos litúrgicos.
Al llegar a la capilla, nos
pusimos manos a la obra e hicimos una limpieza general: barrimos el piso,
reordenamos objetos, acomodamos las sillas, retiramos unas cadenetas colgadas
del techo que daban mal aspecto y, con cierta valentía, eliminamos dos panales
de avispas que se habían formado cerca del altar.
Al mediodía, almorzamos en un
pequeño restaurante en la calle principal. Después de un breve descanso,
salimos a visitar algunas casas. Sin embargo, nos encontramos con un detalle
que no nos habían advertido: durante las mañanas y buena parte de la tarde, la
mayoría de los habitantes sale a trabajar, por lo que encontramos muchas casas
vacías.
Al llegar la noche, Santiago y
yo rezamos el Santo Rosario y las Vísperas mientras esperábamos que la gente
llegara a la capilla. Alrededor de las 8:30 p.m. dimos inicio a la celebración
de la Palabra, con un pequeño grupo de fieles. Al final, compartimos algunos
avisos respecto a las actividades de la misión.
A pesar de que un grupo de
niños no dejó de moverse durante toda la celebración —distrayéndonos tanto a
nosotros como a los feligreses—, la experiencia fue, para mí, profundamente
grata. Poco a poco vamos sembrando con esperanza.
Viernes 7 de febrero: Sembrar
en lo pequeño: visita a Torre Rumi.
Temprano, después del
desayuno, partimos hacia la comunidad de Torre Rumi —nombre que significa
"piedra de torre" o "torre de piedra"—. Cada uno fue
trasladado en moto. Esta comunidad no cuenta con una capilla católica, aunque
sí tiene tres templos protestantes.
Llegamos alrededor de las 9:00
a.m. y, para las 10:00 a.m., ya habíamos recorrido todo el lugar, que más bien
parece un pequeño caserío. Nuevamente encontramos muchas casas cerradas, y se
confirmó lo que ya nos habían advertido: la gran mayoría de personas sale a
trabajar durante el día y solo unos pocos permanecen en casa. Visitamos a esos
pocos, más como un saludo y una invitación para la celebración que, aunque
anunciada para las 5:00 p.m., terminó empezando alrededor de las 8:20 p.m.
Antes de la celebración,
rezamos el Santo Rosario con los niños, a quienes obsequié 14 camándulas que me
habían sobrado de las que compré para visitar los penales de varones en Ayacucho
y mujeres en Huanta. Fue un momento sencillo pero muy significativo.
Desde las 10:00 a.m. hasta la
1:00 p.m., estuvimos simplemente sentados en el grass sintético de la
comunidad. Confieso que en ese rato experimenté una pequeña frustración: sentía
que estaba perdiendo el tiempo, cuando bien podría haber estado leyendo o escribiendo
con mis libros y mi computadora. Sin embargo, a veces la misión también exige
ese “estar”, incluso sin hacer mucho.
Después de almorzar, volvimos
al mismo lugar para esperar la tarde y la noche. Algunos niños se acercaron con
sus preguntas, y junto a Santiago y su guitarra, cantaron con entusiasmo varias
canciones. Fue una forma sencilla de compartir y sembrar.
Ya entrada la noche, cuando
por fin se reunió la gente, celebramos la Palabra. La participación fue alegre
y acogedora, y todos quedaron muy contentos. Nos pidieron volver y, con
entusiasmo, ya pautamos una próxima visita… con película incluida.
Sábado 8 de febrero: Donde el
corazón habla quechua: un día en familia.
Un día más en nuestra misión
de febrero de 2025. La familia que nos ha acogido en su hogar está compuesta
por don Rodrigo Gutiérrez, un hombre de Dios, conocedor de la Palabra y
trabajador incansable; y doña Florentina, su esposa, una mujer profundamente
humilde y abnegada, que no se deja limitar por estereotipos: trabaja codo a
codo con su esposo como una obrera más del campo.
Tienen dos hijas. La mayor
está culminando este año el quinto de secundaria. Es sonriente, servicial y
colabora en todo lo que puede con sus padres. La menor es una niña vivaz e
inteligente; le encanta traducir frases largas del quechua al castellano y viceversa,
como si el lenguaje fuera para ella un juego y un puente al mismo tiempo.
