lunes, 26 de octubre de 2015

El Dr. José Gregorio Hernández Cisneros


¡SANTO YA!
         Si preguntamos a un venezolano, qué es lo que identifica a nuestro país en el campo musical, tal vez responda “el cuatro”; y en paisajes y regiones naturales, tal vez respondería que el “Salto Ángel” o los desérticos “Médanos de Coro”, sin embargo, si la pregunta se presentara enmarcada en el campo religioso, sin duda alguna respondería hablando destacadamente de la venerable figura del Doctor José Gregorio Hernández, venezolano ejemplar, médico de profesión, nacido en la población de Isnotú del estado Trujillo, el 26 de octubre de 1864.

         La vida de este santo varón fue, es y seguirá siendo un verdadero modelo de santidad para Venezuela y el catolicismo en general, ya que se distinguió por su fe inquebrantable en Jesucristo y en su Iglesia, su humildad y sencillez, y su ardiente amor al prójimo y a Dios, viviéndolo de una manera especial en los pobres y necesitados, por lo que su fama de santidad se encuentra extendida en nuestro país y en varios países de América.

         Un hecho importante para argumentar la santidad de José Gregorio Hernández ocurrió en 1986, cuando el Papa San Juan Pablo II lo declaró Venerable, demostrado así la heroicidad en la vivencia de las virtudes humanas y cristianas.

         A lo largo de su vida, el Doctor Hernández, supo hacerse amar, virtud que siempre se le reconoció, y esto lo logró porque prestó sus servicios a todos los que lo necesitaban como joven, como amigo, como estudiante o como profesional, siempre de manera desinteresada e incansable.

La oración diaria, la práctica de la virtud, el servicio a los más necesitados fueron, para este cristiano comprometido, su actividad de cada día, y de esta manera reconocemos que fue un ejemplo de vida santa, de vida cristiana en su época y muy concretamente en el entorno científico, lugar donde se desenvolvió con preeminencia, y que a veces se le presentó ateo y apático a lo espiritual.

         Su diaria asistencia a la Santa Misa no era fruto de la rutina o de promesas condicionadas. El Doctor Hernández iba a la Iglesia para encontrarse real y verdaderamente con Cristo, su Señor, para reflexionar sobre su vida y su actuación en el hacer diario y, sobre todo, para recibir fuerzas e ir a la calle a ser testimonio de servicio, viendo en cada uno de sus hermanos la imagen y semejanza de Dios, esto lo distinguían numerosas personas que compartieron con nuestro “ejemplo de vida cristiana”.

         Para José Gregorio la recepción de los sacramentos y la lectura de la Palabra de Dios eran el alimento espiritual, en su biblioteca se podían encontrar, aparte de libros de medicina, literatura y bellas artes, la Biblia y un gran número de libros de espiritualidad, en los que se encontraban las Encíclicas papales, sobre todo, las que hacían referencia a la cuestión social, que para la época estaban en pleno apogeo.

         José Gregorio Hernández es ejemplo para los sacerdotes venezolanos, ya que renunció al matrimonio, para dedicarse a los suyos y a toda la población, a la ciencia, a la universidad, a su vida de perfección cristiana, no teniendo en mente el abandono del celibato en busca de aventuras, ya que supo elegir, dedicando su vida por entero a la práctica de la virtud y al servicio de los demás. Se hizo amigo de los sacerdotes y de las monjas, cuando por algunos, que se decían cristianos liberales, eran severamente criticados y perseguidos.

         Venezuela debe ver en la persona de José Gregorio Hernández al hombre de Dios que estando en pleno ejercicio de sus actividades como docente y médico, decide entregar su vida a la oración y penitencia de los Cartujos.

         A este gesto del Doctor Hernández nunca se le puede considerar egoísta, viéndolo desde el punto de vista social, pues para este santo varón, su vida estaba puesta en el servicio, pero también en el cumplimiento de la voluntad de Dios, orientado siempre hacia la eternidad, con los pies en la tierra, pero con los ojos en el cielo.

         Dejando atrás su notable y exitosa carrera profesional, parte para Italia, lugar en el que se encuentra el monasterio Cartujo, el cual se rige por las enseñanzas de san Bruno, las cuales José Gregorio conocía a la perfección, pues le fue suministrado un libro que contenía la espiritualidad de dicho santo.

         En la Cartuja tomó el nombre de Fray Marcelo; su endeble naturaleza, estropeada por la fatiga mental del largo estudio y no habitaba al contrapeso de los ejercicios físicos, hizo que no pudiera resistir al paso del tiempo y de la tarea asignados. El superior, temiendo que, por su esfuerzo en cumplir las tareas, pudiera enfermarse, le recomendó que ingresara en otra congregación. Sin perder la esperanza, José Gregorio regresa a Venezuela y con el mismo entusiasmo vuelve a dedicarse a su trabajo profesional, la vivencia de la caridad universal.

         Con una trágica muerte, el pueblo venezolano despidió la gloriosa vida del Doctor Hernández y con su ejemplo de hombre de Dios, de católico radical, de humilde servidor lo recuerda y ora incesantemente para que sea reconocido por la Iglesia Universal como Santo para la gloria de Dios.

         El Venerable José Gregorio Hernández fallece en Caracas el domingo 29 de junio de 1919, a las 2 y 15 minutos de la tarde, contaba con 54 años de edad y 31 años de médico. Fue atropellado por un vehículo marca Essex modelo 1918, de la Compañía Hudson, manejado por Fernando Bustamante, merideño de 26 años de edad, quien deseaba ser compadre del Doctor Hernández. Para 1919 ya circulaban por Caracas alrededor de 700 vehículos. La fractura de la base del cráneo segó la vida del médico de los pobres.

P.A
García



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