lunes, 22 de abril de 2019

Resumen de las Misiones de Semana Santa en Aricagua

LOS AZULES Y TIERRA SANTA

«Yo soy yo y mis circunstancias» Ortega y Gasset. 


Felizmente cumplí con el tiempo de Misiones de Semana Santa, que este año 2019 se estableció desde el Jueves 11 de abril, con la Celebración de la Misa Crismal, hasta el Domingo de Pascua de Resurrección 21 de abril.

Ahora puedo contestar, cuando la gente me pregunte: ¿cuánto le falta?, solamente dos semanas, sí, dos semanas santas, ya que es costumbre responder de esa manera, y a mí me gusta agregar: más me faltaba cuando empecé. Ahora puedo decir confiado que el tiempo de Dios es perfecto, realmente sé que él va haciendo su obra en mi vida. Dios quiera y no esté equivocado.

Inicialmente fui designado a la Parroquia San José de Mucuchachí, pero por razones ajenas a mi voluntad, los presbíteros Albeiro y Gerardo Ramírez decidieron dejarme en la Parroquia Santuario Arquidiocesano Santo Cristo de Aricagua, donde iría a misionar a las comunidades de Hato Viejo y Pueblo Viejo, pues según ellos desde la comunidad de El Naranjo de Mucuchachí sería imposible la comunicación y el padre Gerardo se comprometió a asistirlos con al menos una celebración eucarística. Todo esto se decidió antes de salir del Seminario.

Llegamos a Aricagua el jueves a las 8:00pm, luego de tener un excelente viaje con la respectiva parada en la antena desde donde se ve la población de El Morro, allí tuvimos una suculenta merienda: un kilo de fresas, las cuales duraron en la bolsa hasta que se acabaron. Jorge Rojas, de I de Filosofía era el otro compañero seminarista que nos acompañaba para Aricagua, él estaba asignado para El Cañadon.

El jueves en la noche acompañé a Jorge a conocer el Santuario del Santo Cristo de Aricagua, yo ya había conocido el lugar en diciembre de 2017, cuando estuve por las misiones de Adviento en la Comunidad de Mocomboco y El Platanical.

El Santuario de Aricagua es por fuera poco atrayente, su torre alta y sencilla es una estructura destinada únicamente a soportar las cuatro campanas que posee la parroquia, una de ellas muy deteriorada. Por dentro el templo es una delicia pictórica, pues sus altas pinturas, asemejándose a las del Santuario de Bailadores, ornamentan aquel “Betel" haciéndolo digno de resguardar la venerable talla de madera de un Cristo agonizante, pues su ojos abiertos así lo manifiestan. De las pinturas del Santuario llama la atención los cuadros de Mons. Baltazar Porras y Mons. Luis Alfonso Márquez. El primero no guarda fidelidad al personaje, pues el tono de piel usado fue más claro que en la realidad; el segundo sí es fácil de reconocer, ya que la sonrisa de Mons. Márquez es muy fácil de asimilar, es propia, además de toda su persona. Otro detalle característico del Santuario son sus vitrales, en particular me gusta ver el del Siervo de Dios Mons. Miguel Antonio Salas.

Esa noche Jorge y yo rezamos el Santo Rosario, ofrecido por las misiones y por los demás hermanos seminaristas, como es mi costumbre. Este día ocurrió un detalle que no puedo pasar por alto, Jorge rezó de manera espontánea las letanías a nuestra Señora y solamente le faltó (Reina de las Vírgenes) cosa que me agradó mucho, pues no he sabido de algún seminarista que se sepa de memoria todas las letanías. Obviamente al finalizar el rezo le mencioné la letanía que se le escapó y no dudé en felicitarlo: dignísimo hijo de María.

El viernes 12, a media mañana buscaron al padre Gerardo que iba para Campo Elias. A Jorge, que fue enviado a la comunidad de El Cañadon, lo buscaron en horas de la tarde, pero a mí no me buscaron para ir a Hato Viejo y Pueblo Viejo, por lo que tuve que pasar ese viernes en la casa parroquial de Aricagua.

En la mañana, después que el padre Gerardo se fue, estaba organizado en Aricagua un Vía Crucis "viviente" a cargo de las instituciones educativas y como anfitriona la Escuela "Francisco Antonio Uzcátegui", al que Jorge y yo asistimos; la presencia del padre Albeiro, revestido con sotana blanca, reclamó la seriedad que aquel acto de piedad merecía, pero las risas no pudieron aguantarse ante la actuación de los jóvenes en el momento de la negación de Pedro, pues al acabarse la última negación, cuando corresponde el canto del gallo, a un joven que fungía como soldado le acercaron el micrófono, y él muy seguro de su acto cantó como lo hace un gallo: ¡kikiriki!. Fue imposible resistir ante semejante telón, de ahí en adelante nos dispusimos a observar las escenas del Vía Crucis que los jóvenes del Liceo representaban, disfrazados, algunos de ellos, con las casullas y albas de antigua usanza. Pilato vestía una hermosa casulla verde y Herodes una morada. Sólo en Venezuela.

Frente a la escuela, desde donde se dio inicio al Vía Crucis, está el primer automóvil que llegó a Aricagua, promovido por el Pbro. Lic. Pedro Antonio Moreno Uzcátegui, cuando éste fue Cura Párroco de esta localidad. Se trata de un Willys, sin las dos puertas, color verde, techo de lona negra y se conserva en muy buen estado, reposando sobre un gran pilar triangular de concreto y en la base una placa conmemorativa. En el parachoques del pequeño vehículo están los nombres de los demás ayudantes que hicieron posible la llegada de ese aparato sobre ruedas.

Ese viernes no me vinieron a buscar, es así como pernocté nuevamente en la Casa Cural. En la tarde estuve atento por si me buscaban pero la espera fue en vano. El padre Albeiro decidió que si el sábado antes de mediodía no aparecía nadie por mí, me cambiaría de destino, tal y como sucedió.

El sábado 13 de abril en horas de la tarde el padre me envió a una comunidad donde sí esperaban con ilusión la presencia del seminarista, se trata de Los Azules, comunidad más cercana al pueblo y mejor organizada y participativa que muchas otras del Municipio Aricagua. Llegué a casa de Doña Justina Rivas de Castillo y su esposo Don Rafael Castillo, allí es donde se hospeda siempre a los seminaristas que van para esa comunidad. Rápidamente me hablaron de los seminaristas anteriores: Elis Fernando Gutiérrez Rojas en diciembre de 2015; Eduardo Ismael Gotopo Ruiz en diciembre de 2016; y Ender  de Jesús Toro Castillo en diciembre de 2018.

Organicé la maleta en la habitación asignada, que es la sala de aquella casa. Fui solo a la capilla a conocerla, está unos 200 metros más abajo, estaba abierta, pues tiene la presencia del Santísimo Sacramento del Altar. Es una capilla de tamaño regular, suficiente para los habitantes de esa aldea. Tiene escasamente 20 años de haber sido remodelada. Cuenta con una "casa cural" que todavía no está amueblada ni totalmente acondicionada. La patrona de la capilla es la Inmaculada Concepción. El altar mayor es fijo y lo preside un gran crucifijo de yeso, de procedencia colombiana, donado en 2012 por don Rafael Castillo. La capilla del Santísimo está a mano izquierda entrando. Tiene solamente dos ventanas al lado derecho entrando, que dan con el camino principal de tierra. Ese sábado supe que Los Azules se llama así por el tipo de tierra que en ese lugar se puede conseguir, es decir, su tonalidad es azul, como si estuviera compuesta por piedra de río molida.