Las comidas con ellos se han
convertido en momentos entrañables de compartir y conversar. Aunque la mayoría
de las veces hablan en quechua, se cuentan anécdotas y ríen a carcajadas.
Santiago, que sí los entiende, se ríe con ellos con naturalidad. Yo, en cambio,
tengo que esperar a que don Rodrigo me traduzca lo que se ha dicho, lo cual
también da pie a nuevas risas.
Hoy tuvimos una nueva
celebración en la capilla de San Gerardo. La misión avanza, y con ella también
crecen el cariño y el aprendizaje mutuo.
Domingo 9 de febrero: Entre
divisiones y fidelidad: desafío pastoral.
Hoy domingo también tuvimos la
celebración de la Palabra en la capilla de San Gerardo. La asistencia fue
escasa, y hay una razón clara detrás de ello: con motivo de la construcción de
la capilla —que aún está inconclusa—, la comunidad se ha dividido.
Por un lado, están quienes han
colaborado generosamente para ver avanzar la obra; por otro, aquellos que no lo
hicieron, en parte porque se resistieron a la propuesta de no realizar fiestas
patronales con grandes gastos, licor y grupos musicales. Parece que, para
muchos que se dicen católicos, esos elementos siguen siendo lo más atractivo y
esencial de su participación religiosa.
Rodrigo, con su actitud recta
y su fidelidad al Evangelio, ha mantenido una postura firme, pero eso también
ha contribuido a que algunos se alejen. Él no ha querido ceder ante prácticas
que desvían el sentido auténtico de la fe. Irónicamente, su coherencia ha
generado distancia entre los mismos miembros del pueblo.
Roguemos para que sea él
mismo, con la gracia de Dios, quien pueda ayudar a reunir nuevamente a esta
pequeña comunidad dividida, y que la construcción de la capilla sea,
finalmente, también una obra de reconciliación.
Lunes 10 de febrero: Miel
dulce y fe sencilla: visita a Caservine Norte.
Después del desayuno, salimos
bajo la lluvia rumbo a la comunidad de Caservine Norte, donde fuimos recibidos
con gran amabilidad por don Percy Landeo. Nos ofreció pan con miel de abeja y
café con leche, y compartió con nosotros una larga conversación sobre la
riqueza frutal de la zona, especialmente la de su propia chacra. Habló con
entusiasmo de la pitahaya, una fruta deliciosa, aunque poco consumida, que
cultiva con dedicación.
Don Percy también nos explicó
—según sus conocimientos— el posible origen del nombre del lugar.
"Caservine", decía él, provendría de la frase “a cazar vine”, en
alusión a que ese territorio era muy propicio para la caza de animales. Así se
distinguen hoy Caservine Norte, donde nos encontrábamos, y Caservine Sur, un
poco más abajo.
La capilla de Caservine Norte
es pequeña e improvisada, hecha de madera, y se llena fácilmente con apenas 25
o 30 personas. Allí, en la noche, nos reunimos para rezar el Rosario y celebrar
la Palabra. Supimos que la patrona es la Asunción de María, cuya imagen está
resguardada en la escuelita del pueblo.
En cambio, Caservine Sur, a
pesar de ser una comunidad más pequeña, cuenta con una capilla en construcción
bastante más sólida y bonita. Le faltan solo las puertas, ventanas, el piso y
el tarrajeado de las paredes. A la celebración en el Norte acudieron los fieles
con piedad y fervor; también llegaron algunos vecinos de San Gerardo, entre
ellos Rodrigo y sus más cercanos colaboradores.
Es admirable cómo la gente
sencilla y humilde espera con ilusión la visita de los misioneros. En sus
gestos y palabras se descubre una fe viva, que florece en medio de lo
cotidiano.
Martes 11 de febrero: A veinte
años de la vaguada: la memoria y la misión.
Hoy es imposible no recordar
el trágico suceso que marcó nuestra niñez: la vaguada del Mocotíes, aquel
viernes 11 de febrero de 2005. Se cumplen ya veinte años de aquel desastre
natural. En las redes sociales varios se pronunciaron al respecto; entre ellos,
Baltazar Porras, aunque en mi opinión con un mensaje un tanto deslucido, más
por cumplir que por convicción. Las imágenes difundidas correspondían solo a
Santa Cruz de Mora, la zona más afectada. Sin embargo, todo el Valle del
Mocotíes fue cubierto de lodo y piedras aquella fatídica mañana.
