Nuestros
pueblos andinos y su idiosincrasia son un mundo por explorar y conocer. En la
cotidianidad del campo, a menudo hay paisanos que se convierten en
protagonistas de la historia y así sobresalen del común. En La Playa,
Bailadores, como en muchos otros pueblos, se tiene por costumbre apodar a
personajes y familias por sus características físicas o de cualquier índole. De
esta forma, sobrenombres tan peculiares determinan la vida de las personas,
casi hasta el punto de levantar prejuicios que a la larga no permiten conocer
la vida de aquellos a quienes se les adjudica tal o cual apodo.
Apreciados
lectores, les presento a Luis Castillo, el “Gorila”
de La Playa, como muchos lo conocieron y como pasó a la historia popular. Con
este personaje guardo una alianza familiar, pues era tío de mi madre y, por
ende, tío mío también, es por eso que este discurso biográfico lo extiendo con
propiedad y gran afecto, a la memoria de mi tío Luis Castillo.
Luis Alberto Castillo, nació
en La Playa, el 19 de junio de 1932, venezolano con cédula de identidad n°
698.588. Fue hijo natural de Tomasa Rafaela Castillo, quien lo trajo al mundo a
la edad de 26 años, y por padre tuvo a un tal Pedro, que no lo reconoció como
hijo. Era la época donde las mujeres traían a sus hijos al mundo y lo demás no
importaba. Luis Alberto fue el mayor de 5 hermanos: Luis Alberto (1932-2011);
Carmen Emilda Castillo, hija de un tal Virgilio; Eva Angelina Castillo
(1945-2013), hija de Manuel Vivas; Encarnación Salas (murió al año de nacido);
y María Margarita de Coromoto Salas de Calatayud (1953-2003).
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Luis Castillo, el "Gorila" de La Playa, trabajando en los cañaverales playenses. Foto: Freddy Rodríguez |
Estudió
parte de la primaria con Mons. Luis Alfonso Márquez en la tradicional Escuela “Graduada
Estado Falcón”, que estaba ubicada en la hermosa casona, hoy en día propiedad
de la Familia Mora Sánchez, frente a la plaza del pueblo con la carretera
trasandina. Contó Mons. Márquez que una vez les tocó esconderse en la acequia,
para evitar ser reclutados por las fuerzas policiales del dictador tachirense Marcos
Evangelista Pérez Jiménez, pues eran las épocas de las famosas redadas.
Luis
Alberto en el trabajo de campo se dedicó principalmente a picar caña para los
trapiches playenses, así como sacar tierra para camiones en la quebrada La
Arenosa, trabajando durante muchos años para el sr. Elio Castillo, distinguido
playense, cuyo onomástico lo ostenta el Centro de Educación Inicial
(Preescolar) de La Playa.
Durante
toda su vida, su madre Tomasa Rafaela lo quiso con especial amor,
reconociéndolo, incluso, hasta la hora de su muerte, cuando cayó en notable
delirio a raíz de su fractura de fémur en 2003.
A Luis
Castillo le gustaba mucho asustar a los niños, pues por su aspecto de “gorila”, su color de piel, el abundante
bello en los brazos y su metro ochenta le bastaban para tal apodo. Gozaba riendo
al ver cómo corrían los niños, huyendo de su presencia, pero en una oportunidad
hubo de palidecerse, pues una niña, al intentar esquivarlo en una acera de Las
Delicias, cruzó la calle sin percatarse del carro que venía, y como decimos
coloquialmente: “se vio bajita”.
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Luis Alberto Castillo, el "Gorila" en sus años de mayor plenitud obrera. Foto: Freddy Rodríguez |
No fue
para nada tímido o reprimido, pues se le recuerda participando durante varios
años como Jefe Gladiador en el famoso acto cultural “Paso de Reyes” en La Playa,
destacando su actuación agresiva e impactante. Para el evento vestía un gran
pantalón corto, adornado a la usanza de la época romana, y en su mano un grueso
palo de bambú, traído de la mata que estaba frente a la Escuela Flor de
Maldonado.
A los
50 años se casó, por civil y por la Iglesia Católica, con la Sra. Marina Garzón,
de nacionalidad colombiana. Soñó con tener hijos y familia, pero su matrimonio
no prosperó. Tal vez el licor y su fuerte carácter, rústico y tosco, impidió la
consumación familiar. Los hijos que no tuvo con la Sra. Marina, la vida se los
dio en sus sobrinos y criados, a quienes amó con delicada paternidad,
haciéndose cargo de la alimentación de los mismos. Ese era su orgullo, darle de
comer a quienes él quería. Algunos de los que fueron criados a costa del
trabajo de Luis “Gorila”, años más
tarde, se avergonzaron de él, tal vez por su aspecto tan deteriorado y enfermo.
Luis Alberto, fue víctima de desprecios e incomprensiones por parte de aquellos
a quienes él había amado con locura. No fue hombre de besos y abrazos, pero sí
de muy buen corazón.
