¡SANTO
YA!
Si
preguntamos a un venezolano, qué es lo que identifica a nuestro país en el
campo musical, tal vez responda “el cuatro”; y en paisajes y regiones naturales,
tal vez respondería que el “Salto Ángel” o los desérticos “Médanos de Coro”,
sin embargo, si la pregunta se presentara enmarcada en el campo religioso, sin
duda alguna respondería hablando destacadamente de la venerable figura del
Doctor José Gregorio Hernández, venezolano ejemplar, médico de profesión,
nacido en la población de Isnotú del estado Trujillo, el 26 de octubre de 1864.
La
vida de este santo varón fue, es y seguirá siendo un verdadero modelo de
santidad para Venezuela y el catolicismo en general, ya que se distinguió por
su fe inquebrantable en Jesucristo y en su Iglesia, su humildad y sencillez, y
su ardiente amor al prójimo y a Dios, viviéndolo de una manera especial en los
pobres y necesitados, por lo que su fama de santidad se encuentra extendida en
nuestro país y en varios países de América.
Un
hecho importante para argumentar la santidad de José Gregorio Hernández ocurrió
en 1986, cuando el Papa San Juan Pablo II lo declaró Venerable, demostrado así
la heroicidad en la vivencia de las virtudes humanas y cristianas.
A
lo largo de su vida, el Doctor Hernández, supo hacerse amar, virtud que siempre
se le reconoció, y esto lo logró porque prestó sus servicios a todos los que lo
necesitaban como joven, como amigo, como estudiante o como profesional, siempre
de manera desinteresada e incansable.
La oración diaria, la
práctica de la virtud, el servicio a los más necesitados fueron, para este
cristiano comprometido, su actividad de cada día, y de esta manera reconocemos que
fue un ejemplo de vida santa, de vida cristiana en su época y muy concretamente
en el entorno científico, lugar donde se desenvolvió con preeminencia, y que a
veces se le presentó ateo y apático a lo espiritual.
Su
diaria asistencia a la Santa Misa no era fruto de la rutina o de promesas
condicionadas. El Doctor Hernández iba a la Iglesia para encontrarse real y
verdaderamente con Cristo, su Señor, para reflexionar sobre su vida y su
actuación en el hacer diario y, sobre todo, para recibir fuerzas e ir a la
calle a ser testimonio de servicio, viendo en cada uno de sus hermanos la
imagen y semejanza de Dios, esto lo distinguían numerosas personas que
compartieron con nuestro “ejemplo de vida cristiana”.
Para
José Gregorio la recepción de los sacramentos y la lectura de la Palabra de
Dios eran el alimento espiritual, en su biblioteca se podían encontrar, aparte
de libros de medicina, literatura y bellas artes, la Biblia y un gran número de
libros de espiritualidad, en los que se encontraban las Encíclicas papales,
sobre todo, las que hacían referencia a la cuestión social, que para la época
estaban en pleno apogeo.
José
Gregorio Hernández es ejemplo para los sacerdotes venezolanos, ya que renunció
al matrimonio, para dedicarse a los suyos y a toda la población, a la ciencia,
a la universidad, a su vida de perfección cristiana, no teniendo en mente el
abandono del celibato en busca de aventuras, ya que supo elegir, dedicando su
vida por entero a la práctica de la virtud y al servicio de los demás. Se hizo
amigo de los sacerdotes y de las monjas, cuando por algunos, que se decían
cristianos liberales, eran severamente criticados y perseguidos.
Venezuela
debe ver en la persona de José Gregorio Hernández al hombre de Dios que estando
en pleno ejercicio de sus actividades como docente y médico, decide entregar su
vida a la oración y penitencia de los Cartujos.
A
este gesto del Doctor Hernández nunca se le puede considerar egoísta, viéndolo
desde el punto de vista social, pues para este santo varón, su vida estaba
puesta en el servicio, pero también en el cumplimiento de la voluntad de Dios,
orientado siempre hacia la eternidad, con los pies en la tierra, pero con los
ojos en el cielo.
Dejando
atrás su notable y exitosa carrera profesional, parte para Italia, lugar en el
que se encuentra el monasterio Cartujo, el cual se rige por las enseñanzas de
san Bruno, las cuales José Gregorio conocía a la perfección, pues le fue
suministrado un libro que contenía la espiritualidad de dicho santo.
En
la Cartuja tomó el nombre de Fray Marcelo; su endeble naturaleza, estropeada
por la fatiga mental del largo estudio y no habitaba al contrapeso de los
ejercicios físicos, hizo que no pudiera resistir al paso del tiempo y de la
tarea asignados. El superior, temiendo que, por su esfuerzo en cumplir las
tareas, pudiera enfermarse, le recomendó que ingresara en otra congregación.
Sin perder la esperanza, José Gregorio regresa a Venezuela y con el mismo
entusiasmo vuelve a dedicarse a su trabajo profesional, la vivencia de la
caridad universal.

El
Venerable José Gregorio Hernández fallece en Caracas el domingo 29 de junio de
1919, a las 2 y 15 minutos de la tarde, contaba con 54 años de edad y 31 años
de médico. Fue atropellado por un vehículo marca Essex modelo 1918, de la
Compañía Hudson, manejado por Fernando Bustamante, merideño de 26 años de edad,
quien deseaba ser compadre del Doctor Hernández. Para 1919 ya circulaban por
Caracas alrededor de 700 vehículos. La fractura de la base del cráneo segó la
vida del médico de los pobres.
P.A
García
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