domingo, 13 de octubre de 2019

Luis Castillo el “Gorila” de La Playa, Bailadores.

“EL GORILA
Luis Alberto Castillo, el "Gorila" de La Playa
Foto: Freddy Rodríguez
Nuestros pueblos andinos y su idiosincrasia son un mundo por explorar y conocer. En la cotidianidad del campo, a menudo hay paisanos que se convierten en protagonistas de la historia y así sobresalen del común. En La Playa, Bailadores, como en muchos otros pueblos, se tiene por costumbre apodar a personajes y familias por sus características físicas o de cualquier índole. De esta forma, sobrenombres tan peculiares determinan la vida de las personas, casi hasta el punto de levantar prejuicios que a la larga no permiten conocer la vida de aquellos a quienes se les adjudica tal o cual apodo.

Apreciados lectores, les presento a Luis Castillo, el “Gorila” de La Playa, como muchos lo conocieron y como pasó a la historia popular. Con este personaje guardo una alianza familiar, pues era tío de mi madre y, por ende, tío mío también, es por eso que este discurso biográfico lo extiendo con propiedad y gran afecto, a la memoria de mi tío Luis Castillo.

Luis Alberto Castillo, nació en La Playa, el 19 de junio de 1932, venezolano con cédula de identidad n° 698.588. Fue hijo natural de Tomasa Rafaela Castillo, quien lo trajo al mundo a la edad de 26 años, y por padre tuvo a un tal Pedro, que no lo reconoció como hijo. Era la época donde las mujeres traían a sus hijos al mundo y lo demás no importaba. Luis Alberto fue el mayor de 5 hermanos: Luis Alberto (1932-2011); Carmen Emilda Castillo, hija de un tal Virgilio; Eva Angelina Castillo (1945-2013), hija de Manuel Vivas; Encarnación Salas (murió al año de nacido); y María Margarita de Coromoto Salas de Calatayud (1953-2003).

Luis Castillo, el "Gorila" de La Playa, trabajando en
los cañaverales playenses.
Foto: Freddy Rodríguez
Como varón primogénito de doña Tomasa, Luis Alberto desde temprana edad se dedicó al trabajo duro del campo, saliendo de la casa materna, donde vivía con su madre Tomasa y sus tíos Juan y Florinda, los tres hermanos hijos de doña Matilde Castillo, mujer guerrera del campo, nacida en 1870.

Estudió parte de la primaria con Mons. Luis Alfonso Márquez en la tradicional Escuela “Graduada Estado Falcón”, que estaba ubicada en la hermosa casona, hoy en día propiedad de la Familia Mora Sánchez, frente a la plaza del pueblo con la carretera trasandina. Contó Mons. Márquez que una vez les tocó esconderse en la acequia, para evitar ser reclutados por las fuerzas policiales del dictador tachirense Marcos Evangelista Pérez Jiménez, pues eran las épocas de las famosas redadas.

Luis Alberto en el trabajo de campo se dedicó principalmente a picar caña para los trapiches playenses, así como sacar tierra para camiones en la quebrada La Arenosa, trabajando durante muchos años para el sr. Elio Castillo, distinguido playense, cuyo onomástico lo ostenta el Centro de Educación Inicial (Preescolar) de La Playa.

Durante toda su vida, su madre Tomasa Rafaela lo quiso con especial amor, reconociéndolo, incluso, hasta la hora de su muerte, cuando cayó en notable delirio a raíz de su fractura de fémur en 2003.

A Luis Castillo le gustaba mucho asustar a los niños, pues por su aspecto de “gorila”, su color de piel, el abundante bello en los brazos y su metro ochenta le bastaban para tal apodo. Gozaba riendo al ver cómo corrían los niños, huyendo de su presencia, pero en una oportunidad hubo de palidecerse, pues una niña, al intentar esquivarlo en una acera de Las Delicias, cruzó la calle sin percatarse del carro que venía, y como decimos coloquialmente: “se vio bajita”.

Luis Alberto Castillo, el "Gorila" en sus años
de mayor plenitud obrera.
Foto: Freddy Rodríguez
Luis “Gorila” fue un campesino sabio, por su vasta experiencia de vida y por su característica pasión por la lectura, sin ningún título universitario. Como anécdota personal recuerdo que en una oportunidad me corrigió un ensayo sobre la hallaca, cuando yo estudiaba primer o segundo grado. Leía periódico toda la mañana, por lo general con uno o varios días de retraso, y por la tarde algún libro, que terminaba de leer no sin dejarlo todo manchado con chimó.

No fue para nada tímido o reprimido, pues se le recuerda participando durante varios años como Jefe Gladiador en el famoso acto cultural “Paso de Reyes” en La Playa, destacando su actuación agresiva e impactante. Para el evento vestía un gran pantalón corto, adornado a la usanza de la época romana, y en su mano un grueso palo de bambú, traído de la mata que estaba frente a la Escuela Flor de Maldonado.

