DIARIO CONFIDENTE
Miércoles 1 de enero. Escribir para recordar: un nuevo
comienzo con Dios en el tiempo.
Hoy
comienzo, con la gracia de Dios, el propósito de escribir cada día en esta
agenda que recibí el año pasado como regalo del amigo secreto en el seminario.
En 2024 no asumí este compromiso, pues ya lo había intentado en 2023, aunque
debo reconocer que me costó mantener la constancia, especialmente en diciembre,
cuando por razones que no logro recordar no escribí nada.
Para
no olvidarlo, esta agenda y el lapicero que usaré me los obsequió el
seminarista Santiago Ferrer Quispe Núñez. Aunque es originario de Puno, al
igual que yo pertenece a la Arquidiócesis de Ayacucho.
Anoche,
31 de diciembre de 2024, se cumplió el segundo aniversario del fallecimiento
del Papa emérito Benedicto XVI. Aunque no lo recordamos expresamente en las
intenciones de la Misa, sí estuvo presente en nuestras oraciones personales.
Benedicto sigue inspirando con fuerza a muchos en el seguimiento de Jesús, con
una fe firme y esclarecedora. Personalmente, volví a leer y escuchar el
audiolibro de La infancia de Jesús, para profundizar en este tiempo de Navidad.
Hoy,
solemnidad de Santa María, Madre de Dios, acompañamos a monseñor Salvador en la
catedral, sirviendo en las Misas de 10 a.m. y 6 p.m., ejerciendo con fervor los
ministerios que me han sido confiados: el lectorado y el acolitado.
El
pasado 29 de diciembre abrimos la Puerta Santa en nuestra catedral. Ese mismo
día me confesé, con el deseo de acoger plenamente la gracia del Jubileo de la
Esperanza, convocado por el Santo Padre Francisco.
Le
pido a Dios la perseverancia necesaria para cumplir este objetivo de escribir
diariamente en esta agenda. Deseo hacer memoria viva de mi caminar, y en ese
ejercicio, aprender a hacer historia mientras vivo.
Jueves 2 de enero. Servir aún en el cansancio: una
jornada de entrega en comunidad.
Apenas
en el segundo día del año, ya tuve un pequeño lapsus con esta agenda: ayer, 1
de enero, no pude asistir a la Misa de 6 p.m. en la catedral, como había
escrito inicialmente. Pasé toda la tarde en la parroquia Santa Rosa de Lima,
respondiendo al pedido del padre Jesús Chuchón, quien viajó a su pueblo natal,
Chuschi, para celebrar la Eucaristía en el primer aniversario del fallecimiento
de su padre. En su ausencia, me encomendó cubrir las celebraciones que tenía
programadas en Ayacucho: cuatro celebraciones consecutivas de la Liturgia de la
Palabra, a las 2:00 p.m., 3:00 p.m., 4:00 p.m. y 5:45 p.m.
A
la última celebración asistieron: Reina, Paula, Yance, Thalía y mamá, quien me
acompañó desde más temprano. A lo largo de la tarde, me sentí algo mal de
salud, como si estuviera por darme gripe. A pesar de ello, cumplí con cada
celebración, tomando entre ellas una pastilla y un energizante que nunca antes
había probado.
Ya
por la noche, después de terminar el servicio, mamá y yo visitamos a la familia
Juscamayta, una familia ayacuchana que vive en el jirón Londres. Compartimos
una cena sencilla y una amena conversación. Al finalizar, tuvimos un momento de
oración en el que bendije su hogar, recorriéndolo con agua bendita y pidiendo
al Señor que habite en cada rincón de esa casa. Joaquín Nicolás, el hijo de la
señora Betty, ya había conversado conmigo días antes en la catedral.
Doy
gracias a Dios por la fuerza que me dio para servir incluso en el cansancio y
el malestar, y por las personas que pone en mi camino, con quienes puedo
compartir la fe, la oración y la vida.
Viernes 3 de enero. El poder del nombre, el valor del
gesto.
Fiesta
del Santísimo Nombre de Jesús.
Hoy
celebramos la memoria del Santísimo Nombre de Jesús, una fiesta casi olvidada
en muchos lugares del mundo católico, pero aún presente en Chuschi, donde Jesús
es el titular de la parroquia. Monseñor recordó esta celebración durante la
homilía, y reflexionó sobre el profundo significado que tienen los nombres en
la vida de las personas.
Por
la mañana, tuve la alegría de entregar personalmente a monseñor mi libro, con
una dedicatoria que leyó y acogió con agrado. En ella, le escribí que juntos
estamos dando continuidad al legado de Bolívar y Sucre, lo cual le pareció
significativo. Conversamos largo rato, con la cercanía que siempre me anima.
Luego
me dirigí al colegio Gustavo Castro Pantoja para obsequiar un ejemplar de mi
libro al profesor Edgar Jayo Medina. Él lo recibió con entusiasmo y propuso que
grabáramos un breve video para sus redes sociales. En él, destacó mi labor como
venezolano comprometido con la realidad peruana, al punto de escribir y
publicar sobre temas locales. Le agradezco profundamente, pues no olvido la
valiosa oportunidad laboral que me brindó cuando más la necesitaba. Su apoyo
fue clave para mi autogestión y crecimiento.
Al
mediodía, salimos un momento con Bella —la mascota de la madre Julia— al
mercado. Después, me dirigí al penal, donde entregué la documentación
correspondiente de cada agente de pastoral, necesaria para la elaboración del
carnet de ingreso al establecimiento penitenciario.
Ya
en casa, pasé parte de la tarde viendo varios videos sobre Franz Kafka: su
vida, su obra, su universo literario. Todo eso me sirvió para animarme a seguir
leyéndolo y descubrir en él nuevas luces para mi pensamiento.
Sábado 4 de enero. Viaje al penal de Huanta: entre
lectura, servicio y despedidas.
Por
la mañana, leí el primer capítulo de La metamorfosis de mi amigo Franz Kafka.
Su estilo, tan inquietante y profundo, me deja pensando durante horas.
Después
fui a la catedral para pedir prestado un cáliz con su patena, pues me
correspondía acompañar la misa en el penal de Huanta. Esperé al padre Carlos, y
juntos emprendimos el viaje. No sé por qué, pero ese trayecto a Huanta siempre
me afecta físicamente. Me mareo, me dan ganas de vomitar, me duele la cabeza y
siento una incomodidad general. Esto solo me ocurre cuando viajo en la parte
trasera del vehículo. Cuando voy al lado del conductor, en cambio, el viaje es
mucho más llevadero. Supongo que ver el camino y contar con un buen flujo de
aire son condiciones mínimas para que pueda viajar en paz —sin hablar del
limitado espacio para mis piernas.
