lunes, 26 de octubre de 2015

La Formación Integral del Sacerdote Diocesano


 FORMACIÓN INTEGRAL DEL SACERDOTE DIOCESANO


San Josemaría Escrivá de Balaguer y el Beato Alvaro del Portillo, ejemplos de santidad sacerdotal


 CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN

En la existencia de la Iglesia Católica, en especial de nuestra Arquidiócesis de Mérida, el tema de la formación sacerdotal ha sido llevado con especial ahínco por los diferentes Pastores que se han preocupado por los sacerdotes que guían a su pueblo, sobre todo si conocemos los problemas por los que pasó nuestra Iglesia particular entre los años 1913-1916, bajo el pontificado de Mons. Silva García primer Arzobispo de Mérida, donde el presbiterio sufrió el escándalo de contar con sacerdotes de mala reputación, hecho que desangró la honorable labor de la Iglesia, así como la estima del portador de la mitra emeritense para su época.
Se requieren sacerdotes que sepan desenvolverse en la cotidianidad del Pueblo de Dios, como verdaderos Pastores y Maestros, acompañantes espirituales y sobre todo santificadores con los dones que de Dios han recibido gratuitamente y los cuales obligados se ven a suministrarlos gratuitamente. Para esta labor de formación sacerdotal la Iglesia ha contado con la opinión de innumerables santos que a lo largo de los siglos se han ido impregnando en el carácter mismo de los dispensadores de las gracias de Dios. Esto es algo muy complejo, que amerita de una seriedad que la distinga de cualquier otra labor  apostólica. Es necesario reconocer que esta formación sacerdotal aprecia muy variados y complejos aspectos de los cuales hablaremos con sencillez y a modo de resumen en este breve trabajo.
El presente trabajo, sobre la formación integral del sacerdote diocesano, se ve impulsado por el deseo de dar a conocer que la formación de los futuros sacerdotes debe estar enmarcada por una serie de criterios específicos, sin los cuales no podría darse la óptima formación que la Iglesia reclama para los hombres dedicados al servicio de Dios y del pueblo en lo que se refiere a Dios.
En la actualidad existe una carencia de información y formación acerca de este importante tema en las casas de estudios eclesiásticos o Seminarios, y consecuencia de esto son la gran cantidad de escándalos de toda índole que cometen los presbíteros una vez ordenados o algún tiempo después de ello, pues han sido preparados y formados con deficiencias y sin duda les hace falta conocer, asimilar y poner en práctica las ideas que expresan los libros citados para la realización de esta monografía, los cuales a su vez, en la medida que se van dando, han venido perfeccionando esta labor minuciosa de la Iglesia para con sus sacerdotes.
Se tiene como principal objetivo de este trabajo, presentar para la “formación sacerdotal” del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura de Mérida las áreas de formación necesarias, éstas son la opinión que la Iglesia en su Magisterio plantea para el éxito de la misión evangelizadora. Así como también explicar el verdadero sentido de las áreas de formación, teniendo en cuenta que son 5 a saber: formación espiritual, formación humana, formación comunitaria, formación intelectual, formación pastoral, éstas cinco no llevan un orden de importancia, al contrario, todas son necesarias y se complementan unas con otras, se está hablando entonces de “integridad” en la formación.

CAPÍTULO II

FORMACIÓN ESPIRITUAL

            «Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios» (Heb 5, 1).
El futuro sacerdote es un hombre llamado por Dios, es decir, su misión empieza por medio de un llamado espiritual, por una experiencia trascendental en la vida de piedad. Dada la importancia de este primer hecho, iniciamos las áreas de formación con la dimensión espiritual, siendo ésta la más significativa y tajante para el candidato a las sagradas órdenes. El joven que desea o aspira al sacerdocio ministerial debe tener claro que él es protagonista de su propia formación, dejando el espacio necesario al Espíritu Santo.
Indagando sobre la primera dimensión, encontramos que para, Maciel. M. (1990) La formación integral del sacerdote católico:

Se trata de una formación vivencial más que intelectual. Es la experiencia del amor: comienza por el amor a Dios y a los hombres, y termina en este mismo amor fortalecido y perfeccionado: comenzar amando para terminar amando más. Esta vivencia tiene su centro vital en Cristo y su fuente principal en el Evangelio. (p.90)


Por su parte, el Directorio General del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura (2011) expresa que la formación espiritual exige en la vida de los seminaristas una disciplina, de modo que sean a futuro sacerdotes de fe y oración como lo pide la Iglesia.
            No puede figurarse un sacerdote sin fe, es algo absurdo, sin embargo, se corre el riesgo de tenerlos cuando en los seminarios no se le da la debida importancia a las actividades espirituales,  cuando se le tolera a un formando la falta a las oraciones comunitarias o a la misma Eucaristía que es el centro y culmen de la vida del cristiano, como nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica (1997) en su numeral 1324:

La Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana. Los demás sacramentos, como también todos los misterios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua. (p. 322)


            Con respecto al trato del seminarista con Jesucristo expresa la Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores Dabo Vobis (1993) de San Juan Pablo II que la relación del sacerdocio con Jesucristo, y en Él con su Iglesia, — en virtud de la unción sacramental — se sitúa en el ser y en el obrar del sacerdote, o sea, en su misión o ministerio. (p. 31)

Espiritualidad Mariana del futuro sacerdote

Debemos tener presente que, como lo formula el Catecismo de la Iglesia Católica (1997), “lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo” (p.118)
Dentro de la vida espiritual del futuro sacerdote hay un espacio que en la mayoría de los casos ha llevado a mediocres a la santidad de vida recomendada por Cristo, es la siempre victoriosa devoción mariana, ese amor filial a la Madre de Dios que es madre nuestra también. Cuando un seminarista acostumbra en sus años de formación el piadosísimo rezo del Santo Rosario, está forjando su alma con la de María la llena de gracia, está uniendo toda su vida espiritual con la que no tiene pecado alguno, de esa cercanía a María, la Santísima Virgen se recogen frutos abundantes y bendiciones de parte de Dios, porque Ella es el camino más rápido hacia Jesús su Hijo.
Nos recomienda San Josemaría Escrivá de Balaguer, Surco (474), que “el Santo Rosario es eficacísimo para los que emplean como arma la inteligencia y el estudio. Porque esa aparente monotonía de niños con su Madre, al implorar a Nuestra Señora, va destruyendo todo germen de vanagloria y de orgullo”.
También es muy de alabar que los seminaristas tengan una advocación personal a la cual dirigir sus oraciones, que tengan una imagen de la Virgen en sus habitaciones, para que sientan como María está siempre presente en medio de sus días de configuración con Cristo Buen Pastor.
Imposible es un sacerdote sin fe y sin devoción a la Madre de Dios. Además de todas las actividades espirituales, es recomendable que las festividades que la liturgia de la Iglesia nos presenta acerca de la Virgen María, sean realizadas en los seminarios con especial desarrollo, de modo que favorezca a la reflexión sobre los misterios de la fe y de la vida de María Santísima. Si María es la Madre Cristo, y el sacerdote es alter Christus, otro Cristo, entonces el sacerdote es otro hijo de María, pero unido a ella con especial filiación.
La Pastores Dabo Vobis (1993) aporta su grano de arena en la formación del sacerdote y lo descubre de manera especial cuando hace referencia a la espiritualidad mariana, en la que expresa que:

Cada aspecto de la formación sacerdotal puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad; que ha sido llamada a la educación del único y eterno Sacerdote, dócil y sumiso a su autoridad materna. Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia. (p. 155)

FORMACIÓN HUMANA

            En esta dimensión, según el Directorio General del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura (2011) se exige que:

Los candidatos deben ser ante todo hombres equilibrados psicológicamente, con firmeza de voluntad, notable configuración humana, disciplinados, afectivamente maduros, sensibles ante el sufrimiento humano, promotores de la fraternidad y la amistad sincera, capaz de identificarse consigo mismo y con los demás.


