domingo, 21 de agosto de 2016

La Biblia habla sobre el Purgatorio

BIBLIA Y PURGATORIO

         Muchos creen que la Iglesia Católica ha inventado la existencia del Purgatorio para amedrentar a los fieles. Existen quienes se encargan de transmitir un mensaje de falsedad, pues la ignorancia en las cuestiones de la fe los lleva a eso, pero para vuestra sorpresa no es así, ya que se pueden encontrar las bases bíblicas que comprueban dicha creencia.

         La Biblia enseña que: “ninguno se acercará a Dios sin haber sido purificado de todo pecado e impureza. La Iglesia siempre afirmó que una purificación se da en el momento de la muerte e incluso después para todos aquellos que se quedaron apegados a sus imperfecciones y deseos humanos”

         Pero para comprobar el Purgatorio que nos presenta la Santa Biblia, leamos detenidamente dos citas que nos van a ilustrar con la luz del Espíritu Santo, la primera es del Antiguo Testamento y la segunda es del Nuevo Testamento.

         2 Macabeos 12,43-45 dice: “Luego efectuó una colecta que le permitió mandar a Jerusalén unas dos mil monedas de plata para que se ofreciese allí un sacrificio por el pecado. Era un gesto muy bello y  muy noble, motivado por el convencimiento de la resurrección. Porque si no hubiera creído que los que habían caído resucitarían, habría sido inútil y ridículo orar por los muertos. Pero él presumía que una hermosa recompensa espera a los creyentes que se acuestan en la muerte, de ahí que su inquietud fuera santa y de acuerdo con la fe. Mandó pues ofrecer ese sacrificio de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus pecados”

         La Biblia nos enseña que: “los soldados de Judas se sintieron alentados en su fe al comprobar que sus compañeros muertos en la guerra lo merecieron por algún pecado. En los tiempos pasados, por ejemplo en tiempos de Josué, los creyentes se conformaban con alegrarse de esta justicia de Dios y no se preocupaban de los hermanos culpables (Jos 7). En cambio, los compañeros de Judas se inquietan: los que pecaron, ¿dejan de ser nuestros hermanos? Ellos eran del pueblo de Dios como nosotros; ¿no compartirán con nosotros la felicidad venidera, resucitando para la vida? De ahí la iniciativa de Judas y la oración por los muertos. Acaban de descubrir la solidaridad entre los miembros del pueblo de Dios, ya sean vivos o muertos”

         2 Corintios 3,13-15 dice: “Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. Si lo que has construido resiste al fuego, serás premiado. Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará, pero como a través del fuego”

         Hermanos, para estas cosas de fe, es necesario primero pedir la luz del Espíritu Santo, para tratar de comprender los designios de Dios. Nunca olvidemos que Dios nos habla a través de su Palabra, y esta Palabra ha sido revelada, es Cristo Jesús, y Él en cumplimiento de la voluntad del Padre quiso darnos unos guías, los doce apóstoles, quienes habiendo conocido de cerca al Señor, después de su muerte y resurrección enseñaron su doctrina. Hoy día esa doctrina de Jesús es el Magisterio de la Iglesia Católica, por eso cuando la Iglesia habla, nosotros debemos creer, porque es el mismo Jesús quien habla a través de su Cuerpo Místico.

         El Padre Antonio Rivero L.C. manifiesta que: Dicen que no existe el purgatorio y no sirven nuestras oraciones por los difuntos. La Iglesia, apoyándose en 2 Mac 12, 46, cree que mediante nuestros sacrificios, oraciones y buenas obras podemos ayudar a los difuntos que murieron en gracia de Dios y se están purificando antes de llegar a la Gloria. Por el hecho de que la Biblia no contenga la palabra “purgatorio” no se puede concluir que el purgatorio no exista. Tampoco la Biblia presenta la palabra Trinidad y existe el dogma de la Santísima Trinidad, reconocido por los hermanos protestantes.

         Ahora aquí me permito copiarles lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica con respecto al Purgatorio:

LA PURIFICACIÓN FINAL O PURGATORIO

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (Cf. DS 1304) y de Trento (Cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:

Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).

1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (Cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:

Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (Cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41, 5).

                       P.A                     
  García

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