jueves, 13 de julio de 2017

Tesis Filosofìa de la Educaciòn. Pedro A. Garcìa B.

ARQUIDIÓCESIS DE MÉRIDA
SEMINARIO “SAN BUENAVENTURA”
MÉRIDA – VENEZUELA





FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN ORIENTADA DESDE LA PAIDEIA DIVINA EN LA OBRA “EL PEDAGOGO” DE CLEMENTE DE ALEJANDRÍA
Trabajo presentado como requisito parcial para la aprobación de la cátedra Síntesis Filosófica.




Autor:
Br. García Barillas Pedro Andrés
Tutor:
Pbro. Dr. Horacio Carrero


Mérida, julio 2017
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ARQUIDIÓCESIS DE MÉRIDA
SEMINARIO “SAN BUENAVENTURA”
MÉRIDA – VENEZUELA


APROBACIÓN DEL TUTOR

En mi carácter de tutor del trabajo titulado: Filosofía de la Educación orientada desde la Paideia Divina en la obra “El Pedagogo” de Clemente de Alejandría, presentado por el bachiller Pedro Andrés García Brillas, como requisito para la cátedra de Síntesis Filosófica; considero que dicho trabajo reúne los requisitos y méritos suficientes para ser sometido a la presentación pública y evaluación por parte de un jurado examinador que se le designe.
En la ciudad de Mérida, a los 19 días del mes de junio del año 2017.

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DEDICATORIA
A Dios Todopoderoso, que en su bondad y misericordia me ha llamado a servirle en la Santa Iglesia Católica.
A mi Madre Santísima, Nuestra Señora de Coromoto, que con su ejemplo me ha enseñado a hacer todas las cosas con esfuerzo y dedicación.
A san Vicente Ferrer, san Josemaría Escrivá de Balaguer y al Beato Álvaro del Portillo, poderosos intercesores míos, que con su testimonio de vida me han ayudado en el seguimiento del Señor.
A mi madre Clara Tahís Barillas Castillo, que desde siempre ha puesto en mí su confianza y amor de madre, por su incondicional apoyo.
A mis hermanas Reyna Tahís y Raymar Thalía, y demás familiares, padrinos, y coterráneos de La Playa, cuyo apoyo ha sido importantísimo en este camino lleno de esfuerzos y sacrificios. 
Y a todos aquellos que han colaborado sin interés en mi proceso de formación. Dios les bendiga siempre y María Santísima los lleve hacia Jesús.
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AGRADECIMIENTOS
A la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo; a María Santísima Nuestra Señora de Coromoto y a mis familiares por estar siempre a mi lado.
Al Seminario Arquidiocesano San Buenaventura de Mérida, y al equipo de formadores que me han acompañado en este trienio filosófico.
Al Pbro. Dr. Horacio Carrero, tutor de esta Síntesis Filosófica, gracias por su valioso interés y apoyo por forjar en nosotros un intelecto acorde a las exigencias actuales.
A los sacerdotes: Máx Thompson, Julio Cuan y Jaime Molina, quienes me han orientado no solo en el plano espiritual, sino también en el académico, por su amistad, cercanía, motivación y exigencia.
A todos los profesores, en especial a la Lcda. Katiuska Márquez, porque ellos han intervenido positivamente en mi formación humana e intelectual.
A mis hermanos de curso: Eudes Puentes, Elis Gutiérrez, José Rangel, Carlos Nava y Luis Campo, por el valioso apoyo en estos años de caminar unidos. Dios los bendiga siempre.
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EPÍGRAFE

TITO FLAVIO CLEMENTE (150 D.C. 215 D.C.)
La religión es pedagogía, porque es aprendizaje del servicio de Dios y conducción al conocimiento de la verdad y educación recta que conduce al cielo.
Clemente de Alejandría
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RESUMEN
         La filosofía de la educación se presenta en este trabajo, enmarcada dentro de las consideraciones hechas por Clemente de Alejandría en su obra El Pedagogo, cuyo fin es la salvación del hombre mediante la acción pedagógica del Logos-Pedagogo, Jesucristo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, Verbo Encarnado.
            A primera vista, este trabajo puede parecer escasamente inclinado a una visión filosófica, esto se debe al vocabulario empleado en la realización del mismo, pero esto tiene un por qué, y es que el autor que se trabajará es un cristiano proveniente del paganismo, en el cual aprendió las doctrinas filosóficas de la antigua Grecia, las mismas que apropiará al sentir y vivir cristiano.
            Clemente es experto a la hora de demostrar que el Logos-Pedagogo es el único y real Pedagogo de la humanidad, y lo hace de manera esquematizada en el libro primero de la mencionada obra. Son variados los ejemplos con los que el Alejandrino demuestra la pedagogía divina, todos ellos obtenidos de los pasajes bíblicos en el que el Logos-Pedagogo actúa como Maestro en favor y enseñanza de la humanidad entera, con el firme objetivo de hacer al hombre a imagen y semejanza de su Creador.
            También se da paso, en la parte final de esta síntesis filosófica, a un apartado en el que se demuestra la vigencia de las opiniones filosóficas con respecto a la educación de Clemente de Alejandría; se demuestra y compara su paideia divina con las pedagogías actuales, reflexionando de esta manera en la importancia del aporte realizado por el Logos-Pedagogo y presentado por Clemente de Alejandría.
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TABLA DE CONTENIDO
DEDICATORIA, i
AGRADECIMIENTOS, ii
EPÍGRAFE, iii
RESUMEN, iv
INTRODUCCIÓN, 01
Planteamiento del problema, 01
Objetivos, 02
General, 02
Específicos, 03
Justificación, 03
Delimitación, 04
Metodología, 04
CAPÍTULO 1, 05
Fundamentación Teórica, 05
1.1 Antecedentes, 05
1.2 Homero, 06
1.3 Sócrates, 07
1.4 Platón, 09
1.5 Aristóteles, 13
1.6 Los estoicos, 15
1.7 Biografía de Clemente de Alejandría, 18
CAPÍTULO 2, 22
La Filosofía de la Educación en El Pedagogo, 22
2.1 El Pedagogo, la obra, 22
2.2 El concepto de pedagogía, 24
2.3 La paideia divina, 26
2.4 La paideia divina: fin y objetivos, 28
2.5 La concepción del hombre para la paideia divina, 30
2.6 El nombre del Pedagogo, 32
2.7 La acción pedagógica del Logos-Pedagogo, 34
CAPÍTULO 3, 47
Crítica y aporte personal, 47
3.1 La paideia divina, método que ilumina la pedagogía actual, 47
3.2 Algunas consideraciones finales sobre la filosofía de la educación, 52
3.3 Breve exhortación pedagógica para Venezuela, 55
CONCLUSIÓN, 58
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS, 63
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INTRODUCCIÓN
Planteamiento del Problema
         Para formular un problema en el ámbito de la educación, es primordial el reconocimiento de que existe una necesidad de la educación y de la acción educadora. Al respecto, debe dejarse claro que: “el ser humano nace con instintos que van entrando en acción a medida que siente las necesidades a cuya satisfacción deben cooperar” (Guillén, s/f[1]. p. 7), este pensamiento apoya una tesis naturalista, en la que la supervivencia hace que el ser humano se comporte de una manera determinada. Sin embargo, considerando al mismo autor, se hace propicio mencionar:
Afortunadamente el ser humano no solo posee capacidades instintivas sino también capacidades superiores, con las que puede corregir las deficiencias del instinto frente al orden social, y satisfacer las necesidades de este orden. […]. Esta acción se realiza de acuerdo con principios que son el resultado de la experiencia de la humanidad, acumulada y depurada a través de millares de siglos, y constituye la educación (p. 8).
            Pues bien, Clemente de Alejandría, consciente de esto, dedicará todos sus esfuerzos por hacer entender que: “en nosotros mismos, […], ha sido construida una base de verdad, […], que se alcanza mediante una obediencia digna del Logos y que está enraizada en el fondo de la inteligencia” (El Pedagogo, 1994, p. 69), lo que viene a apoyar la idea de que el ser humano necesita educarse, y no solo eso, sino que tiene las capacidades para hacerlo. El Alejandrino es vertiginoso en arrojar lecciones pedagógicas, como se nota en El Pedagogo.
Pero, la actual filosofía de la educación, ¿ha conocido los aportes de la paideia divina? En lo sucesivo de este trabajo se estará al tanto de cómo la pedagogía, tal y como se conoce hoy en día, tiene mucho que agradecer a la paideia divina formulada por Clemente de Alejandría; además de ello, se verá que puede encontrar en esta, orientaciones vigentes, facilitadoras del proceso de formación y enseñanza del ser humano en toda índole.
El presente trabajo puede verse inclinado a esbozar una teoría pedagógica, aunque no sea su principal objetivo, hay que considerar que “el proyecto de una teoría de la educación es un noble ideal, y en nada perjudica, aun cuando no estemos en disposición de realizarlo” (Kant, 2013, p.p. 32-33), pues, como se ha de notar, en el hombre está la libertad de optar por una educación. No hay nada nuevo que se diga en estas líneas, por el contrario, se verá cómo la historia de la humanidad se va forjando con el aporte silencioso de aquellos cuyo intelecto ha marcado un antes y un después.
En todo este desarrollo se quiere apoyar la tesis de que “la educación, en el verdadero sentido, capacita al individuo para ser maduro y libre; para florecer abundantemente en amor y bondad” (Krishnamurti, 1972 p. 22),  el Logos-Pedagogo afianza este ideal.
Objetivos
     General
     Presentar una filosofía de la educación desde la perspectiva de la paideia divina que desarrolla esquemáticamente Clemente de Alejandría en la segunda obra de su trilogía, llamada El Pedagogo, como método capaz de auxiliar y orientar a las pedagogías de la actualidad.

     Específicos
Ø  Abordar los principales educadores de la antigüedad griega, como base fundamental para el pensamiento filosófico de Clemente de Alejandría.
Ø  Analizar la paideia divina en el libro primero de la obra El Pedagogo de Clemente de Alejandría, como una búsqueda de la filosofía de la educación.
Ø  Desplegar algunas críticas y aportes personales a la concepción pedagógica de Clemente de Alejandría en su primer libro de El Pedagogo.
Justificación
         El estudio de pensadores modernos y contemporáneos es una constante en la realización de trabajos filosóficos en esta Casa de Formación sacerdotal, por ello, acudir ahora a filósofos medievales, es tarea loable y novedosa, pues de igual manera, al conocer estos inexplorados autores, se saca provecho para los días del siglo XXI, pues, indiscutiblemente, la filosofía de hoy tiene sus bases en la de ayer.
            El tema de la educación debe considerarse como uno de los principales a la hora de conocer, indagar e incluso innovar, pues, como lo presenta este trabajo y los autores citados, la educación comprende la misma existencia del ser humano, lo que exige de este, una especial atención y dedicación; además, nunca ha de acabarse el desarrollo de la educación, ya que, como lo expresa Kant en su libro Pedagogía “la educación es un arte, cuya práctica ha de ser perfeccionada por muchas generaciones” (2013, p. 34), invitación que deja abierta las disquisiciones sobre esta materia.
            Clemente de Alejandría, pensador ubicado dentro de la filosofía patrística, es el primitivo exponente de la paideia divina, término que puede entenderse como la filosofía educadora del Logos-Pedagogo, y como es sabido, los Seminarios abogan por la formación filosófica y cristiana de sus alumnos, de igual manera, Clemente dedica sus esfuerzos por inculcar estos mismos ideales a todo aquel que se tope con su obra El Pedagogo.
Delimitación
Como se verá, Clemente de Alejandría es uno de los primeros autores cristianos en destacarse literariamente, su obra se enmarca en una encarecida refutación de las costumbres del paganismo, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 15), es por ello que sus escritos son de considerable extensión.
El Pedagogo[2], que es el principal texto del cual se hará referencia en este trabajo, está conformado por tres libros, de los cuales solo el primero de ellos será estudiado a profundidad para desarrollar de manera determinada este pensamiento filosófico y pedagógico que se pretende rescatar del Alejandrino.
Metodología
         En el desarrollo metodológico del presente trabajo de investigación filosófica, de la Cátedra Síntesis Filosófica, se hará uso del Método de la American Psychological Association (APA) del Centro de Escritura Javeriana en su sexta edición, (2010), conforme a las exigencias de la Institución.



[1] En adelante esta abreviatura hará referencia a que el texto citado no presenta fecha de publicación.
[2] Para efectos de esta investigación se usará la edición bilingüe preparada por Marcelo Merino y Emilio Redondo de la Editorial Ciudad Nueva, Madrid España (1994).

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CAPÍTULO 1
Fundamentación Teórica
1.1           Antecedentes
Toda ciencia y todo saber han surgido, indiscutiblemente, del pensamiento exitoso de personajes particulares. Pasa lo mismo en la pedagogía, campo que incumbe con especial ahínco este trabajo, no ha sido algo pensado accidentalmente, sino que también guarda una historia, unos antecedentes marcados, por ello, es menester conocer dicha historia para entender el contexto en el que se va a discurrir a lo largo de este estudio, en este particular comenta Luzuriaga, (1956):
Creemos que para la comprensión de una y otra realidad educativa -la ideal y la real- es necesario un conocimiento no solo de la pedagogía, sino también de la historia general y de la cultura en particular, pues sin ellas la historia de la educación, como la educación misma, no tiene sentido (p. 10).
Y es que el hombre, en su desarrollo, ha experimentado diferentes formas de educación, las cuales han constituido una variedad fácil de diferenciar y propicias de estudiar, estas diferenciaciones se deben precisamente a que la cultura del hombre cambia constantemente, pues las exigencias del pasado no son las mismas que las de hoy. Sin embargo, cabe dejar claro desde este momento que la pedagogía que se va a estudiar guarda relación obligatoria con los autores griegos que a continuación se presenta, ya que Clemente, por ser pagano de nacimiento, se formó con los ideales de estos filósofos.