En este interesante campo de la formación, el seminarista debe aprender a ser humano, y con esto debe ser un auténtico cristiano que sepa promover, en medio de su vida, el equilibrio necesario para sobrellevar de manera adecuada la convivencia comunitaria a la que está obligado, pues intrínsecamente unida a la vocación sacerdotal y cristiana se encuentra la vida comunitaria que solo es posible desde lo humano, por consiguiente se hace necesario comprender que a ejemplo del pueblo escogido por Dios, Israel, deben ser también las comunidades cristianas, y el Seminario es un campo hermosísimo para implementar lo que la misma Palabra de Dios contiene con respecto a la fraternidad y a la comunidad de fe, regida siempre por el amor como Jesús lo enseñó.
El seminarista, siempre con la ayuda de sus superiores siendo el más idóneo su Director Espiritual, debe superar todas las dificultades que en este campo de “lo humano” acontece. Para que esto se lleve a cabo se parte de la transparencia y sinceridad que el formando debe expresar a su guía, de manera que éste le pueda orientar adecuadamente, porque si bien vemos es difícil que un doctor haga un diagnóstico de un paciente que no le exprese con precisión los síntomas que posee, y peor aún, le puede quitar la vida si éste miente con respecto a su estado de salud, pues le puede aplicar una operación de corazón abierto cuando en realidad lo que está fallando en él son los riñones, por poner un ejemplo.
Analicemos ahora una situación con respecto a la formación humana del seminarista.