En
1967, su pequeño sobrino Alexander Castillo se ahogó en la acequia, era el primer
hijo de su hermana Eva. La culpa recayó sobre su conciencia durante toda la
vida, pues el niño había sido dejado al cuidado de doña Tomasa, y al llegar él
a comer, ella descuidó a la criatura que, al verse libre de la presencia de los
mayores, corrió a la acequia que pasaba por el solar de la casa, ahogándose al
caer en ella.
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Luis Alberto Castillo, en la Avenida Rivas Dávila Foto: Freddy Rodríguez |
Estando
en casa de su hermana Eva, mandaba a comprar acemas en la Panadería Betania,
frente a la Plaza Bolívar, y cuando el café o guarapo no estaba listo, se comía
las acemas con agua, que siempre mantenía en un pote de Gatorade. Todos los días jugaba la lotería, la negativa diaria no
le desanimaba, y cuando salía ganador invertía la pequeña fortuna en “chimó de
gancho”, comprado en la bodega de la Sra. Elogia Vivas, la “canaja”, como él le llamaba. Siempre manifestó su deseo de
pasar sus últimos días en casa de su hermana Eva, quien lo atendía
esmeradamente. De igual manera era atendido en su casa en Las Delicias,
construcción que él mismo obsequió a su sobrino Alfonso Pereira.
En una
oportunidad, estando ya muy enfermo, se escondió de Mons. Luis Alfonso Márquez Molina,
que vino a La Playa de visita Pastoral, pues exclamó que, él tan desarreglado y
enfermo no se dejaría ver de su antiguo compañero de infancia, tan elegante y
estudiado.
Entre sus
frases más dichas tenía una, un poco particular, pues cuando se enojaba,
acostumbraba nombrar a “los trescientos
mil diablos”.
En 2010,
por iniciativa del Instituto Municipal de la Cultura (INMUCU) del Municipio Rivas
Dávila, se develó en la Casa de la Cultura de Bailadores un cuadro al óleo de
Luis Alberto Castillo el “Gorila” de
La Playa. El autor de dicha obra es Dioban Márquez Carrillo, quien logró
atrapar a la perfección, con su técnica artística, la sonrisa de mi tío Luis en
sus días finales por este mundo.
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Luis Castillo el "Gorila" y el paso de reyes en La Playa. Foto: Alejandro Castillo |
Los
últimos años de su vida los sufrió mucho por su deteriorada salud. A causa de
sus males de próstata vivía a diario
orinado, además le dolía mucho las rodillas, hasta el punto de quedar
tullido. Tuvo una silla de ruedas donada, que le facilitó mucho el traslado
desde su casa hasta la de su hermana Eva, o hasta la Plaza Bolívar. La gente
que lo saludaba le colaboraba monetariamente, para el chimó y para la lotería.
Las pastillas para aliviar sus innumerables dolores se las compraba su hermana
Eva, la mujer que lo supo atender y entender hasta el día de su repentina
muerte, sobrevenida a causa de un ataque al corazón, en la madrugada del
domingo 14 de agosto de 2011 a los 79 años de edad.
Recuerdo
que en esas vacaciones de 2011 fue mi ingreso al Seminario Menor de los
Legionarios de Cristo, y como es de suponer, fui a despedirme de mi tío Luis. Subí
el sábado 25 de junio en horas de la tarde con mi abuela Eva, ella fue la que
le explicó en voz alta, por la sordera, que yo iba a despedirme, pues
ingresaría en el Seminario. Él quedó muy confundido, tal vez no entendió a qué
lugar me iría yo tan joven, solamente manifestó cierta preocupación, pues se
quedaría sin quien mandar para que le compraran el chimó y el tique de la lotería.
La despedida fue sentida, al menos para mí. Esa fue la última vez que lo vi,
sin lugar a dudas, las lágrimas estuvieron presentes. Un mes y medio después
entregó su alma al Creador.
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Luis Castillo el "Gorila" a la izquierda. En los trabajos del puente sobre el río Zarzales en La Playa, sector El Verde. Foto: Alejandro Castillo |
[…] fue hace varios años, uno de los hombres
de más fuerte contextura física de La Playa, con andar pausado, pero con paso
firme, peluqueado casi a ras del cuero cabelludo, de hablar grueso y
dicharachero, mirada fija, obrero único en La Playa, capaz de cargar un camión
volteo de seis metros cúbicos de arena, en menos de dos horas, escupidor de
chimó, participante en las actividades de reyes el 6 de enero, donde actuaba
muy bien como uno de los jefes del rey Herodes, con su vestimenta tipo romano,
mostrando su cara risueña, sus enormes brazos y piernas, conformadas por
músculos muy bien definidos y la barriga ligeramente sobresaliente, donde
relucía una correa brillante muy ancha[1].
P.A
García
[1] José Herrera, (2013), La
Playa entre Tovar y Bailadores, sus orígenes, costumbres, leyendas y algo más
(segunda edición), Fondo Editorial Cátedra Bolivariana Don Antonio María Belandria
Rosales, Bailadores, Mérida, Venezuela, p.p. 187-188.
Que buena historia. Felicidades Pedro!
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