1.2 Homero
Grecia fue portadora, en tiempos anteriores a Homero, de doctrinas tradicionales y sagradas, las cuales eran conservadas con secreto en los templos de Apolo, el dios de la sabiduría, (cfr. Ruiz, 1949, p. 35); estas doctrinas pueden ser el inicio de un material pedagógico, que paulatinamente fue elaborándose, hasta conformar poemas como la Ilíada y la Odisea, ambas adjudicadas a Homero (cfr. Ruiz, 1949, p.p. 36-37), con las que se sustentará la primera formación, cronológicamente, del griego común, ya que estos escritos tuvieron relevancia a la hora de transmitir los conocimientos míticos de la época.
Para hacer mención a los primeros educadores de la antigüedad, es necesario comenzar nombrando a Homero, este y los poetas de la antigua Grecia, fueron los principales educadores del mundo griego, dieron un punto de partida a dicha disciplina y a la cultura; son, más que todo, un punto de confluencia de una larga herencia. Los poetas de la época de Homero, y en parte procedentes de sus obras, eran los educadores de la sociedad, su función pedagógica la ejercían al interpretar las historias pasadas (cfr. Debesse y Mialaret, 1973, p.p. 24-25).
Haciendo una profunda reflexión sobre el aporte de Homero en la historia de la educación, Debesse y Mialaret, (1973), comentan que:
Homero servía como primer libro de lectura, como trozos escogidos de poesía, como resumen de literatura, como libro de historia y de geografía y además como catecismo: a lo largo de un milenio se extrajeron de él exégesis, doctrinas físicas, morales o teológicas (p. 26).
Homero se constituyó en padre de dos poemas, la Ilíada y la Odisea; por su parte, la ley moral de su época, (siglo VIII antes de Cristo), está impregnada de su filosofía y narración, es por eso que se pueden encontrar obligaciones como la piedad a los dioses, honrar a padre y madre, y no hurtar, (cfr. Diccionario de Filósofos, 1986, p. 632), todos ellos completamente coherentes con la doctrina cristiana expresada por Clemente de Alejandría en la parte final de su obra El Pedagogo, cuando “expone lo que el cristiano puede hacer y lo que no debe hacer, y cómo debe conducirse en cada momento del día, sobre todo en relación con quienes convive en sociedad” (Diccionario de Filósofos, 1986, p. 253).
Homero viene a ser, entonces, el padre de la poesía, como principio de la cultura y de la educación helénica, la cual tuvo una concepción sagrada y positiva, y en estrecha relación con el pensamiento posterior de Clemente de Alejandría; el objetivo de esta educación fue unirse a la divinidad, llegar a ella, mediante el conocimiento de la verdad revelada, (cfr. Ruiz, 1949, p.p. 36-37), en Homero estas revelaciones eran los mitos y leyendas de la naciente cultura griega, en Clemente las Sagradas Escrituras del judaísmo y el cristianismo.
1.3 Sócrates
Para iniciar propiamente una reseña de la educación en el pensamiento antiguo, es necesario reconocer de antemano que esta disciplina del ser humano, fue progresando gradualmente con la intervención de Sócrates, Platón y Aristóteles, cuando estos filósofos griegos fundaron sus instituciones educativas, la Academia y el Liceo, parte fundamental de la formación intelectual del hombre de la época (cfr. Bunge, 1928, p. 23).
Sócrates, ha sido el primer educador espiritual, nacido en Atenas cerca del 469 a.C; muchos jóvenes acudían a él en busca de orientación, y había facilidad para encontrarla en Sócrates, ya que a este le agradaba conversar con sus discípulos. Murió cuando tenía setenta años, en el 399 a.C. (cfr. Luzuriaga, 1956, p. 57). Sócrates utilizó su propio método de enseñanza, el cual estaba caracterizado por la ironía y la mayéutica; la primera consistía en una interrogación que ayudaba a la segunda en un descubrimiento por sí mismo de las verdades que se encontraban en el interior de la persona. La ironía y la mayéutica componen un método eficaz en la enseñanza de los niños (cfr. Bunge, 1928, p. 26).
La manera como actúa Sócrates, es curiosamente parecida a la manera como Clemente de Alejandría propone la paideia divina, es decir, la pedagogía de Dios, como lo refieren Debesse y Mialaret, (1973): “a la preocupación por la eficacia práctica, a la adquisición metódica de conocimientos y del arte de valorizarlos, opone Sócrates la preocupación por despertar lo que duerme en la conciencia moral del hombre” (p. 48). En El Pedagogo, esta idea se ubica en la razón que será frecuente durante este trabajo, es decir, reconocer como Dios primero exhorta al hombre, antes de educarlo y enseñarlo (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 77).
Como se verá en el estudio de El Pedagogo, el Logos-Pedagogo, que es Cristo, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 77), realiza una acción pedagógica que ya se ha visto y se puede comparar con pensadores como Sócrates, al respecto, Ruiz, (1949), expresa que “él por el contrario necesitaba un solo oyente, pronto a contestar a sus preguntas, con las cuales, ya lo guiaba al descubrimiento de la verdad, ya le hacía caer en la cuenta del error en que estaba” (p. 45).
Sócrates ha sido un gran maestro griego, de él procede la ejecución de una forma dialogada en la didáctica, la cual fue cultivada por muchos autores, como Clemente de Alejandría. Sócrates no dejó nada escrito, fueron sus discípulos, Platón y Jenofonte los que se encargaron de mantener su doctrina, gracias a estos hoy en día se conserva el pensamiento de uno de los principales padres de la pedagogía (cfr. Ruiz, 1949, p. 47).
Tratando de hacer un resumen de la contribución de Sócrates para con la historia de la pedagogía y como antecedente del pensamiento filosófico de Clemente de Alejandría, se tiene que:
La aportación de Sócrates a la educación puede sintetizarse diciendo que es el primero en reconocer como fin de ella el valor de la personalidad humana, no la individual subjetiva, sino de carácter universal. Con ello comienza el humanismo en la educación (Luzuriaga, 1956, p. 59).
Este humanismo va a caracterizar de singular manera la paideia divina, que se desarrollará en los siglos posteriores a Clemente, con el aporte cultural de la Edad Media y la escolástica, donde se enfatizó la elevación de la dignidad del espíritu humano (cfr. Filosofía de la Educación, 2005, p. 17).
1.4 Platón
En el pensamiento y obra escrita de Clemente de Alejandría, son varios los autores que escrudiña con periodicidad, al respecto se sabe que “Platón, en especial, es citado por él con muchísima frecuencia” (Merino y Redondo, 1994, p. 17). Este importante filósofo ateniense, es merecedor de ser citado por la filosofía de la educación, ya que, es el fundador de la Academia, una primitiva escuela filosófica (cfr. Messer, 1935, p. 38); con este hecho, podría afirmarse que se da inicio a la Filosofía de la Educación como ciencia.
Platón fue considerado un “hombre de acomodada posición económica, no necesitaba cobrar honorario alguno, diferenciándose de los sofistas […]. Así, en este período, se consideró a la Filosofía como la suprema disciplina educativa de los helenos libres” (Messer, 1935, p. 38). Más adelante, el mismo autor refiere que “la intervención en la vida política y en las representaciones teatrales de carácter público constituyeron para los adolescentes una importantísima fuente de instrucción” (Messer, 1935, p. 38).
Se ha mencionado que Platón da el inicio formal a un estudio propiamente elaborado de la educación, y en consecuencia es particular la manera como concibe a la misma, al respecto, Debesse y Mialaret (1973), expresan que:
Para Platón, al ser la finalidad de la educación la formación de un ciudadano, es decir, un hombre adaptado al Estado, el cargo de dar esta educación, no puede dejarse a iniciativa de cualquiera, ya que se correría el riesgo de no asegurar la indispensable garantía de moralidad […] en oposición a Jenofonte, Platón se pronuncia por una educación intelectual; pero esta educación debe darla y organizarla la misma Ciudad (p. 52).
En este sentido, cabe resaltar que, antes de Platón, su maestro, Sócrates, fue quien inicialmente abordó la educación de los hombres, como lo refiere Luzuriaga (1956), “Platón ha sido el fundador de la teoría de la educación, de la pedagogía. Mientras que en aquél (Sócrates) predominó la actividad educativa, en este (Platón) sobresalió la reflexión pedagógica unida a la política” (p. 60).
En esta arcaica manera de enseñar a los hombres, Platón ideó un sistema bien elaborado, la Academia, que era fundación suya, como se ha dicho anteriormente, escenario donde se llevó a cabo dicho sistema educativo. Luzuriaga (1956), lo expone de la siguiente manera:
Platón organizó una enseñanza y una investigación sistemática, pues tal era la finalidad de la Academia. Esta se hallaba constituida en forma de corporación o comunidad de alumnos y maestros, en la que se realizaban estudios superiores de carácter filosófico y político. En ella participaron los más destacados hombres de la época, entre ellos Aristóteles que pasó allí 20 años dedicado al estudio (p. 61).
Nótese cómo la filosofía, al igual que la política, se insertan de inmediato en el ejercicio de la educación idealizada y llevada a cabo por el mismo Platón. Por su parte, Clemente de Alejandría fue versado en este pensamiento, Messer (1935), lo afirma puntualizando que, “representantes significados de la orientación favorable a la Antigüedad son, en el siglo III, San Clemente de Alejandría y su gran discípulo Orígenes (hacia 185-254), muy conocedores los dos de la filosofía platónica” (p. 74).
Dentro de las características propias del Alejandrino, se sabe que “fue uno de los grandes entusiastas y pioneros del empeño de armonización entre la Fe y la Filosofía” (Merino y Redondo, 1994, p. 17).
Ampliando un poco más esta afirmación, expresa Messer (1935), que:
San Clemente concibe la historia de la Humanidad desde el punto de vista de una educación divina orientada hacia Cristo. Actuó desde un principio en la evolución de la Humanidad como potencia educadora la divina logos (razón divina), que, finalmente, encarnó en la figura de Cristo. Este “logos” preparó no solo a los judíos por medio de la ley y de los profetas, sino también a los paganos mediante sus filósofos y poetas, para el conocimiento de la verdad integral (p. 75).
Clemente de Alejandría, tal vez sea uno de los autores cristianos desconocidos, tal vez no, lo que interesa de él en este trabajo es su aporte considerable a la Filosofía de la Educación, aclarando de una vez que la misma está indudablemente presentada desde la paideia cristiana, como acción pedagógica de Dios que ama a los hombres y “realiza en nosotros un hermoso y eficaz programa educativo: primero, nos exhorta; luego, nos educa como un pedagogo; finalmente, nos enseña” (Merino y Redondo, 1994, p. 44).
La pedagogía que según el Alejandrino le atañe a Dios, es la de una verdadera aplicación del concepto griego, pues, etimológicamente, pedagogo, viene del griego paidagwgóV3, paidagogós, que significa originalmente, guía de niños; y según Clemente, Dios considera a los hombres como niños, esto en referencia a la simplicidad en la fe de la que ya se habla en el Evangelio; Clemente no escapa a esta realidad en su obra, por el contrario, toda la pedagogía estará cimentada en que esta acción educadora de Dios, es realizada a los niños, que son los hombres como tal (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 99).
Para concluir el abordaje de Platón, es necesario expresar con las mismas palabras de Clemente de Alejandría su clara concepción de que el hombre debe asemejarse a Dios; al respecto, disertando sobre Dios, el Alejandrino afirma que “Él es para nosotros la imagen sin defecto; y hemos de procurar con todas nuestras fuerzas que nuestra alma se parezca a Él” (Merino y Redondo, 1994, p. 79). Esta premisa guarda relación con Platón, quien lo expresa de la siguiente manera en el Libro X de La República (2005): “porque la Providencia de los dioses necesariamente se fija en el que se esfuerza en hacerse justo y en llegar mediante la práctica de la virtud a la más perfecta semejanza que puede tener el hombre con la divinidad” (p. 357).
Se ha dicho, entonces, que el pensamiento del Alejandrino, guarda estrecha relación con Platón, más adelante, se ve cómo Clemente, en El Pedagogo anota que “sin el pastor, ni las ovejas ni cualquier otro animal puede vivir; tampoco los niños sin el pedagogo, ni los servidores sin su amo” (Merino y Redondo, 1994, p. 97). Esta cita es tomada del Libro VII de Las Leyes de Platón, y con esto se da fuerza a la noción de que ya en los filósofos antiguos había algo de divino, en cuanto a sus pensamientos sobre el mundo, el hombre y Dios.
1.5 Aristóteles
Nace en Estagira, al noreste de Grecia, sus padres fueron Nicómaco y Festis, fue discípulo de Platón y formado bajo su especial dedicación, además de poseer conocimientos enciclopédicos es el protagonista de la filosofía ática (cfr. Fernández, 2012, p. 115). El fundador de la escuela peripatética, Aristóteles (385-322 a.C.), se destacó también en la pedagogía, sobre ella escribió un poco, pero este contenido se ha perdido por los efectos del tiempo. Aristóteles es un educador peripatético, porque enseñaba paseando al aire libre. (cfr. Bunge, 1928, p.p. 26-27). Comenta Luzuriaga, (1956), que:
Aristóteles une a la reflexión pedagógica una gran actividad educativa, fue no solo un gran filósofo, sino también un educador, […] nacido en 385 a.C., fuera de Grecia, en Estagira, hijo de un médico, ingresa a los 18 años en la Academia platónica, donde permaneció hasta los 38 en íntima relación con su maestro (p. 64).
El estagirita piensa, al igual que su maestro Platón, que el propósito de la educación es el bien moral, consistiendo este en la felicidad, la cual no se debe confundir con el placer (cfr. Luzuriaga, 1956, p. 65).
Son Platón y Aristóteles, dos grandes educadores de la antigüedad, expresa Bunge, (1928), juntando los dos pensamientos de estos griegos:
Platón y Aristóteles forman algo como los dos polos de la inteligencia humana: el uno con su idealismo, con su experimentalismo el otro. Platón sería entonces un idealista puro, Aristóteles habría concebido la ciencia de la naturaleza más o menos como hoy se la concibe (p. 27).
El Diccionario de Filósofos, (1986), ampliando sobre Aristóteles, específicamente haciendo referencia a su pedagogía, afirma que:
El promover al hombre a su desarrollo y perfeccionamiento intelectual y moral fue su constante preocupación, […] al estudiar el libro VI de la Ética a Nicómaco las actividades del espíritu humano, insiste Aristóteles sobre la posibilidad de enseñanza de las ciencias, que es conocimiento de lo universal y necesario fundado sobre los primeros principios del entendimiento (p. 81).
Sin duda alguna, abordar en este estudio a la figura de Aristóteles es menester obligado, pues se está tratando con un filósofo al cual “Filipo de Macedonia le escogió para encargarle la educación de su hijo Alejandro, que tenía a la sazón trece años, y mereció después el dictado de Magno” (Ruiz, 1949, p. 50), la importancia de Aristóteles como educador no proviene solo por ser instructor de Alejandro Magno, sin embargo, esta característica le da el talante necesario para ser reconocido como pedagogo por excelencia.
Además de esto, sabiendo que Aristóteles educó a este gran monarca, no limitó su enseñanza a personas particulares solamente, sino que, por el contrario, apoyó una educación pública, la cual ha tenido alcance universal (cfr. Ruiz, 1949, p. 51). Grecia y su historia educativa pueden situarse dentro de este pensamiento tan elemental, el hecho de que se vea a la educación como parte fundamental de todo individuo, en cuanto a su desarrollo e inserción dentro de una sociedad.
En el pensamiento ético de Aristóteles, puede iluminar lo que este pensaba acerca de la educación del hombre, en este sentido comenta Fernández, (2012), que para Aristóteles:
El bien es el fin último de todo y, por tanto, de las acciones humanas. El bien supremo del hombre es la felicidad, que se distingue del placer, que no se puede querer y buscar directamente […] la felicidad es la plenitud de la realización activa del hombre, en lo que tiene de propiamente humano (p. 134).
Con esta premisa, Aristóteles deja claro que el fin último del hombre es el bien, y junto a ello, la educación, se podría admitir como el instrumento para conseguir tal fin, así como también para hacer una “exposición sistemática de las adquisiciones científicas y filosóficas del mundo griego” (Fernández, 2012, p. 136), y en este sentido, la educación compendia el conocimiento humano y lo transmite para el bien del hombre.
1.6 Los estoicos
El estoicismo viene a conformarse como escuela al ser fundada por Zenón de Citio, en la capital griega, en el lugar llamado la Stoa, es decir, el pórtico, hacia el año 300 a.C., su doctrina no es ajena a las de los cínicos y se vio fortalecida con elementos platónicos y aristotélicos, y un dato de mayor relevancia es que, las doctrinas estoicas vienen a compaginarse de manera armoniosa con el cristianismo, sin afirmar que este último dependa del otro (cfr. Fernández, 2012, p. 152).
En este sentido, Clemente de Alejandría, convertido del paganismo y educado en él, hubo de beber de filosofías gentiles, por ello hay razones por las cuales agregar en este apartado algunas consideraciones filosóficas de los pensadores más destacados del estoicismo, ya que, como se ha visto anteriormente:
Clemente no está enfeudado en ninguna filosofía concreta o de escuela: lo que él llama filosofía no es el estoicismo, ni el platonismo ni el epicureísmo; ni tampoco el eclecticismo, en el sentido habitual de esta palabra; aunque se aprecian en él -eso sí- ciertas preferencias por el platonismo y el estoicismo (Merino y Redondo, 1994, p. 17).
El estoicismo, para la Enciclopedia Universal Ilustrada (1924), es un “Sistema filosófico, cuyo nombre se deriva de Stoa, Pórtico, del lugar en que enseñó su filosofía en Atenas el fundador del mismo, Zenón de Chition (Chipre), hacia finales del siglo IV y principios del III a. de J.C.” (p. 996). Es además, y ante todo, una ética o filosofía moral. La ética, por su parte, lleva relación con la pedagogía, pues esta se encarga de definir las conductas correctas o incorrectas del ser humano, es por esto que el estoicismo es clave importante para una filosofía de la educación (cfr. Enciclopedia Universal Ilustrada, 1924, p. 1190).
Los estoicos consideraban como virtud primordial para el desarrollo de su filosofía, la continencia, que era para ellos un desprecio del cuerpo, Clemente por su parte, admite esta tesis, pero agregándole algo que le inserta en el contexto cristiano, y de esta manera le da una nueva razón (cfr. Diccionario de Filósofos, 1986, p. 253).
Al respecto el mismo Diccionario de Filósofos, (1986), expresa “la continencia es un freno a los deseos de la carne para profesar nuestra adhesión a la norma propuesta por el Señor” (p. 253). Así se esclarece cómo Clemente de Alejandría, es un filósofo penetrante, capaz de interactuar con su equipamiento intelectual y su formación en el cristianismo como converso (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 16).
La ética, viene a ser para este movimiento filosófico de la Stoa, la principal tarea del discurrir filosófico, (cfr. Fernández, 2012, p. 153). Al respecto el mismo autor, Fernández, (2012), esboza la genuina doctrina del estoicismo primitivo, específicamente de esta ética, de la siguiente manera:
Esta parte de la filosofía es la que ha hecho célebre a la Stoa, sus conexiones con la moral cínica son profundas y completas. “El estoicismo es menos una filosofía de gran trazado sistemático que una dirección de intenso matiz vital; pretende, como sucedáneo de la religión, proporcionar al hombre educación y un asidero para el alma” (p. 160).
El estoicismo, como escuela filosófica no solo tuvo su fundador, Zenón de Citio, sino que también contó con otros célebres pensadores en sus tres períodos, como lo fueron: Cleantes de Assos (331-232 a.C.); Crisipo de Sole (281-205 a.C.); y Arato de Sole, estos tres por el período antiguo del estoicismo; luego por el período medio se encuentran Panecio de Rodas (185-10 a.C.); y Posidonio de Apamea (135-51 a.C,); y en el último período, Lucio Anneo Séneca (4-65 d.C.); Epicteto de Hierápolis (50-138 d.C.); y Marco Aurelio (121-180 d.C.); (cfr. Fernández, 2012, p.p. 153-156), quienes por encontrarse históricamente cerca de Clemente van a ser reflejados en la filosofía del Alejandrino.