En
el penal todo transcurrió con normalidad. Celebramos la Misa con las mujeres,
en el ambiente que ellas llaman “la cuna”, un espacio destinado al cuidado de
los niños pequeños. Allí, el Evangelio resuena con fuerza y ternura.
Durante
el camino y en el tiempo compartido, la conversación con el padre Carlos Miguel
Silva Canessa fue fluida y variada. Él es un hombre amable y conversador, y yo
tampoco me quedo atrás. El diálogo con personas así es un regalo en el
ministerio.
Ya
por la noche, despedimos a Thalía, quien regresa a Lima. Siempre es difícil
decir adiós, aunque sea por un tiempo. Que Dios la acompañe y la bendiga en sus
pasos.
Domingo 5 de enero. Epifanía en el penal y comienzo de
una convivencia vocacional
Esta
mañana acompañé al padre Carlos en la celebración de la Misa en el penal. Antes
del Evangelio, compartí con los internos un pasaje del libro La infancia de
Jesús de Benedicto XVI, específicamente el capítulo dedicado a los Reyes Magos.
Sus palabras, tan llenas de profundidad teológica y belleza espiritual,
resonaron con fuerza en ese contexto de búsqueda y esperanza. Sentí que la
semilla cayó en tierra sedienta.
Por
la tarde, me dediqué a una tarea sencilla pero necesaria: pintar algunas
prendas negras que ya estaban descoloridas. Es un gesto pequeño, pero ayuda a
conservar la dignidad del hábito y la presentación personal, algo importante
también en el servicio.
Por
la noche, dimos inicio a la convivencia vocacional con jóvenes venidos de
distintas partes. Se trata de un grupo diverso, tanto en edades como en niveles
educativos. Al ver sus rostros y escuchar sus primeras palabras, sentí alegría
y responsabilidad. Que este espacio sea para ellos un tiempo de discernimiento
profundo, de escucha de la voz de Dios, y también de fraternidad auténtica.
Lunes 6 de enero. Convivencia vocacional: primeros pasos
hacia el discernimiento.
Ayer
comenzamos oficialmente la convivencia vocacional para los jóvenes aspirantes
al Seminario Mayor San Cristóbal de Huamanga. Participan 12 jóvenes, cuyas
edades oscilan entre los 13 y 21 años. Se trata de un grupo variado: algunos
apenas empiezan a intuir lo que significa el sacerdocio, mientras que otros ya
tienen una idea un poco más clara. Esta semana está pensada justamente para
ayudarles a profundizar en ese discernimiento.
En
este primer día, la hermana Pamela, de las Siervas del Plan de Dios, fue
invitada por el padre César para ofrecer la primera charla de la mañana. Su
intervención fue muy valiosa: habló sobre la vocación, compartió su experiencia
personal y cómo, al inicio, no contó con el apoyo explícito de su padre. Su
testimonio fue sincero, cercano y esperanzador.
La
segunda charla estuvo a cargo del padre Fidel Alarcón Contreras, quien ofreció
más bien un testimonio vocacional. Yo no pude estar presente en esa charla, ya
que me encargué de otras tareas de apoyo logístico y organizativo.
Después
del almuerzo, salimos a jugar fútbol en una cancha sintética ubicada en Carmen
Alto. Para llegar, recorrimos unas calles que no conocía; siempre es bonito
descubrir nuevos rincones de esta ciudad que también me ha acogido. El deporte,
además de divertir, ayudó a fortalecer la convivencia fraterna entre los
participantes.
Por
la tarde, tuvimos una visita guiada al museo de la catedral, con la dirección
del señor Alí, egresado del Instituto Víctor Álvarez Huapaya. Fue un momento
formativo, de conexión con el arte sacro y la historia viva de nuestra fe.
Por
la noche, celebramos la Santa Misa presidida por el padre Yoni Palomino
Bolívar. Luego, vimos la película Un Dios prohibido, que narra el martirio de
los seminaristas claretianos de Barbastro durante la Guerra Civil Española. Una
historia conmovedora que confronta y alienta: seguir a Cristo implica estar
dispuesto a darlo todo.
Martes 7 de enero. Ser guía entre risas, fe y zapatos
nuevos.
Los
jóvenes de la convivencia vocacional aún no saben muy bien cómo dirigirse a mí:
algunos me dicen Pedro, otros, hermano Pedro. Sea como sea, yo los atiendo con
cariño, sabiendo que, durante estos días, represento para ellos una figura de
autoridad fraterna, una presencia que los acompaña y orienta en el
discernimiento.
Ayer
por la tarde salimos al mercado, y allí le compré a Frans —un joven de Vilcas
Huamán— un par de zapatillas para que pudiera participar del deporte en Carmen
Alto. Yo, por mi parte, no hice deporte, ya que me sentía algo delicado de
salud. Preferí cuidar el cuerpo para poder seguir acompañando el proceso de los
chicos con la debida energía.
Esta
mañana me correspondió dar la primera charla, que originalmente tenía por tema
“El Dios que nos llama”. Sin embargo, la dinámica del grupo y sus preguntas
espontáneas me llevaron a desarrollar una catequesis más amplia y básica sobre
distintos aspectos de la fe. Fue un espacio muy enriquecedor, donde sentí que
el Espíritu nos guiaba hacia lo esencial.
Como
el sacerdote encargado de la segunda charla no pudo asistir, tomé la iniciativa
de llevar a los jóvenes a la sacristía de la catedral. Allí les di una breve
explicación sobre los ornamentos, vasos y paños litúrgicos, dejando para otra
ocasión la explicación de los libros litúrgicos.
Por
la tarde visitamos el convento de Santa Clara. Las hermanas de clausura nos
recibieron con mucha alegría y sencillez. Compartieron con nosotros sus
testimonios vocacionales, palabras llenas de profundidad y ternura. Al final,
nos ofrecieron unas galletas deliciosas, gesto que también habla del amor que
viven y transmiten desde su vida escondida en Cristo.
Por
la noche tuvimos la Santa Misa, nuevamente celebrada por el padre Yoni Palomino
Bolívar. Luego de la cena, cerramos el día con una película ligera pero
entrañable: El padrecito, con Cantinflas. Las risas compartidas también
construyen fraternidad.
Miércoles 8 de enero. Dios llama en lo cotidiano: fútbol,
teatro y misión.
Continúa
la convivencia vocacional con los jóvenes participantes, que poco a poco se van
abriendo más entre ellos y también con nosotros. Sus nombres ya suenan
familiares: Anthony, Marlon, Mateo, Diego Aarón, José Antonio, Marco Antonio,
Wilfredo, Derick, Smith, Kitler Vicente, Luciano y Julio. Algunos vienen de
Huanta y otros son de la ciudad de Ayacucho. Es un grupo variado y muy
especial.