DOMINGO DE RAMOS

El domingo de Ramos o de la Pasión del Señor fui temprano a rezar a la capilla, luego de notar que muchas personas bajaban a misa al pueblo me animé también y decidí bajar caminando. En el trayecto me alcanzó en una moto uno de los visitantes que también se hospedaba en casa de doña Justina. Llegamos al pueblo y pude participar en la misa dominical. Antes conocí a la señora Cira de Torres, madre del Pbro. José Yonelis Torres y pude saludar también al señor José padre del mismo sacerdote, ellos eran los encargados de esa misa dominical. En la misa participé en la lectura de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas, como narrador (C), el diácono Juvencio hizo de (S) u otros personajes, y el padre Albeiro hizo de (+) Jesucristo. Al despedir la misa el padre anunció que la radio ya servía u que había gastado 80 dólares, por lo que pedía la colaboración de todos. Además anunció que yo estaría atendiendo dos comunidades, a saber: Los Azules y Tierra Santa.
Fui a almorzar en la Casa Cural. Una señora de Tierra Santa conversó conmigo para organizar mis subidas a la comunidad. Después de almorzar esperé un poco a ver si me pasaban buscando para regresar. Decidí caminar, y una hora después de empezar a hacerlo me dieron la cola en una samurái blanca.
A las 4:00pm acompañé la Junta del Praesidium Inmaculada Concepción de la Legión de María, que trabaja en Los Azules. El presidente es el joven Leomar Castillo, fiel acompañante de los seminaristas. Se reúnen todos los domingos a dicha hora. Allí se nos hicieron las 5:00pm hora pautada para hacer la celebración de Domingo de Ramos. Asistieron un poco más de 40 personas, comulgaron pocas. Al finalizar la celebración nos organizamos la semana haciendo un pequeño programa de mis movimientos en las dos comunidades, quedando de la siguiente manera:
Domingo de Ramos: 4:00pm Junta de Praesidium de la Legión de María. 5:00pm Celebración de la Palabra de Domingo de Ramos.
Lunes Santo: 9:00am visita a los enfermos sector Los Ceibos. 2:00pm visita a los hogares de Tierra Santa. 5:00pm Celebración de la Palabra en la Capillas de Tierra Santa
Martes Santo: 9:00am visita a los enfermos sector Los Lechozos. 2:00pm visita a los hogares de Tierra Santa. 5:00pm Celebración de la Palabra en Tierra Santa.
Miércoles Santo: 9:00am visita a los hogares sector Los Palchos. 4:00pm procesión y vía crucis del Nazareno. 5:00pm Celebración de la Palabra en Los Azules.
Jueves Santo: 9:00am visita a los hogares sector Los Mangos. 3:00pm Hora Santa en Los Azules. 5:00pm Celebración de la Palabra en Tierra Santa. 7:00pm Celebración de la Palabra en Los Azules.
Viernes Santo: 9:00pm visita a los hogares sector Principal. 3:00pm Viacrucis viviente en Los Azules. 7:00pm Celebración de la Palabra en Tierra Santa.
Sábado Santo: 9:00am visita a los hogares sector Principal. 5:00pm Celebración de la Palabra en Tierra Santa. 7:00pm Celebración de la Palabra en Los Azules.

LUNES SANTO

El lunes como el domingo fui temprano a la capilla de Los Azules a rezar el Oficio de lectura y las Laudes. A las 9:00am salí en compañía de una niña y una señora a hacer la visita a los enfermos. Fueron 8 en total las comuniones repartidas. En el trayecto llovió fuerte y nos mojamos sin poder evitarlo, yo fui el que más se mojó, pues por la altura la sombrilla no cubría lo suficiente, además por el tipo de lluvia con viento fue imposible escapar de la lluvia. No esperamos a que parara la lluvia pues teníamos el tiempo medido. Me mojé de tal manera que las Hostias Consagradas que las llevaba en el pecho envueltas en un Corporal se mojaron también y se volvieron todas una misma forma, sin embargo pude despegar una a una a la hora de dar la comunión a cada enfermo. En las visitas la niña Freymary leía la oración por los enfermos que llevábamos en el Manual de Oraciones del Regnum Christi. Después de almorzar me dispuse a poner a secar los zapatos con el buen sol que se asomó.
En todas mis misiones anteriores siempre he usado la sotana todo el tiempo, pues llevo la sotana que tengo desde el curso Propedéutico en el 2013; esta vez no pude hacerlo, pues me traje la sotana nueva, la que mandé hacer para el rito de la Admisión y no puedo deteriorarla tan inconscientemente, sin embargo, para estar identificado, más que por mí, por la gente, usé la camisa clerical.
A las 4:00pm vinieron en una moto a buscarme para ir a la comunidad de Tierra Santa. Era un jovencito que parecía experto en el manejo de motos, pues aceleró de tal manera durante el dificultoso trayecto por carretera de tierra, que me hizo pensar que mis días en esta tierra terminarían de forma trágica. Dios cuide a todos los motorizados y les dé prudencia al manejar.
En Tierra Santa lo primero que hice fue preguntar por qué el nombre tan particular, me dijeron que así le había puesto un sacerdote, pero que el nombre más común era Pueblo Nuevo, y éste se debía a que hace unos años atrás, los temblores amenazaron con acabar el pueblo de Aricagua y ese lugar había sido comprado por un Gobernador para refundar allí la población. En realidad el sitio es bastante coqueto, posee una capilla construida hace aproximadamente 30 años, muy bonita, dedicada a la Virgen de la Paz, un poco descuidada, y una plaza con el busto del Libertador, sembrados sus alrededores de grama y en torno a la pequeña plaza unas 10 casas unidas.
En la capilla recé el Santo Rosario con una señora legionaria, lo supe pues me siguió en el rezo de la Catena Legionis. A las 5:30pm hicimos las Celebración de la Palabra con presencia de unas 20 personas. Solamente comulgó una. Les expliqué la programación pactada con la comunidad de Los Azules y estuvieron de acuerdo en el horario. En Tierra Santa o Pueblo Nuevo les agrada bastante la presencia del seminarista, de igual manera hacen el esfuerzo por participar de las actividades en la capilla. Al finalizar la Celebración se me acercaron varias personas y me explicaron que antes de comulgar querían confesarse, por lo que irían diligentemente el día martes a las confesiones en el pueblo, ya que el padre Albeiro lo tenía programado a partir de las 4:00pm.
Hoy supe que la gente de esta zona les llaman "ejercicios" a todas las actividades de la Semana Santa, como el Viacrucis o las celebraciones en la capilla.
A las 8:00pm me bajaron otra vez en una moto, la conversa con el que manejaba fue nutrida. Casi que un cuestionario de preguntas y respuestas, por un momento me sentí interrogado por un misterioso, pues no podía ver su rostro, era obvio, estaba manejando. No había luz eléctrica en Los Azules. Llegué a la casa de doña Jacinta y allí me esperaba una taza de chocolate caliente. Hablé un rato con los nietos de doña Jacinta y me fui a descansar.

MARTES SANTO

La rutina de la mañana es igual para todos mis días de misiones. A las 9:00am salí con Freimary a visitar los hogares del sector Los Lechozos. Fueron 10 casas en total. Gente muy sencilla. La conversa con la acompañante me comprometió a volver en 2022 a celebrarle la misa de los quince años, Dios nos de vida y salud y que esa sea su voluntad, volver como sacerdote. En la mañana llevé mi ropa a lavar a una casa vecina. Siempre en las misiones hago el esfuerzo de lavar mi ropa personalmente, pero tampoco puedo desairar a quien se ofrezca a hacer este oficio.
Mientras íbamos de una casa a otra se me ocurrió preguntar por nuestras hermanas las culebras, (como diría san Francisco de Asís) y me dijeron que si habían. Deseé no encontrarme con ninguna, pero, en horas de la tarde, cuando subía en moto para Tierra Santa, nos apareció una señora culebra que pretendía cruzar el camino, no pudimos esquivarla y le pasamos por encima, la desdichada quedó revolcándose, yo di gracias a Dios por haber estado seguro en ese momento, de lo contrario el grito se hubiese escuchado a 15 kilómetros a la redonda.
En Tierra Santa parece que no había un alma en las pocas casas cercanas a la capilla, por lo que me dispuse a caminar y aproveché de rezar el Santo Rosario con vista al pueblo de Aricagua. Al regresar a la capilla recé las Vísperas y medité algunas estaciones del Viacrucis.
A las 5:40pm iniciamos la Celebración de la Palabra con 10 personas que rápidamente se congregaron al toque de la campana. Había comenzado a brisar. Sin luz tuvimos que iluminar el Pan Diario con las linternas de los teléfonos. Al finalizar la Celebración nos quedamos conversando un rato y luego fuimos a la casa de una de las muchachas que estaban ahí. La brisa seguía y no parecía acabar. Esa noche me tocó dormir en Tierra Santa, la conversa en la noche se extendió hasta las 11:00pm, parecía que querían saber todo sobre Dios, y peor aún, parecía que yo supiera todo sobre Él.