Desde entonces, una palabra se
incrustó para siempre en nuestro vocabulario: "damnificados", y se
contaban por cientos. Recuerdo que ese mismo día tomé un lápiz y escribí en una
hoja de cuaderno un breve texto sobre lo que había pasado. Cuando llegó Concha
a casa, se lo mostré. Ella agradeció el gesto y alabó la idea de que escribiera
algo, al menos, para dejar testimonio. No sé qué fue de ese papel; no lo
conservo y ni siquiera puedo decir que lo guardé alguna vez.
Volviendo a nuestra misión:
hoy regresamos por segunda vez a la comunidad de Torre Rumi, con el compromiso
de proyectar una película para los vecinos. Lamentablemente, casi nadie acudió,
ya que la mayoría se encontraba en el velorio de un difunto apellidado Sánchez,
quien era protestante. Terminada la jornada, nos dirigimos a la comunidad de
Guayaquil, donde pasamos la noche en casa de la hermana Maribel.
Miércoles 12 de febrero: Guayaquil:
entre montañas, niños y misión.
Pasamos una noche muy
placentera en Guayaquil. El clima aquí es más fresco, incluso frío, lo que se
agradece después del calor de otras comunidades. Al ingresar al centro poblado,
noté un letrero que indicaba que se encuentra a 1250 metros sobre el nivel del
mar, es decir, a la misma altitud que mi querido pueblo de La Playa, entre
Tovar y Bailadores.
Guayaquil debe su nombre a una
variedad local de plátano comestible. La capilla es impresionante: de buenas
dimensiones y, aunque aún en construcción, deja ver el esmero con que ha sido
edificada. Se nota el uso de buenos materiales y criterios técnicos adecuados.
La torre, por ejemplo, ha sido vaciada en cemento, lo que le da solidez y una
presentación limpia tanto por dentro como por fuera. Aunque aún le faltan las
ventanas, ya cuenta con una hermosa puerta corrediza de madera que le da un
carácter sagrado muy especial.
Nos sorprendió saber que esta
capilla se utiliza solo una vez al año, el 30 de agosto, durante la fiesta
patronal en honor a Santa Rosa de Lima. El resto del año permanece cerrada.
En la mañana trabajamos con
más de treinta niños que se reunieron en el lugar. Cantamos, bailamos, rezamos
y finalmente les proyectamos una película animada con historias bíblicas. Por
la tarde llovió intensamente, y permanecimos en la capilla con los niños,
quienes se entretuvieron dibujando el Sagrado Corazón de Jesús.
La celebración del Rosario y
la Liturgia de la Palabra comenzó a las 7:00 p.m., aunque con poca asistencia
de la comunidad. Aun así, fue una jornada de gracia. Regresamos a casa de la
hermana Maribel para pasar la noche, pues nos pidieron quedarnos un día más.
Jueves 13 de febrero: Un
sacerdote entre balas y la esperanza que me sostiene.
Este jueves eucarístico y
sacerdotal terminé de leer la fascinante historia del padre Gereon Goldmann, un
franciscano alemán que narró en su autobiografía su experiencia como
seminarista en las SS, dentro del régimen nazi. Su relato me hizo muchísimo bien.
Fue conmovedor descubrir cómo, en medio de la guerra, sin haber culminado
formalmente sus estudios teológicos y con una dispensa especial del papa de
aquel tiempo, logró ser ordenado sacerdote en Argelia por un obispo francés.
El padre Goldmann fue, como su
apellido lo sugiere, un verdadero "hombre de oro": testigo y
protagonista del poder de la oración. Muchas personas intercedieron
constantemente por él, deseando que algún día pudiera llegar al sacerdocio.
También yo me siento sostenido
por la oración de muchas personas. Sueño cada noche con el día de mi ordenación
sacerdotal y con la primera Misa que celebraré en mi pueblo, con mi gente. Ese
día —lo presiento— seré el hombre más feliz del mundo. Y quién sabe si tanta
felicidad pueda caber en un ser humano; quizás, en ese momento, Dios me llame a
su encuentro, y eso sería lo mejor: morir después de haber sido, siquiera por
un día, sacerdote del Altísimo.