El Seminario Arquidiocesano San Buenaventura de Mérida, es una comunidad de personas, en su mayoría hombres, que viven en común, dentro de una misma estructura a la cual se le puede llamar casa de formación sacerdotal. Estos hombres dirigen sus vidas hacia una misma meta temporal, el sacerdocio. Teniendo en cuenta que los superiores de la casa ya han logrado la meta, estos están allí para guiar y acompañar a los formandos en el camino de ocho o nueve años antes de ser ordenados presbíteros, que no sería el fin de la carrera, sino el comienzo de una vocación social.
En este grupo de personas, a la cual se puede denominar “sociedad”, por la gran diversidad de edades, culturas, costumbres, educación, entre otros, se dan fenómenos que pueden ser analizados con el método sociológico. En esta oportunidad se a indagará un hecho muy particular y que  debe llamar la atención a todos: la formalidad en el vestir de los formandos. El buen vestir que se debe interpretar como identificación para lo que se está preparando. Hay que tener en cuenta que se considera este fenómeno como hecho social porque afecta de manera general a una institución educativa (el Seminario) y una institución religiosa como lo es la Iglesia Católica.
Como hipótesis tenemos que, todos aquellos que se están preparando para una misión (profesión) tan importante como lo es el sacerdocio, deben ir habituando en sus vidas una manera específica de vestir, desde el principio de la estructuración del orden sacerdotal se ha considerado muy importante la identificación de los candidatos o de los mismos sacerdotes de entre todos los demás, pues como en toda profesión, es necesaria la identificación: los doctores con sus batas, los ingenieros con su casco, los bomberos con sus impermeables, los abogados con sus trajes, los sacerdotes con sus sotanas o traje clerical.
Encontramos que, dentro de las normativas propias del Seminario, esta pequeña sociedad pluricultural, no es obligatorio para los formandos vestir la sotana todo el día, sin embargo, por parte de los superiores de la casa se han hecho repetidas llamadas de atención con respecto a la formalidad en el vestir de los formandos, exhortándose en que es necesario que vistan de una forma específica al menos en la capilla y ocasiones especiales, es decir, se exige el uso de camisas y no franelas, pantalones y no monos deportivos ni bermudas ni shorts, zapatos y no botas deportivas ni sandalias. Ahora nos cuestionamos ¿Por qué en la totalidad de la casa de formación no se ha acatado a esta norma? ¿Cuáles con las causas de ello? ¿Existe alguna solución?
La respuesta de una gran mayoría de formandos ha sido negativa ante la exigencia de los formadores y exigencia también de la misma formación y vocación, ya que diariamente se encuentran formandos con franelas deportivas en las celebraciones eucarísticas, y peor aún la ropa con la que frecuentemente hacen el deporte en el campo de juego, la usan también para dirigir la oraciones comunitarias, lectio divina, laudes, intermedias, vísperas y completas. Debemos considerar esta actitud social como un hecho anormal, pues lo normal sería que la norma se cumpliera al igual que cuando se exige la levantada a una hora específica, o tal vez cuando se suspenden las actividades académicas. Especifiquemos ahora unas posibles causas ante dichos resultados.
Tengamos en cuenta que, en primer lugar, la mayoría de los formandos están dentro de lo que se denomina la juventud, etapa en la cual todos se dejan llevar por lo exterior, por las modas, por lo que dictan las masas, por el mundo, por los caprichos, no podemos estampar la juventud como moralmente buena o mala, lo que si se debe traer al asunto es el abuso de las posibilidades que ésta permite.
En segundo lugar, se encuentra que no todos los formandos obtuvieron una misma formación familiar o educativa (escuelas, liceos, seminarios menores) esto es clave necesaria en la personalidad de un individuo, sobre todo cuando en la familia hay quienes enseñen el buen vestir, abuelos, tíos, padres, madres, vecinos, no como sacrificio para ser aceptado por el mundo de la madurez, sino como norma de vida, como sana virtud viril. Sin embargo está de más aclarar que no en todos los tiempos la manera de vestir ha sido la que se platea hoy en día, al contario, parece que una generación se burla de la anterior en cuestiones de moda, costumbres, creencias.
Tengamos presente que estas exigencias van siempre orientadas a responder las necesidades que nos reclama la actualidad, la sociedad sedienta de signos y señales, una sociedad totalmente centrada en los sentidos.
En tercer lugar se debe aclarar que los formandos son natos de diferentes regiones del país (Venezuela), donde la multiplicidad en el clima también juega un papel decisivo en el vestir y el comportarse, imposible sería exigir a las personas de la zona calurosa (El Vigía, Machiques, la zona sur del Lago de Maracaibo) que vistiesen en su tierra suéteres, trajes formales, camisas manga larga, de igual modo a las personas de la zona fría (los andes venezolanos, Táchira, Mérida y Trujillo) exigir que vistiesen franelillas, pantalones cortos entre otros.