Esta
mañana, ante la ausencia del padre Renzo Mijael, quien tenía programada la
charla del día, me tocó nuevamente asumir el espacio formativo. Nos reunimos en
el salón y proyectamos varios videos vocacionales para provocar en los
muchachos una reflexión más profunda sobre la opción sacerdotal. El diálogo
posterior fue sencillo, pero sembró inquietudes.
Por
la tarde, luego del almuerzo, volvimos a la cancha de césped sintético en
Carmen Alto, gracias a las amistades del padre Renzo que generosamente
facilitaron el espacio, como ya habían hecho el lunes. Esta vez sí decidí
participar del partido, pues me sentía mejor de salud. Metí un gol de cabeza
que fue celebrado con entusiasmo, y colaboré en otro gol que convirtió Marco
Antonio. La alegría compartida en el juego es también una forma de evangelizar.
En
la noche celebramos la Santa Misa con el padre Juan Manuel, un sacerdote
misionero argentino que trabaja en el VRAEM, concretamente en la población de
Quimbiri, dentro del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado. Lo acompañaba la
hermana Dayana, una laica misionera también argentina. El padre estaba bastante
resfriado, pero aun así celebró con entrega. Su sola presencia nos recordó el
valor de la misión ad gentes y la entrega silenciosa en lugares difíciles.
Terminamos
el día con una fogata en la que compartimos cantos, bromas y testimonios. El
padre César, Brewin y yo presentamos una pequeña obra de teatro titulada El
lobo de San Francisco, que fue muy bien recibida por los jóvenes. La risa y el
simbolismo también forman parte del lenguaje vocacional.
Jueves 9 de enero. Formar el alma con libros, trabajo y
adoración.
Un
día como hoy, pero de 1902, nació en Barbastro el gran san Josemaría Escrivá de
Balaguer, fundador de la familia espiritual del Opus Dei. Su testimonio de
santidad en lo cotidiano sigue iluminando el camino de muchos cristianos en el mundo.
Lo recordé con gratitud, especialmente al ver cuánto bien puede hacer una vida
bien vivida.
Continúo
acompañando y guiando a los jóvenes en la convivencia vocacional, especialmente
en los momentos de oración comunitaria. En las Laudes de esta mañana notamos la
ausencia de algunos: se quedaron dormidos. Poco a poco vamos aprendiendo que la
fidelidad comienza en los detalles pequeños.
Durante
la mañana, el padre Braulio me pidió apoyar en dos celebraciones en la
parroquia Santa Rosa. Fui gustosamente y regresé a tiempo para seguir al
pendiente de los jóvenes. Al mediodía, les compartí en la capilla una breve
pero sentida recomendación de dos libros que pueden ser luz en su camino
espiritual: La imitación de Cristo, de Tomás de Kempis, y Para salvarte, del
padre Jorge Loring, SJ. Sentí que algunos recibieron con interés la propuesta.
Después
del almuerzo, tuvimos una jornada especial de trabajo en el jardín principal
del seminario, justo en la entrada. Nos organizamos para desyerbarlo
adecuadamente. La laboriosidad y disposición de los muchachos fue admirable.
Fue una experiencia concreta donde el trabajo se volvió también escuela de
fraternidad.
Más
tarde, reunimos a los cinco jóvenes que ya han culminado la secundaria, para
hablarles con mayor profundidad sobre la experiencia del año propedéutico o
introductorio. Percibimos cierta inseguridad e indecisión en ellos; aún no se
sienten listos para quedarse en el seminario y vivir esta experiencia.
Respetamos ese ritmo. Es el Espíritu quien llama y da fuerza en el momento
oportuno.
En
la tarde, expuse el Santísimo Sacramento en la capilla del seminario para un
momento de Hora Santa. Luego participé en la misa en la catedral. Finalmente,
tras la cena, cerramos el día viendo la película Que baje Dios y lo vea, una
comedia religiosa que ayudó a distender el ambiente y provocó más de una
carcajada.
Viernes 10 de enero. Un día para contemplar y reír en
comunidad.
Hoy
fue un bonito día de compartir comunitario con los jóvenes de la convivencia vocacional.
Salimos de Ayacucho a las 8:30 a.m. con rumbo a Vilcas Huamán, en una jornada
que combinó naturaleza, cultura y fraternidad.
Nuestra
primera parada fue en el bosque de las Puyas de Raimondi, un atractivo
turístico que conserva esta peculiar vegetación andina. El paisaje imponente
fue también ocasión para un recuerdo especial: contratamos a un operador de
dron para que nos grabara un video grupal. El resultado fue excelente, ideal
para conservar la memoria del momento y compartir en redes sociales.
Antes
de volver a la combi, animé al grupo a una carrera espontánea. Les di algo de
ventaja... y aun así logré adelantar a todos, incluso a los que ya se habían
adelantado. La escena fue bastante cómica y arrancó muchas risas; un momento
ligero que estrechó vínculos entre nosotros.
La
siguiente parada fue en el sitio arqueológico de Intihuatana, junto a la
hermosa laguna de Pumaccocha. Ya había estado allí antes, pero no deja de
maravillarme. Esta vez tuvimos como guía al joven Frans, oriundo de la zona,
quien alguna vez se desempeñó como guía turístico. Fue una visita enriquecedora
gracias a sus explicaciones.
Almorzamos
en el pueblo de Vilcas Huamán, y luego fuimos al famoso Ushnu, la pirámide
trunca. Sin embargo, una fuerte lluvia nos impidió hacer el recorrido con
tranquilidad. Una vez que escampó, pasamos brevemente por la plaza principal,
cuyas calles están actualmente en reparación.
De
regreso, hicimos una parada en Vizchongo para saludar a las hermanas. Nos
recibieron con un generoso compartir y regalaron a todos una estampa del beato
Moisés Lira Serafín, fundador de su congregación, con una reliquia de tercer
grado.
Llegamos
a Ayacucho por la tarde, a tiempo para la santa misa. Todos estábamos
visiblemente cansados, pero también agradecidos por un día lleno de paisajes,
historia, espiritualidad... y alegría compartida.
Sábado 11 de enero. Servir con ternura: entre médicos y
ancianos.
Hoy
fue un día particularmente exigente y profundamente humano. Celebré dos
Liturgias de la Palabra, en contextos muy significativos: una en la posta
médica de Conchopata y la otra en EsSalud de Nazarenas, ambas con el personal
médico y asistencial, con motivo de la tradicional Bajada de Reyes. En medio de
tanta labor, también pude ofrecer una palabra de aliento y fe a quienes día a
día se entregan al cuidado de los enfermos.