MIÉRCOLES SANTO

8:45am ya era hora de levantarse. Este día amaneció muy lluvioso, por lo que las oraciones de la mañana (Oficio de lecturas y Laudes) las hice en la casa donde amanecí. Desayuno y a esperar que parara de llover, cosa que no ocurrió, por lo que invertí mi tiempo en leer un excelente texto literario filosófico de Jean Guitton «Mi testamento filosófico». Prefería leer a salir y mojarme como lo hice el lunes, es mejor prevenir un resfriado. Pude ir a la capilla de Tierra Santa y allí estuve un rato con unos niños haciendo estrellas de billetes del antiguo cono monetario, y todavía no paraba de llover. Almorcé y a las 3:00pm dejó de llover y pudieron bajarme en una moto. Mientras regresaba a Los Azules iba comiendo un dulce de panela de caña de azúcar, que llaman melcocha y por la irregularidad del camino me atoré, estuve a punto de pedir que nos detuvieramos un momento, pero gracias a Dios logré recuperarme. El motorizado notó mi lucha por sobrevivir y terminamos muertos de la risa.
Llegué a Los Azules y me puse la sotana. Fui a la capilla a dejar los libros para la celebración y encontré a unas personas terminando de arreglar el Nazareno, que fue amarrado a una silla y así lo adornaron con flores para la procesión, sobresalían las hermosas orquídeas. Nos dirigimos hacia el lugar de donde salia la procesión, allí nos dieron chocolate bien caliente, por lo que alguien dijo que faltaba el pan para arcompañarlo. A la dueña de la casa no le cayó en gracia tal comentario.
Uno de los devotos del nazareno se puso su traje morado y se sentó a tomar el chocolate en una silla parecida a la que habían usado para acomodar la imagen del Nazareno. A mí se me ocurrió decirle en voz baja al que llevaba la guitarra que cuánto más no pesaría ese Nazareno para la procesión, lo que nos pareció muy chistoso y no páramos de reír hasta que llegó el momento de iniciar la procesión. Fue tanta la risa y tan caliente el chocolate que sudamos notablemente. El guitarrista comentó que justo cuando uno tiene que estar más serio es cuando más le dan ganas de reír.
Para la procesión me puse el roquete y encima la muceta negra que me prestaron. Era la primera vez que la usaba para una actividad litúrgica. Invité a los presentes a rezar el Santo Rosario de camino a la capilla y entre cada misterio haríamos una canción, además de pararnos frente a los altares que algunas casas habían montado.
Llegando a la capilla hicimos la celebración de la Palabra del Miércoles Santo. Participaron un poco más de 30 personas. En la reflexión de las lecturas me acordé de lo que decía el Padre Cándido en la Catedral, que el morado de la túnica del Nazareno rememoraba su cuerpo morado también por los golpes y maltratos recibidos durante su camino al Calvario.
Después de acabadas las recomendaciones para el día siguiente me despedí de los presentes. En la casa de doña Justina cené y luego me puse a jugar dominó con unos nietos de doña Justina.

JUEVES SANTO

Como todos los días en la mañana desayune y fui a la capilla. La pequeña acompañante Freimary fue de una vez conmigo, pues el sector de este día era justo después de la capilla. Visitamos un total de 8 casas del sector Los Mangos. En una de esas casas, ya casi finalizando la mañana, me saludó una señora con mucho cariño y simpatía y me preguntó que si era Legionario de Cristo, le respondí que no, pero que sí lo había sido, y me dijo que parecía un sacerdote legionario de Cristo. Yo iba con mi camisa clerical manga larga color negro, más nada extraño, de seguro el peinado me delató.
Me invitaron a almorzar en una casa con varias personas de afuera de Aricagua. Lo característico de este almuerzo fue el chigüire. La conversa giró en torno a exorcismos, demonios, posesiones diabólicas y pare usted de contar. Comimos mucho y todo muy sabroso. Yo no podía más. Decidí ir a la casa de doña Justina y allí esperar que vinieran a buscarme para ir a Tierra Santa. La celebración en Tierra Santa estaba pautada para las 5:00pm por lo que debían buscarme antes de esa hora, pero lastimosamente llegaron a las 5:30pm, por razones obvias decidí no ir, pues quedaría mal en Los Azules y no es mi costumbre hacerlo. La puntualidad es la virtud de lo nobles.
A las 6:30pm llegué a la capilla de Los Azules. Había un grupo de personas haciendo la Hora Santa. Rezamos el Santo Rosario. A las 7:00pm estaba pautada la celebración, pero iniciamos a las 7:30pm y se extendió hasta las 9:30pm. Este día jueves santo sentí que la gente de verdad se dispuso a participar con mucha atención.
Se cantó el Gloria como lo prescrito en las rubricas y luego de la reflexión de la palabra de 15 minutos exactos hicimos la escenificación del Lavatorio de los pies. Eran doce niños entre varones y hembras. Parece que no les habían dicho nada de ese "lavatorio" pues sus pequeños pies esparcían un olor típico de calcetines húmedos, sin embargo, en esas circunstancias me tocó echarles agua en sus pies, secarlos con el paño que inicialmente era blanco pero terminó negro y luego besarle conforme se acostumbra a hacer, a pesar de que el relato de san Juan no lo muestre tan específico.
Al finalizar la celebración hicimos la traslación del Copón con el Santísimo Sacramento hasta el Altar (mal llamado monumento) que unas señoras habían preparado. Era notoria la presencia y fragancia de las orquídeas. Rezamos algunas oraciones del Manual que llevé. Yo pude dirigir unas oraciones espontáneas y luego hicimos el rezo del Santo Rosario donde toqué la guitarra entre cada misterio para hacer un canto. La atención de las personas en toda la celebración o "ejercicios" como ellos lo llaman, era de profunda piedad y devoción. Solamente al iniciar a las 7:30pm tuve que alzar un poco la voz, más de lo normal, pues un niño se había quedado dormido y estaba roncando muy fuerte, lo que había despertado algunas risas en la asamblea.
Este día la asistencia de las personas de la comunidad fue mayor. Pude contar aproximadamente 75 personas. Muchas quedaron de pie y fuera de la capilla, por lo que me vi obligado a hablar en voz alta y gesticular casi con exageración para que los que estaban afuera me entendieran. Todos estaban muy atentos a mis palabras. Parece que logré captar la atención. Pero no era para aparecer yo, no señor, todo era para introducir a aquella gente en la meditación de los grandes misterios de la fe. Todo siempre para la gloria de Dios, como diría san Ignacio de Loyola: Ad gloriam Dei, para la gloria de Dios.
Este día descubrí que algunas garrapatas se estaban alimentando de mi sangre, pues pegadas a mi cuerpo y dispuestas a no irse las encontré muy bien enterradas de cabeza, y qué doloroso es el proceso de extracción.
También me dijeron que la capilla contaba con un sonido que había sido adquirido por todos, una planta y dos cornetas. Antes de la celebración fui a pedirlas a los encargados de la capilla que viven justo al lado de la misma, pero que ni se aparecen por allí. Parece que solamente se sienten complacidos con tener las llaves de la capilla y con abrirla y cerrarla, eso les será tomado como obra de misericordia tal vez. Eso es típico, los encargados de la capilla a veces son los que menos asisten y guardan las cosas de todos como si fueran propias, además de tener dificultades de trato con media comunidad. No sé cuándo se acabarán esas cosas, pero lo que sí sé es que uno como seminarista no se puede poner a resolver los problemas de la gente, eso les toca a ellos mismos, como adultos que son, no vaya a ser que uno se meta de "redentor" y termine "crucificado".

VIERNES SANTO

Nuevamente amaneció lloviendo con furia. Solamente pude realizar las oraciones en la casa y el resto de la mañana leer a Jean Guitton «Mi testamento Filosófico». Luego de las 11:30am paró la lluvia. Como tenía que ir a almorzar en otra casa aproveché el trayecto para llevarle la comunión a una señora de 95 años, me lo agradeció casi que con lágrimas en los ojos. Lo característico del almuerzo de hoy fue la torta echa no con harina sino en vez de la misma arroz.
A las 3:00pm debíamos empezar el Viacrucis desde unas casas cercanas a la escuela hasta la capilla. Por la lluvia en horas de la tarde empezamos a las 3:30pm. Hubo buena presencia de personas. Fue el primer Viacrucis en el que apenas en la tercera estación aparece el «Simeneo» (así fue pronunciado por la persona que dirigía la escenificación) y ayuda a llevar la cruz. La actividad de este día en Los Azules duró desde las 3:30pm hasta las 6:30pm. Al llegar a la capilla estaba el sonido instalado, un alivio para mi garganta.
Empezamos la celebración de la Pasión del Señor conforme  a las rúbricas. No, no hubo postración. La lectura de la Pasión según san Juan l hicimos entre tres. La predica fue larga. La adoración de la cruz fue un momento bastante espiritual. Comulgaron pocas personas. en total serían unas 50 personas las que estuvieron presente. Menos que el día Jueves Santo. Seguida de la celebración meditamos las siete palabras del Señor, para lo cual pedí la colaboración de siete personas que pudieran leer la palabra y luego la breve meditación que dispone el guión que usamos. Después de cada palabra yo hacía una corta reflexión personal. La gente se mostró nuevamente contenta con los ejercicios.
Al finalizar ya me estaban esperando para subir a Tierra Santa. Allí iniciamos a las 7:30pm y nos extendimos hasta las 9:30pm. En Tierra Santa había casi 50 personas también. Me acompañó en el altar una novata monaguilla que se entretuvo en tocar la campanilla en cada movimiento que yo daba. La dinámica de la adoración de la cruz y de las siete palabras fue igual que en Los Azules.