1.7 Biografía de Clemente de Alejandría
Lo que actualmente se puede saber de Clemente de Alejandría, en gran parte se debe a los historiadores Eusebio de Cesarea y Epifanio de Salamina. Tito Flavio Clemente nació hacia el 150 de la era cristiana, en la ciudad de Atenas, de padres paganos, también fue educado en la filosofía pagana. Llega a la ciudad de Alejandría entre los años (180-192). Tuvo como maestro a Panteno, el fundador de la Escuela de Alejandría, a quien le sucedió en la dirección de la misma. Las persecuciones de Septimio Severo obligan a Clemente a huir a Capadocia, donde se estima que murió antes del 215 (cfr. Merino y Redondo, 1994, p.p. 11-14).
El corpus literario de Clemente de Alejandría, según Eusebio de Cesarea, consta de varias obras, a saber: El Protréptico, (Discurso a los griegos); El Pedagogo; Los Strómata, (tapices); Las Hypotyposeis; Qui Dives Salvetur, (Homilía ¿Qué rico se salvará?); entre otras más de las cuales se poseen solo fragmentos comentados por otros filósofos (cfr. Merino y Redondo, 1994, p.p. 21-23).
Clemente de Alejandría, a partir de este momento puede ser nombrado, como ‘el Alejandrino’, ya que, como se ha dicho, tuvo su desarrollo intelectual en la Ciudad de Alejandría, la cual fue fundada por Alejandro Magno, hacia el 331 antes de la era cristiana. Dicha ciudad, ubicada en el delta del río Nilo, por poseer la Biblioteca y el Museo, fue notable como centro cultural del helenismo para el tiempo en que vivió Clemente (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 19).
Del autor de El Pedagogo, se sabe que fue un gran mediador entre la fe y la razón, el Diccionario de Filósofos, (1986), lo manifiesta de la siguiente manera:
Habiendo llegado al cristianismo tras una experiencia religiosa en los misterios y tras un perseverante estudio de la filosofía, se interesa por sus escritos y por el camino que revelan; la aceptación del cristianismo en sus verdades dogmáticas y en su rígida ética no le hizo, sin embargo, renunciar al contenido humano de su primera educación, basada en la poesía y en la filosofía griega (p.p. 252-253).
            Las consecuencias de esto son obvias, pues Clemente hizo un “esfuerzo por coordinar ambas culturas, destinadas a superponerse y compenetrarse como estudios sucesivos de un proceso histórico” (Diccionario de Filósofos, 1986, p. 253).
La pedagogía divina es lo que atañe mayor importancia en este estudio, por ello es necesario presentar brevemente lo que la historia de la educación y de la pedagogía ha tomado de El Pedagogo de Clemente de Alejandría. Ruiz, (1949), hablando sobre el texto del Alejandrino expresa que:
Su Pedagogo, en tres libros, puede llamarse el primer tratado cristiano de Pedagogía, y revela profundos conocimientos, que tal vez sacó de las fuentes egipcias. Define la Pedagogía por el nombre (conducción del niño) y la cosa (conveniente conducción de los niños a la virtud) (p.p. 77-78).
Este autor, Ruiz, tiene claro que, para Clemente de Alejandría, es Cristo el Pedagogo, es decir el maestro, que se encarga de llevar a los niños a la visión de Dios y de una vida bienaventurada, (cfr. Ruiz, 1949, p. 78); y además, refiriéndose al texto escrito del Alejandrino tiene claro que “El Pedagogo puede leerse todavía con provecho, pues contiene muchas ideas enteramente modernas, y aboga por una educación de la mujer, no inferior a la del varón” (Ruiz, 1949, p. 78), esta última característica es propia de la paideia divina.
Es necesario mencionar, que en la historia de la educación existe de manera elaborada, una selección de los llamados primeros educadores y pedagogos cristianos; al respecto, Luzuriaga, (1956), lo testifica de la siguiente manera:
En los primeros siglos de la Iglesia, los pensadores que constituyen la llamada patrística, o sea los Padres de la Iglesia, casi todos son educadores; la mayor parte de ellos se formaron en la cultura y filosofía griega y romana, especialmente en el neoplatonismo y el estoicismo y trataron de conciliar aquéllas con la nueva fe (p. 82).
Es por eso que, Clemente de Alejandría, ubicándose a temprana edad para el cristianismo, se constituye en autor del primer tratado cristiano de educación, El Pedagogo, en donde ubica como maestro al Logos, es decir, a la Palabra (cfr. Luzuriaga, 1956, p. 82).
Clemente y su maestro Panteno, fueron los primeros en formar las llamadas escuelas de catequistas, siendo la primera de ellas la famosa Escuela de Alejandría, donde se formó Clemente, creada hacia el año 179 por el mencionado filósofo; en esta escuela se brindaba la enseñanza de la religión desde un nivel más avanzado, de forma enciclopédica y teológica (cfr. Luzuriaga, 1956, p. 80).
Luego del gran Clemente de Alejandría, en la paideia cristiana, continuaron haciendo carrera pensadores como: Orígenes (185 – 254 d.C.); San Basilio (330 – 379 d.C.); San Jerónimo (340 – 420 d.C.); San Benito (480 – 547 d.C.), entre otros más (cfr. Luzuriaga, 1956, p.p. 83-84).
Para finalizar estos datos biográficos sobre Tito Flavio Clemente, es necesario aclarar, el por qué no es considerado como santo al menos dentro de la Iglesia Católica, esto se debe a que Focio, encuentra varios errores contenidos en sus Hypotyposeis, en temas como la eternidad de la materia, la trasmigración de las almas, la condición de creatura del Hijo, entre otros, además, los Papas Clemente VIII y Benedicto XIV excluyen a Clemente del Martirologio Romano, ya para 1747 el nombre del Alejandrino no figuraba dentro de la larga lista de santos (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 15). Sin embargo, la santidad4 de vida en Clemente fue notable, se está tratando con un Padre de la Iglesia, de esos que dieron testimonio real de su conversión.



3 También pueden considerarse los siguientes términos griegos: Παιδαγωγεϊον (paidagogeion) cuarto de las escuelas en que los pedagogos esperaban a los escolares. Παιδαγωγέω (paidagogéo) ensenar, instruir, educar niños; dirigir, gobernar. Παιδ-αγωγός (paidagogós) esclavo encargado de llevar los niños a la escuela, preceptor de un niño. Παιδάριον (paidárion) niño, muchacho. Παιδαριώδης (paidariódes) pueril, infantil. Παιδεία (paideia) educación de los niños; instrucción, cultura; lección, castigo divino; edad juvenil, niñez. (cfr. Diccionario Manual Griego, 1967, p. 444)
4 Se advierte que algunos autores citados, refiriéndose al Alejandrino lo llamarán ‘San Clemente de Alejandría’, esto en nada perjudicará el presente estudio, sin embargo, por el contexto en el que este se lleva a cabo, se acatará la normativa de la Iglesia Católica en no llamar santo a Clemente de Alejandría.

