sábado, 10 de marzo de 2018

Apuntes de un Retiro Espiritual de Cuaresma


RETIRO ES ENCONTRAR EL DESIERTO DE LA VIDA

Seminaristas del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura

    Qué bello es encontrar un lugar a solas con Dios, un lugar donde el silencio me hable, porque Dios habla en el silencio y habla al corazón. Los retiros espirituales son momentos privilegiados para hacer un stop en la vida y mirar nuestro interior en la presencia de Dios. Un retiro espiritual se guía principalmente por la meditación de los textos de las Sagradas Escrituras. Meditar es hablar con nosotros mismos y cuestionarnos sobre un tema específico, qué me dice el texto, qué rescato como más importante, a qué me invita la cita bíblica o el tema de reflexión.

A continuación expongo los apuntes del Retiro Espiritual de Cuaresma, dirigido para los Seminaristas de la Etapa Configurativa del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura de Mérida.

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Meditar sobre Isaías 58, 1-7. Este es el ayuno que yo deseo: romper las cadenas injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar libre a los maltratados y arrancar todo yugo.

¿Qué significa la ceniza?

A primera vista la ceniza parece ser indicativo de suciedad, sin embargo, también es símbolo de limpieza, pues con ceniza se lavan las ollas de la cocina para dejarlas con especial brillo y pulcritud. A ceniza nos recuerda que nunca dejamos de ser creaturas, polvo somos y al polvo volveremos. Dice Santo Tomás de Aquino: “de Dios venimos y a Dios volvemos”.

En la búsqueda de Dios, el santo de Hipona nos recuerda: “mi corazón está inquieto y no estará tranquilo hasta que descanse en ti”. La ceniza nos ayuda a solidarizarnos con todo el dolor que nos avecina, pues es símbolo del arrepentimiento de la humanidad, arrepentimiento de los pecados cometidos, pecados que la mayoría de las veces son la raíz de los males que nos afectan.

Ceniza significa aquello que fue y ya no es. Meditar al respecto el Salmo 102 (101)10 “como ceniza en vez de pan”. Reflexionar: ¿cómo hacerme solidario con el sufrimiento de los demás? La ceniza es el producto final de algo que pasó por fuego ardiente. Con la ceniza se comienza el regreso a Dios: a ti, Señor, la alabanza y la gloria, a nosotros la vergüenza, pues, hemos pecado.

En la vida, las cosas que hacemos tienen que ir acompañadas con la sinceridad de corazón, para así agradar a Dios. Al respecto, Leonardo Boff mantiene la tesis de que hay vida en los sacramentos, pero, debemos darle vida a los sacramentos, esto con respecto a la misma celebración litúrgica de los sacramentos, donde debe vivirse a plenitud con dinamismo y entusiasmo, pues nos encontramos frente a la gracia de Dios, don gratuito para la humanidad.

Estamos llamados a ser maestros de oración, y como celebremos y concelebremos los sacramentos, en especial la Eucaristía, vamos a enseñar a la gente a celebrar y vivir la misma fe. En todo este camino ascético tenemos el peligro de abandonar el corazón, es decir, hacer las cosas externamente pero sin que nos digan algo a nosotros mismos. Debemos actuar siempre con sinceridad de corazón y autenticidad de corazón.

Dios exclama: este pueblo me adora con sus labios, pero su corazón está lejos de mí. El hombre responde: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, y en esta respuesta a Dios, podemos tener la tentación de no dar más.

Es necesario sanar el alma. Al respecto, todas las misas son de sanación, hay que llamar a la gente a una verdadera conversión de vida. Marcos 1,15 conviértete y cree en el Evangelio. Ceniza es fruto de fuego que arde, esto debe tenerse presente a la hora de volvernos a Dios, es decir, es necesaria una purificación.

Oración jaculatoria al Espíritu Santo: Espíritu de Dios, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz, confirma en el creyente la gracia del amor, reúne a todos en la Iglesia.

Las tentaciones de Jesús en el desierto: (Mateo 4,1-11). La Cuaresma inicia cada año con este relato de Jesús, que pasó cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. El Espíritu llevó a Jesús al desierto, él acaba de ser bautizado y ha recibido la misión de ser el Mesías, el Siervo sufriente. Cuarenta días es un número simbólico, también se le consigue en el diluvio por el cual Dios destruyó la tierra entera, el peregrinaje del Pueblo de Israel desde Egipto a la Tierra Prometida, también personajes como Elías y Moisés pasaron 40 días en el desierto.

El desierto de Judá está ubicado entre Jerusalén y Jericó, allí Jesús estuvo entre las fieras y los ángeles le servían, esto según el relato de Marcos, de ahí que sea Cristo el “León de Judá”. Ha habido gran cantidad de hombres y mujeres que se han ido al desierto, siguiendo el ejemplo del Señor: San Antonio Abad.

El Señor Jesús, estando con los suyos, se fue a un lugar oscuro y solitario para orar, de ahí que veamos la importancia de los Retiros Espirituales, como Cristo, nos retiramos a orar para tomar las mejores decisiones en nuestra vida, y qué mejor decisión que la de convertirnos de lleno a Dios. El desierto para nosotros hoy en día, ya no será un espacio físico, sino un espacio temporal dentro de las actividades cotidianas, momento en el que nos vamos a solas con Dios.