Por
la tarde, junto a los jóvenes de la convivencia vocacional, visitamos el asilo
de ancianos. Fue un momento profundamente conmovedor. Ayudar a los ancianos a
cenar —a eso de las 4:00 p.m.— impactó fuertemente a los muchachos. En sus
rostros se reflejaba la mezcla de compasión, sorpresa y respeto al ver a esos
hombres mayores, muchos de ellos muy enfermos, algunos sin la fuerza siquiera
para sostener una cuchara. Algunos jóvenes debieron darles de comer en la boca,
un gesto pequeño, pero lleno de ternura y servicio.
Aproveché
esta visita para conocer y saludar al padre Godofredo Barrientos, considerado
el sacerdote ayacuchano de mayor edad. Se comenta que reconoció al menos dos
hijos en su vida. Más allá de su historia, fue significativo poder estrechar su
mano y ver en él una vida consagrada, con sus luces y sombras, sostenida por la
fidelidad de Dios.
Puedo
afirmar que, a lo largo de estos días, los jóvenes se han ido impregnando del
espíritu de servicio que debe caracterizar a quien siente el llamado al
sacerdocio ministerial en la Iglesia. Esta convivencia ha dejado huellas
profundas. Sin duda, hoy fue uno de los días más inolvidables para todos
nosotros.
Domingo 12 de enero. Semillas de vocación sembradas con
esperanza.
Este
domingo decidí no asistir al penal para poder acompañar los últimos momentos de
la convivencia vocacional, una decisión que sentí necesaria para cerrar con
atención y cariño esta semana tan especial.
Participamos
todos de la misa de las 10.00 a.m. en la Catedral. Durante la celebración nos
acompañaron dos hermanos seminaristas de Pro Ecclesia Sancta, José y Renato —el
primero de ellos ayacuchano—, cuya presencia animó aún más el ambiente
vocacional.
Después
de la misa, el padre César entrevistó individualmente a todos los jóvenes
participantes. Fue en ese espacio de discernimiento donde varios de ellos
tomaron la valiente decisión de vivir la experiencia del propedéutico, o de
ingresar al seminario mientras culminan sus estudios de secundaria. Una luz de
esperanza y entrega comenzó a brillar más fuerte en sus corazones.
Luego
del almuerzo, nos despedimos. Algunos compartieron palabras de gratitud por los
momentos vividos, por la compañía, el aprendizaje y el servicio compartido. En
sus miradas se percibía la huella de una semana intensa y significativa.
Mi
oración por todos ellos: que el Señor confirme en cada uno su llamado y les dé
la gracia para responder con generosidad y alegría. Amén.
Lunes 13 de enero. Después de la entrega, el descanso y
la gratitud.
El
sábado fue el cumpleaños de Aziel, el hijo mayor de nuestra amiga Julissa. Tras
la misa de 6:00 p.m., decidimos comprarle un pequeño presente para él y para su
hermano menor: medias, un bóxer y golosinas en igual cantidad para ambos.
Contactamos a Julissa y ella accedió a venir a la casa de Tres Máscaras. Llegó
trayendo un pollo para compartir, y así cenamos los cinco: Julissa, Aziel, la
madre Julia, mamá y yo. Charlamos un buen rato y se retiraron pasadas las 10 de
la noche. La mamá del niño quedó muy agradecida por el gesto sencillo pero
significativo.
Hoy
lunes aproveché para descansar. Me levanté tarde, cerca de las 10:00 a.m., y es
que la semana pasada, con la convivencia vocacional, estuve muy pendiente de
todo, lo cual me causó cierto cansancio. Nada grave, claro está, pero sí lo
suficiente como para valorar con más admiración el trabajo de los formadores en
el seminario. No sé si yo serviría para esa misión, pero sí puedo decir que me
agradó mucho acompañar a los jóvenes y guiarlos en las horas comunitarias de
oración.
Muchos
de ellos se me acercaban con dudas sobre el llamado, el sacerdocio y la vida en
el seminario. Sentí que el Señor también me hablaba a través de esas
conversaciones.
En
la tarde participé de la misa en la catedral y luego fuimos a cenar a casa de
Reina. Aprovechamos para sacar a pasear a Bella, la mascota de la madre Julia,
que se estresa al pasar todo el día encerrada en la habitación.
Hoy
también fue el cumpleaños de la tía Edilia.
Martes 14 de enero. Un paso firme hacia la esperanza:
avances para la Casa de Acogida San Vicente de Paúl.
Este
día ha sido bastante importante para el desarrollo del proyecto de la Casa de
Acogida San Vicente de Paúl. Desde la curia nos informaron que el dinero
solicitado a la entidad benefactora alemana Ayuda a la Iglesia Necesitada ya
había sido depositado en la cuenta del Arzobispado de Ayacucho. Por ello, la
madre Julia y yo nos dirigimos a la curia para recibir el cheque, que nos fue
entregado con amabilidad por don Alejandro Cabrera, síndico del arzobispado.
Tras
esa gestión, dedicamos el resto de la mañana a cobrar el cheque, que era por un
monto cercano a los 29,000 dólares, para luego transferirlo a la cuenta
correspondiente y continuar así con los trabajos de la casa.
Por
la tarde, tuvimos una reunión con el arquitecto Paolo Rossi Contreras Zea,
encargado de la remodelación, a quien le comunicamos la buena noticia. Su
reacción fue de genuina alegría, ya que nos compartió que su único beneficio
personal al colaborar gratuitamente en el diseño y dirección del proyecto era
poder postular esta obra a un concurso nacional e internacional en la categoría
de proyectos sociales, un campo que su consorcio de arquitectos ha trabajado
muy poco hasta ahora.
En
la tarde fuimos a la misa en la Catedral, celebrada esta vez por el padre Edwin
Quispe Palomino, párroco de San Pedro de Quinua, en reemplazo del padre César.
Miércoles 15 de enero. Día del Maestro, día de dignidad:
entre documentos, visitas y esperanza.
Hoy,
Día del Maestro en Venezuela, una fecha que nunca olvido, la mañana transcurrió
dedicada a avanzar en documentación pendiente para el penal: preparamos un par
de oficios y las listas de internos por pabellón, necesarias para que puedan
asistir a la misa dominical de manera ordenada y voluntaria.
Llegamos
al penal casi al mediodía. Al ingresar, fuimos testigos del gran sacrificio que
realizan las mujeres familiares de los internos para poder visitarlos. Una
larga fila se formaba en la entrada, todas ellas con faldas, cargando bolsas
que no podían superar los 8 kg de peso. El técnico del INPE encargado del
control en la puerta era estricto: toda mujer que excediera el peso permitido
debía salir a reducirlo o dejar cosas afuera.