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CAPÍTULO 2
La Filosofía de la Educación en El Pedagogo
2.1 El Pedagogo, la obra
La obra El Pedagogo de Clemente de Alejandría, está incluida en la mitad de lo que se califica como una trilogía literaria de este autor cristiano. Hay un libro anterior y uno posterior al Pedagogo, a saber, (Protréptico y Strómata), en la cual el Pedagogo, da a conocer al educador y modelo del hombre cristiano, lo que viene a constituir el aporte más relevante del Alejandrino, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 24), de ahí que el tema central de la investigación esté orientada hacia la paideia cristiana o paideia divina.
Ya se ha mencionado anteriormente que, El Pedagogo puede ser considerado el primer tratado de educación cristiana, (cfr. Luzuriaga, 1956, p. 82), pues, de esa manera va a ser considerado a partir de este apartado, ya que, en el presente trabajo se explicará cómo Clemente esboza la pedagogía divina, como actividad educadora del Logos-Pedagogo.
Clemente, aunque carecía de metodología y sistematización para explicar su pensamiento, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 16), diseñó de manera clara la pedagogía divina, el plan educador del Logos-Pedagogo, que viene a ser considerado en líneas generales a través de esta frase, ubicada en el primer libro de su obra El Pedagogo (1994):
Y así es como el Logos, amigo cabal de los hombres y empeñado en conducirnos progresivamente a la salvación, realiza en nosotros un bello y eficaz programa educativo: primero nos exhorta, luego, nos educa; finalmente nos enseña (p. 77).
            Con esta premisa Clemente de Alejandría deja entender que Dios tiene un plan educativo para la humanidad, o para el hombre cristiano, lo que argumenta de alguna manera la investigación, además, viene a explicar cómo hay tres diferentes nombres de este Logos-Pedagogo, cada uno de ellos responde a una función específica, a saber: “La acción pedagógica del Logos reviste en concreto tres modalidades: la exhortación, la educación y la instrucción. Por eso le conviene el triple título de Protréptico [o «Exhortador»], Pedagogo [o «Educador»] y Doctor [o «Maestro»]” (Merino y Redondo, 1994, p. 29), que a su vez son los títulos de las tres obras de Clemente de Alejandría.
            En efecto, el Logos, se llama inicialmente Protréptico, porque exhorta a la humanidad a la salvación, mediante la conversión, luego adopta el título de Pedagogo, porque actúa como consejero y terapeuta, procurando la curación de las pasiones del hombre, y finalmente, el Logos es llamado Maestro, porque su función es exponer y revelar las verdades doctrinales, además de guiar al hombre para que adopte la gnosis y sea capaz de recibir la revelación del Logos, (cfr. El Pedagogo, 1994, p.p. 73-77), con razón Clemente concede a un mismo ser estos tres títulos.
            El Pedagogo tiene una distribución bien marcada, en cuanto a su esquematización de ideas, pues, como lo refiere Merino y Redondo (1994): “la estructura del Pedagogo presenta dos partes claramente diferenciadas: a la primera corresponde el libro primero; a la segunda, los dos libros restantes.” (p. 26); sin embargo, el tema central que unifica los tres libros es la figura y la función del Logos-Pedagogo, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 26), que a lo largo de la narración del texto se va demostrando como verdadero Pedagogo, guía de niños.
            Es el libro primero de El Pedagogo, el que va a proporcionar toda la materia pedagógica que interesa en esta síntesis filosófica. Este libro, por su contenido es considerado como un proveedor de principios, en el ámbito de la función particular del Logos-Pedagogo, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 27), es decir, no se encarga de presentar lo que los libros II y III hacen, en cuanto que un tratado de moral teórica y práctica (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 27).
            El estudio de este texto, El Pedagogo, el cual fue escrito probablemente hace más de 1800 años, es sin embargo vigente, ya que “el Pedagogo puede leerse todavía con provecho, pues contiene muchas ideas enteramente modernas, y aboga por una educación de la mujer, no inferior a la del varón” (Ruiz, 1949, p. 78), esta idea puede confrontarse con: (cfr. El Pedagogo, 1994, p.p. 95-97), lo que deja a entender que, la obra del Alejandrino, aunque antigua es novedosa, además las propuestas que presenta son perfectamente aplicables a la actualidad, ya que, Clemente es un “enamorado del mundo y de la vida, y de todo lo bueno y bello que hay en ellos. Esta circunstancia hace de él un hombre muy próximo a la mentalidad y sensibilidad de nuestro tiempo” (Merino y Redondo, 1994, p. 16), por ende, propicio para este estudio.
2.2 El concepto de pedagogía
            La pedagogía, o la iniciación al estudio de su concepto, según lo presenta Luzuriaga (1957), en su libro intitulado Pedagogía, “se halla en una posición peculiar respecto a las demás ciencias. Mientras que estas parten de una definición concreta y poseen un carácter definido, la pedagogía es discutida tanto respecto a su carácter como a su valor científico” (p. 13); sin embargo, más adelante el mismo autor especifica que:
La pedagogía estudia la educación tal como se presenta en la vida individual y social, como una parte de la realidad humana, y contesta a la pregunta: ¿qué es la educación? […]. La pedagogía es, pues, una ciencia descriptiva, una ciencia normativa, una ciencia tecnológica y una ciencia histórica (p.p. 25-26).
            Todas estas características mencionadas, apoyan la idea de presentar una filosofía de la educación, específicamente del pensamiento del Alejandrino, pues, como es lógico al estudiar este Padre de la Iglesia, se comprende que él desarrolló su filosofía en una época y tiempo diferentes a los de hoy.
            Ha llegado el momento de preguntarse por lo que Clemente llama ‘pedagogía’, al respecto el Alejandrino ratifica que ‘pedagogía’ puede llamarse “a lo que es propio del educando y del discípulo; a lo que compete al educador y al maestro; en tercer lugar, a la educación misma; y, en cuarto lugar, a las enseñanzas, como son los mandamientos” (El Pedagogo, 1994, p. 185); aquí Clemente pone de manifiesto que la acción pedagógica abarca varios campos, los cuales irán orientados a un mismo fin, la enseñanza o el aprendizaje.
            En el estudio y definición de la pedagogía, Clemente se presenta como el primer humanista del cristianismo, puesto que la base de su ‘pedagogía’ descansa en la fe, lo que conducirá al hombre a la realización del ideal de la paideia griega, pero desde la perspectiva de las enseñanzas del Logos de Dios, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 33), que, como se ha resaltado en reiteradas oportunidades, es la semejanza con Dios su creador. Pedagogía para el Alejandrino sería entonces, el camino hacia Dios.
2.3 La paideia divina
            Ya está claro que Clemente bebió de una primera formación pagana, de filosofías griegas, dentro de las que cabe destacar el pensamiento de la educación en el estado de Esparta, por ello, Jaeger (2012), en su libro Paideia: los ideales de la cultura griega, manifiesta que:
La tradición procede de una época para la cual el cosmos espartano era un sistema consciente y consecuente y que creía a priori que el más alto fin del estado era la paideia, es decir, la estructuración sistemática y por principios de la vida individual, de acuerdo con normas absolutas (p. 90).
            Ya se puede concretar, aunque parezca un poco apresurado, el concepto de paideia, el cual será considerado, retomando la cita anterior, como la “estructuración sistemática y por principios de la vida individual, de acuerdo con normas absolutas” (Jaeger, 2012, p. 90), es igual en el sentido que Clemente le aplica en su obra.
            Paideia divina, es un término que a primera vista debe explicarse, y es necesario, pues este estudio lo toma como fundamento. Ahora sin ir más a fondo, paideia divina puede traducirse como ‘educación cristiana’, además, el mismo Clemente hace una especificación del término:
La religión es pedagogía, porque es aprendizaje del servicio de Dios y conducción al conocimiento de la verdad y educación recta que conduce al cielo. […]. La pedagogía divina indica rectamente el camino de la verdad que lleva a la contemplación de Dios, y también es el modelo de la conducta santa en una eterna perseverancia (El Pedagogo, 1994, p.p. 185-187).
            A partir de esto, ya puede llamársele con toda confianza paideia divina, a la acción pedagógica de Dios, además de reconocer que esta es superior a la enseñanza humana, pues como lo refiere Clemente “la que los hombres acostumbran a llamar educación paterna es transitoria; en cambio, la educación divina, permanece para siempre” (El Pedagogo, 1994, p. 187), de allí que el que reconoce a Cristo como su Pedagogo, puede alcanzar la meta de asemejarse a Dios.
            Esta paideia divina, propuesta por Clemente, puede resumirse en tres ideas principales:
En primer lugar, que Dios mismo ha asumido la tarea no solo de crear al hombre, sino también de redimirlo y conducirlo a la salvación por medio de su acción pedagógica. Después, que solo Dios es capaz de realizar este programa pedagógico, que se incardina en su obra salvífica y se destina -como ella- a toda la humanidad. Y finalmente, que Dios ejerce esta función pedagógica a través del Cristo-Logos que se constituye en pedagogo […] (Merino y Redondo, 1994, p. 30).
            Pero además de ser Dios el Pedagogo del hombre, él actúa en relación a la humanidad con adaptación, suavidad y firmeza, y estas tres características definen el estilo pedagógico del Logos-Pedagogo, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 30), para entender un poco más este importante apartado, es necesario leer al mismo Clemente:
El Logos, que es el machete que poda, limpia cortando las ramificaciones lujuriosas y encauzando las energías vitales, para que den fruto y no se pierdan en simples deseos. La represión de los pecadores tiene como objetivo su salvación; el Logos se adapta armónicamente -como un instrumento musical- al modo de ser de cada uno: unas veces tensa las cuerdas; otras, las afloja (El Pedagogo, 1994, p. 211).
            Se encuentra aquí, un importante punto para desglosar, y es que la paideia divina tiene como fin la salvación del alma humana, por eso el Pedagogo actúa con suavidad cuando es necesario, y a veces con firmeza cuando se requiera, esto da a entender, que el sentido pedagógico del Logos, se aplica en las condiciones que se requieran, pero teniendo siempre como un mismo ideal, la salvación del alma, es decir, la semejanza con Dios.
2.4 La paideia divina: fin y objetivos
Lo que se pueda precisar de la filosofía de la educación planteada por Clemente de Alejandría, va a estar basado, como es de suponer, por su formación y educación misma; al respecto se sabe que “Clemente era pagano por su nacimiento y por su primera formación; pero era también auténticamente cristiano por el bautismo, por su segunda formación y por su fidelidad a la vocación cristiana” (Merino y Redondo, 1994, p. 27), con estos datos, se analiza que la pedagogía divina, tendrá características de filosofías paganas así como también aportes del naciente cristianismo.
La educación exige un fin determinado, no puede haber pedagogía sin una meta bien trazada, es por ello que Clemente de Alejandría, preguntándose sobre el fin del hombre y de la vida, toma en cuenta lo que dijeron los antiguos filósofos griegos anteriores a él, y en esta mirada retrospectiva, se encuentra con el pensamiento de Platón, el cual compagina con el cristianismo, pues se concluye que el fin del hombre es asemejarse a Dios, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 27), meta central en la paideia divina.
Clemente se da cuenta que “el movimiento de la dialéctica platónica es acercamiento a una meta ideal absoluta” (Jaeger, 2012, p. 459), esta “meta ideal absoluta” guarda intrínseca relación con el “asemejarse a Dios”, que a su vez es la clave ideal del pensamiento de Platón y también de la filosofía cristiana de los primeros siglos. Jaeger (2012), asevera esta idea, revelando que “la cultura antigua que la religión cristiana se asimiló y con la que se abrazó para entrar fundida a la Edad Media, fue una cultura basada íntegramente en el pensamiento platónico” (p. 458).
Sería inaceptable abordar el tema de la filosofía de la educación en Clemente de Alejandría, sin poner de manifiesto que su principal inspirador antiguo, Platón, es un excelente pedagogo, pues a la hora de determinar la conducta humana, él se constituye en “el pensador cuyas investigaciones se dirigen expresamente, desde el primer momento, a la norma suprema del obrar” (Jaeger, 2012, p. 607), lo que encaja perfectamente con lo que Clemente pretende hacer en su obra, pues como se verá más adelante, “el objetivo que se propone el Alejandrino es dar […] un método de educación cristiana y así participar de la vida incorruptible de Dios” (Merino y Redondo, 1994, p. 28).
No es únicamente Platón quien viene a tener parte en la determinación del fin y de los objetivos de la paideia divina, también se encuentra el “objetivo estoico de una vida conforme a la naturaleza y a la recta razón” (Merino y Redondo, 1994, p. 27); ideal que fue asimilado de igual manera por el Alejandrino. El estoicismo, constituyó una fuerte orientación filosófica de la manera de ver la vida y la existencia misma del hombre, ya que:
La introducción en Atenas de la filosofía estoica por Zenón, un mercader fenicio (hacia el 310 a. C.), no fue sino una de tantas y múltiples infiltraciones orientales. Tanto el Estoicismo como el Epicureísmo […] eran teorías sobre cómo se podía ser feliz aun estando con el yugo encima o convertido en esclavo […] (Durant, 1990, p. 130).
            La recta razón que se mencionó anteriormente, para el pensamiento de los estoicos, viene a analizarse desde una máxima, presente en esta filosofía, la cual expresaba que “para los estoicos lo más importante no son los resultados de los actos, sino las intenciones” (Introducción a la Filosofía, 2005, p. 113), además de esto, hay que tener en cuenta que:
La visión estoica del mundo, por su especificidad y por la orientación final que imprime a la conducta humana, conduce a la aceptación de la realidad en todos sus niveles, incluido el orden social y político. El punto nodal de la doctrina estoica está representado por la vivencia del destino y la creencia en una racionalidad cósmica ordenadora de lo real y en extremo sabia (Introducción a la Filosofía, 2005, p.p. 112-113).
            Y cómo no ubicar con estas características finales al Dios cristiano que el mismo Clemente consideró guía celestial, educador, modelo (cfr. El Pedagogo, 1994, p. 73), y que en efecto, actuará de tal manera para educar al hombre.
2.5 La concepción del hombre para la paideia divina
         Lo que Clemente de Alejandría pueda decir sobre el hombre, irá intrínsecamente unido a lo que pueda decir de Dios, ya que, por su talante metafísico, el Alejandrino ve en el hombre a la creatura de Dios, en efecto, Clemente desde una perspectiva antropológica expresa que:
Es natural que Dios ame al hombre, porque es su criatura. Dios hizo las otras criaturas con un simple orden; al hombre, en cambio, lo ha moldeado con sus propias manos y le ha insuflado algo divino. Esta criatura, que ha sido creada por Dios y modelada a imagen suya, o bien la ha creado por ser amable por sí misma, o la ha moldeado por ser amable [a Dios] en razón de otra cosa (El Pedagogo, 1994, p.p. 87-89).
            El hombre para Clemente es un ser creado por Dios, pero incapaz de Dios sin la ayuda de este. Por ello va planteando una pedagogía en la que el mismo Dios es el medio y el fin.
Al ubicarse unos siglos más adelante, Immanuel Kant piensa que “el hombre es la única criatura que ha de ser educada. Entendiendo por educación los cuidados (sustento, manutención), la disciplina y la instrucción, juntamente con la educación. Según esto, el hombre es niño pequeño, educando y estudiante” (Pedagogía, 2013, p. 29), aunque se expone en principio, el pensamiento de un filósofo posterior a Clemente, este guarda estrecha relación con el Alejandrino, en una doble característica.
            La primera es el considerar que el hombre es el único ser que debe educarse, y la segunda en definir al hombre como niño. Clemente hace énfasis en esta segunda característica, pues considera que:
Parece evidente que la pedagogía es, como su mismo nombre indica, la educación de los niños. Pero queda por considerar quiénes son estos niños a los que alegóricamente se refiere la Escritura, y luego asignarles un pedagogo. Esos niños somos nosotros […]. ¿Te sorprende oír que el Señor llame «niños» a quienes entre los paganos son llamados hombres? (El Pedagogo, 1994, p.p. 97-101).
            De esta manera, el Alejandrino deja claro que ante Dios los hombres son niños, precisamente porque él es el Pedagogo, (guía de niños) y porque la ineficacia del hombre en el obrar hace que necesariamente precise de un guía, tal y como se nota en el desarrollo de un ser humano. Sin embargo, Clemente, quiere reforzar la idea, “son verdaderamente niños los que no reconocen por padre más que a Dios, los que son sencillos, pequeños, puros: los creyentes en un solo Dios” (El Pedagogo, 1994, p. 109), la sencillez de vida, por ende, marcará la pauta para ser niños de Dios.
2.6 El nombre del Pedagogo
            El Pedagogo, como se verá, es una persona en concreto, es Dios y es hombre, y Clemente propone a Cristo como el Logos-Pedagogo, es decir, la Palabra de Dios que educa a los hombres; al respecto, el mismo Clemente de Alejandría lo manifiesta al iniciar su libro primero:
Nuestro Pedagogo, hijos míos, es semejante a Dios, su Padre, de quien es hijo: no hay en él pecado, ni reproche, ni pasiones en su alma; es el Dios sin mancha bajo el aspecto de un hombre, el servidor de la voluntad del Padre, el Logos-Dios, el que está en el Padre […] (El Pedagogo, 1994, p.p. 77-79).
Es curioso indagar en el por qué Clemente propone al Logos de Dios, a Cristo, como Pedagogo, y es que esto constituye un punto de concordancia entre el pensamiento cristiano primitivo y la cultura griega, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 28), profundizando más sobre este tema, los mismos autores hacen el siguiente análisis:
La presentación de Cristo como pedagogo de la humanidad hace pensar que Clemente no tuvo inconveniente en dar este nombre a Cristo, porque sabía que el uso que originalmente se había dado a la palabra «pedagogo» [= el esclavo que tenía la función de llevar y traer al niño a la escuela] había adquirido posteriormente un rango y una significación de excelencia, como consecuencia de la dignidad filosófica que Platón había dado al concepto de paideia: «fue esta dignidad teológica platónica la que hizo posible que Clemente presentara a Cristo como pedagogo de todos los hombres» (p. 28).
            Se comprende entonces que a la persona de Jesús, el Logos de Dios han de aplicárseles los tres títulos anteriormente mencionados, Logos Protréptico, Logos Pedagogo y Logos Doctor, y este “Logos cumple estas tres funciones siguiendo un orden de apelación” (Merino y Redondo, 1994, p. 29).
            Jesús es el nombre del Pedagogo, Clemente al ir desglosando la paideia divina deja claro que “[…] debemos decir ahora quién es nuestro Pedagogo. Se llama Jesús. A veces se da a sí mismo el nombre de «pastor» […]” (El Pedagogo, 1994, p. 185), y teniendo claro esto, es necesario especificar de manera detallada la acción pedagógica de Jesús, el Pedagogo, Merino y Redondo (1994) lo manifiestan de esta manera:
La misión del Pedagogo en la realización de la obra salvadora comprende cuatro operaciones: crearnos, regenerarnos, perfeccionarnos y educarnos. Las tres últimas operaciones -regenerar, perfeccionar y educar- están, en el plan de Clemente, íntimamente vinculadas, porque integran la obra salvífica de Dios en favor del hombre (p. 29).
            Al respecto, esta idea ya concretada, el Alejandrino la narra especificando que Cristo fue quien “modeló al hombre con el polvo de la tierra, lo regeneró con el agua, lo ha hecho crecer por el Espíritu, lo educó con la palabra, dirigiéndolo con santos preceptos […] de manera que cumpla plenamente la palabra de Dios” (El Pedagogo, 1994, p. 265), y se retoma de inmediato lo que Clemente considera como el fin del hombre, asemejarse a Dios, que centra su raíz en el libro del Génesis 1, 26: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.
2.7 La acción pedagógica del Logos-Pedagogo
            El Pedagogo en su libro primero, trata de especificar la constitución del hombre como ser sobre el cual se aplica la paideia divina, y lo hace aclarando que “tres cosas hay en el hombre: costumbres, acciones y pasiones” (El Pedagogo, 1994, p. 71); por su parte, estos tres factores formaban lo que se conoció como la ‘trinidad pedagógica’ de los sofistas, Jaeger (2012) expresa que:
El problema de la posibilidad de educar la naturaleza humana es un caso particular de las relaciones entre la naturaleza y el arte en general. Muy instructivas son para este aspecto del problema las aportaciones de Plutarco en su libro sobre La educación de la juventud […] en que trata de los tres factores fundamentales de toda educación: naturaleza, enseñanza y hábito. Es evidente que todo ello se funda en teorías pedagógicas más antiguas (p. 285).
            Se tiene entonces que, las costumbres, acciones y pasiones que menciona Clemente, guardan relación con la naturaleza, enseñanza y hábito de las que habla Plutarco, además, como se mencionó, “es para nosotros sumamente afortunado el hecho de que Plutarco nos haya trasmitido no solo la conocida “trinidad pedagógica” de los sofistas, sino además, una serie de ideas íntimamente conectadas con aquella doctrina” (cfr. Jaeger, 2012, p. 285).
            Clemente pone de manifiesto que la educación del Logos requiere de una lucha contra las pasiones, las que serán admitidas en sentido negativo, es por eso que pasión será un concepto muy utilizado por el Alejandrino, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 71), y que aprovecha para plantear que el Pedagogo fortalece el alma al curar estas pasiones (cfr. El Pedagogo, 1994, p. 75); el Pedagogo de Clemente va directo al mal para corregirlo, esta es una auténtica acción educativa.
            El Pedagogo, guarda características bien particulares, según Clemente “el Pedagogo es educador práctico, no teórico; el fin que se propone es el mejoramiento del alma, no la instrucción; es guía de una vida virtuosa, no de una vida erudita” (El Pedagogo, 1994, p. 73), el alma humana es el objeto de la pedagogía divina, por lo que es fácil diferenciar entre un mal del cuerpo y un mal del alma, al respecto Clemente opina que:
Así como para las enfermedades del cuerpo se necesita de un médico, así también las enfermedades del alma precisan de un Pedagogo que cure las pasiones. […] Y así es como el Logos, amigo cabal de los hombres y empeñado en conducirnos progresivamente a la salvación, realiza en nosotros un bello y eficaz programa educativo: […] (El Pedagogo, 1994, p. 77).
            La acción pedagógica estará enmarcada en la vivencia de los preceptos del Logos, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 77), ya que es el mismo Logos la imagen y semejanza perfecta de Dios, en efecto, “él es para nosotros la imagen sin defecto” (El Pedagogo, 1994, p. 79), se está hablando del mismo Pedagogo que es camino y meta a la vez.
            Para el pensamiento de Clemente el pecado mata al alma, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 81), y aclara que el Pedagogo considera “al pecado, un acto sin razón” (El Pedagogo, 1994, p. 81), esto viene a explicar la misión del Logos-Pedagogo de separar el alma humana del pecado, que como se ha visto es un acto sin razón, (cfr. El Pedagogo, 1994, p. 81), por ende una degradación de la naturaleza humana.
            Pero Clemente no pone límites al campo donde se desarrolla la acción pedagógica del Pedagogo, por el contrario, dice que “nuestro buen Pedagogo, que es sabiduría, el Logos del Padre, el creador del hombre, cuida solícito de la criatura entera: médico de la humanidad, y capaz de sanarlo todo, cuida tanto del alma como del cuerpo” (El Pedagogo, 1994, p.p. 83-85), y es que este Pedagogo, abarca y sana de verdad la humanidad entera del hombre.
            Hay un dato que mueve al Pedagogo a dedicar su tiempo en la educación del hombre, y es que realmente es así, puesto que “recibimos del Señor, como hombre y como Dios, toda clase de ayudas y favores. Como Dios, perdona nuestros pecados; como hombre, nos educa para no caer en el pecado. Es natural que Dios ame al hombre, porque es su criatura” (El Pedagogo, 1994, p. 87), con este apartado, Clemente da a conocer que lo que mueve al Logos-Pedagogo a educar al hombre es el amor.
            Pero, es necesario hacer junto a Clemente de Alejandría el siguiente cuestionamiento, “¿qué es, pues, lo que desea y lo que promete el Pedagogo? Con sus obras y con sus palabras manda lo que debemos hacer, y prohíbe lo que debemos evitar; esto está muy claro” (El Pedagogo, 1994, p. 91), de esta manera, la acción pedagógica del Logos-Pedagogo, se fundamenta en que lo que manda y lo que prohíbe antes lo ha demostrado con sus palabras y con sus obras, lo que constituye un punto referencial para toda pedagogía como arte de educar a los más pequeños: enseñar con el ejemplo.
            Ante una pedagogía aplicada con amor, Clemente es consciente que debe haber una respuesta hecha también con amor, ya que para el Alejandrino es evidente que “debemos corresponder con amor a quien, por amor, nos guía hacia una vida mejor, […] imitándole, haremos las obras del Pedagogo y lo significado por la expresión a imagen y semejanza” (El Pedagogo, 1994, p. 93), una vez más aparece lo que Clemente considera como el fin del hombre, (cfr. Gn 1, 26), Merino y Redondo (1994) lo especifican “es esta una expresión muy querida por el Alejandrino; significa llevar a cabo, como lo hizo el divino Pedagogo, el plan que Dios ha trazado para el hombre, en la constitución misma natural del hombre” (p. 93).
             Para la educación teorizada por el Logos-Pedagogo, según lo asevera Clemente, “el término «hombre» es común al varón y a la mujer” (El Pedagogo, 1994, p. 97), además ya se ha dicho que la acción pedagógica del Logos-Pedagogo va dirigida a niños, por eso Clemente se basa en lo que Platón plasmó en el libro de Las Leyes, VII, 808 D: “Sin el pastor, ni las ovejas ni cualquier otro animal puede vivir; tampoco los niños sin el pedagogo, ni los servidores sin su amo.” De ahí que se concluya en pensar que el Pedagogo se dirige a todos como niños, sin hacer distinción entre hombre o mujer.
            Los niños del Pedagogo, es decir, “nosotros, al preferir educación y pedagogía, hemos ponderado los mejores y más perfectos tesoros de la vida con una evocación a la infancia. Entendemos que la pedagogía es la buena conducción de los niños hacia la virtud” (El Pedagogo, 1994, p. 107), aquí Clemente está aplaudiendo el hecho de que los hombres opten por una educación, por ser educados, además de reiterar el significado más puro de la pedagogía.
            En el camino de la educación que se está planteando, se manifiesta a temprana edad la idea de una formación permanente, la cual es antignóstica (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 111), al respecto Clemente expresa que:
[…] hay que concluir, con razón, que todos los que están en la tierra han de ser llamados discípulos. Y bien verdadero es esto: la perfección es propia del Señor, quien no cesa de enseñar; en cambio, lo propio de nuestra condición de niños y párvulos es que no cesemos de aprender (El Pedagogo, 1994, p.p. 109-111).
            La necesidad de una formación permanente es concebida en la mente del hombre cuando este reconoce que únicamente su Pedagogo, el Logos-Pedagogo, es perfecto, y que el hombre necesita serlo también y puede serlo con la guía del Dios Pedagogo, y es que esto será una idea muy común, la necesidad de perfección, de mejoramiento del alma.