SÁBADO SANTO

La Semana Santa transcurre muy rápido, a mi parecer, pues cada día tiene su dinámica diferente. Este Sábado Santo amaneció lloviendo fuerte, por lo que después del baño y el desayuno realicé las oraciones de la mañana en la casa de hospedaje. Para este día estaba invitado a desayunar, pero solamente pude ir a agradecer el gesto y saludar a esa familia. Salí a media mañana, todavía estaba brisando, por lo que me prestaron una «chamarra» y unas «botas de caucho» (primera vez que uso unas). De regreso ya no podía caminar, las botas me estaban haciendo ampollas en los dedos de los pies. El resto de tiempo, lo invertí en la interesante lectura de Jean Guitton, a parte de preparar la reflexión de la noche, en Solemne Vigilia Pascual.
Estaba también invitado a almorzar, así que fui a la hora pautada. El día anterior había quedado con una persona que me buscaría a las 2:00pm en la casa de hospedaje, para ir a Tierra Santa. Ya se acercaba la hora y yo hacía por despedirme en la casa donde estaba almorzando. Aquella gente no me quería dejar ir. Hay personas que son caprichosas con uno. Tuve que decirles que me iba, porque así como les quedé bien a ellos al llegar puntual a comer, de igual manera tenía que irme pronto para estar puntual en el siguiente compromiso. Si comprendieron y por fin me dejaron ir.
En Tierra Santa estaba la gente organizándose para la celebración, los niños buscaban la leña para la fogata de bendición del fuego. Yo tenía que llevar la comunión a tres ancianos. Fuimos en un carro. La primera pareja de ancianos rayaban los 83 años, conversé con ellos y me dijeron que los había casado el pbro. Pedro Moreno en 1958. La tercera persona que visité era una señora de 85 años, que llevaba siete años ciega. Me comentó que veía solamente las brujas que llegaban a su casa desde lugares muy lejanos.
Llegue a la canilla nuevamente a las 5:00pm, de regreso buscamos el sonido que estaba en la escuela. Como todavía estaban preparando algunas cosas decidí rezar el Santo Rosario con los presentes, la capilla estaba ya llena. Empezamos la celebración con la bendición del fuego. Desde el campanario de la capilla dispusieron de un alambre que sirvió de línea conductora del mechón encendido que al llegar al montón de leña encendió el fuego para bendecirlo.
La celebración se llevó a cabo de la mejor manera. Terminamos a las 6:30pm. Mientras hacía la reflexión de las lecturas me agité un poco. Se leyeron las lecturas en su totalidad. Se bendijo el agua común. Me despedí de aquella comunidad y baje de inmediato a Los Azules, donde me esperaban con todo ya organizado para la celebración.
En Los Azules se reunió más personas que en los días anteriores. Pude echar un vistazo y conté aproximadamente 157 personas. Muchos quedaron por fuera de la capilla, algunos se asomaron por las dos ventanas para ver y escuchar lo que adentro ocurría. Los que se quedaron afuera eran en su mayoría jóvenes, sin embargo, se agolparon en la puerta para participar de la celebración. Después me comentaron que había tal cantidad de personas porque algunos venían de comunidades lejanas y se dirigían al pueblo, pero al ver que en esa capilla se preparaban para la Vigilia Pascual decidieron quedarse.
En Los Azules como en Tierra Santa hicieron la escenificación de la resurrección del Señor. En ambas comunidades se les ocurrió subir a los niños disfrazados encima del altar. La idea no me quedaba bien, pero no dije nada, confiando en la buena fe de aquellas personas.
Las dos predicas de este día fueron cortas, por la misma ceremonia ya casi no tenía voz, y aún así contaba con la ayuda del sonido. De verdad que es agotador hacer dos celebraciones en un mismo día, más aún cuando se trata de Semana Santa.
En Los Azules iniciamos la Vigilia Pascual a las 7:30pm y estuvimos en la capilla hasta las 10:30pm. Cuando llegué de Tierra Santa a celebrar no había electricidad, ya habían buscado una planta que al encender quemó el sonido de la capilla. Se bendijo el fuego y se encendió el Cirio Pascual preparado por ellos mismos, y en vez de los cinco granos de incienso incrustados le pusieron cinco chinches de cabeza verde. La verdad es que disfruté toda la celebración, e hice lo que estuvo a mi alcance para hacer que la asamblea también la viviera. Al finalizar me despedí y agradecí a todos. Ellos también lo hicieron y como muestra de gratitud hacia mí habían preparado las ofrendas que presentaron ante toda la comunidad.
P.A
García

miércoles, 3 de abril de 2019

La autonomía de las realidades temporales en la Gaudium et spes.


LA AUTONOMÍA DE LAS REALIDADES TEMPORALES EN LA GAUDIUM ET SPES

Autor:
García Pedro
Asesor:
Pbro. Dr. Molina Jaime
Profesora:
Lic. Márquez Katiuska
Febrero, 2019
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TABLA DE CONTENIDO
RESUMEN
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I
La Gaudium et spes y las realidades temporales
1.1  Definición e importancia de autonomía de lo temporal

1.2  La secularidad cristiana

1.3  La verdadera autonomía de las realidades temporales

1.4  Desviaciones de esta doctrina

1.4.1        El secularismo

1.4.2        El clericalismo

CAPÍTULO II
Aplicaciones de esta doctrina
2.1  Ecos de esta doctrina en los documentos de Concilio Vaticano II
2.1.1        Constitución Dogmática "Lumen Gentium" Sobre la Iglesia
2.1.2        Decreto "Presbyterorum ordinis" Sobre el ministerio y la vida de los presbíteros
2.1.3        Decreto "Apostolicam Actuositatem" Sobre el apostolado de los laicos
2.1.4        Decreto "Ad Gentes" Sobre la actividad misionera de la Iglesia
2.2  Ecos de esta doctrina en san Juan Pablo II
2.3  Ecos de esta doctrina en san Josemaría Escrivá
CAPÍTULO III
Conclusiones
3.1  La unidad de vida de Jesús.
3.2  Perspectivas de la aplicación de esta doctrina para la nueva evangelización
CONCLUSIÓN
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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RESUMEN
La realidades temporales en las que ha de desenvolverse el ser humano es todo aquello en lo que él mismo puede verse envuelto en cuanto a parte integrante de una sociedad, tal es así que la política, la economía, la cultura y la religión entre otras cosas, forman parte de ese gran conglomerado de realidades temporales o terrenas, que, a medida que se van desarrollando, el cristiano se va adaptando a las mismas, respondiendo desde la madurez de la fe a cada situación concreta que presente el mundo.
Es por eso que al hablar de autonomía se hace un juicio crítico de los linderos en los que el mundo ha de caminar, pues sin la justa asistencia del plan divino, se estaría cayendo en un aberrante secularismo, y por el contrario, con la excesiva presencia divina a través de la jerarquía eclesiástica se estaría dando nacimiento al impío clericalismo, que ha retrasado sobremanera el papel de los laicos en la Iglesia y en el mundo.
A lo largo de este trabajo monográfico se expondrá de manera concreta lo que atañe a las realidades temporales, y cómo a partir del Concilio Vaticano II, con la ayuda del magisterio de la Iglesia y de los santos modernos, se fue desarrollando una doctrina que está a la palestra del acontecer cristiano. En este sentido, Dios interviene en el mundo como su Creador, pero de manera más eficaz a partir de la encarnación de su hijo, con lo cual los humanos aprenden a sobrellevar las cargas de esta vida, tomando como único ejemplo el testimonio de Jesús de Nazaret.