Dentro
del penal, saludamos y conversamos con el doctor Ronald Porras Barboza, subdirector
del establecimiento, y también nos encontramos con el director, el Dr. Manuel
Jesús Cornejo Castro, quien se hallaba acompañado de dos generales del ejército
peruano.
Antes
de retirarnos, pedimos autorización para visitar los talleres de manufactura de
los internos, donde se producen diversos productos. Allí nos enteramos con
alegría de que Yiguer Laurente, un interno que ha pasado 14 años en prisión,
saldrá en libertad el próximo 31 de marzo. Fue una noticia que nos llenó de
esperanza. Quedamos atentos a reencontrarnos con él una vez recupere su
libertad, como Dios lo creó: libre.
El jueves 16 de enero. Gregorio Samsa ha muerto… ¿y
nuestra humanidad también?
Finalmente
murió el pobre Gregorio Samsa, aquel comerciante solitario creado por el gran
Franz Kafka. Una mañana cualquiera, despertó convertido en un insecto
gigantesco —lo más parecido a un escarabajo—, aunque Kafka nunca especifica con
exactitud en qué clase de criatura se transforma su protagonista. La
metamorfosis de Samsa parece, más que una ficción, una autobiografía
disfrazada, si tomamos en cuenta el parecido entre los apellidos y el tono
íntimo y angustiado del relato.
Gregorio
no soportó la actitud cruel de su hermana, la única persona en quien confiaba
plenamente y a quien más amaba. Ella, al perder toda esperanza de ver a su
hermano volver a la normalidad, terminó diciendo en voz alta que había llegado
el momento de deshacerse de él. Gregorio, convertido en un ser repulsivo a los
ojos de su familia, ya no aportaba nada en un hogar venido a menos. Fue
entonces cuando comprendió que su presencia era una carga. Murió en silencio,
rechazado por quienes antes lo amaban.
En
este mundo hay personas que no encajan en los moldes que la sociedad impone.
¿Qué tan fácilmente las apartamos, como hicieron con Gregorio? ¿Y cuántas veces
nosotros mismos terminamos siendo los insectos que el sistema quiere ocultar?
Ojalá
que la Iglesia Católica no participe, ni directa ni indirectamente, de esa
lógica de exclusión. A propósito de la fe, dejo constancia de lo ocurrido en
estos días: la polémica provocada por un afiche de una obra teatral presentada
por estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Perú. En él aparecía
un hombre disfrazado como la Virgen María, con su Inmaculado Corazón expuesto,
y el título —groseramente ofensivo— era “María maricón”. Una clara falta de
respeto a un símbolo profundamente sagrado para millones de creyentes.
No
se trata solo de arte o libertad de expresión, sino de comprender los límites
que impone la dignidad del otro. Porque si Gregorio murió por la indiferencia
de los suyos, no permitamos que nuestra humanidad muera por la banalización de
lo sagrado.
Viernes 17 de enero. Tres máscaras y dos perritas.
Qué
difícil es soportar con paciencia las deficiencias del prójimo, sobre todo
cuando no hay espacio para una verdadera corrección fraterna.
Ahora
sucede que, en la casa donde vivimos —que está aún en remodelación— han llegado
dos pequeñas perritas. La encargada de la casa quiso traerlas, tal vez porque
siente la necesidad de demostrar cariño y afecto a un ser vivo… y le cuesta
hacerlo con las personas. Es evidente: le resulta más fácil canalizar esa
carencia a través de sus mascotas.
Nosotros,
internamente, no hemos estado de acuerdo con tener animales aquí. Las razones
son varias: las perritas pasan todo el día solas, encerradas; hay pelos por
todos lados, restos de comida en cada rincón, y sus desechos no siempre están
bien controlados. Una de ellas, además, corre el riesgo de escaparse, pues
antes de llegar a esta casa, ya estaba acostumbrada a andar sola por la calle.
Este nuevo hogar, con sus límites, ha significado un gran estrés para ella.
La
otra es aún muy pequeña, y llora por su madre. Sin embargo, se acostumbrará
pronto, ya que tendrá la compañía de la mayor.
Qué
difícil es, como decía, no poder expresar abiertamente una opinión que
contradice el querer de quien nos ha dado la posibilidad de vivir aquí sin
pagar alquiler. Es una situación delicada, donde el agradecimiento choca con el
sentido común y el deseo de orden.
En
esta casa de tres máscaras —como la hemos llamado— esperamos quedarnos hasta el
día en que, si Dios quiere, yo sea ordenado sacerdote. Así sea.
Sábado 18 de enero. Encuentros que edifican.
Hoy
fuimos a Huanta desde temprano. Allí tuvimos una reunión con el padre Julián,
Luciano y Yuri. A este último no lo conocía personalmente, y me impresionó
gratamente su forma de ser: pulcro al hablar, coherente en sus opiniones sobre
la pastoral carcelaria, y con un buen humor que reflejaba claramente la alegría
interior de este sacerdote redentorista.
La
reunión se llevó a cabo en una casa especial: el lugar donde, hace años, llegó
la familia Hiraoka, de origen japonés, al Perú. Hoy, esta casa está al servicio
del Camino Neocatecumenal. Es significativo cómo un espacio puede transformarse
y ser instrumento para distintas misiones evangelizadoras.
Por
la tarde, presidí la celebración de la Palabra en el penal de mujeres. Fue un
momento de encuentro sincero con la fe en medio del dolor y las historias
difíciles. Luego, ya por la noche, de regreso en Ayacucho, tuvimos una reunión
de formación con los agentes de la pastoral carcelaria de la diócesis.
Días
como este renuevan la esperanza: por los buenos encuentros, por el testimonio
de hermanos en la fe, y por la fuerza del Evangelio que no deja de resonar
incluso tras los muros de una prisión.
Domingo 19 de enero. La Eucaristía que transforma.
Este
domingo celebramos la Santa Misa en el penal de Ayacucho, junto al padre
Polinario Tanta Ramírez, sacerdote jesuita. Estuvimos allí toda la mañana. El
padre se extendió bastante en la celebración, comentando con profundidad —y con
ideas muy personales pero oportunas— cada momento de la liturgia. Su intención
era clara: promover una participación más activa por parte de los internos.
Al
final, los rostros reflejaban agradecimiento. Muchos se sintieron parte viva
del misterio celebrado. Fue una Eucaristía distinta, prolongada sí, pero
profundamente vivida.
Sin
embargo, al terminar la misa, uno de los internos se me acercó para pedirme un
collar con una piedra de cuarzo. Aquello me molestó un poco. No porque no se
pueda dar algo material, sino porque sentí que, en ese momento, lo esencial no
era eso. Hay cosas que no son necesarias, y distraen de lo realmente
importante.