Esta noche volvimos a celebrar
en la capilla de Guayaquil. La asistencia fue aún menor, probablemente por la
intensa lluvia. Luego regresamos a casa de don Rodrigo. Allí pudimos asearnos
como corresponde y descansar en nuestra habitación, que compartimos con la
mayor de las presencias: Jesús Sacramentado.
Viernes 14 de febrero: La cruz
de la misión: un signo que permanece.
Hoy empecé a leer El
proceso, el fascinante relato de mi amigo Franz Kafka. Ya lo había
escuchado como audiolibro, pero esta vez me he propuesto disfrutarlo con mis
propios ojos. Este, junto con otro libro, fue uno de los únicos textos que
traje conmigo para la misión.
Durante la mañana, fui un rato
a ver el trabajo en la chacra de don Rodrigo y su familia. Todos colaboran:
desde Rodrigo y su esposa, hasta las hijas, especialmente la menor, quien se
encarga de traer agua, buscar herramientas, y ayudar con diligencia. Me
ofrecieron una mazorca de cacao, que curiosamente me supo como guanábana. Me la
comí completa.
Por la noche regresamos por
segunda vez a Caservine Norte. Teníamos el compromiso de bendecir una cruz de
madera que sugerí hacer como recuerdo de esta misión, y para ser colocada en el
altar de la capilla. Don Percy Landeo se comprometió a fabricarla, y felizmente
cumplió. Allí estaba: una gran cruz de casi tres metros de altura, sólida,
pesada, hecha con buen material.
La cruz me sirvió como punto
de partida para predicar sobre el amor de Cristo, simbolizado en ese madero.
También meditamos los Misterios Dolorosos del Rosario, ya que era viernes. Al
finalizar la celebración de la Palabra, tuvimos un espacio de preguntas y
respuestas, centrados en cómo organizar una verdadera fiesta patronal que sea
religiosa, significativa y sin los excesos que muchas veces distraen del
verdadero sentido.
Después compartimos cacao con
galletas, y nos despedimos alegres. Nos queda ahora un recuerdo visible y
duradero de esta visita: la Santa Cruz, que más adelante será secada, pintada y
embellecida. Un signo sencillo, pero profundo, de que Jesús estuvo presente en
esta misión.
Sábado 15 de febrero: Sábado
de diálogo y testimonio bajo la lluvia.
La conversación con don
Rodrigo se hace cada vez más interesante. Es un hombre que conoce profundamente
las Sagradas Escrituras; tiene memorizadas muchas citas tanto del Antiguo como
del Nuevo Testamento, y sabe emplearlas correctamente en la apologética de la
Iglesia católica. Nos ha contado que, en su juventud, deseó formarse para ser
pastor evangélico, pero en su estudio autodidacta de la Biblia llegó al
convencimiento de que el centro de la vida cristiana es la Eucaristía. Este
descubrimiento lo llevó, finalmente, a profundizar y abrazar con firmeza su fe
católica.
En otro plano más cotidiano,
ya llevo más de 15 días sin afeitarme, y tengo una barba bastante crecida.
Lejos de agradarme, con sinceridad, me ha resultado un fastidio frecuente,
provocándome picazón. He decidido que, apenas regrese a Ayacucho y antes de
volver al Seminario de Huancayo, retomaré el hábito de afeitarme diariamente
como he hecho hasta ahora.
Por la noche tuvimos la
celebración de la Palabra con el rezo del Santo Rosario en la capilla de San
Gerardo. A pesar de la lluvia y de no contar con energía eléctrica, la gente se
reunió con entusiasmo. La sencillez del momento, iluminado solo por la fe de
los presentes, hizo de esta noche una auténtica ofrenda de oración.
Domingo 16 de febrero: Recuerdos
que resuenan en el silencio de la misión.
Hoy es el segundo domingo de
estas misiones tan particulares. El compartir con Santiago me ha permitido
conocerlo un poco más, aunque siento que no ha estado tan abierto conmigo como
yo lo he estado con él.