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INTRODUCCIÓN
Los documentos magisteriales de la Iglesia Católica, sobre todo los de los últimos tiempos, han hecho valiosas disquisiciones sobre el mundo y su estrecha relación con la vida del hombre, en ellas se ha precisado que en el orden de las cosas creadas por Dios existe una justa autonomía, de ahí que se tenga un “principio de la doctrina católica con el que se afirma la distinción relativa entre las realidades terrenas, temporales, o seculares por un lado y las directamente religiosas o eclesiásticas por otro”[1], a lo que se le conoce como la autonomía de las realidades temporales, cuyo germen dogmático se encuentra en los documentos del Concilio Vaticano II.
            En este sentido, desde la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, que trata sobre la Iglesia en el mundo actual, se dará el centro de esta investigación, ya que en su numeral 36 dedica abiertamente el tema de las realidades temporales y su comprensión desde el catolicismo, cuyo contenido se presentará de manera consecuente en el desarrollo de la documentación, profundizando, de igual modo, sobre la praxis del secularismo cristiano, tomando en cuenta el Código de Derecho Canónico, entre otras fuentes magisteriales.
            Sin embargo, para tener claro el tema, es preciso hacer antes una aproximación desde la Sagrada Escritura, así como un esbozo de otros documentos conciliares como los Decretos Apostolicam Actuositatem”, “Ad Gentes”, y  “Presbyterorum ordinis”, sin obviar la Constitución Dogmática “Lumen Gentium”, documentos en los que, se demostrará la importancia del estudio y consideración del tema de las realidades temporales, sobre todo, en el ámbito eclesiológico.
            Luego de conocer el tema en cuestión, es propicio plantear un argumento de acción pastoral, aplicable y fácil de asimilar por todos los bautizados, el cual encaja desde el mensaje de san Josemaría Escrivá y su llamado a la santificación del trabajo, ya que todos los hombres “[…] de cualquier condición, raza, lenguaje o ambiente –y de cualquier estado: solteros, casados, viudos, sacerdotes-, (pueden) amar y servir a Dios, sin dejar de vivir en su trabajo ordinario, con su familia, en sus variadas y normales relaciones sociales”[2]. De igual modo se presentarán algunas desviaciones de la autonomía de las realidades temporales, como el clericalismo y el secularismo.
            Al iniciar este recorrido, es preciso cuestionarse: ¿qué utilidad tiene la reflexión sobre la autonomía de las realidades temporales?, pues “ya no se habla de “la autonomía de las realidades temporales”, que estuvo de moda hace unas décadas; pero se practica mucho más, hasta extremos de llevar la autodeterminación hasta límites censurables”[3], esto se responderá en el trascurso de la investigación, en la que se hará uso del método tradicional para la citación de los diferentes documentos, cuyos datos específicos irán al pie de la página, para la justificación del contenido presentado.
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CAPÍTULO I
La Gaudium et spes y las realidades temporales
1.1  Definición e importancia de esta doctrina
La obra de Dios, su creación terrenal, ha de considerarse perfecta en sí, pues en el inicio del mundo “vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gen 1,31), sin embargo, la humanidad tuvo desde temprana edad una restricción con respecto a lo creado, por ello Dios dice a Adán: “de cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gen 2,16-17), con esto la existencia humana hace su primera distinción entre lo bueno y lo malo, de allí entonces que haya un mundo natural, terreno, temporal en el cual el hombre vivirá, sabiéndose manejar con las leyes que Dios le imponga.
Esta distinción que tiene el hombre en el mundo, ha de comprenderse como la justa autonomía de lo terreno y lo divino, pues en el mandato de Dios al hombre le indica: “sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla” (Gen 1,28), es decir, Dios le da la tierra al hombre para gobernarla, pero no le dijo cómo debía hacerlo, de allí que la humanidad haya divinizado lo terrenal y a su vez mundanizado lo divino, por eso Jesucristo, ante la diatriba de fariseos y herodianos dictamina: “lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios” (Mc 12,17), así se tiene la principal autonomía de las realidades temporales de la humanidad.
Jesús de Nazaret, el “Rey de los judíos” (Mc 15,2), predicó su Reino a los hombres, Reino que “no es de este mundo” (Jn 18,36), al que todos están invitados, pero es el mismo Jesús quien hace la distinción de su reinado, pues especifica que no es terreno sino celestial (cf. Mt 3,2), y por ende lo que atañe a las cosas del mundo no necesariamente ciñen a las cosas de Dios, sin embargo, no es de exagerar dicha autonomía, pues: “todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre” (Col 3,17), con esto san Pablo enseña que se vive bien en la tierra, pero con la mente en el cielo.
1.2  La secularidad cristiana
Para la Iglesia es un derecho de los laicos una justa autonomía de las realidades temporales, al respecto, el Código de Derecho Canónico lo consagra diciendo que “[…] tienen derecho a que se les reconozca en los asuntos terrenos aquella libertad que compete a todos los ciudadanos; sin embargo, al usar de esa libertad, han de cuidar que sus actuaciones estén inspiradas por el espíritu evangélico, y prestar atención a la doctrina propuesta por el Magisterio de la Iglesia, pero evitando presentar como doctrina de la Iglesia su propio criterio en materias opinables”[4].
Esto significa que el fiel católico usa de  su libertad para mantener cualquier opción temporal que sea concurrente con la fe y la moral, por lo que ni la jerarquía ni los demás fieles le pueden imponer otras soluciones, ni presentarse como representantes de los católicos en asuntos temporales, por lo que el fiel por su parte “[…] debe saber distinguir sus derechos y deberes en la Iglesia de sus derechos y obligaciones de ciudadano, sin transferirlos de un campo al otro, y asumiendo personalmente las consecuencias de su ejercicio, sin implicar a la Iglesia en sus personales opciones seculares”[5].
Hay que dejar claro que “[…] ordenar según el querer de divino las cosas temporales forma parte de la misión de la Iglesia, pero no de la función de gobierno de la jerarquía eclesiástica, el cumplimiento de este aspecto de la misión de la Iglesia deben llevarlo a cabo los cristianos, especialmente los laicos, que al ocuparse en las tareas seculares deben hacerlo de modo coherente con el Evangelio y la doctrina del Magisterio”[6], pues así como la Iglesia tiene una sana y justa dependencia de Dios en lo que a lo temporal se refiere, de igual manera la tienen los laicos de la jerarquía.
1.3  La verdadera autonomía de las realidades temporales
La Constitución pastoral Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo actual, divulgada el 7 de diciembre de 1965, es la cumbre del proceso cristiano de secularización, pues uno de los elementos fundamentales del documento será la toma de conciencia cristiana de la autonomía de las realidades temporales[7].
El numeral 36 de la Gaudium et spes, dedicado al tema central de la justa autonomía de la realidad terrena, inicia su discurso planteando el temor de “muchos de nuestros contemporáneos […], por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión”[8], pues con esto podría sufrir trabas “la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia”[9].
De inmediato la Constitución pasa a definir el tema justificando dicha autonomía explicitando que, “si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía”[10], pues esta realidad no solamente es reclamada por “[…] los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte”[11].
Luego dedica un paréntesis sobre la investigación metódica en todos los campos del saber, augurando que “[…] si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios”[12], concretando así la relación de lo humano en la tierra con lo divino, pues todo es creación de Dios.
En el mismo numeral, vuelve a precisar el tema en cuestión, pero esta vez advirtiendo un peligro común, pues si erróneamente se dice que “[…] autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras”[13], ya que, es evidente para el pensamiento cristiano que todo en este mundo es obra de Dios (cf. Gen 1,1), y ha sido él mismo quien nos lo ha entregado todo para dominarlo (cf. Gen 9,7).
La Gaudium et spes culmina su explicación haciendo eco de la preocupación de la Iglesia por el olvido de Dios en la sociedad, al respecto dice que “la criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida”[14], con esto deja claro que autonomía de lo temporal nunca ha de ser comprendida como separación de la ciencia y de la fe, o rompimiento entre la voluntad de los hombres y de la de Dios.
Todo este contenido magisterial parece apuntar en definitiva a que “[…] para los cristianos la construcción de este mundo según el diseño divino es la plenitud de la vocación temporal”[15], sin embargo, es evidente que teniendo en cuenta la legítima autonomía de las realidades temporales, implicaría que “[…] todas las cosas poseen, por designio de Dios, una consistencia propia, que se rigen por leyes también propias. Para estudiar estas realidades, el hombre desarrolla el conocimiento científico, regido por métodos particulares para cada una de las disciplinas de estudio”[16], siempre guardando su iluminación divina y teniendo como mediadora la Iglesia en su Magisterio.
En conclusión, en el numeral 36 de la Gaudium et spes se “[…] afirma la existencia de un mundo terrestre y de un ámbito temporal con consistencia propia, regido por leyes específicas, que responde al designio de Dios. Podemos hablar de un orden natural que goza de una legítima autonomía, pero siempre dependiente de Dios, como las criaturas al Creador”[17], cuestión que será indudable a partir de esta teología postconciliar, Dios mantiene la primacía en el orden de la vida humana.
1.4  Desviaciones de esta doctrina
1.4.1        El secularismo
En el caso del secularismo, en primera instancia se percibe como “[…] la pérdida de relevancia social del factor religioso”[18], lo que tiene una peligrosa consecuencia, pues cuando “[…] la religión es ignorada sutilmente como algo sin importancia”[19] se habla de un mundo sin Dios, sin leyes morales ni éticas, es por eso que “[…] la autonomía de lo secular no significa emancipación de los planes y las leyes de Dios para el bien total del hombre y la sociedad. Tampoco la política ha de ser molestada por la religión exigiéndole un confesionalismo de Estado ni una forma determinada de gobierno; pero sí puede oponerse a leyes injustas e inhumanas”[20].