 En cuarto lugar se debe reconocer que, en lo que se refiere a la comodidad de la persona, es más propicio no vestir formalmente, pues una ropa cómoda facilitaría el caminar, el estudio, la oración entre otras actividades rutinarias del Seminario, por ejemplo son muchos los formandos que no toleran estar en zapatos de vestir un día completo, sienten que van a perder los pies, esto sin duda alguna hay que tomarlo en consideración, pero no está de más recalcar que en la formación de hábitos es necesario el sacrificio y la constancia, perseverar en lo que se desea alcanzar.
En el quinto punto se podría ubicar el factor económico, sabiendo que  es más fácil encontrar y adquirir ropa deportiva que ropa formal, esta última suele ser costosa y difícil de asimilar en los jóvenes.
Como sexto punto se tiene que, en los sacerdotes, tampoco es muy común el uso de sotana o traje clerical, esto desmaya de cierta manera a los formandos, o les dan ocasión para vestir de la manera que les satisfaga, cayendo en el error a veces de estar totalmente desubicados en actos protocolares, reuniones, celebraciones litúrgicas, etc.
Se ubica en séptimo lugar, y no menos importante, la conciencia de cada formando, entendiendo ésta como el impulso a obrar el bien, el amor por la vocación, el claro discernimiento y el claro reconocimiento de que la vocación (profesión) me pide la renuncia de muchas otras, o de que una cosa me exige otras pequeñas cosas que son evidentemente necesarias para lograr el objetivo final tal y como es.
Dichos factores formulan una conclusión ya asomada en el mismo planteamiento del hecho social, estas dirigen su objetivo a que se refuerce el problema que tratamos, pues analizando y sintetizando todos estos posibles factores se tiene como resultado la falta a una normativa y la desorientación de los formandos en cuanto a sus hábitos y costumbres o identificación con la específica vocación sacerdotal, es decir, un fenómeno anormal causado por circunstancias muy normales dentro de la formación humana.
            En la voz del pueblo, lo único que no tiene compensación es la muerte, y lógicamente es así, es por ello que se ve una posible solución a esta carencia en la formación del seminario de Mérida. Cómo puede darse solución a esto, comenzamos con el ejemplo que deben dar los sacerdotes formadores, los superiores de la casa, porque al ellos llevar su sotana o traje eclesiástico están facilitando credibilidad a lo que invitan y son un patrón a duplicar, el formando encontrará en quien basarse para cumplir con la normativa, su formador, que debe ser su amigo, una persona en quien confiar y a quien imitar en lo bueno; otra factible motivación puede ser, brindar formación e información a los formandos con respecto al uso de su distintivo como sacerdotes, o en el caso de seminaristas al uso de ropa formal, que donde se ponga de pie, se note que es un alma consagrada a Dios, que lleva una vida ordenada y recta y así puede ser eficaz instrumento de evangelización, interiorizando que el hábito no hace al monje, pero  si lo distingue y lo libra de cometer actos que van en contra de su perspectiva moral o legal.
            Se culmina este análisis de una realidad indiscutible, sin hacer énfasis en lo que respecta a las prendas de vestir que deberían usarse por debajo de la sotana, comprendiéndose estas en: zapatos negros, medias negras, pantalón negro y camisa manga larga blanca.
            No se puede generalizar la negatividad del fenómeno analizado, ya que es evidente de que sí existen individuos que mantienen un hábito de buen vestir, de formalidad y cortesía que son un paso a la caballerosidad y demuestran así su formación humana, al igual que los superiores, estos sirven de ejemplo y motivación para todos aquellos que por diversas circunstancias no acatan la norma o simplemente por rebeldía piensan ser la excepción de la unidad y uniformidad a la que están llamados todos los cristianos y muy especialmente los sacerdotes, dando origen de esta forma a un hecho social totalmente anormal. Al que mucho se le da, mucho se le exige.
Ahora detengámonos brevemente en lo psicológico de la formación humana, reconociendo que esta ciencia (Psicología) es necesaria para lograr el objetivo que en el principio se trazó.
Por el estudio y la sana aplicación de la psicología, se puede comprender mejor al ser humano, pues éste a lo largo de su complejo desarrollo psicosocial experimenta una serie de etapas o estados, los cuales dejan en la mayoría de las personas unas fijaciones, que a su vez son las que nos dictan un certero diagnóstico con respecto a la etapa que más difícil le ha sido al individuo en su desarrollo como persona, como miembro de una sociedad. 
Éstas etapas que, son impecablemente desarrolladas de modo más amplio por el psicólogo Erik Erikson, deben ser conocidas por todo el equipo formador del Seminario, pues solo así ellos responsablemente actuarán en la formación de los futuros sacerdotes, pues fácilmente en una de las tantas “crisis vocacionales” que azotan a los jóvenes seminaristas se puede dar el caso de la inmediata expulsión, sin comprender el porqué de las actitudes juzgadas y sin saber que muchas veces el joven actúa en relación a la etapa que está viviendo, (adolescencia y o juventud) y si no se conoce la razón de sus comportamientos y actitudes se le puede hacer mucho daño al determinar opiniones o decisiones sobre él. 