A veces en la práctica somos lo que menos oramos, y constantemente mandamos a la gente a orar. ¿Por qué no le damos el diezmo de oración a Dios? El diezmo de oración a Dios significa que de las 24 horas que tiene e día, una hora y cuarenta y cinco minutos sería para dedicarla a la oración, al encuentro íntimo con Dios. Es evidente, necesitamos un tiempo de desierto, cada quien procure encontrarlo, le será muy provechoso en su crecimiento espiritual.

San Agustín de Hipona nos hace una incitación: “volved a entrar en vuestro corazón; volved desde vuestro vagabundeo. Tú que te has hecho ajeno a ti mismo. Examina lo que allí percibas de Dios. En la interioridad del hombre habita Cristo”.

En el plano espiritual ¿qué significa el corazón? Es el lugar metafísico más profundo de una persona. Lugar donde nos encontramos con nosotros y con el Señor. Dios nos habla al corazón, no a los oídos. “Conócete a ti mismo”. El corazón es la parte esencial de mi realidad.

La interioridad es afincarnos a lo más auténtico que hay en nosotros. Lejos de ser “autómatas”, “esclavos de la máquina”, gente que no se pregunta el porqué de las cosas. El autómata tiene un corazón, ciertamente, pero éste le suena mecánicamente, no hay en él vida verdadera. Hay un dicho popular que reza: “a los veinte años eres incendiario, a los cuarenta bombero”, nunca debemos perder el fuego del amor y de la pasión que llevamos dentro. Tampoco debemos hacer las cosas únicamente “para que la gente se sienta chévere”, por el contrario hay que ponerle corazón a las cosas, pero dejando cosas profundas en las personas y no solamente sentimentalismos pasajeros.

En el camino de la vida, encontramos una voz terrible y tierna, es la voz de Jesús el Señor. No debemos ser hombres “pragmáticos”, de esos que dedican tiempo a todo, por sobre todo está la oración.

Un cierto “pastor”, como buen representante de la autoridad liberal la Virgen no le dice nada, ese es el peligro de aquellos que transpiran soberbia.
El gran problema de hoy en día es que no somos transparentes, nos acostumbramos a mostrar caretas a la gente, a los formadores, al Director Espiritual, al confesor, y también a los demás, para que me amen, pero no soy yo, soy un reflejo, apariencia. El otro problema de las relaciones humanas es que lo que en mi veo y detesto lo proyecto a los demás.

Nos tienen que conocer tal y como somos, sin esconder motivaciones.
“Vicios privados, pública virtud”: la historia de Job. He sido un bocón, he hablado de más, te conocía de oídas, ahora te conozco de vista. ¿A qué me llamas, Señor? El sacrificio de alabanza, la víctima más exquisita de Dios es nuestro propio corazón. Volver a Dios, volver a él siempre, pero sobre todo cuando la enfermedad espiritual, lejos de curarse, lo que hace es agrandarse.

Estar pendientes, de no ser tan mezquinos con Dios, lejos de nosotros vivir bajo esta máxima popular: “vino, placeres y hermosas mujeres”.

Pensar en lo siguiente, de repente he sido yo con mi actitud, quien he llevado a mi victimario a agredirme, si es así, corriendo debo ir a pedirle perdón. Así mismo, pedir perdón a aquel que me ha ofendido, pues puede yo mismo ser el propiciador de ello.

Dice Santa Teresa que la puerta del Castillo interior es –sin duda alguna- la oración. San Agustín de Hipona expresa la realidad de muchas almas que buscan a Dios: “tú estabas dentro de mí y yo fuera” (Confesiones 10, 27). Mateo 6, 1-4 nos enseña qué hacer para buscar a Dios. Hacerlo en lo secreto y el Padre ve y recompensa. Que no seamos esclavos del qué dirán, que seamos esclavos de la autenticidad, ser auténticos. Pero, dónde está la sana autenticidad, indudablemente la hallamos cuando la medida de mi vida, de todas las cosas, es el Señor. No seamos osados para el pecado, sino osados para la gracia. Recomienda San Anselmo: excluye todo menos a Dios.

Antes que orar por sanación física conviene hacerlo por sanación interior. El ayuno de alimentos no es el más importante ni necesario, pero, pendiente con esto, es recomendación loable de la vida del cristiano, pues a ayunar nos damos cuenta de lo poco y miserables que somos y eso nos ayuda a ser mejores con Dios, con los demás y con nosotros mismos. El ayuno que yo hago voluntariamente tiene que remediar el hambre de los demás. El hombre es lo que come, el hombre es lo que mira.

Efesios 4, 29: que no salga mala palabra de tu boca. Aquellas que nos hacen amargados y reprimidos.

Mateo 12, 36: de cada palabra inútil los hombres darán cuenta en el día del juicio.

2 Timoteo 2, 16: evita las charlas profanas.

1 Tesalonicenses 2, 13 palabras creativas y útiles.

¿Para qué Jesús fue al desierto? El que niega la existencia del mal se aleja de la Tradición bíblica y de la Iglesia. Jesús ha vencido al demonio, lo ha hecho él, que es Dios, tampoco nos demos por superiores.

Las tentaciones fueron una iniciativa del Demonio, permitidas por el Padre para la gloria de su Hijo y como enseñanza para nosotros. Jesús fue al desierto para encontrarse con su Padre Dios por la oración. En el hombre interior habita la Verdad, y la Verdad nos hará libres.

P.A
García

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