Hay a quienes les cuesta hablar de lo negativo del secularismo, sobre todo cuando se reconoce que es un fenómeno posconciliar, ya que “[…] se pensaba que el concilio había hecho a la Iglesia más atractiva, pero en los años que siguieron se pudo comprobar un franco retroceso de las prácticas religiosas y de las referencias cristianas en el comportamiento, al menos en el mundo occidental”[21], como lo atestiguan numerosas estadísticas. Sin embargo, el justo equilibrio ha de lograrse entre el excesivo secularismo y el radical clericalismo.
1.4.2        El clericalismo
El clericalismo ha de ser entendido como un “[…] término usado originalmente en sentido polémico, para estigmatizar las iniciativas del clero fuera del ámbito estrictamente espiritual, la actitud de subordinación de los cristianos a la jerarquía eclesiástica incluso en el campo político, social y cultural y la mentalidad subyacente de una pretendida y larvada superioridad”[22], es decir, desde un principio se puntualiza su peligrosidad, a diferencia del secularismo o laicismo.
En Venezuela, a la luz de los últimos documentos magisteriales “[…] se observa todavía un marcado clericalismo de la institución eclesiástica y, en buena parte del pueblo, sigue arraigada la mentalidad de una Iglesia fundamentalmente jerárquica y de un laicado pasivo. Predominantemente se ha puesto de relieve la dimensión institucional de la Iglesia, y no tanto su dimensión carismática”[23], por lo que se lleva a considerar que el clericalismo, lejos de ser una desviación del poder de la Iglesia, es un fenómeno fácil de presenciar.
Por eso el Papa Francisco, lejos de parcelar opiniones, reflexionó que “[...] los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados”[24], por lo que deja a entrever, que el clericalismo ha de desterrarse de toda vivencia cristiana, ya que, los laicos no se están formando “[…] para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones”[25]. Más protagonismo del pueblo, menos autoritarismo del clero.
En el mismo sentido, el peligro del clericalismo es presentado también desde la misma posición de los fieles laicos, pues a un “[…] cristiano jamás se le ocurre creer o decir que él baja del templo al mundo para representar a la Iglesia, y que sus soluciones son las soluciones católicas a aquellos problemas. ¡Esto no puede ser, hijos míos! Esto sería clericalismo, catolicismo oficial o como queráis llamarlo. En cualquier caso, es hacer violencia a la naturaleza de las cosas”[26].
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CAPÍTULO II
Aplicaciones de esta doctrina
2.1 Ecos de esta doctrina en los documentos del Concilio Vaticano II
2.1.1 Constitución Dogmática "Lumen Gentium" Sobre la Iglesia
La fe que hace de los bautizados una misma Iglesia no quita nada al bien temporal de cada pueblo, ya que “la Iglesia, o Pueblo de Dios, introduciendo este Reino no arrebata a ningún pueblo ningún bien temporal, sino al contrario, todas las facultades, riquezas y costumbres que revelan la idiosincrasia de cada pueblo, en lo que tienen de bueno, las favorece y asume; pero al recibirlas las purifica, las fortalece y las eleva”[27], es por eso que ha de verse la mediación de la Iglesia únicamente como colaboradora y formadora de la humanidad.
Desde la jerarquía de la Iglesia se pone de manifiesto la responsabilidad otorgada por Cristo a sus legítimos sucesores, los obispos, sin embargo, dicha responsabilidad recae de la misma manera sobre los laicos, ya que a ellos “[…] pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el siglo, es decir, en todas y a cada una de las actividades y profesiones, así como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con las que su existencia está como entretejida”[28]. No es posible desligar la vida de los laicos de las cosas terrenas, donde lo social y comunitario juega un papel importante en la realización de la persona.
Al respecto, esta Constitución Dogmática sigue dilucidando sobre el lugar de los laicos en la dinámica del mundo, por eso recuerda que “a ellos, muy en especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor”[29], pues un cristiano, por convicción, ha de sentirse llamado a impregnar la sociedad de las cosas y el sentir de Dios, con lo cual no solo colabora con la Iglesia, sino con su propia santificación.
En todo esto, hay unos derechos y deberes a los que los laicos han de someterse en cuanto a ciudadanos del mundo y miembros de la Iglesia, por eso se les invita a “[…] acoplarlos armónicamente entre sí, recordando que, en cualquier asunto temporal, deben guiarse por la conciencia cristiana, ya que ninguna actividad humana, ni siquiera en el orden temporal, puede sustraerse al imperio de Dios”[30], pues, como se ha precisado anteriormente, la vida del cristiano es vivir el Evangelio en el presente.
Más adelante se explicará con precisión los peligros de la mala interpretación de la autonomía de lo temporal, aquí solamente se deja a vislumbrar lo que trae con sigo la excesiva secularización, pues “[…] así como debe reconocerse que la ciudad terrena, vinculada justamente a las preocupaciones temporales, se rige por principios propios, con la misma razón hay que rechazar la infausta doctrina que intenta edificar a la sociedad prescindiendo en absoluta de la religión y que ataca o destruye la libertad religiosa de los ciudadanos”[31]; como se ha visto, aparte de rechazar la presencia eclesiástica, atenta contra la libertad religiosa de los hombres, que de por sí, están llamados a una conexión con Dios[32].
Para el mejor entendimiento de los obispos con sus fieles, en el tema de la vida en la sociedad, a éstos se les invita a considerar “[…] atentamente en Cristo, con amor de padres, las iniciativas, las peticiones y los deseos propuestos por los laicos. Y reconozcan cumplidamente los pastores la justa libertad que a todos compete dentro de la sociedad temporal”[33]; un detalle que merece resaltar es esa justa libertad, que garantiza la recta obediencia de los laicos, tanto para sus pastores, como para las autoridades civiles (cf. Romanos 13,1).
Esta consideración y reconocimiento que los pastores deben a los laicos guarda una utilidad invalorable, pues el episcopado, “[…] ayudados por la experiencia de los laicos, pueden juzgar con mayor precisión y aptitud lo mismo los asuntos espirituales que los temporales, de suerte que la Iglesia entera, fortalecida por todos sus miembros, pueda cumplir con mayor eficacia su misión en favor de la vida del mundo”[34], ya que todos los creyentes participan en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada, que recibieron por la unción del Espíritu Santo[35].
2.1.2 Decreto "Presbyterorum ordinis" Sobre el ministerio y la vida de los presbíteros
El Orden Sacerdotal también forma parte de la reflexión sobre las cosas temporales, pues los presbíteros, lejos de ser seres aislados, están puestos a la cabeza de las comunidades cristianas, precisamente como pastores y guías (cf. Hebreos 5,1), es por eso que ellos, siendo el ejemplo del resto del Pueblo de Dios “[…] deben usar los bienes temporales tan sólo para aquellos fines a los que pueden lícitamente destinarlos, según la doctrina de Cristo Señor y la ordenación de la Iglesia”[36], de lo contrario cabe la pena canónica para los casos en que los sacerdotes causan daño a la Iglesia por la mala administración de los bienes temporales[37].
En la tarea de administrar dichos bienes, el presbiterio no está solo, pues deben hacerlo “[…] con la ayuda, en cuanto sea posible, de seglares expertos, y destinarlos siempre a aquellos fines para cuya consecución es lícito a la Iglesia poseer bienes temporales, esto es, para el desarrollo del culto divino, para procurar la honesta sustentación del clero y para realizar las obras del sagrado apostolado o de la caridad, sobre todo con los necesitados”[38]. Aquí se tiene una considerable delimitación del campo en el que los sacerdotes han de moverse en la administración de los bienes temporales, por supuesto, con la colaboración de seglares.
2.1.3 Decreto "Apostolicam Actuositatem" Sobre el apostolado de los laicos
El Concilio Vaticano II introduce el tema de la autonomía de las realidades temporales, especificando que los laicos “ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y santificación de los hombres”[39], pero no de cualquier manera, sino “llevado a cabo con espíritu evangélico”[40]. De ahí que el principal objetivo del cristiano en su apostolado sea cumplir el mandato de Jesús,  “id, pues, y haced discípulos a todas las gentes” (Mt 28,19); esto es posible para el cristiano que vive en el mundo reconociendo la presencia de Dios, “pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28), la invitación está hecha, ahora corresponde llevar a cabo este encargo divino con fuerzas humanas.
Hay una unidad entre las competencias de la Iglesia y las de las sociedades, en este sentido, “la misión de la Iglesia no es sólo anunciar el mensaje de Cristo y su gracia a los hombres, sino también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico”[41], ahora bien, por orden temporal debe entenderse “los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las artes y profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales, y otras cosas semejantes, y su evolución y progreso”[42], es decir, la integridad de la vida humana.
Si a los laicos se les invita a trabajar en el mundo, “el oficio de la Jerarquía eclesiástica es enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en los asuntos temporales”[43], teniendo también derecho “a discernir sobre la conformidad de tales obras e instituciones con los principios morales y decidir cuanto se requiere para salvaguardar y promover los bienes del orden sobrenatural”[44], es que la misión de la Iglesia, en este sentido, es ordenar lo que en la tierra hace referencia al cielo, pues los bienes temporales son “las cosas necesarias para la vida humana”[45] como lo expresa santa Catalina de Siena.
2.1.4 Decreto "Ad Gentes" Sobre la actividad misionera de la Iglesia
La Iglesia es misionera por naturaleza[46], es por eso que “en las tierras de misiones, los laicos, […], enseñen en las escuelas, administren los bienes temporales, colaboren en la actividad parroquial y diocesana, establezcan y promuevan diversas formas de apostolado seglar para que los fieles de las Iglesias jóvenes puedan, cuanto antes, asumir su propio papel en la vida de la Iglesia”[47]. Con esto se está incentivando a que, desde la mayor brevedad posible, las nuevas comunidades de fe entiendan que hay que trabajar por la edificación del Reino de Dios en la tierra, ya que el principal promotor del orden de lo temporal es el laico, en su incorporación a Cristo por el bautismo y su inmersión en el mundo[48].
2.2 Ecos de esta doctrina en san Juan Pablo II
El gran Pontífice polaco habló en reiteradas ocasiones sobre el tema de la autonomía de las cosas temporales, desde sus encíclicas como en la predicación y catequesis con motivo de las multitudinarias audiencias generales en Roma. Como es de suponer, comentó ampliamente el punto 36 de la Gaudium et spes[49].
