jueves, 15 de mayo de 2025

¿Qué revela la pobreza?

¿Qué revela la pobreza?

El pobre pone de manifiesto, de la manera más clara y concreta, la realidad del pecado humano, porque el pecado constituye la verdadera miseria del hombre. Es el pecado el que lo despoja del único bien que puede saciarlo plenamente: la amistad con Dios[1].

Ahora bien, debe quedar claro que el pobre no es pobre por ser pecador, sino que su pobreza constituye la consecuencia más visible del pecado. El pobre, al estar más expuesto a la muerte, refleja la condición última a la que conduce el pecado, pues —como recuerda san Pablo— «la paga del pecado es la muerte, mientras que el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rom 6,23). Ya los teólogos han concertado que pobreza es sinónimo de muerte, o, mejor dicho, las Sagradas Escrituras relevan que “la vida cotidiana del pobre es muerte”[2].

La pobreza revela, además, la profunda injusticia que atraviesa la médula del mundo, porque la existencia misma de los pobres es signo de una falta de generosidad y de equidad en la convivencia humana. En efecto, como recuerda el papa León XIV, “no dar a los pobres es robarles”[3], una injusticia que priva al otro de aquello que, por derecho natural, le pertenece. Lo que poseemos —recibido de Dios como don— está destinado al bien común, y cuando se acumula egoístamente, se transforma en causa de muerte para quienes nada tienen.

De este modo, la pobreza nos interpela: nos recuerda que la justicia no consiste solo en no hacer el mal, sino en dar a cada uno lo que le corresponde, especialmente al que sufre necesidad. En el rostro del pobre se refleja, por tanto, la responsabilidad social y moral de toda la humanidad ante el uso de los bienes que Dios ha confiado al hombre para que sean compartidos y fecunden la vida de todos.

Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? Y, sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! St 2,5-6.

Según el espíritu cristiano —como nos recuerda el apóstol Santiago— no es justo despreciar al pobre ni tampoco la pobreza misma, pues en ella se esconde un plan divino y una invitación del Señor, que dijo: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3). Por eso, en el cristianismo, la pobreza no solo aparece como signo de contradicción, sino también como una auténtica virtud, ya que “el espíritu de pobreza significa esencialmente desprendimiento frente a lo que, por su misma naturaleza, no es definitivo”[4].

No hay comentarios:

Publicar un comentario