FORMACIÓN COMUNITARIA

            Es común escuchar en los formandos que la vida comunitaria se vive solo en su etapa de formación en el seminario, que después de ordenados tendrán una vida solitaria y sin nadie quien los moleste, esto no es así, pues la Iglesia siempre ha sostenido, en la predicación de los sucesores de los Apósteles que, el presbiterio es también una comunidad de hermanos donde deben convivir y ayudarse mutuamente.
            Los formadores del seminario siempre repiten que, como son las actitudes como seminaristas, así mismo serán como sacerdotes, esto se puede interpretar positivamente, o sea que si se esfuerzan los seminaristas por llevar su etapa de formación con valores como la hermandad, honestidad, sinceridad y disponibilidad se está garantizando un presbiterio a modo del colegio apostólico y a ejemplo de las primeras comunidades cristianas, que lo tenían todo en común.
            En el caso particular que concierne a este trabajo, es decir, la formación integral del sacerdote “diocesano”, el campo de la formación comunitaria debe ser visto en relación al fin mismo del ministerio sacerdotal, el cual generalmente se va a desempeñar en un delimitado espacio eclesial que es la Parroquia.
            Las parroquias, que son la jurisdicción espiritual de un determinado territorio, son la “comunidad” a la cual se dirige el sacerdote diocesano con especial carisma, es por eso que en sus años de formación debe aprender a convivir en su comunidad de seminario, ésta se le puede convertir desde la mejor perspectiva cristiana en su “pequeña parroquia” a la que debe servir con humildad, más que mandar autoritariamente.
            Volviendo al Seminario, se encuentra que en la vida de comunidad que abarca las 24 horas del día, se debe trabajar en la santificación del tiempo, que a bien de los seminaristas presenta el horario de la Casa de Formación, entendiéndose por santificación como aquella sobrenatural disposición del seminarista por hacer siempre lo máximo que pueda y dando siempre lo mejor de sí. Por su parte en este tema de la santificación del tiempo, el Concilio Plenario de Venezuela (2006) nos dice que:
Para el cristiano, el tiempo es la categoría en que se realiza la salvación. Santificar el tiempo es, fundamentalmente, dedicarlo al servicio de Dios, convirtiéndolo en instrumento de comunicación y de dialogo con Él, para hacer posible su acción salvadora en la historia y en la vida de los hombres. De ahí el motivo por el que la Iglesia ha instituido el año litúrgico, y por el que nos exhorta a llenar el tiempo con la oración constante, de tal modo que cada actividad humana esté penetrada por la gracia. (p. 275)


            Para llevar a cabo esa santificación del tiempo, a la que anima el Concilio Plenario de Venezuela hace falta poner en práctica unos valores concretos que permitan clarificar esa piadosa labor, por su parte el Directorio General del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura (2011) los expresa de la siguiente manera:
Solidarios, comprometidos, hospitalarios, serviciales, respetuosos, comprensivos, actitud para la reconciliación y coherentes en su obrar. La vida comunitaria en la formación del presbítero diocesano viene muchas veces interpelada, se cree es una realidad distante de la que luego se vivirá en el desempeño del ministerio pastoral. (p. 51)  


Un aspecto importante en el aspecto comunitario, es el deporte en el seminario, este favorece en muchos sentidos la formación humana y comunitaria del formando, lo anima a esforzarse por logar metas temporales y le ayuda a distraer un poco su mente del clima académico que invade todos los rincones del seminario.
Pero es recomendable que, cuando el horario de un seminario se vea interrumpido por cualquier actividad extraordinaria, sea el tiempo del deporte el que se aplique para suplir los momentos de estudio u oración.


FORMACIÓN INTELECTUAL

Muchos de los seminaristas, en su proceso de formación no le dan importancia al campo académico, pues sostienen que dichos estudios no le serán útiles para sus futuras labores pastorales, donde su principal objetivo es comprender a la gente, sus problemas, atenderles y dirigir sus vidas hacia un encuentro personal con Dios, sin embargo, los estudios en el proceso de formación son de gran importancia y deben hacerse con el mayor esfuerzo y responsabilidad, pues de eso dependerá su ministerio sacerdotal.
Si un seminarista no estudia, por ejemplo, las Sagradas Escrituras, claro está que no conocerá al Señor, pues como dice san Jerónimo, Padre de la Iglesia, el desconocimiento de las Escrituras es el desconocimiento de Dios.
Discutiendo sobre este atrayente tema de la formación intelectual se topa que para el Directorio General del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura (2011):
Dentro del proceso de formación integral, es necesario un adecuado cultivo del aspecto intelectual que les favorecerá en el ministerio sacerdotal en cuanto ser teológicamente competentes, poseedores de la recta doctrina, hombres de criterios sólidos, estudiosos, actualizados, promotores de la cultura. (p. 53)