Reinhardt, comentando la audiencia de san Juan Pablo II sobre la providencia divina expresa que, con respecto al hombre, “[…] todo lo que ha sido creado, pertenece a Dios, su Creador, y, en consecuencia, depende de Él. En cierto sentido, cada uno de los seres es más ´de Dios´ que ´de sí mismo´. Es primero de ´Dios´ y, luego, ´de sí´. Lo es de un modo radical y total que supera infinitamente todas las analogías de la relación entre autoridad y súbditos de la tierra”[50], por lo que queda de una manera intrínsecamente unida la  existencia del hombre en su filiación a Dios.
Y como para dejar clara esta filiación, el papa expresa que “[…] según la fe católica es propio de la Sabiduría trascendente del Creador hacer que Dios esté presente en el mundo como Providencia, y simultáneamente que el mundo posea esa ´autonomía´, de la que habla el Concilio Vaticano II”[51], concluyendo de esta manera la pregunta por la autonomía de la creación y el papel del hombre.
Aunado a esto, el papa comenta que “[…] en lo que se refiere a la inmanente formación del mundo, el hombre posee, pues, desde el principio y constitutivamente, […], un lugar totalmente especial. Según el libro del Génesis, fue creado para ´dominar´, para ´someter la tierra´. Participando, como sujeto racional y libre, pero siempre como criatura, en el dominio del Creador sobre el mundo, el hombre se convierte de cierta manera en ´providencia´ para sí mismo, […]. Pero por la misma razón gravita sobre él desde el principio una peculiar responsabilidad tanto ante Dios como ante las criaturas y, en particular, ante los otros hombres”[52]. Esto lleva a la conclusión de que para san Juan Pablo II hay una autonomía notable, pero unida inseparablemente a una responsabilidad ante el Creador.
2.4 Ecos de esta doctrina en san Josemaría Escrivá
San Josemaría Escrivá, quien se había empeñado incansablemente desde 1928, en mover las voluntades de los laicos cristianos para que tomaran su parte en la misión de la Iglesia ante las realidades temporales, defendió todas las enseñanzas conciliares, sintiéndose confirmado en lo central del espíritu del Opus Dei que lleva a la santificación del trabajo ordinario[53].
Este santo español, al hacer la invitación “[…] de santificarse en el trabajo y de santificar a los demás por medio del trabajo”[54], no lo deja tan escueto, sino que también procura lograr la santificación del trabajo mismo, “[…] de ahí la efectiva realización de la tarea de informar y perfeccionar con espíritu cristiano el orden de las realidades temporales”[55], que en definitiva es la misión de todo cristiano.
En un texto de san Josemaría, sacado de la homilía pronunciada en el campus de la Universidad de Navarra en 1967, la cual se titula ´Amar al mundo apasionadamente´ se resumen algunas ideas repetidas por él desde los años treinta: “Tenéis que difundir por todas partes una verdadera mentalidad laical, que ha de llevar a tres conclusiones: a ser suficientemente honrados, para pechar con la propia responsabilidad personal; a ser lo suficientemente cristianos, para respetar a los hermanos en la fe, que proponen — en materias opinables — soluciones diversas a la que cada uno de nosotros sostiene; y a ser lo suficientemente católicos, para no servirse de nuestra Madre la Iglesia, mezclándola en banderías humanas”[56].
Por esto, san Josemaría expresa, convencido de la autonomía de las realidades temporales: “Qué triste cosa es tener una mentalidad cesarista, y no comprender la libertad de los demás ciudadanos, en las cosas que Dios ha dejado al juicio de los hombres”[57], y continúa en el mismo sentido su segundo sucesor en la dirección del Opus Dei: “´Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios´. Estas palabras de Jesucristo constituyen un punto de referencia fundamental para orientar –en la actividad de los cristianos- la relación entre su dignidad de hijos de Dios, llamados a una vida eterna, y su condición de ciudadanos de la sociedad temporal, miembros de los más variados pueblos, naciones y comunidades políticas”[58].
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CAPÍTULO III
Conclusiones
3.1  La unidad de vida de Jesús
Por unidad de vida se entiende que la vida misma “tiene como nervio la presencia de Dios, Padre Nuestro”[59] y es, por la gracia de Espíritu de Dios, “participación en la suprema unidad de lo divino y humano realizada en la Encarnación del Hijo de Dios”[60]. El mismo Señor Jesucristo es “principio de unidad y de paz”[61]: Él está siempre unido al Padre Dios e intercede para que nos santifique en la verdad (cf. Jn 13,17). Al hacer la voluntad del Padre tiene su alimento, (cf. Jn 4,34)[62].
San Josemaría afirmando la unidad de vida de Jesús, y a la cual el cristiano está invitado a imitar, manifestaba que Cristo “todo lo acabó bien, terminó todas las cosas bien, no hizo más que el bien”[63], ya que  con Cristo, consagración y misión forman una unidad perfecta[64]. Para san Josemaría Jesús es el Dios y hombre perfecto que vivió en su vida terrenal una total unidad de vida[65] y que “en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación”[66]. La unidad de vida del Señor, es para la humanidad el mejor ejemplo a seguir en sus relaciones con lo temporal, pues de esta manera se actúa movido, no por mundanos deseos, sino por el Espíritu Santo.
Un peligro a advertir en este sentido es la incoherencia de vida, en la que suelen verse inmiscuidos los cristianos, esto grave, pues es una “falta de armonía y de paz que quiebra el equilibrio personal”[67], lo que es evidente, pues “ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres”[68].
3.2  Perspectivas de la aplicación de esta doctrina para la nueva evangelización
Como se ha visto, es cierto que el cristiano necesita amar al mundo, y “el amor al mundo no nos impide ver lo que no va, lo que necesita purificación, lo que ha de ser transformado. Hemos de aceptar la realidad tal como es, tal como se presenta, con sus luces y sus sombras. Y esto requiere vibrar con las cosas, conocer los problemas, tratar a muchas personas, leer, escuchar. Para amar a Dios no tenemos nada mejor que el mundo en el que Él mismo nos ha llamado a vivir”[69], es por eso que el Señor oró al Padre diciendo “no pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno” (Jn 17,15).
En la actualidad evangelizar es la acción de toda la Iglesia Católica, las líneas doctrinales del actual Pontífice van en este sentido, pues, aquel cristiano que se consigue con Dios, se consigue con el Supremo Bien, y “el bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión”[70], y los cristianos están llamados a vivir su existencia desde una auténtica evangelización, que, como se ha visto, les exige una unidad de vida.
Evangelizar el mundo actual, y con él las realidades temporales es tarea de todos, eso no se puede olvidar, pues no se trata solo del clero o la vida consagrada, sino que también “los laicos están llamados a ejercer su tarea profética, que se deriva directamente del bautismo, y a testimoniar el Evangelio en la vida cotidiana dondequiera que se encuentren”[71], pues todos los lugares de la tierra son propicios para el encuentro con Dios, y claro es que al encontrarnos con Dios evangelizamos, pues “no hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca”[72].
Y en el mensaje de san Josemaría encaja la justa autonomía de las realidades temporales, pues al “vivir santamente la vida ordinaria, […] me refiero a todo el programa de vuestro quehacer cristiano. Dejaos, pues, de sueños, de falsos idealismos, de fantasías, de eso que suelo llamar mística ojalatera — ¡ojalá no me hubiera casado, ojalá no tuviera esta profesión, ojalá tuviera más salud, ojalá fuera joven, ojalá fuera viejo!...—, y ateneos, en cambio, sobriamente, a la realidad más material e inmediata, que es donde está el Señor”[73].
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CONCLUSIÓN
La autonomía de las realidades temporales ha se aplica precisamente en la misión de los bautizados que “[…] en el mundo terreno afecta al hombre, no considerado como una categoría, sino en su singularidad, y pasa a través de él, actualizándose en tres vertientes, de la dignidad personal del hombre, de su actividad, de su carácter social; y a través de él afecta también al mundo material […]. Los amplios desarrollos de cada uno de estos aspectos ofrecen elementos más que abundantes para innumerables programas de acción concreta por parte de los laicos […]”[74], es por ello que al hablar de autonomía no significa ´dejar de hacer´, sino todo lo contrario, ´ponerse a hacer´.
Y en este sentido, toda la acción de los cristianos ha de ser iluminada inagotablemente por el pastoreo de la jerarquía, luchando para que exista una “[…] auténtica vida cristiana de seguimiento de Cristo y, a través de Él, de unión con el Padre en la fuerza del Espíritu Santo […]”[75], pues de otra manera “[…] los laicos, en vez de informar y perfeccionar con espíritu cristiano el mundo de las realidades temporales, serían personas mundanas, impregnados de aquel espíritu del mundo”[76]. Es por eso que “[…] hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir”[77], para poder vivir la vida de la manera que Dios quiere que sea vivida.
Como se ha dejado previsto, fue el Concilio Vaticano II el principal propagador de esta doctrina, ya que la misión de la Iglesia en relación con las realidades temporales, antes del Concilio, aparecía poco desarrollada bajo el perfil doctrinal, ahora la situación actual es muy distinta, pues la enseñanza del Concilio y de los Papas plantean un tratamiento orgánico de contenido muy rico, que puede ser traducido inmediatamente a la vida de todos los cristianos[78].
Es por eso que, al finalizar este trabajo monográfico, se reconoce que como consecuencia de una autonomía de lo temporal mal entendida, y en respuesta a esto “[…] resplandece la luz y la belleza de los designios de Dios para el mundo, que ha dotado a las cosas de una consistencia propia, y les ha dado la capacidad de ser elevadas al orden sobrenatural. La Gaudium et spes pone las bases para una Modernidad cristiana, alejada de clericalismos y laicismos reduccionistas, respetuosa de la libertad, que debe formar un binomio inseparable con la verdad”[79].
El cristiano de hoy en día necesita con urgencia reconocer primeramente que es hijo de Dios, que es libre, y que tiene todas las capacidades para responderle a Dios en las realidades terrenas, sabiendo discernir los puntos en los que peligra dicha respuesta, sabiendo cumplir esa voluntad de Dios que se manifiesta de manera especial en las cosas creadas.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Biblia de Jerusalén, Editorial Desclée De Brouwer, Bilbao, 2009.
Catecismo de la Iglesia Católica, Ediciones Trípode, Caracas, 1994.
Código de Derecho Canónico, Ediciones San Pablo, Caracas, 1990.
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P.A
García