            Así como hay una necesidad de ser educados constantemente, así también Clemente deja claro que en el hombre, considerado niño por el Pedagogo, hay una facultad que le permite vivir constantemente en este ambiente educativo, y es que “para nuestro autor, la eterna juventud del ser humano se manifiesta en el trato con Dios, que en la vida presente no es otra cosa que vivir conforme a su divina pedagogía” (Merino y Redondo, 1994, p. 115); Clemente lo expresa de la siguiente manera:
Nosotros tenemos la fecunda abundancia de la edad joven, la juventud que no envejece; en ella nos sentimos pletóricos de fuerzas para alcanzar la gnosis, siempre jóvenes, siempre delicados y siempre nuevos: porque los que participan del nuevo Logos han de ser nuevos (El Pedagogo, 1994, p.p. 115-117).
            El hombre es siempre niño, es siempre joven para recibir la acción pedagógica del Logos-Pedagogo, que a su vez en siempre joven, “la sabiduría es siempre joven, considera siempre las mismas cosas, es idéntica a sí misma, no cambia” (El Pedagogo, 1994, p. 117); esto hace referencia a Platón, quien trata el tema de la inmutabilidad de la sabiduría, y que Clemente considera base para declarar la eterna juventud del Logos, que es Sabiduría divina y eterna (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 117).
            Pero, ¿qué pedagogía es esta que plantea Clemente?, podría tratarse de algo errado, para muchos lo fue, en especial para el contexto en el que el texto fue escrito, pero el Alejandrino manifiesta convencido que “no nos es lícito considerar como imperfecta la enseñanza que nos viene de Dios; y lo que Dios nos enseña es la salud eterna que nos da el Salvador eterno” (El Pedagogo, 1994, p. 133), en efecto el Pedagogo quiere el bien para todos sus niños.
            Por ser un filósofo cristiano, Clemente opina que el bautismo del Logos, lo que constituye un sacramento para el cristianismo, es lo que da el remedio a la naturaleza pecadora (cfr. El Pedagogo, 1994, p. 139), en efecto:
La obscuridad es la ignorancia que produce nuestras caídas en el pecado y debilita nuestra vista para alcanzar la verdad. La gnosis, por tanto, es la iluminación que disipa la ignorancia y nos hace capaces de ver con claridad. […] La gracia de Dios y la fe del hombre rompen con fuerza estas ataduras y nuestros pecados quedan borrados por el único remedio saludable: el bautismo en el Logos (El Pedagogo, 1994, p. 139).
            En esta filosofía de la educación, se hace necesario reconocer que el hombre sufre a causa del pecado, del error o de las pasiones como lo considerarían los estoicos; sin embargo, el remedio existe, y viene dado por el Logos-Pedagogo, cuyo menester es salvar al hombre de la muerte y guiarlo a través de su pedagogía divina a la semejanza con Dios.
            Clemente especifica que en la educación de los niños, hay un alimento que es dado por el Logos-Pedagogo, ya que “el alimento es la leche del Padre, por el que únicamente son amamantados los párvulos. Y Él, el amado, el Logos que nos alimenta, ha derramado su sangre por nosotros, y ha salvado a la humanidad” (El Pedagogo, 1994, p. 167), la acción pedagógica del Pedagogo es un donarse totalmente, el Alejandrino concluye esta idea aseverando que:
Nosotros, que por su mediación hemos puesto nuestra confianza en Dios, nos acogemos al regazo del Padre que hace olvidar los dolores, es decir, [nos acogemos] al Logos. Naturalmente, solo El ofrece a los párvulos, que somos nosotros, la leche del amor; y solo son verdaderamente felices los que se alimentan de estos pechos (El Pedagogo, 1994, p. 167).
            En esta parte final se puede descubrir un nuevo motivo por el cual el hombre debería dejarse educar por la paideia divina, y es que precisamente, el objetivo de esta también radica en la felicidad misma.
            Clemente, al conocer con agilidad las Sagradas Escrituras, reconoce que en ellas se encuentra el plan pedagógico de Dios, al respecto el Alejandrino cita el Antiguo Testamento:
Él proveyó de lo necesario a su pueblo, cuando se hallaba atormentado por la ardiente sed en los áridos parajes del desierto; lo protegió, lo educó y lo guardó como a la niña de sus ojos; como el águila protege a su nido y cuida de sus pequeños, extendiendo sus alas, los acogió y los echó a sus espaldas. Solo el Señor los conducía, y no había entre ellos ningún dios extranjero (Dt 32, 10-12).
            Y con esto Clemente concluye que “la Escritura -me parece a mí- presenta al Pedagogo y describe su pedagogía con entera claridad” (El Pedagogo, 1994, p. 191), y es de suponer que Clemente tome en cuenta las Sagradas Escrituras, ya que, como se ha visto, él fue un converso al cristianismo que vivió con autenticidad su vida cristiana, además de relacionar las filosofías paganas con el naciente pensamiento judeocristiano.
 Clemente al hacer un recorrido por diversos pasajes de la Escritura, y retomando la historia de varios personajes resaltantes como Abrahán y Jacob reconoce que “hay aquí una comunicación de amistad por parte del maestro” (El Pedagogo, 1994, p. 191), en cuanto a que ha sido el Pedagogo quien ha salido a defender y guiar a estos hombres, “observa cómo el Pedagogo acompaña al hombre justo, y cómo entrena al luchador, enseñándole a derribar al adversario” (El Pedagogo, 1994, p. 191), y como se ha visto, este adversario son las pasiones, el pecado que mata al alma.
Hay un personaje clave del Antiguo Testamento para entender al Logos-Pedagogo, como un verdadero pedagogo, y es que en la historia de Moisés se ve reflejada la acción pedagógica de Dios, la paideia divina, porque es el mismo Dios “el que enseña a Moisés el oficio de la pedagogía: el Señor le dice: Si alguno peca contra mí, yo lo borraré de mi libro. Y ahora vete y conduce al pueblo al lugar que te he dicho” (El Pedagogo, 1994, p. 195), se está presentando a Dios, con este relato citado por Clemente del Gn 27, 36 como un maestro de pedagogía (cfr. El Pedagogo, 1994, p. 195).
El Logos-Pedagogo tiene una forma muy particular de educar a sus niños, lo hace sin dejarles pasar el error, puesto que “el Logos no pasa por alto sus pecados, sino que se los echa en cara para que se conviertan […]” (El Pedagogo, 1994, p. 195), y esto lo hace porque ama al hombre, y es que con el Logos-Pedagogo, hay un cambio de perspectiva, ya no será el temor lo que incentiva la educación de los hombres, sino el amor, Clemente lo expresa de esta manera:
¿Quién podría educarnos más amorosamente que él? Primero hubo una antigua alianza para el pueblo antiguo, y la Ley educaba al pueblo en el temor y el Logos era un Angel. Pero para el nuevo y joven pueblo ha sido establecida una nueva y joven alianza, y el Logos ha sido engendrado, el miedo se ha trocado amor, y aquel ángel místico, Jesús, ha nacido (El Pedagogo, 1994, p. 197).
            Resumiendo esta idea, del amor como instrumento de la acción pedagógica del Logos-Pedagogo, Clemente concluye que “tal es el poder del Pedagogo: firme, consolador y salvador” (El Pedagogo, 1994, p. 201), porque no pasa por alto el error, y educando corrige para que no haya en el hombre muerte, sino salvación.
            Antes de concretizar el estudio de la paideia divina, es preciso hacerse la misma pregunta que Clemente plantea en el capítulo IX de su libro primero de la obra El Pedagogo, y es que “es propio de la misma facultad el premiar y castigar justamente. ¿Cuál es, pues, el estilo de la pedagogía del Logos?” (El Pedagogo, 1994, p. 225), y para responder, el mismo Clemente señala que:
El Pedagogo de la humanidad, nuestro Logos divino, se sirve, con todas las fuerzas, de los numerosos recursos de su sabiduría, empeñando en salvar a los párvulos: les advierte, los reprende, los castiga, los avergüenza; los amenaza, los sana, les hace promesas, los premia; y embrida […] con muchos frenos los impulsos irracionales de la naturaleza humana. Dicho brevemente, el Señor hace con nosotros como nosotros hacemos con nuestros hijos (El Pedagogo, 1994, p.p. 225-227).
            Para el Alejandrino, todos estos recursos tienen su significado específico, por ello es necesario aclarar lo que Clemente pensaba de cada uno de estos métodos de enseñanza, que él mismo adjudica al Logos-Pedagogo:
La amonestación es una censura afectuosa que despierta la atención de la mente. […] La represión es una censura de los actos malos, que dispone para el bien. […] El reproche es una censura que se hace a los negligentes o despreocupados. […] La reprimenda es un reproche severo, una censura contundente. […] La reprobación consiste en la pública acusación de los pecados. […] La reprensión es una amonestación que hace a uno más reflexivo. […] El regaño es una severa reprimenda. […] El improperio es una reprensión muy severa. […] La recriminación es una reprensión a los pecadores. […] La queja es una reprensión simulada; es un hábil recurso con el que procura también la salvación de forma velada. […] El vituperio es una reprensión a dejar en ridículo. […] La reprimenda es un reproche normal, una censura a los hijos que se rebelan contra el deber (El Pedagogo, 1994, p.p. 227-237).
            Clemente detalla con delicadeza dónde y cómo el Logos-Pedagogo ha empleado cada una de estas herramientas de la paideia divina, sin embargo, trata de hacer un resumen apoyándose en el pensamiento de su más querido filósofo:
El mismo Platón reconoce la gran fuerza de la corrección y el excelente efecto purificador del castigo y, coincidiendo en esto con el Logos, afirma que el hombre que ha caído en las mayores impurezas, se hace incorregible y deforme por no haber sido corregido; y es necesario que el hombre, destinado a la felicidad, sea purísimo y bellísimo (El Pedagogo, 1994, p. 239).
            La Biblia junto con Platón apoya la acción pedagógica de la corrección, y es que esta es, ha sido y será propicia para la educación del hombre; sin embargo, la corrección o castigo, según la perspectiva del Logos-Pedagogo, que actúa con amor y por amor, no será efectuada con maldad, puesto que el deseo en común es el mejoramiento del alma, como ya se ha dicho, y unido a esto la felicidad del hombre, porque “así es nuestro Pedagogo: justamente bueno” (El Pedagogo, 1994, p. 243), y de esa manera actúa siempre.
            No en vano vuelve Clemente de Alejandría a reforzar la idea de lo bueno que es la corrección por ello manifiesta que “hemos demostrado que el método de reprender a la humanidad es bueno y saludable; y que el Logos lo ha adoptado necesariamente por eso: porque es un método adecuado para provocar el arrepentimiento y evitar el pecado” (El Pedagogo, 1994, p.p. 249-251), siempre orientando la paideia divina en un acto de amor.
            En la acción pedagógica del Logos-Pedagogo, el hecho de aconsejar tiene triple manifestación, es decir, “hay tres maneras de aconsejar” (El Pedagogo, 1994, p. 251), Clemente las explica de la siguiente manera:
Hay tres maneras de aconsejar: una consiste en echar mano de los ejemplos del pasado, […]. Otra consiste en tomar ocasión de cosas presentes, que entran –por decirlo así- por los sentidos, […]. La tercera manera de aconsejar toma ocasión de acontecimientos futuros, e invita a prevenir sus consecuencias (El Pedagogo, 1994, p.p. 251-253).
             Es por ello que el Logos-Pedagogo puede corregir al hombre de tres maneras, sin embargo, es necesario aclarar que para Clemente “la existencia de la libertad humana; es sin duda un elemento esencial en su pensamiento” (Merino y Redondo, 1994, p. 251), libertad para aceptar o rechazar la corrección; además, “todo esto pone de manifiesto que el Señor exhorta a la humanidad a la salvación, empleando toda clase de medios” (El Pedagogo, 1994, p. 253).
            Dentro del gran campo de herramientas pedagógicas que emplea el Logos-Pedagogo, está el macarismo, que según una breve definición “es el estado característico del bienaventurado” (Merino y Redondo, 1994, p. 255), y esta otra forma de pedagogía es también utilizada por el Pedagogo de la humanidad, “así quiere que lleguemos a ser nosotros, para que seamos felices” (El Pedagogo, 1994, p. 255), es decir, el Pedagogo quiere que el hombre lleve una vida intachable.
            Ahora, es conveniente hacer junto con Clemente la siguiente pregunta: ¿es digno el Pedagogo de la confianza del hombre?, la respuesta está ya planteada por el Alejandrino:
[…] el Logos de Dios, el hijo Jesús, es nuestro Pedagogo: el único verdadero, bueno, justo, a imagen y semejanza del Padre, […]. El divino pedagogo es digno de nuestra plena confianza, porque posee las tres más hermosas cualidades: el saber, la benevolencia y la franqueza (El Pedagogo, 1994, p. 263).
            Estas tres cualidades son rescatadas por Clemente de Platón, en efecto, comentan Merino y Redondo (1994) que “el Gorgias utiliza, efectivamente, estas tres palabras” (p. 263), el saber, la benevolencia y la franqueza; y es que la confianza del hombre en el Pedagogo radica en que este es benevolente, y “la benevolencia no es otra cosa que querer el bien del prójimo” (El Pedagogo, 1994, p. 263), si el Pedagogo es benevolente, quiere el bien del hombre por eso es digno de confianza.
            Ya en la parte final del primer libro de la obra El Pedagogo de Clemente de Alejandría, se hace una especie de resumen, que viene a compendiar el gran significado de la acción pedagógica del Logos-Pedagogo, es decir, sintetiza la paideia divina expuesta en todo el libro, por ello es necesario hacer referencia a que:
Este conjunto está formado por los preceptos del Señor, que, siendo instrucciones divinas, han sido consignadas por escrito como mandamientos espirituales, útiles para nosotros y para nuestros prójimos. […] Así pues, según la pedagogía divina, los deberes son necesarios: han sido prescritos por Dios y están ordenados a nuestra salvación (El Pedagogo, 1994, p. 277).