También
conocimos a Helmut, quien se encargará del taller bíblico con los internos. Su
presencia será valiosa para seguir fortaleciendo este camino de evangelización
dentro del penal.
Lunes 20 de enero. Libros caídos del cielo.
Hoy
vino a hablar conmigo la hermana Arisa Estrella Cárdenas Hiraoka, sierva del
Plan de Dios, para comunicarme una noticia triste: la disolución permanente de
su comunidad religiosa, así como del Sodalicio de Vida Cristiana. Aunque ya
conocía esta realidad por conversaciones anteriores con monseñor Salvador, la
hermana Arisa quiso decírmelo personalmente, con ese respeto y delicadeza que
la caracterizan.
Al
hacerlo, dio también sentido a la generosa donación de libros que me hizo hace
algunos meses, y que hoy volvió a repetir. Al llegar a casa, me obsequió dos
verdaderas joyas espirituales, como caídas del cielo.
El
primero: Un seminarista en las SS, de Gereón Goldmann, editorial Arcaduz. Es un
texto que perseguí con insistencia cuando estaba en el seminario menor de los
Legionarios de Cristo, pero que, por alguna razón, nunca logré leer. Hoy, sin
buscarlo, ha llegado a mis manos.
El
segundo: El holocausto claretiano de Barbastro (1930–1936). Los hechos y sus
causas, de Pere Codinachs. Un volumen de 372 páginas con fotografías e
información valiosa sobre los mártires claretianos, entre ellos el beato Pedro
García Bernal. Estoy considerando escribir una breve biografía sobre él para mi
blog.
Ojalá
la llegada de estos libros sea verdadero alimento para mi vida intelectual y
espiritual. Que me animen a rechazar el mal con valentía y a entregarme —hasta
donde pueda— al bien.
Dios
me conceda la fuerza y la perseverancia para emprender ambas lecturas con el
firme propósito de aprender más para servir mejor. Beato Pedro García Bernal,
intercede ante Dios por mí. Amén.
Martes 21 de enero. En todo, amar y servir.
Ayer,
conversando con la hermana Arisa sobre lo triste e injusto que ha sido la
disolución de su comunidad religiosa, saqué a colación el caso de la Legión de
Cristo. Recordé que su fundador, Marcial Maciel, inició la congregación cuando
aún era seminarista. Ante esto, la hermana Arisa, con su característico buen
humor, me dijo que entonces yo podría fundarlas a ellas, para no perder el
ánimo ni las ganas de servir a Dios que siempre las ha caracterizado.
Nunca
había pensado en algo así. Y la verdad, ni se me ocurre imaginar que el Señor
me llame algún día a fundar una comunidad. Ahora mismo no pienso en eso ni me
entretengo con ideas de ese tipo. Lo que sé con certeza es que debo enfocarme
en terminar bien mis estudios y prepararme de la mejor manera posible para
ejercer con santidad el ministerio sacerdotal.
Por
la tarde fuimos al penal de Ayacucho para el taller bíblico. Llegué puntual, el
primero en llegar. Más tarde llegó la madre Julia, acompañada por el hermano
Helmut Cuba, religioso jesuita que estará en la comunidad de Ayacucho y asumirá
la conducción del taller bíblico los martes por la tarde. Como hoy asistieron
pocos internos, decidimos ver una película sobre la vida de San Maximiliano
María Kolbe.
Más
tarde fui a la Misa en la Catedral, celebrada por el padre Yoni Palomino
Bolívar.
Le
pido al Señor que me colme de la paciencia que aún me falta, para actuar
siempre con humildad, con serenidad, y en todo, amar y servir. Amén.
Miércoles 22 de enero. Lecciones de humildad y
perseverancia.
El
seminarista Santiago Ferrer Quispe Núñez —quien me regaló esta agenda el año
pasado durante el intercambio de regalos del seminario— está desde hace algunos
días en la ciudad. Anoche, después de la Misa de seis, lo saludé en la
sacristía de la Catedral. En un intento de entablar conversación, y también
como gesto de gratitud por su obsequio, le comenté que durante todo el 2025 me
acordaría de él cada día, pues uso la agenda cotidianamente.
Sin
embargo, su reacción me sorprendió. Con un tono algo fastidiado, dijo en voz
alta: “Otra vez con lo de la agenda”, y se dio media vuelta para retirarse. Me
quedé admirado. Jamás imaginé que algo tan simple pudiera causarle molestia. En
fin, ahora sé que en próximas oportunidades debo evitar tocar el tema.
Por
la mañana, aproveché para planchar algunas prendas que había teñido de negro.
El pantalón me costó un poco más que las dos camisas, pero al final quedaron
listas.
El
padre Yoni Palomino Bolívar sigue insistiendo en que lo acompañe un par de días
a su parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en San José de Cangallo. Sin
embargo, debido a los compromisos ya asumidos con la pastoral carcelaria, no
puedo ausentarme de la ciudad los fines de semana. El sábado por la tarde
acompaño en el penal de Huanta, y el domingo por la mañana en el penal de
Ayacucho.
Hace
unos días escribí al rector del seminario de Huancayo, el padre Carlos
Boulanger Limonchi —operario venezolano—, manifestando mi disponibilidad para
colaborar con la catequesis en el penal de Huancayo. Amén.
Jueves 23 de enero. Mirar al Señor cada noche.
Entre
los objetos litúrgicos que las Siervas del Plan de Dios han dejado y puesto a
la venta para beneficio de la pastoral carcelaria, hay una pequeña custodia
plateada para la exposición del Santísimo Sacramento. Tengo pensado limpiarla y
pegarle el vidrio que está suelto, para luego llevarla a la Catedral durante la
misa y dejarla ya con el Santísimo. Así podré traerla a la capilla de la casa
de acogida y, por las noches, rezar el Santo Rosario con la puerta del sagrario
abierta, teniendo una vista directa del Señor. Me emociona profundamente esta
posibilidad de adorarlo cada noche en silencio y confianza.
En
la mañana llevé a la Curia y al Centro Cultural y Turístico San Cristóbal de
Huamanga unos flyers o anuncios para alquilar las dos tiendas que se
construyeron en el espacio que antes era el garaje de la casa. Luego hice una
visita al señor Juan Yauri, y más tarde me dirigí a la ODEC para ver el local
que tiene la pastoral carcelaria. Al llegar estaba cerrado, pero al comunicarme
por teléfono, vinieron y pude ingresar. Revisé una fuente que habíamos traído
del penal para vender. Tiene algunas piezas rotas, pero creo que se puede
restaurar.
Al
mediodía almorzamos donde Reina. En la noche asistí a la misa en la Catedral,
celebrada por el padre César. Hubo exposición del Santísimo Sacramento hasta
las 6 p.m.