[1] Martín, José, Gran Enciclopedia Rialp, Tomo 3, Madrid, Ediciones RIALP, 1993, p. 465.
[2] Escrivá, san Josemaría, Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, Caracas, Ediciones Vértice, 2002, n. 32, p. 93.
[3]  De Andrés, Rafael, Diccionario Existencial Cristiano, Navarra, Editorial Verbo Divino, 2004, p. 32.
[4] Código de Derecho Canónico, Ediciones San Pablo, 1990, n. 227.
[5] Martín, José, op. cit. p. 466.
[6] Idem
[7] cf. Fazio, Mariano, La autonomía de las realidades terrestres en la Gaudium et spes, recuperado de https://www.institutoacton.com.ar/oldsite/articulos/mfazio/
[8] Conc. Vat. II, Gaudium et spes, n. 36.
[9] Idem
[10] Idem
[11] Idem
[12] Idem
[13] Idem
[14] Idem
[15] Fazio, Mariano, op. cit.
[16] Idem
[17] Idem
[18] Palomino, Rafael, Laicidad, laicismo, ética pública: presupuestos en la elaboración de políticas para prevenir la radicalización violenta, Athena Intelligence Journal, Vol. 3, No 4, Octubre – Diciembre de 2008, p. 81.
[19] De Andrés, Rafael, op. cit. p. 247.
[20] Idem
[21] Rivero, Antonio, Historia de la Iglesia, Ediciones San Pablo, México, 2005, p. 286.
[22] Petrosillo, Pietro, El Cristianismo de la A a la Z, Ediciones San Pablo, Madrid, 1996, p. 92.
[23] Concilio Plenario de Venezuela, El laico católico, fermento del Reino de Dios en Venezuela, n. 40.
[24] Francisco, Evangelii Gauidium, n. 102.
[25] Idem
[26] Escrivá, san Josemaría, Amar al mundo apasionadamente, Ediciones Universidad Monteávila, Caracas, 2007, n. 117.
[27] Lumen Gentium, n. 13.
[28] Ibidem, n. 31.
[29] Idem
[30] Ibidem, n. 36.
[31] Idem
[32] cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 44.
[33] Lumen Gentium, n. 37.
[34] Idem
[35] cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 91.
[36] Presbyterorum Ordinis, n. 17.
[37] cf. Código de Derecho Canónico, n. 1741.
[38] Presbyterorum Ordinis, n. 17.
[39] Apostolicam Actuositatem, n. 2.
[40] Idem
[41] Ibidem, n. 5.
[42] Ibidem, n. 7.
[43] Ibidem, n. 24.
[44] Idem
[45] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1937.
[46] Ad Gentes, n. 2.
[47]Ibidem, n. 41.
[48]cf. Ad Gentes n. 15.
[49] cf. Reinhardt, Elisabeth, La legítima autonomía de las realidades temporales, recuperado de http://institutoacton.org/2016/09/07/la-legitima-autonomia-de-las-realdades-temporales-elisabeth-reinhardt/
[50] Idem
[51] Idem
[52] Idem
[53] Miralles, Antonio, La misión de la iglesia y las realidades temporales, recuperado de https://es.romana.org/44/estudio/la-mision-de-la-iglesia-y-las-realidades-temporale/
[54] Idem
[55] Idem
[56] Escrivá, san Josemaría, op. cit. n. 117.
[57] Escrivá, san Josemaría, Surco, n. 313.
[58] Echevarría, Javier, Itinerarios de vida cristiana, Editorial Planeta, Barcelona, 2001, p. 237.
[59] Escrivá, san Josemaría, Es Cristo que pasa, Ediciones RIALP, Madrid, 1973, p. 41.
[60] Diccionario de San Josemaría, “Unidad de vida”, Monte Carmelo - Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer, Burgos, 2013, p. 1222.
[61] Lumen Gentium, n. 9.
[62] cf. Derville, Guillaume, ‘En espíritu y en verdad’: crear la unidad de vida, recuperado de https://opusdei.org/es-es/document/en-espiritu-y-en-verdad-crear-la-unidad-de-vida-i/
[63] Es Cristo que pasa, op. cit. p. 51.
[64] cf. Derville, Guillaume, op.cit.
[65] Idem
[66] Gaudium et spes, n. 22.
[67] Derville, Guillaume, op.cit.
[68] Gaudium et spes, n. 43.
[69] Derville, Guillaume, op.cit.
[70] Francisco, op. cit. n. 9.
[71] Benedicto XVI, Verbum Domini, Ediciones San Pablo, 2010, n. 94.
[72] Amar al mundo apasionadamente, op, cit, n. 114.
[73] Ibidem, n. 116.
[74] Miralles, Antonio, op. cit.
[75] Idem
[76] Idem
[77] Amar al mundo apasionadamente, op. cit. n. 114.
[78] cf. Miralles, Antonio, op. cit.
[79] cf. Fazio, Mariano, op. cit.