viernes, 27 de diciembre de 2019

Misiones en un pueblo de la Carretera Panamericana

PLAYA GRANDE Y MONTE BELLO

         Diciembre es el mes hecho para dar. Es el mes donde la generosidad debe llegar hasta su máxima expresión, pues es el mes en el que celebramos la Natividad del Señor, que es el mejor acto de generosidad de Dios para con nosotros. Dios realmente está con nosotros. Viene y espera que le recibamos. Nace y espera que le reconozcamos.   
                          
Mons. Juan de Dios Peña Rojas es el actual obispo de la Diócesis de El Vigía – San Carlos del Zulia, él me puso en contacto con el Pbro. Elvis Huertas, de la Rectoría de San Pedro, Municipio Tulio Febres Cordero del Estado Bolivariano de Mérida, para llevar a cabo las misiones decembrinas en los sectores de Playa Grande, Municipio Sucre del Estado Zulia y Monte Bello, Municipio Justo Briceño del Estado Bolivariano de Mérida.

         Estas misiones en la Panamericana fueron una experiencia novedosa para mí, al ser la tercera vez que misiono en territorios externos a mi Arquidiócesis de origen, a saber: en 2017 en la Diócesis de Barcelona, en la ciudad de Anaco del estado Anzoátegui, y en 2018 en el Vicariato Apostólico del Caroní, en San Ignacio de Yuruaní, aldea cercana a Santa Elena de Uairén, en el estado Bolívar.

         Atendí las capillas de estas dos comunidades, Playa Grande y Monte Bello, con todas las celebraciones de la Palabra de la Novena de Aguinaldos. Playa Grande pertenece al Zulia, está a orillas de la Carretera Panamericana, el calor apenas se puede soportar, es una comunidad muy animada, la presencia en las celebraciones fue notable, las mismas se realizaban a las 6:00 AM. Monte Bello pertenece a Mérida, está en el pie de montaña, desde donde se puede divisar el Lago de Maracaibo, su clima es más llevadero. Ambas capillas están dedicadas al patrono de los agricultores, san Isidro Labrador. En Monte Bello se hicieron las celebraciones a las 5:00 PM y dos en la madrugada, a las 5:00 AM.

         En las dos comunidades traté de visitar la mayoría de los hogares. Caminamos bastante, bajo un sol inclemente, por primera vez en mi historia seminarística no usé la sotana, pues el calor para mí era insoportable, pero me di cuenta que no me es tan necesaria, tal vez porque hay “algo” inexplicable literariamente que evidencia mi consagración a Dios. La recepción fue complicada en algunas casas, sin embargo, los católicos convencidos fueron capaces de sonreír y disponerse para la breve oración de bendición del pesebre. En las visitas fui acompañado por personas de la comunidad y niños, que no tardaron en entrar en confianza conmigo. En misiones trato de ser más amigable, pues siempre pasa lo mismo, piensan que soy muy serio y al final soy simplemente normal, me gusta ser cercano, pero con mucho respeto, a todas las personas.

          En cada casa visitada deje un mismo mensaje, el del amor de Dios, pero hubo una frase que me ayudaron a repetir en todos los hogares, los niños fueron los encargados de ello: "Allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es en medio de las cosas más materiales de la tierra donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres. En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria..." San Josemaría Escrivá de Balaguer, de la homilía: Amar al mundo apasionadamente, 8-X-1967. Al final de cada jornada ya lo tenían bien memorizado.

         Acompañé a muchas familias que gustosamente abrieron las puertas de sus casas para recibirme y charlar, para compartir los alimentos, para  manifestar sus dudas sobre la fe. En fin, las misiones son para encontrarnos con la gente, para llevarles el mensaje de Dios, más que para entretenerlas con obras de teatro o trucos de magia y mucho menos con maniobras, el que quiera entender que entienda. Hablar de Dios es lo nuestro, más nada. Hablar de Dios y mostrarlo con el testimonio de nuestras vidas.

         En todos lados podemos conseguir personas convencidas de su fe, luchadoras y trabajadoras por la Iglesia de Cristo. Gracias a Dios y todavía hay gente que cree, no por la Iglesia, sino a pesar de ella. Si alguien quiere reformar la Iglesia, revolucionar la Iglesia, que escuche las necesidades de esta gente humilde y sencilla, que lo que más reclaman es presencia y testimonio, Pan y Palabra.

         Me agradó mucho compartir esos días con ambas comunidades. Me sentí apreciado por lo que soy y por lo poco que he dado, digo poco porque sé que puedo dar más. Tuve la oportunidad de acompañar en Tucaní la ordenación sacerdotal de Jorge Urbina, un seminarista verdaderamente perseverante, como lo manifestó el obispo que lo ordenó sacerdote para la eternidad.

Con la despedida en la comunidad Monte Bello puedo evidenciar que Dios se manifiesta en los pequeños y los más humildes. Aquí les dejo las coplas que me dedicaron. A todos ellos que Dios les pague y les bendiga.

Monte Bello Alto 24 – 12 – 2019
Autor: José Márquez Mora

Dicen que Pedro era Apóstol
era Apóstol del Señor
hoy tenemos otro Pedro
predica de lo mejor
que aquí nos ha acompañado
con cariño y con amor.

Hoy Monte Bello bonito
está muy agradecido
hoy esperamos de Pedro
no nos eche en olvido
la Virgen le dé bendiciones
y el Niñito que ha nacido.

Aquí en está capillita
donde Dios está presente
Diosito le dé bendiciones
lo mismo a toda la gente
porque nos ha acompañado
seminarista valiente.

Valiente por lo que sabe
y por el modo de ser
habla bonito de Dios
el que nos da de comer
el que nos ayuda a todos
al niño, al hombre y a la mujer.

Esperamos de usted
que aquí en esta capillita
que cuando sea Sacerdote
nos haga la visita
que aquí lo recibimos
con un abrazo sincero
y con una sonrisita.

Nos despedimos de usted
nos seguimos despidiendo
esperamos en Diosito
que nos siga bendiciendo
esperamos en Diosito
que nos siga bendiciendo.

P.A
García

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