REFLEXIÓN DEL
MIÉRCOLES
08 DE ABRIL DE 2015
Queridos
hermanos. En medio de las alegrías y tristezas de la vida, en medio de nuestras
realidades cotidianas, debemos saber que, somos infinitamente amados por Dios,
el Creador del Universo, y como bautizados por voluntad divina, formamos parte
de la Iglesia de Dios compartiendo una misma fe, pues somos hijos de un Padre
en común por la gracia de este Sacramento.
Cuando
nuestro corazón se dispone a escuchar la santa Palabra de Dios, la cual es
proclamada solemnemente dentro de los Templos, debe disponerse también el
espíritu para que esa Palabra, que es Cristo, actúe en nuestras vidas, sanando,
alegrando y fortaleciendo, de modo que salgamos de la Celebración (Eucaristía)
como hombres y mujeres nuevos, pues la novedad de la vida se obtiene o comienza
cuando nos encontramos con Jesucristo, el resucitado de entre los muertos, el
Mesías, el Hijo de Dios, el que es verdadero Dios y verdadero Hombre, Jesús el
hijo de María.
Importante
es reconocer que el espacio que a veces tenemos en nuestra vida, ese espacio que
no se llena con los placeres, las cosas materiales, ni lo amores desordenados,
solo lo llena Dios con su amor de Padre Misericordioso. Son distintas las
intenciones que nos tienen aquí, en la Casa de Dios, tal vez venimos porque
esperamos de Dios un milagro, o porque de verdad le amamos y reconocemos que
necesitamos de Él, de su Palabra, de su presencia sacramental… (Intenciones por las cuales se asiste a la
Misa)
La
primera lectura, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, recuerda los
milagros y prodigios que Pedro y Juan hacían a los necesitados de Jerusalén, la
ciudad santa, y esto es simplemente el poder de Dios que se manifiesta en medio
de las debilidades de este mundo alejado de Él. Cristo vino al mundo a levantar
a los caídos, a salvar a los perdidos. La misión de Cristo es llevarnos al
Padre, hacernos buenos como Bueno es Él.
La
escena de esta lectura se denota con un levantamiento del pecado a la vida, de
la debilidad a la fortaleza, de la tristeza a la alegría, de la vida de miseria
a la vida digna, de la vida sin sentido a la vida con Cristo, el único camino,
verdad y vida… Cristo es el Principio, es el Camino y es la meta. Cuantas veces
nosotros los cristianos estamos como ese paralitico, postrados he inmóviles en
lo que se refiere a Dios, en lo que se refiere a los demás… Cuantas veces no
nos queremos levantar porque es más fácil (decimos) como estamos, y resulta que
el maligno nos engaña con placeres para alejarnos de Dios, eso no quiere decir
que con Dios no se goza ni se es feliz… cuantas veces no dejamos que los demás
se levanten de la esclavitud del pecado… porque eso nos causa admiración y
envidia, y la envidia es reconocer que el otro posee un bien que yo no poseo.
El
relato evangélico de hoy es muy rico en material espiritual, pero centrémonos
en lo que nos puede hacer mayor bien… (Misión
de Cristo-Mesías, Realidad de la Eucaristía, Encuentro con
Dios-Evangelización…)
El
Evangelio de hoy no dice: quédate con nosotros, porque atardece y el día ha
declinado. Y entró para quedarse con ellos. La Liturgia nos recuerda el pasaje
de los discípulos de Emaús; pidámosle al Señor que nunca nos falte su compañía,
su amor y su misericordia, especialmente en los momentos de dificultad, en el
momento en que se hacen oscuras nuestras relaciones familiares, en nuestros
trabajos y en cada instante de nuestro actuar cotidiano.
Que
María Santísima nos ilumine, proteja y acompañe en el fiel seguimiento de su
Hijo nuestro Señor Jesucristo. Que así sea. Amén.
P.A
García
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