Durante estos días he
recordado mucho mi época de seminarista en Mérida, rememorando las bondades y
todo lo positivo que aquella casa de formación me ofreció en ese tiempo
glorioso. Solo yo sé cuánto disfruté en ese seminario, tanto con los compañeros
como con algunos sacerdotes que marcaron mi camino.
Hoy, nuevamente celebramos en
San Gerardo, tal como lo ha solicitado el padre Ronald.
Lunes 17 de febrero: Vocación,
memoria y caminos que se cruzan.
Me afano y me esfuerzo por
leer a Franz Kafka, pero siento que estoy perdiendo el tiempo. Mi verdadero
deber y anhelo debería ser la lectura y el conocimiento de la Biblia, la
Palabra de Dios, de la que soy ministro desde hace un año. Fue precisamente por
estas fechas cuando recibí el ministerio del lectorado y el acolitado en la
catedral de Ayacucho, de manos de monseñor Salvador Piñeiro. Aquel día fui
feliz… y lo sigo siendo hasta ahora.
Hoy, conversando con José
Alfonso Rosales Morales, seminarista venezolano, me enteré de que nuestro
compañero Carlos Vivas fue convocado por el obispo de Acarigua-Araure, monseñor
Gerardo Salas, para retomar su formación hacia el sacerdocio. Sin embargo,
finalmente el obispo villorro decidió no continuar con el apoyo, comunicándole
mediante un escueto mensaje al celular.
Pobre Carlos... ha sufrido
tanto como yo para seguir este camino que nos fue truncado —con razón— en el
seminario de Mérida en el año 2019. De cualquier manera, le deseo lo mejor en
su camino vocacional. Espero que, si es voluntad de Dios, algún día nos reencontremos
ya como sacerdotes del Altísimo, otros Cristos.
Hacia las 3:30 de la tarde,
miembros de la comunidad de Rosario Ancón vinieron por nosotros. El viaje fue
largo, agradable, aunque por caminos difíciles. Al llegar, cenamos y luego
fuimos a la capilla, que logramos preparar adecuadamente.
Durante la noche, el hermano
Rodrigo nos acompañó en la celebración. Al finalizar, se dirigió a los
presentes, desarrollando algunos temas de apologética católica, apoyado por
citas bíblicas que leía el hermano Santiago.
Martes 18 de febrero: Bajo la
lluvia y entre verdades.
Anoche llovió como nunca: una
lluvia intensa y persistente, con apenas breves pausas de minutos o incluso
segundos. Nos quedamos en una casita de madera, típica de la zona, en el
segundo piso. Una pequeña gotera caía justo sobre mí y logró empapar la mitad
de la colcha con la que me arropaba.
Desayunamos en la casa vecina,
donde tuvimos una grata conversación con los integrantes de la familia,
especialmente con uno de los hijos, un joven casi de nuestra edad. Mostró gran
inteligencia y empatía al hablar sobre Venezuela, haciendo comentarios certeros
y realistas sobre la dura situación política y económica del país.
Rosario Ancón es un pequeño
pueblo de altitud intermedia. Personalmente, no lo consideraría parte de la
selva, sino más bien de la sierra. Sin embargo, sus habitantes se identifican
como parte de la selva o de la ceja de selva. El lugar cuenta con una buena
fuente de agua, de mejor calidad que la de San Gerardo: más limpia, más
cristalina y de mejor sabor. Aun así, por recomendación médica, no la hemos
bebido directamente, sino hervida y aromatizada.
La familia nos confió que, en
ocasiones, han vendido su producción de hojas de coca a los llamados “pozos”,
lugares donde se procesa la droga —cocaína— para su comercialización y
distribución. Una realidad dura y compleja que convive con la sencillez de la
vida rural.
Pasamos nuevamente la noche en
Rosario Ancón, ya sin la amenaza de aquellas lluvias que tanto daño hacen a los
caminos de tierra.
Miércoles 19 de febrero: Caminos
difíciles, corazones abiertos.
A las 4:00 a.m. salimos de
Rosario Ancón rumbo a San Gerardo, a la casa de Rodrigo, quien ya nos esperaba
con el siguiente destino pautado: Corazonpata. Al llegar, apenas descargamos
las maletas y nos cambiamos de ropa, pues de inmediato vinieron a buscarnos.