            Con mucho esfuerzo, al leer las páginas de El Pedagogo, se ha tratado de dar a conocer, en este capítulo, la filosofía de la educación, pero desde la perspectiva de la paideia divina que, Clemente de Alejandría supo compendiar; él, que fue también un pedagogo dedicado a la educación de los que acudían a la Escuela Catequética de Alejandría, lo hizo en su obra escrita, tomando toda referencia de las Sagradas Escrituras y, como ya se ha dicho, bebiendo de filosofías paganas que antes de convertirse había conocido. Al final se tiene un programa pedagógico totalmente aceptable dentro los parámetros del cristianismo.
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 CAPÍTULO 3
Crítica y aporte personal
3.1. La paideia divina, método que ilumina la pedagogía actual
            En el capítulo anterior se analizó de manera extensa lo que Clemente de Alejandría rescataba de la paideia divina, especificando aquellas estrategias pedagógicas aplicadas por el Logos-Pedagogo de la humanidad en su acción educativa; sin embargo, ahora se desplegarán algunas críticas concebidas con la mayor prudencia, tratando de abreviar en este sentido lo que el Alejandrino propone como método de educación.
            Es momento de responder a las interrogantes que, de seguro se vinieron a la mente embotada de conmoción, al leer este trabajo de investigación, pues en el contexto filosófico en que se maneja esta tesis, cabe preguntarse si un Logos-Pedagogo, cuya existencia se remonta a más de 20 siglos, sea capaz de mantener vigente su pedagogía.
            Para dar inicio a este apartado, se retoma la idea de Clemente, que al comparar la iniciativa pedagógica del Logos-Pedagogo, concluye que:
Como el general que dirige el cuadro de su ejército, velando por la salvación de sus soldados, o como el capitán que pilota su barco procurando poner a salvo a la tripulación, así el Pedagogo, por su solicitud hacia nosotros, indica a sus niños el estilo de vida saludable (El Pedagogo, 1994, p. 187).
            Y es que el Logos-Pedagogo de la humanidad, se reconoce como único guía de la educación del hombre, educación para la salvación. Sin la iniciativa del Logos-Pedagogo, en ayudar a sus niños, sin esa ‘solicitud’, sería imposible que el hombre se formase en una vida virtuosa, pues, ¿qué mejor guía que Aquél que es el Camino? El Pedagogo es guía y camino de los hombres.
            Las imágenes y comparaciones utilizadas por el Alejandrino para enseñar la paideia divina, hacen que acuda sin demora a frecuentes analogías, en las que pretende dejar claro, con un lenguaje humano el quehacer divino. Al respecto, volviendo a la imagen del piloto, expresa que:
Así como el piloto no siempre se deja llevar por los vientos, sino que a veces enfila la proa hacia las borrascas, así [también] el Pedagogo no se deja llevar de los vientos que soplan en nuestro mundo, ni pone al niño frente a ellos, como si fuera un barco, para que lo destrocen, sumergiéndose en una vida animal y licenciosa; y es solamente entonces cuando, impulsado únicamente por el Espíritu de la verdad y bien equipado, sujeta con firmeza el timón del niño -sus orejas, quiero decir-, hasta que le hace anclar sano y salvo en el puerto celestial (El Pedagogo, 1994, p. 187).
            La riqueza teórica de esta cita es incomparable, pues hay varios puntos a considerar. En primer lugar, el Logos-Pedagogo no es malicioso, es decir, no pretende abandonar a sus niños frente a las dificultades, esta no es su pedagogía. En segundo lugar, el Logos-Pedagogo actúa impulsado por el ‘Espíritu de la verdad’, el cual es asistente de su paideia divina. Y en tercer lugar, expresa que el Logos-Pedagogo sujeta con solidez la dirección del niño, sus ‘orejas’, para conducirlo a la salvación.
            El hecho de que Clemente establezca las orejas del niño como su timón o dirección, no es para nada extraño, pues, como venía afirmando la tradición judía, “la ley fue una antigua gracia que el Logos dio por medio de Moisés” (El Pedagogo, 1994, p. 199), esta ley fue trasmitida a viva voz, lo que exigía del pueblo una escucha atenta, por ello Clemente concluye que son las orejas el timón del niño, pues si se le manifiesta la ley, se le muestra y se le conduce por el camino de la salvación.
             Como se ha visto hasta ahora, la paideia divina es capaz de iluminar la pedagogía de los días actuales, pues, según lo expresado por Clemente, el Logos-Pedagogo se vale de los humanos como instrumentos, para aplicar sus métodos de corrección, con los cuales pretende formar al hombre. Al respecto, Clemente está consciente de que “antiguamente, el Logos educaba por medio de Moisés; […] la Ley es, pues, la pedagogía de los niños difíciles de sujetar […]” (El Pedagogo, 1994, p. 261), con esto se deja claro que el hombre es solo un instrumento de la pedagogía del Logos, y este lo que hace es trasmitir lo que ha recibido del verdadero Pedagogo, Jesucristo (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 31).
            Ahora, solo queda preponderar la metodología de la paideia divina expresada en el libro primero de El Pedagogo, para que esta pueda facilitar a los pedagogos actuales un itinerario de instrumentos con los cuales logren la instrucción de aquellos que en sus manos se les ha confiado una educación. Para ello es necesario mencionar cada uno de los estilos de la pedagogía del Logos, a saber: la amonestación, la represión, el reproche, la reprimenda, la reprobación, la reprensión, el regaño, el improperio, la recriminación, la queja, el vituperio y la reprimenda (cfr. El Pedagogo, 1994, p.p. 227-237), si el verdadero maestro se valió de ellos, ¿por qué no los pedagogos actuales?
            Es considerable que el Logos-Pedagogo tenga la solicitud de educar a sus niños, lo hace principalmente porque los ama, y es que “es natural que Dios ame al hombre, porque es su criatura” (El Pedagogo, 1994, p. 87), lo que viene a significar la principal característica que un pedagogo debe tener a la hora de enseñar: el amor; y esto es realmente así, pues como lo refiere Guillén (s/f), “la educación no es solamente obra de ciencia; es, además obra de afecto. El afecto es el fermento de la acción pedagógica, que sin él es árida, pesada y, hasta cierto punto, perjudicial” (p. 16), es decir, el principal interés de una acción educadora ha de ser el amor.
            En el discurso que se ha mantenido hasta ahora, ya se ha dejado claro el objetivo de la paideia divina, a pesar de ello, hay que ser conscientes de que, en el tiempo y en la época de Clemente, este objetivo era el único y no había otro, pues como es de suponer, en aquel tiempo todavía no estaban conformadas oficialmente las escuelas y universidades ‘integrales’, es decir, donde se enseñaran las diferentes ciencias que ahora se conocen. Por ello, a todo este conglomerado de ideas forjadoras de la virtud en el hombre, es necesario agregarle una motivación actualizada, y es que:
La verdadera educación, al mismo tiempo que estimula el aprendizaje de una técnica, debe realizar algo de mayor importancia; debe ayudar al hombre a experimentar, a sentir el proceso integral de la vida. […]. Solo el amor puede crear la comprensión de los demás. Donde hay amor hay comunión instantánea con los otros, […] (Krishnamurti, 1972, p.p. 19-23).
            Krishnamurti expresa con este pensamiento que una educación, ante todo, debe tener como objetivo la liberación del hombre (cfr. La educación y el significado de la vida, 1972, p. 22), liberación que le encamine hacia la felicidad, sin embargo, el mismo autor expresa que “la educación, pues, en su verdadero sentido, es la comprensión de uno mismo, porque dentro de cada uno de nosotros es donde se concentra la totalidad de la existencia” (p. 15), con esta concepción, se puede coincidir con Clemente de Alejandría, ya que:
En nosotros mismos, mis pequeños, ha sido construida una base de verdad, un fundamento de sólida gnosis para el templo sagrado del gran Dios, un hermoso incentivo, un ferviente deseo de vida eterna, que se alcanza mediante una obediencia digna del Logos y que está enraizada en el fondo de la inteligencia (El Pedagogo, 1994, p. 69).
            No hay por qué confundirse en estos pensamientos, ya que verdaderamente se relacionan, pues cuando Clemente menciona ‘el templo sagrado del gran Dios’, está refiriéndose, como es de suponer, al cuerpo humano, como lo expresa la gran cantidad de citas paulinas en las que se hace referencia a esta concepción del cristianismo, (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 69), y ese cuerpo humano, equivale al ‘nosotros mismos’ de Krishnamurti.
            El planteamiento pedagógico del Alejandrino no está en nada alejado de los pensadores modernos o contemporáneos, pues lo que es común al hombre de hace 20 siglos, puede ser común al hombre de los días recientes, al respecto, cabe recordar lo que Clemente de Alejandría anota en El Pedagogo, al iniciar su desarrollo, cuando menciona que, “tres cosas hay en el hombre: costumbres, acciones y pasiones” (1994, p. 71), con esta premisa, Clemente está revelando que la educación del Logos-Pedagogo involucra la lucha contra esas ‘costumbres, acciones y pasiones’ (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 71).
            Immanuel Kant, piensa de manera parecida a Clemente, pues reflexionando en la educación de los hombres llega a la conclusión de que:
Un hombre es tanto menos libre e independiente, cuantos más hábitos tiene. El hombre, como todos los demás animales, conserva cierta inclinación a lo que se le ha acostumbrado desde el principio. Impídase, pues, que los niños se habitúen a alguna cosa y que nazca en ellos ninguna costumbre (Pedagogía, 2013, p. 54).
            La idea que apoya Clemente de Alejandría e Immanuel Kant, es que, mientras que el hombre se siga rigiendo por aquello a lo que está naturalmente inclinado, es decir, el mal, no será libre del todo, y como ya se ha mencionado, la libertad en el hombre es fundamental para efectuar en él una acción pedagógica.
            Clemente de Alejandría, se cuestiona “¿qué es, pues, lo que desea y lo que promete el Pedagogo? Con sus obras y con sus palabras manda lo que debemos hacer, y prohíbe lo que debemos evitar […]” (El Pedagogo, 1994, p. 91), esta cita ya ha sido considerada en el capítulo anterior, sin embargo, se vuelve a traer ahora, para compararla con esta otra, que corresponde al pensamiento de san Josemaría Escrivá de Balaguer: “no olvides que antes de enseñar hay que hacer. -«Coepit facere et docere», dice de Jesucristo la Escritura: comenzó a hacer y a enseñar. –Primero hacer. Para que tú y yo aprendamos” (Camino # 342), lo que apoya la tesis del Alejandrino.
            En fin, si un maestro pretende educar a sus alumnos, si un pedagogo pretende guiar a sus niños, la mejor manera de hacerlo es enseñándoles con el ejemplo, no hay duda de esto.
3.2 Algunas consideraciones finales sobre la filosofía de la educación
         Al iniciar el desarrollo del tema de la filosofía de la educación, entró a relucir si podría existir el término ‘filosofía de la educación’, incluso puede llegar a pensarse que se esté tratando de una redundancia en cuanto a la aplicación de los términos ‘filosofía’ y ‘educación’. En este apartado, es necesario considerar que: “sostener que el singular contenido de la filosofía de la educación procede de la filosofía general, es afirmar que la así llamada teoría educativa es sustancialmente teoría filosófica aplicada a la educación” (Neff, 1973, p. 18), el mismo autor, reconociendo la unión intrínseca de estos dos términos expresa que:
Cuando John Dewey definió a la filosofía como ‘la teoría general de la educación’, quiso destacar que es en la educación donde la filosofía debe poner el acento; que una filosofía que no tenga nada que decirle a la educación es esencialmente estéril, porque no incide en la cultura de un pueblo (1973, p. 18).
            Se tiene ahora la consideración de que la filosofía es, en sí misma, una acción pedagógica, en cuanto a que esta, como es sabido, estudia a Dios, al mundo y al hombre, todos estos presentes en un mismo medio, y por su parte los fines de una educación están en convenio con las diferentes necesidades e ideales del hombre, tomando en consideración su doble aspecto humano y social (cfr. Guillén, s/f, p. 9), y es en este doble aspecto del hombre, donde la filosofía y la educación se encuentran para no divorciarse.
            La concepción de Clemente sobre la ‘filosofía’ comparte mucho de lo que se ha propuesto hasta ahora, pues el Alejandrino declara que “a la misma filosofía se la define como práctica de la recta razón” (El Pedagogo, 1994, p. 273), pero además de esto, Clemente también está claro en las diferencias entre las filosofías existentes, pues, con este cometido otorga a Platón el título de “discípulo de la filosofía extranjera” (El Pedagogo, 1994, p. 457), es decir, de la filosofía pagana, y en otro apartado afirma que “Platón, filósofo que buscó apasionadamente la verdad, denuncie la vida placentera, reavivando así la llama de la filosofía hebrea […]” (El Pedagogo, 1994, p. 315), entonces para Clemente hay una filosofía pagana o extranjera, y una filosofía hebrea.
            En consumación, el Alejandrino tiene claro que “la filosofía es la ciencia del bien y de la verdad, rectitud de intención y pureza de vida […]” (Merino y Redondo, 1994, p. 273), con lo que acepta de la filosofía pagana algunas concepciones para adaptárselas a la hebrea, y de esa manera presentar su filosofía cristiana, o en otras palabras, su paideia divina. Sin embargo, también para Clemente la filosofía será lo que para nuestros días: “saber racional, ciencia en el sentido más amplio de la palabra y por tanto concepción del mundo y del hombre” (Albornoz, 2014 p. 73), en Clemente del mundo, del hombre y de Dios.
            Es curioso notar cómo Clemente, al iniciar su segundo libro en El Pedagogo, deja clara la tesis de que es a partir de las Sagradas Escrituras, de donde se sacan los ejemplos de la acción pedagógica del Logos-Pedagogo, por ello, al ir cerrando las consideraciones sobre la teorización de la paideia divina, es preciso demostrar con las mismas palabras del Alejandrino este hecho tan importante:
Prosiguiendo con nuestro empeño, ahora vamos a describir brevemente, a la luz de los textos de la Escritura relativos a la parte práctica de la pedagogía, la conducta que debe observar siempre todo aquel que se llame cristiano. Hemos de comenzar por nosotros mismos y cómo es necesario comportarse (El Pedagogo, 1994, p. 281).
            Un gesto importante a precisar a partir de esta cita, es que Clemente determina a quién va dirigida su pedagogía, es decir, su concepción pedagógica de la misma acción pedagógica del Logos-Pedagogo, y en este caso deja implícito que es a los llamados ‘cristianos’ a quienes se dirige dicho plan educativo. Esto no debe traer mayor complicación, pues, como se sabe, el autor que se está estudiando es profundamente cristiano.
            Por su parte, como ya se ha mencionado, Clemente es uno de los más destacados exponentes de la patrística, cuyo objetivo era “adaptar el neo-platonismo una de las formas reaccionarias de esa filosofía, a la justificación del cristianismo” (Rosental y Ludin, s/f, p. 400), de ahí que su pensamiento encuentre concepciones platónicas.
3.3 Breve exhortación pedagógica para Venezuela
Sería una falta grave dar conclusión a esta síntesis filosófica sin abordar, si quiera, el tema de la educación en Venezuela, al respecto se considera necesario precisar dos cosas, la primera es que “si la educación es una verdadera y estratégica prioridad, es decisivo lograr que los mejores hijos de Venezuela sean educadores” (Ugalde, 2012, p. 21), ya que, como bien es de admitir este país necesita de gente que, como el Logos-Pedagogo dediquen todos sus esfuerzos por ‘guiar a los niños’ de la patria por un camino sano, bien estructurado, con bases sólidas, con ideales humanos.
            Pero, para lograr este objetivo, de acrecentar la calidad y cantidad de los educadores en Venezuela, se hace evidente que “la clave de una buena educación es el educador que está vocacionalmente motivado, preparado, con iniciativas y creatividad, bien remunerado y consciente de su valía social” (Ugalde, 2012, p. 21), ‘vocacionalmente motivado’ en cuanto a que considera noble la causa por la cual trabajará, ‘preparado’ en cuanto a una excelencia en la formación, ‘con iniciativas y creatividad’ en cuanto al dinamismo y reajuste de las exigencias de la actualidad, ‘bien remunerado’ en cuanto al justo salario que merecen y, por último, ‘consciente de su valía social’ pues de otra manera no se destacará en su labor.
            Venezuela debe volver a los ideales de grandes educadores venezolanos, y cómo no mencionar la indiscutible obra pedagógica de Don Andrés Bello. Al respecto, Luis Beltrán Prieto Figueroa refiriéndose a Bello expresa que:
Tenemos así en Bello las cuatro avenidas para llegar a la formación del hombre a la medida de los tiempos modernos, consideradas por el humanismo contemporáneo, que nosotros hemos denominado “humanismo democrático”: Cultivo de las humanidades, comenzando por la lengua materna; estudio de las ciencias; aprendizaje de las técnicas y formación cívica, con el aprendizaje de lo que hoy se denomina “educación o instrucción cívica” (Prieto, 1971, p. 19).
            Luis Beltrán Prieto Figueroa es otro eminente pedagogo venezolano, él presenta, como se ha visto, a la figura de Andrés Bello como el hombre que puede dar luces a la renovación de la pedagogía en este país, Prieto también reconoce el alcance que tuvo el pensamiento de Bello, por ello afirma que:
Nada más comprometedor para un hombre de nuestra época, acuciado por preocupaciones, y apenas con el tiempo indispensable para meditar sobre ellas, que intentar una presentación de las ideas educativas de Don Andrés Bello, el destacado venezolano que, a fuerza de su compenetración con los problemas de nuestro Continente, sobrepasó las fronteras de la patria y fue a rendir obra meritoria, que alcanza a todos los hombres de varias generaciones en América (1971, p. 31).
            Lo que se rescata de esto es que, todavía hay una gran fuerza y optimismo por hacer las cosas bien, hay un ideal en renovar la educación para que los niños de la patria tengan un mejor futuro, hay también un esfuerzo por hacer de cada hombre un ciudadano útil a su nación, en todo esto, el Logos-Pedagogo puede ayudar, pues “si tomamos por ley al Logos, comprobaremos que sus mandamientos y consejos son los caminos cortos y rápidos que nos llevarán a la eternidad, pues sus mandatos están llenos de persuasión, no de temor” (El Pedagogo, 1994, p. 93), en resumidas palabras: educar con el amor.
Definitivamente los mandatos del Logos-Pedagogo son mandatos de amor, pues “si el Logos no odia a ninguno de los seres que por él han sido hechos, consecuentemente los ama” (El Pedagogo, 1994, p. 205), y porque los ama los educa, siempre aplicando la pedagogía divina con la práctica del amor y la libertad. Venezuela necesita mucho amor en su educación, por lo que es importante reconocer que:
La filosofía como comprensión de la totalidad y sentido del desarrollo de esa totalidad, es indispensable e imprescindible. Aquellos que tienen el poder (no el saber) para imponer en la educación sus concepciones acerca del progreso como crecimiento cuantitativo, esto es, simplemente técnico, le hacen un grave daño a los seres humanos (Vásquez, 1994, p. 23).
            Y más adelante, el mismo autor expresa que:
Refuerzan la limitación, la mutilación de los hombres, su parcelación; la educación así concebida no es una educación para la liberación progresiva, sino una educación para la esclavitud y la opresión (1994, p. 23).
            La educación del Logos Pedagogo es liberadora, no es excluyente sino incluyente. Es una educación que beneficia a todos, y a todos va dirigida, a los que la acepten.
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CONCLUSIÓN
El hecho de encontrarse con los principales educadores de la antigüedad griega, como base fundamental para el pensamiento filosófico de Clemente de Alejandría, se vio concretado en el momento en el que se consideró a autores como Homero, Sócrates, Platón, Aristóteles y los estoicos en general, lo que lleva a la inequívoca conclusión de que Clemente de Alejandría, conjuga y aplica el pensamiento de estos filósofos; su obra literaria se encuentra, casi excesivamente, enriquecida con citas de uno y otro de estos pensadores de la antigüedad griega.
A partir de esto, también se puede considerar la formalidad y profundidad filosófica del Alejandrino. Clemente no solo fue un apasionado aprehensor de la fe cristiana, sino que, de igual manera un intelectual comprometido con aplicar los saberes de la época para apoyar y fundamentar su fe, es por eso que con la lectura de El Pedagogo y las demás obras de Clemente, sale a relucir su fascinante manera de expresar las ideas, tomando en consideración lo que otros, anteriores a él ya habían dicho, y que para el cristianismo viene a representar una luz del Espíritu Santo.
Cuando se analizó la paideia divina en el libro primero de la obra El Pedagogo de Clemente de Alejandría, se hizo con el propósito de realizar una búsqueda de la filosofía de la educación, objetivo justificado con el importante número de citas hechas al autor, en las que se manifiesta una verdadera filosofía de la educación, orientada desde la perspectiva de la paideia divina, termino explicado y revalorizado por el pensamiento de Clemente.
Ya en esta parte final del trabajo de investigación, al desplegar algunas críticas y aportes personales a la concepción pedagógica de Clemente de Alejandría tomadas de su primer libro de El Pedagogo, se refuerza la idea de una filosofía de la educación, idónea de alinear con los métodos de educación de la actualidad, pues como se ha demostrado, el cristianismo que rige la paideia divina contiene los valores más esenciales para formar a la persona humana.
La paideia divina, estudiada a profundidad se constituye en un método que ilumina la pedagogía actual, con sus aportes, con sus herramientas pedagógicas puede auxiliar eficazmente al mundo de hoy, en la tarea de guiar a los niños hacia una vida recta, el alma humana por naturaleza buscará encontrarse con Dios, pues bien, el objetivo de la paideia divina es este, asemejarse a Dios para llevar una vida feliz.
Al presentarse algunas consideraciones finales sobre la filosofía de la educación se pretende dejar claro que, la acción pedagógica va de la mano con la filosofía como ciencia, es más, como se ha reconocido, si la filosofía no aporta nada a la educación de los hombres es infecunda, es decir, no cumple con su sentido más genuino, que no es otro que formar al hombre en el uso de la razón.
Sin tratar de desviar la atención del tema central que se estudió, es preciso presentar brevemente una exhortación pedagógica para Venezuela, este país que sufre actualmente, encuentra la razón de sus sufrimientos en la falta de educación, además, la propuesta de Clemente viene a dar un respiro novedoso y esperanzador a una nación cuya educación va cada día en mayor decadencia.
Por último, todo este recuento de aseveraciones filosóficas, apoyan la propuesta inicial, pues como se ha de concluir, se está presentando una filosofía de la educación analizada desde la perspectiva de la paideia divina que desarrolla esquemáticamente Clemente de Alejandría en la segunda obra de su trilogía, llamada El Pedagogo, presentación que como se demostró, se convierte en un método capaz de auxiliar y orientar a las pedagogías de la actualidad.
            Antes de concluir definitivamente este estudio, es necesario aclarar que, se ha tratado de presentar un método, una estrategia pedagógica, por lo contrario nunca se ha desechado cualquier otra pedagogía, ya que, como lo manifiesta Alix Madrid en el libro Pensar la Educación, “en la actualidad, dentro de los grupos más reflexivos en materia educativa, aumenta el convencimiento de que ninguna perspectiva teórica puede erigirse, por sí, como suficiente para explicar y comprender la complejidad que encarna el proceso de enseñanza-aprendizaje” (Pensar la Educación, 2007, p. 136), porque como es de suponer, este proceso tiene un sinfín de consideraciones que por más que se quiera, una sola propuesta no podría abarcarlas en su totalidad.
            Como lo plantea Clemente, en el proceso de aprendizaje, es necesaria la presencia de un pedagogo, al respecto, Alix Madrid (2007) hablando sobre el pedagogo latinoamericano Paulo Freire, expresa que “Freire construyó sus postulados educativos y su praxis pedagógica […]. Esto puede ilustrarse al revisar algunas de sus ideas célebres, la primera de ellas: «Nadie educa a nadie, pero nadie se educa enteramente solo»” (Pensar la Educación, 2007, p.p. 142-143), lo que permite apoyar la tesis de Clemente de la presencia obligatoria de un Pedagogo que cumpla con lo que su etimología le invita.
            Esta presencia necesaria de un Pedagogo no elimina para nada la libertad que como creatura de Dios tiene el ser humano, así lo comprende el cristianismo, al respecto san Josemaría Escrivá de Balaguer expresa que:
No somos marionetas. Dios nos ha querido libres, dueños de nuestros actos. «La fe cristiana nos lleva a ver el mundo como creación del Señor, a apreciar, por tanto, todo lo noble y todo lo bello, a reconocer la dignidad de cada persona, hecha a imagen y semejanza de Dios, y a admirar ese don especialísimo de la libertad, por la que somos dueños de nuestros propios actos […]» (Orar, 2010, p. 190).
            Y en este sentido Clemente de Alejandría también piensa lo mismo, porque él “es un enamorado del mundo y de la vida, y de todo lo bueno y bello que hay en ellos” (Merino y Redondo, 1994, p. 16), y de igual manera es consciente de la libertad que el Creador ha puesto en sus niños, por ello el Alejandrino pregunta a los lectores de su obra “¿no sabéis que ya no estamos bajo la dirección de aquella ley informada por el temor, sino bajo el Logos, el Pedagogo de la libertad?” (El Pedagogo, 1994, p. 141), la libertad es primordial para la acción pedagógica.
 Merino y Redondo cierran esta idea al afirmar que “como ya hemos indicado, para Clemente, el hombre, a imitación de su Pedagogo divino, tiene libertad de decidir y de aceptar en sí mismo la educación del Logos, que es una educación en la libertad, mediante decisiones libres […]” (1994, p. 141), es por eso que el Logos-Pedagogo de la humanidad se encarga primero de mostrar la felicidad futura a la que puede llegar el hombre si cumple, dentro de los límites de la libertad, con lo establecido por los mandamientos de Dios.
Parece que la paideia divina apunta en favor a las exigencias del reinante humanismo en el cual se desenvuelve el hombre, pues, Clemente reconoce que el Logos-Pedagogo “concede el primer impulso para la conversión al libre albedrío del alma” (El Pedagogo, 1994, p. 229), en otras palabras, el Alejandrino está reafirmando una vez más la existencia de la libertad humana (cfr. Merino y Redondo, 1994, p. 229).
Ahora finalmente, con la siguiente invitación de Clemente de Alejandría se dan por terminadas las fructíferas discusiones de este asunto filosófico de la educación:
Nosotros, hijos de un buen Padre, alumnos de un buen Pedagogo, cumplamos la voluntad del Padre, escuchemos al Logos, e imprimamos en nosotros la vida realmente saludable de nuestro Salvador. Viviendo ya desde ahora en la tierra la vida celestial que nos diviniza, unjámonos con el óleo de la alegría, siempre viva, y con el perfume de la pureza, contemplando la vida del Señor como un luminoso ejemplo de incorruptibilidad y siguiendo las huellas de Dios (El Pedagogo, 1994, p. 267).
            ¿Puede existir alguno que dude en que el Logos-Pedagogo, es el único y verdadero Pedagogo de la humanidad? Parece evidente que no, ya que absolutamente todo lo que en este trabajo se ha dicho y argumentado, ha sido con el objeto de fundamentar tan atrevida intención. A los pedagogos humanos les queda entonces conocer e imitar al Logos-Pedagogo de Dios y ser de este un fiel instrumento en la educación de los hombres.
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ANEXOS

Cristo Pantocrátor
El Logos-Pedagogo de la  humanidad

P.A
García

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