            En relación a lo que se ha venido planteando, se demuestra también lo que el Santo Padre Francisco ha expuesto en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) con referente a la formación intelectual  del sacerdote, específicamente en la predicación. Expresa la Evangelii Gaudium (2013) que en la homilía:

Algunos creen que pueden ser buenos predicadores por saber lo que tienen que decir, pero descuidan el cómo, la forma concreta de desarrollar una predicación. Se quejan cuando los demás no los escuchan o no los valoran, pero quizás no se han empeñado en buscar la forma adecuada de presentar el mensaje. (p. 142)

Acompañando estas ideas sobre la formación intelectual del sacerdote diocesano, el Concilio Plenario de Venezuela (2006) en su desafío 205 para con los seminarios expresa que “El seminario procurará tanto una formación intelectual seria que tenga en cuenta el conocimiento de la realidad personal y social, como la adquisición de un hábito de estudio, de disciplina y orden, que garantice una buena formación permanente”
Si desde el inicio de la formación, es decir, desde el curso introductorio no se inculca en el joven el hábito de la lectura, no se darán resultados de superación en el campo intelectual, porque como lo indican los profesores del Seminario, con el hábito de la lectura se van perfeccionando en el formando su vocabulario y su capacidad de análisis y redacción, al igual que su manera de expresarse en público y soltura en exposiciones o intervenciones.  La lectura constituye entonces una pieza fundamental en el proceso de formación, es la clave del éxito, por decirlo de algún modo.
En el seminario debe existir una sana competencia intelectual, que haga favorable este aspecto de la formación. Esta sana competencia intelectual se explica en relación al entusiasmo que los alumnos manifiesten por las clases, los trabajos, exámenes e incluso por el mejoramiento de sus aulas, lugar donde reciben toda la sabiduría del mundo, el templo del saber.


FORMACIÓN PASTORAL

            En este aspecto de la formación del sacerdote, el ámbito pastoral, al igual que los otros ya mencionados, es de vital importancia, porque no se puede tener sacerdotes que recién ordenados permanezcan ajenos a las realidades pastorales en las que está inmerso el Pueblo de Dios. En la formación pastoral se le da la oportunidad al seminarista de ir habituándose a lo que será en un futuro su campo de trabajo, viéndolo desde la perspectiva espiritual, es decir, como el servicio que prestan al pueblo en nombre de Dios, pues bien se sabe que un sacerdote no es un funcionario que “trabaja” por un “salario”, sino un hombre que se ha dado todo para todos, lejos de esto nada.
            En la formación pastoral el seminarista ha de aprender todo lo que su encargado de pastoral le pueda facilitar, este encargado de pastoral es el nombrado por el Ordinario del lugar al igual que cada uno de los sacerdotes a los cuales se les ha destinado, sus parroquias, sus lugares donde llevan a cabo su ministerio sacerdotal.
            En este aspecto de la formación pastoral del futuro sacerdote diocesano, el Directorio General del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura (2011) plantea que:

Todas las demás dimensiones encuentran sentido en la formación pastoral y esto se determina principalmente porque es el lugar y el campo de trabajo donde los futuros presbíteros de manera práctica asimilan cuanto han aprendido en los años de formación. (p.54)

            El Concilio Plenario de Venezuela (2006) nos manifiesta que:

A lo largo de su formación el seminarista va adquiriendo los rasgos de Jesús Buen Pastor, en el trato asiduo con Jesús en la oración y la Eucaristía, en la escucha de la palabra de Dios, la conversión, la práctica de los sacramentos, el trato con María, la dirección espiritual y las diversas experiencias pastorales. (p. 254)

            Los formadores del Seminario deberían tener en cuenta que el joven recién ingresado, es decir, los que cursan el año introductorio y los años de filosofía no están realmente preparados para afrontar una exigencia pastoral como lo es la predicación,  es por eso que se recomienda esencialmente que antes de ser enviados a lugares donde deban dirigir el mensaje del Evangelio a otros, sean preparados con talleres u otros métodos que faciliten el aprendizaje de dicha labor, la cual es la que determina el éxito mismo de una misión o actividad pastoral. Para esto también debe existir un interés por parte del formando, que lo anime a aprovechar todo lo que el equipo les facilita, hasta las mismas predicaciones de las misas comunes del seminario son importantes que sean escuchadas con atención por los seminaristas, y más aún que sean bien preparadas por los sacerdotes celebrantes, porque como lo hemos expresado anteriormente, el ejemplo puede más que las palabras.