Primero subimos a un vehículo
que nos llevó hasta cierto punto del camino, donde el paso vehicular se había
interrumpido por un pequeño riachuelo que excavó la tierra. Caminamos el breve
trayecto a pie, y enseguida abordamos el vehículo de la gente de Corazonpata,
una pequeña comunidad a la que llegamos a media mañana. Allí nos ofrecieron el
desayuno, descansamos un poco y luego salimos a visitar las casas. Fue una
tarea casi imposible, pues estos son pueblos que parecen fantasmas: como ya
sabemos, todos —hombres, mujeres y hasta niños— salen temprano a trabajar.
Por la tarde, a pesar de no
haber electricidad, logramos congregarnos en buen número en la capilla. Rezamos
el Santo Rosario y celebramos la Palabra. Le pedí al hermano Santiago que
predicara, pero no quiso. Ojalá esto no nos traiga alguna reprimenda, pues
ambos somos seminaristas y debemos cumplir con nuestra misión. Yo intenté
hacerlo de la mejor manera posible, tratando de enseñarle con el ejemplo,
aunque sé que no soy ejemplo de nada. Me equivoco mucho, y en realidad estoy
también para aprender de los demás.
Rodrigo nos acompañó también
en Corazonpata y pernoctó con nosotros.
Jueves 20 de febrero: Palabra,
chacra y niños atentos.
Segundo día en la comunidad de
Corazonpata, aún con la compañía del hermano Rodrigo, ya que las lluvias
frecuentes no le permitieron regresar a casa. Desayunamos en la vivienda donde
nos hospedábamos y, poco después, fuimos los tres —Pedro, Santiago y Rodrigo— a
otra casa vecina para compartir un segundo desayuno.
Las conversaciones con el
hermano Rodrigo giran casi siempre en torno a la Biblia y las numerosas citas
que tiene memorizadas. La gente lo escucha con mucha atención y suele hacerle
preguntas, especialmente sobre cómo organizar una fiesta patronal. Rodrigo es
un verdadero especialista en el tema, y suele explayarse con claridad cuando
surge la preocupación por los festejos desordenados y las borracheras que
empañan estas celebraciones.
Por la tarde, Rodrigo salió
con los miembros de la casa para acompañarlos a la chacra. Nosotros preferimos
quedarnos para descansar un poco. A las 4:00 p.m. ya estábamos en la capilla,
preparando todo para la proyección del video sobre el Jardín del Edén, un tema
que los niños dominan con facilidad.
Como en Rosario Ancón y otras
comunidades, compramos gaseosa y galletas para compartir con ellos durante la
actividad. La merienda se ofreció a mitad del video, que duró solo 44 minutos.
Al finalizar, hicimos preguntas relacionadas con el contenido, y quienes
respondieron correctamente recibieron como premio chupetines Boom Boom Bum.
Este ha sido, sin duda, el grupo de niños con mejor comportamiento que hemos
tenido hasta ahora.
La celebración de la Palabra
se realizó a las 7:00 p.m., después del rezo del Santo Rosario. En esta ocasión
se congregó el mayor número de fieles que hemos visto en esta comunidad: quizá
unas treinta personas. La conversación se prolongó hasta tarde, pero nos
acostamos temprano, pues al día siguiente nos esperaba un viaje de madrugada.
Viernes 21 de febrero: Compromisos
que nacen al final del camino.
Nos despertamos a las 4:00
a.m. para salir de Corazonpata rumbo a San Gerardo. El viaje fue tranquilo. Al
llegar al paso dañado por las lluvias, tuvimos que detenernos y esperar a que
pasara algún vehículo que pudiera cruzar. Por suerte, no tardó en llegar uno,
nos cambiamos y continuamos el trayecto hasta San Gerardo, a donde llegamos
felizmente sin novedad.
Desayunamos y descansamos un
rato en la habitación. Por la tarde nos dirigimos a una comunidad que está
equidistante tanto de San Gerardo como de Huamanpata: Chuvivana. Allí fueron
antes que nosotros los hermanos José Félix y Juan Uziel. La capilla de esta
comunidad es una de las más bonitas y mejor construidas de la zona, aunque,
como suele ocurrir en el campo, algo descuidada y sucia.