Ayer,
el padre Yoni Palomino Bolívar habló largo y muy bien sobre la devoción
eucarística que debemos cultivar, especialmente quienes nos preparamos para el
sacerdocio. Cuánta más entrega y fe se espera de quien, por gracia de Dios,
tendrá en sus manos el poder de hacer descender al Señor en un trozo de pan.
¡Misterio de amor tan infinito! Señor, que nunca me acostumbre. Que nunca deje
de adorarte. Amén.
Viernes 24 de enero. Padres, ausencias y aprendizajes.
En
horas de la mañana, mientras ordenaba mi habitación y seleccionaba
definitivamente los libros que voy a llevar al seminario de Huancayo, escuché
en su totalidad el audiolibro Carta al padre, del gran Franz Kafka. Puedo
afirmar que me impresionó profundamente este texto, sobre todo por la
transparencia con la que Kafka deja salir desde lo más hondo de su corazón los
sentimientos más genuinos —y a veces desgarradores— hacia la figura paterna que
le tocó tener.
Yo
no puedo decir que me siento identificado con el autor, pues es bien sabido que
la presencia de mi papá durante mi infancia fue muy poca, por no decir nula.
Sin embargo, lo que sí trajo a mi mente el relato autobiográfico de Kafka fue
al queridísimo padre José Gutstein, legionario de Cristo. Este sacerdote fue,
durante los dos años de convivencia en la Apostólica de la Legión, una especie
de pequeño tirano, un autócrata la mayoría de las veces. Creo haberlo dejado
por escrito en otra ocasión: sin guardarle rencor, reconozco que él me hizo más
difícil la experiencia del seminario menor.
A
pesar de ello, mi conclusión general y definitiva es que lo pasé fenomenal
durante aquel bienio formativo con los legionarios. Fui verdaderamente feliz.
Si hubiese tenido una mejor relación con el padre Gutstein, estoy seguro de que
habría perseverado en la congregación, y entonces, otra habría sido mi
historia.
De
cualquier manera, me siento profundamente agradecido con Dios: por tener papá,
por las experiencias que he vivido, y por todo lo que me ha sido dado en estos
cortos 29 años de existencia. Porque aún desde las ausencias y los
desencuentros, Él ha estado y sigue estando. Gracias, Señor, por ser siempre
Padre. Amén.
Sábado 25 de enero. Un maletín, una misa y una ayuda del
cielo.
Las
posibilidades de que nos dejen ingresar al penal un equipo de sonido para la
misa, sin haber solicitado permiso previamente, son muy pocas. Sin embargo, hoy
por la tarde, cuando fui a Huanta, llevé un maletín que tiene incorporado un
sistema de sonido con su micrófono. Por el camino, temeroso de que me lo
impidieran al momento del ingreso, le pedí a la madre Covadonga que me echara
una ayudadita para no tener inconvenientes con los técnicos de ahora. Y así
fue.
Entré
con el padre Julián Cirilo Huamán Mendoza al penal para celebrar la misa, y la
verdad es que el sonido fue una gran ayuda para tener una celebración más
digna. Se pudo escuchar con claridad tanto las lecturas como la homilía, lo
cual favoreció una participación más atenta y recogida de parte de las
internas.
Al
regresar de Huanta, tuvimos una reunión con los agentes pastorales, en la que
expliqué el uso correcto de los vasos y paños litúrgicos, con el fin de ayudar
a mejorar la organización de la misa. Hubo buena participación, y también se
conversó sobre otros aspectos de la pastoral.
Gracias,
Madre Covadonga, por tu intercesión. Gracias, Señor, por permitirnos celebrar
tu amor incluso en las circunstancias más humildes.
Domingo 26 de enero. Una llave, una oración y un milagro.
Este
domingo, de camino al penal, olvidé la llave de la capilla. Al darnos cuenta,
nos angustiamos muchísimo. Las agentes pastorales comenzaron a rezar mientras
yo, resignado, me preparaba para salir del penal y volver a la casa a buscarla.
Todo parecía perdido.
Sin
embargo, antes de retirarme, Raúl —uno de los internos— me saludó desde su
pabellón y me indicó que él tenía la llave de la capilla. Fue un milagro
patente. Raúl no está autorizado a tener acceso a esa llave, pero, como es el
encargado de la limpieza, no había entregado aun la que le prestan para
ingresar. Gracias a eso, pudimos celebrar la misa sin más contratiempos.
Creo
en los milagros. Creo en el poder de la oración. Y, sobre todo, creo en la
infinita misericordia de Dios, que se manifiesta con ternura en las cosas más
simples. “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” (Mt
7,7). Amén.
Jueves 27 de enero. Cumpleaños de un pastor y ejemplo de
un santo.
Hoy
monseñor Salvador Piñeiro cumple 76 años. Este año prefirió celebrar su
cumpleaños en Lima, con su familia. Hace un año le obsequié un cuadro en
acuarela de su casa, gesto que guardo con aprecio. Le pido a Dios que le
conceda la gracia de continuar como arzobispo al menos hasta cumplir los 80
años, o al menos hasta que pueda recibir las órdenes diaconal y presbiteral, si
Dios lo permite, en los inicios y mediados de 2027 respectivamente.
Confío
todo esto a Dios y a María Santísima, a San José, a San Vicente Ferrer, al
beato Pedro García Bernal y a todos los santos que puedan interceder por mí.
En
estos días estoy leyendo la vida del “Papa bueno”, san Juan XXIII. Me conmueve
su humildad: un hombre nacido en un pueblo humilde y alejado, que sirvió como
diplomático en diversas naciones, y que llegó al papado sin perder nunca la
sonrisa, el buen humor ni la sencillez de un alma colmada de Dios y de celo
pastoral. Se dice que él y el papa san Pío X, al llegar al trono de Pedro,
gobernaron la Iglesia como verdaderos párrocos del mundo.
Como
yo, Juan XXIII también fue secretario de su obispo, a quien acompañó durante
diez años, aprendiendo en la práctica lo que significa gobernar con sabiduría y
caridad pastoral. Estoy convencido de que solo la experiencia cercana con el
pueblo sencillo y el trabajo en lo rural pueden preparar verdaderamente a un
pastor según el Corazón de Cristo.
Que
Dios me conceda la gracia del buen humor, la sonrisa constante, la alegría en
el servicio y un celo ardiente por la salvación de todos los hombres. Amén.
Martes 28 de enero. Una jornada entre la Palabra, la
historia y el arte.
Hoy
fue un día bastante activo. Durante la mañana estuve leyendo y preparando la
ponencia que tendría por la noche sobre la vida del Papa san Juan XXIII. Es
curioso, pero desde hace ya algún tiempo deseaba poder dar esta charla
precisamente al grupo de Retiros Parroquiales Juan XXIII. Finalmente, esta
noche se cumplió ese deseo: les dirigí una charla de unos 45 minutos sobre los
rasgos más importantes de la vida del que es su santo patrono. Fue una charla
entretenida y bien recibida.