            En fin, la pastoral es el campo al que el formando se está preparando, es más, se podría afirmar que la pastoral que da el sentido del sacerdocio, pues para que un hombre se hace sacerdote si no es para servir al Pueblo de Dios.

Es muy laudable que en los momentos de vacaciones, el seminarista tenga la iniciativa de presentarse en su parroquia de origen, para ponerse a disposición del Párroco, de manera que en este tiempo de descanso pueda también ejercer actividades que le ayuden en su formación pastoral, pues allí el seminarista tendrá el contacto necesario con la feligresía que le demostrará las exigencias de la actualidad con respecto al anuncio del Evangelio.

CAPÍTULO III

CONCLUSIÓN

                        Al culminar esta monografía dedicada a la formación integral del sacerdote diocesano, se concluye afirmando que el éxito de una formación de jóvenes para el ministerio sacerdotal tiene su origen en el pleno conocimiento y eficaz aplicación de todo lo que la Iglesia ha escrito y opinado acerca de esta importante misión. La formación sacerdotal es una labor apostólica muy delicada, la cual exige necesariamente la santificación en las cosas ordinarias de la rutina del Seminario. Los formadores deben ser los primeros amigos y compañeros de los seminaristas, su función es guiar, levantar, acompañar a los jóvenes, no ser sus enemigos y no pasar sus días haciendo todo lo posible por expulsarlos de una casa en donde tranquilamente caben todos, claro está, esta casa está llamada a la uniformidad y a la verdadera configuración con Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, modelo perfecto del sacerdote.
            San Juan María Vianney (Patrono de los Sacerdotes), ruega por nosotros.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Arquidiócesis de Mérida (2011). Directorio General del Seminario Arquidiocesano
San Buenaventura. Mérida, Venezuela: Directorio Arquidiocesano.

Concilio Plenario de Venezuela (2006). Documento Conciliar Nº 10: La Celebración de los misterios de la fe. Caracas, Venezuela: San Pablo

De Brouwer, D. (2009). Biblia de Jerusalén. Nueva Edición totalmente revisada. Bilbao, España: Desclée De Brouwer. 

Francisco (2013). Exhortación Apostólica Postsinodal: Evangelii Gaudium (El anuncio del Evangelio en el mundo actual). Caracas, Venezuela: Paulinas.

Marcial. M. (1990). La formación integral del sacerdote católico. Madrid, España: Biblioteca de Autores Cristianos.

San Juan Pablo II (1993). Exhortación Apostólica: Pastores Dabo Vobis. Caracas, Venezuela: Tripode.

San Juan Pablo II (1997) Catecismo de la Iglesia Católica. Caracas, Venezuela: Tripode.  


San Josemaría Escrivá. (1965) Surco. Madrid, España: Rialp 

ORACIÓN POR LA VOCACIONES

Jesús, Buen Pastor, que viniste a dar vida y a
entregarla vida, faltan pastores que den vida y
entreguen la vida como Tú.

Haz que de nuestras familias, comunidades, grupos
y colegios, surjan muchachos y muchachas que
respondan generosamente a tu invitación de
seguirte como religiosos, religiosas y sacerdotes.

Renueva la fidelidad de los consagrados: obispos,
sacerdotes y misioneros. Concede la gracia de la
perseverancia a formandos y seminaristas.

Que la Virgen de Coromoto, estrella de la Nueva
evangelización, guíe nuestro caminar de discípulos
misioneros e interceda por nuestra Arquidiócesis.
Que así sea.

Pastoral Vocacional Diócesis de Machiques
(Adaptación de Pedro García)


ORACIÓN FINAL DE LA EVANGELII GAUDIUM

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro “sí”
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.

  Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.   

Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni detenga
en su pasión por instaurar el Reino.

 Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos

P.A
García


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