Sabíamos que José Félix y Juan
Uziel ya habían visitado esta comunidad durante la primera semana de las
misiones. Su celebración fue a las 3:00 p.m., mientras que la nuestra estaba
programada para las 7:00 p.m., iniciando con el rezo del Santo Rosario. Me
llamó la atención el ambón de cristal azul, de proporciones muy armoniosas.
Al finalizar la celebración,
ocurrió algo inesperado. El hermano encargado de la comunidad se dirigió a los
presentes con el objetivo de comprometer a algunos de ellos como catequistas.
Lo logró, después de varios minutos de insistencia, utilizando el quechua para
expresarse con mayor cercanía. A mí me pidió que hiciera una oración para
sellar ese momento, lo cual acepté hacer, aunque soy consciente de que no es el
modo más adecuado de proceder en estos casos.
Aun así, los compromisos
quedaron hechos. Que Dios los acompañe y fortalezca en esta nueva
responsabilidad.
Comentario postmissionem
Terminadas ya las visitas, los
caminos polvorientos, los amaneceres fríos y las noches bajo lluvia; terminado
el reparto de galletas, los rosarios rezados, las palabras proclamadas con
temor y esperanza... queda el silencio. Un silencio lleno de nombres, de gestos
sencillos, de niños atentos, de hermanos que escucharon, de capillas pobres y
corazones dispuestos.
Miro hacia atrás y comprendo
que, aunque llevábamos la Palabra, también fuimos evangelizados. La fe de los
más humildes nos interrogó; su perseverancia nos empujó a seguir, incluso
cuando el cuerpo ya pedía descanso.
Ahora, en la quietud, sólo me
queda decir: Gracias, Señor, por confiar en nosotros. Gracias por enviarnos. No
somos más que servidores inútiles, pero felices de haber trabajado en tu viña,
aunque solo haya sido por unos días.
Evaluación de las misiones y
propuestas para la vida comunitaria y pastoral.
Los seminaristas compartieron
sus experiencias durante las misiones, destacando los siguientes aspectos:
La misión fue una experiencia
profundamente enriquecedora para todos los participantes. Se valoró la buena
coordinación y el acompañamiento de los catequistas locales, así como el
trabajo en equipo y el compartir entre los misioneros. Varios manifestaron su
deseo de retornar a la selva en el futuro, motivados por la acogida y el
compromiso de las comunidades.
Algunos misioneros vivieron
cambios en sus lugares asignados, lo que les permitió adaptarse a nuevas
realidades. Realizaron visitas domiciliarias y a comunidades, y destacaron el
valor formativo de estas experiencias. Se subrayó la numerosa presencia de jóvenes
y niños en algunas zonas, lo que permitió un trabajo pastoral más dinámico con
ellos.
Fue significativo misionar en
comunidades de origen de algunos participantes, quienes valoraron el esfuerzo
diario de su gente y su constante búsqueda de Dios en medio de una realidad
compleja. El acompañamiento entre los misioneros y la presencia del sacerdote
también fueron aspectos muy valorados, así como el testimonio de fe y servicio
de la población local.
Se evidenció la diferencia
entre la realidad de la sierra y la selva, y se resaltó la importancia de
contar con medios de movilidad adecuados para el desarrollo eficaz de la
misión. Las dificultades en el idioma en algunas zonas fueron un obstáculo, lo
que lleva a proponer una preparación previa en lenguas originarias, como el
quechua.
Asimismo, se notó la escasa
participación de jóvenes en ciertos lugares, lo que plantea el desafío de
revitalizar la pastoral juvenil. También se recomendó que no se realicen
misiones de manera individual y se refuerce el trabajo en equipo.
Algunas comunidades
presentaron dificultades internas y poca asistencia, por lo que se sugirió
priorizar las misiones en tiempos como Semana Santa, cuando hay mayor presencia
de personas. También se propuso priorizar zonas con presencia pastoral permanente,
más allá de la sola celebración de la misa.
Finalmente, se hizo un llamado
a fomentar el respeto mutuo y el apoyo entre los misioneros, especialmente
hacia quienes tienen mayor experiencia. Se destacó la unidad y el entusiasmo
del grupo misionero, como signo de comunión y compromiso con la evangelización.