En
la mañana también preparé la clase del taller bíblico que tuvimos por la tarde
en el penal. El tema fue “Las cuatro mujeres en la genealogía de Jesús”: Tamar,
Rajab, Rut y Betsabé. Hicimos una dinámica dividiéndonos en cuatro grupos,
aprovechando que fuimos cuatro agentes pastorales: el hermano Helmut Cuba,
religioso jesuita; Julissa Hoffmeister García y Rosa María Palomino, ambas del
Centro Loyola Ayacucho, institución que están dejando luego de varios años de
servicio intenso y altruista.
Después
del penal, fuimos —esta vez sin Rosita— a compartir unas tortas en un local de
Puente Nuevo. Disfrutamos un momento de comunidad, pero yo tuve que retirarme
apresuradamente para llegar a la catedral, ya que debía asistir a la Santa Misa
y luego dictar la charla sobre Juan XXIII.
Al
salir de la catedral, el joven artista ayacuchano Jean Gamboa me entregó la
obra que le encargué: un óleo del “Niño llorón”, pintado sobre tela, que quiero
regalar al obispo. El cuadro, por el que pagué 200 soles, quedó muy bonito.
Miércoles 29 de enero. Un cumpleaños episcopal con
gratitud y alegría.
Lo
más resaltante del día fue la celebración del cumpleaños número 76 de monseñor
Salvador Piñeiro, quien llegó hoy desde la ciudad de Lima. En la tarde lo
acompañamos para dar gracias a Dios por su vida y ministerio. La misa de las 6:00
p.m. en la catedral estuvo muy concurrida, y alrededor de monseñor se
congregaron una docena o más de sacerdotes, convocados y liderados por el padre
César Augusto Samanez Berna, el dilecto capellán de la Catedral.
Como
se ha vuelto costumbre en estas celebraciones, llevé en la procesión de entrada
el evangeliario, vistiendo alba y paño humeral. Durante la misa, tuve el
encargo de incensar al obispo, a los sacerdotes y al pueblo. En el momento de
la comunión, después de recibir la Eucaristía de manos de monseñor —en la boca,
como corresponde—, noté en la alfombra del altar una forma caída. La recogí de
inmediato y, tras consultarle al arzobispo, la consumí con el debido respeto.
Luego
de la celebración, toda la familia esperamos a que monseñor se quitara los
ornamentos, y al salir de la sacristía le entregamos el obsequio que habíamos
preparado. Le gustó mucho, a juzgar por su rostro de satisfacción. Como lo
recibió antes de pasar al ambiente donde estaban los invitados, lo llevó en
alto entre los brazos, y lo movía con entusiasmo, como bailando al compás de
una canción tradicional huamanguina.
Durante
la cena, compartí una amena conversación con Alí, el señor encargado de guiar a
los turistas en la catedral. Hablamos sobre filosofía y temas de fe algo
controversiales, sin dejar de tocar el inevitable tema de la situación en
Venezuela.
Jueves 30 de enero. Entre vacunas, libros y la misión por
delante.
Después
del desayuno salí en busca de las vacunas que necesito para viajar tranquilo a
la selva. El periplo fue largo e intenso: primero fui al Hospital Regional,
luego al centro de salud de San Juan Bautista, de ahí al hospital Jesús
Nazareno y, finalmente, al hospital de Nazarenas. Después de tantas vueltas,
regresé caminando al centro, donde compré El proceso y Carta al padre, ambos de
Franz Kafka. Aproveché también para adquirir un libro de álgebra y aritmética
que me pidió, en calidad de donación, un interno del penal.
Al
mediodía, pasé por una tienda de ropa para comprar algunos artículos que
considero necesarios para el mes de misiones en la parroquia de Sivia, en el VRAEM
ayacuchano.
En
horas de la tarde, invité a Julissa Hofmeister García para que me acompañara a
llevar documentación al penal; en concreto, dos oficios y la lista de los
internos del pabellón 1C, quienes recientemente fueron trasladados desde el
penal de Huanta. De más de 130 internos, solo 13 se han apuntado para asistir a
la Santa Misa dominical. ¡Mucho trabajo pastoral por delante!
Fui
a la misa de las 6:00 p.m. y, al culminarla, conversamos en la sacristía con
monseñor sobre la triste situación que atraviesa el cardenal Juan Luis Cipriani
Thorne, ahora acusado de abuso sexual a un menor en los años 80, cuando aún era
sacerdote de la prelatura del Opus Dei. Que san Josemaría interceda para que en
todo esto prevalezcan únicamente la verdad y la paz interior de su eminencia.
Finalmente,
cenamos con Julissa en casa de Reina, compartiendo una comida sencilla pero muy
fraterna.
Viernes 31 de enero. Fiesta de San Juan Bosco.
Durante
la mañana, mientras lavaba la ropa, escuché las Laudes y el Oficio de Lectura
del santo del día. Una verdadera inspiración para creer en la adolescencia y
juventud, y tener el valor y el empeño de guiarlos con sabiduría y paciencia
por el camino de la fe y del amor, como lo hizo don Bosco en sus días, y como
también lo hizo monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno en La Grita, a fines del
siglo XIX y principios del XX.
En
la noche participé de la Santa Misa en la catedral con monseñor. Nuevamente
conversamos sobre lo doloroso que está resultando el caso del cardenal Juan
Luis Cipriani. Que el Señor, que conoce lo oculto del corazón humano, actúe con
justicia y misericordia.
Aunque
la fiesta litúrgica se celebró formalmente después, la misa estuvo dedicada a
san Juan Bosco. Más tarde, a las 7 p.m., cenamos en la casa de Tres Máscaras
con algunos invitados: Carlos Francisco Gómez Vilcatoma —actual secretario de
monseñor Salvador Piñeiro y mi sucesor en dicho servicio—, Julissa Hofmaister
García —quien últimamente ha sido muy cercana, cariñosa, llena de detalles y
palabras—, y Kenny Herbert Chuchón Tapahuasco, coordinador de la pastoral
carcelaria.
Fue
una cena amena, llena de buenas conversaciones e ideas compartidas. Julissa,
además, tuvo la gentileza de obsequiarme un botiquín de la Cruz Roja Peruana,
para llevarlo a las próximas misiones: un gesto práctico y simbólicamente lleno
de cuidado.
Cerramos
la noche temprano, pues debía hacer la maleta para el mes de misiones. Que san
Juan Bosco interceda por nosotros, que deseamos ser santos y trabajar con
pasión al servicio de los jóvenes.
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