viernes, 30 de septiembre de 2016

Entrevista al Padre Germán Marín, su vida.

HABLA EL PADRE GERMÁN MARÍN
Padre Germán Marín, sacerdote de la Diócesis de El Vigía - San Carlos del Zulia
         Entrevista realizada al Padre Germán Marín, sacerdote de la Diócesis de El Vigía – San Carlos del Zulia, el día 30 de septiembre de 2016 en la Estancia La Bravera, La Azulita estado Mérida.

¿De dónde viene el Padre Germán Marín?

         Yo nací en un pueblito del estado Trujillo, Santa Ana, mis padres son de allá, soy el último, o el penúltimo mejor dicho, porque de doce hermanos, la última murió poco tiempo después de nacer. Nos formamos en una finca que tenía mi papá en Caja Seca, y luego desde los trece años estoy en El Vigía, allí me formé y realicé todos mis estudios, y desde allí fui a la universidad en Mérida, donde estudiaba medicina, hasta el cuarto semestre. Una familia campesina, de mucha fe, no porque estábamos en el Templo siempre, porque vivíamos en el campo, pero ellos nos dieron los principios de la fe, nos enseñaron el amor a Dios, el respeto a la persona, el ser honrados, honestos en lo que hacíamos, en auxiliar al necesitado, el compartir el pan con los demás, ellos nos lo enseñaban sin necesidad de decir que esto nos lo dijo Dios, sino que nos lo enseñaban con su vida y con su palabra.

¿Cómo fue su llamado a la vida sacerdotal?

         Es algo que sentía en mi corazón, yo creo que influyen muchas cosas porque papá por lo menos una vez al año buscaba al sacerdote para que fuera a dar una misa a la comunidad, y luego yo tengo una hermana que es religiosa, es monja, la mayor de todos, y de alguna manera ya tenía contacto en ese sentido con sacerdotes, con religiosas, con religiosos, pero después al estar en El Vigía pues, siempre participaba de la Eucaristía, y allí había mi inquietud, sin embargo me daba miedo dar un paso, no me atrevía, quería irme por la universidad y preocuparme por obtener una carrera, en este caso la medicina, hasta que lo opté, lo decidí. Yo estudiaba el cuarto semestre de medicina, pero también había estado en las charlas estas que daban cuando vino el Papa Juan Pablo II, de la Misión Nacional, y participaba de esas charlas, y participaba también en la Renovación Carismática cuando tenía oportunidad, leía la Palabra y participaba en la Eucaristía todos los días, eso sí lo hacía, y sentí esa fuerza en el corazón, de servicio a la Iglesia y me acerqué al Padre Hugo Anzil, quien fue después mi padrino de Ordenación, y a través de él pude entrar al Seminario.

¿Cómo vivió su formación en el Seminario de Mérida?

         Fue una experiencia hermosa. Primero yo me preparé para entrar a algo muy duro, yo me imaginaba que era muy difícil, que era todo muy cerrado, iba dispuesto a eso, iba dispuesto a soportar lo que fuera, pero no, fue mucho más suave de lo que yo pensaba, y pues internamente fue muy grata la fraternidad que había entre todos nosotros los compañeros, el Rector que nos recibió, el Padre Contreras en aquel momento, con los profesores que para la época teníamos, la cercanía con ellos, los mismos estudios nos llevaron a ese encuentro con Jesús a través del tiempo, la oración que nos permitían realizar, tanto comunitaria como personal, y fue todo muy grato, a pesar de que hubo por supuesto, altos y bajos, o pequeñas cosas que lo molestaban a uno en un momento dado, o que podían llevarlo a una pequeña crisis, pero que con la ayuda de algunos sacerdotes y de los superiores fuimos superando y canalizando.  

¿Qué recuerda de su Ordenación Sacerdotal?

         Fue el mismo acto de la Ordenación, porque yo no quería nada, yo lo que quería era e acto litúrgico como tal. Fue en El Vigía por disposición de Monseñor Miguel Antonio Salas, a mí me agradó muchísimo esa decisión. Fui el primer sacerdote que se ordenó allí en El Vigía, y luego pues cuando llegamos a El Vigía, porque yo no me aparecí por ningún lado sino hasta el día de mi ordenación, porque no me lo permitieron, porque yo le había dicho al párroco que yo no quería nada, que yo lo único que quería era una liturgia bien preparada, más nada, mi sorpresa es que cuando yo llego allí, pues todo fue extraordinario, la liturgia fue bellísima, el Coro de Belén que cantó la Misa fue hermosísimo, mis hermanos seminaristas, los sacerdotes del clero de Mérida que participaron, me sentí acogido en el presbiterio, y pues la comunidad de El Vigía se botó, fue algo extraordinario, tiraron la casa por la ventana, cosa que yo no esperaba y el pueblo como tal participó y eso me marcó, porque se manifestó, primero la fe del pueblo y el amor a los sacerdotes, y por otra parte pues el compromiso que surgía en mí para con ellos y para con Cristo, con la Iglesia.

¿Cómo fue la experiencia de estudiar Teología Pastoral en Roma?

         Fue hermosa, impactante porque al comienzo fue como un detener la vida, ya estaba acostumbrado a un trajín bien fuerte, me detuve un poco, después de siete años de ordenado, volver a poner en orden algunas cosas, empezar a estudiar de nuevo de forma sistemática, y luego pues la vida comunitaria no era tan fácil, hasta que fuimos aprendiendo de nuevo. Los primeros meses fue un poco difícil, aprender el idioma, presentar el bachillerato, porque como no lo teníamos, debíamos presentarlo, pero gracias a Dios todo fue excelente, fue bien. De septiembre a diciembre fue un poco duro, a partir de ahí fue todo mucho más fácil, más llevadero.  

¿Cómo resume estos 25 años de Ministerio Sacerdotal?

         Primero darle gracias a Dios porque uno nunca es digno de ser sacerdote, y sentir que Dios ha confiado en uno, ha puesto en nuestras manos tan alta responsabilidad, y le doy gracias a Dios porque me permitido llevarlo a cabo. He tenido altos y bajos, aciertos y desaciertos, pero en todo yo he descubierto la bondad y la gracia de Dios que me han ayudado, que me han permitido enrumbar las cosas, llevar su nombre a las comunidades, organizar las comunidades. He tenido apenas tres parroquias con la actual y puedo darle las gracias a Dios porque las comunidades han respondido, los grupos también hemos podido organizarlos. Hay momentos de cansancio físico, digámoslo así cuando hubo trabajo demasiado excesivo, pero Dios permite los espacios y momentos para poder recuperarse uno y seguir adelante.

Padre Germán Marín con su Obispo Monseñor Juan  de Dios Peña.


Padre Germán Marín, en sus 25 años sacerdotales.

Padre Germán Marín en la Catedral de El Vigía

P.A
García

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