A los 50 años se casó, por civil y por la Iglesia Católica, con la Sra. Marina Garzón, de nacionalidad colombiana. Soñó con tener hijos y familia, pero su matrimonio no prosperó. Tal vez el licor y su fuerte carácter, rústico y tosco, impidió la consumación familiar. Los hijos que no tuvo con la Sra. Marina, la vida se los dio en sus sobrinos y criados, a quienes amó con delicada paternidad, haciéndose cargo de la alimentación de los mismos. Ese era su orgullo, darle de comer a quienes él quería. Algunos de los que fueron criados a costa del trabajo de Luis “Gorila”, años más tarde, se avergonzaron de él, tal vez por su aspecto tan deteriorado y enfermo. Luis Alberto, fue víctima de desprecios e incomprensiones por parte de aquellos a quienes él había amado con locura. No fue hombre de besos y abrazos, pero sí de muy buen corazón.

En 1967, su pequeño sobrino Alexander Castillo se ahogó en la acequia, era el primer hijo de su hermana Eva. La culpa recayó sobre su conciencia durante toda la vida, pues el niño había sido dejado al cuidado de doña Tomasa, y al llegar él a comer, ella descuidó a la criatura que, al verse libre de la presencia de los mayores, corrió a la acequia que pasaba por el solar de la casa, ahogándose al caer en ella.

Luis Alberto Castillo, en la Avenida Rivas Dávila
Foto: Freddy Rodríguez
Luis, ya en la última etapa de su vida, bajaba caminando, ayudado por su bastón y luego por su andadera, desde su casa en Las Delicias hasta la casa de su hermana Eva, detrás de la Iglesia, donde pasaba todo el día, se le atendía con las tres comidas, leía periódico, descansaba en una silla, y a veces en una colchoneta. Al llegar la tarde, el sr. Nabor Salas o el sr. Alexis Castillo le brindaban un aventón en sus vehículos hasta su casa.

Estando en casa de su hermana Eva, mandaba a comprar acemas en la Panadería Betania, frente a la Plaza Bolívar, y cuando el café o guarapo no estaba listo, se comía las acemas con agua, que siempre mantenía en un pote de Gatorade. Todos los días jugaba la lotería, la negativa diaria no le desanimaba, y cuando salía ganador invertía la pequeña fortuna en “chimó de gancho”, comprado en la bodega de la Sra. Elogia Vivas, la “canaja”, como él le llamaba. Siempre manifestó su deseo de pasar sus últimos días en casa de su hermana Eva, quien lo atendía esmeradamente. De igual manera era atendido en su casa en Las Delicias, construcción que él mismo obsequió a su sobrino Alfonso Pereira.

En una oportunidad, estando ya muy enfermo, se escondió de Mons. Luis Alfonso Márquez Molina, que vino a La Playa de visita Pastoral, pues exclamó que, él tan desarreglado y enfermo no se dejaría ver de su antiguo compañero de infancia, tan elegante y estudiado.

Entre sus frases más dichas tenía una, un poco particular, pues cuando se enojaba, acostumbraba nombrar a “los trescientos mil diablos”.

En 2010, por iniciativa del Instituto Municipal de la Cultura (INMUCU) del Municipio Rivas Dávila, se develó en la Casa de la Cultura de Bailadores un cuadro al óleo de Luis Alberto Castillo el “Gorila” de La Playa. El autor de dicha obra es Dioban Márquez Carrillo, quien logró atrapar a la perfección, con su técnica artística, la sonrisa de mi tío Luis en sus días finales por este mundo.

Luis Castillo el "Gorila" y
el paso de reyes en La Playa.
Foto: Alejandro Castillo
En una ocasión, su hermana Eva contrató al Sr. Nabor Salas, y en su vehículo llevamos a mi tío Luis a pasear. El recorrido fue largo, pero gratificante para él. Salimos de La Playa, bajamos a Tovar, tomamos la vía de Zea, subimos por El Amparo hasta el Páramo de Mariño, para que tío viera las lagunas, de ahí partimos para Bailadores y en un momento fuimos hasta el molino de Las Tapias, para luego regresar definitivamente a La Playa. Durante todo el paseo tío Luis estuvo alegre, sonriente y muy observador. Para su comodidad dispusimos de varias colchonetas, pues él debía ir sentado en la parte de atrás conmigo. Tenía años sin salir de La Playa. Fueron esos momentos en los que disfrutó y se sintió querido por los suyos.

Los últimos años de su vida los sufrió mucho por su deteriorada salud. A causa de sus males de próstata vivía a diario orinado, además le dolía mucho las rodillas, hasta el punto de quedar tullido. Tuvo una silla de ruedas donada, que le facilitó mucho el traslado desde su casa hasta la de su hermana Eva, o hasta la Plaza Bolívar. La gente que lo saludaba le colaboraba monetariamente, para el chimó y para la lotería. Las pastillas para aliviar sus innumerables dolores se las compraba su hermana Eva, la mujer que lo supo atender y entender hasta el día de su repentina muerte, sobrevenida a causa de un ataque al corazón, en la madrugada del domingo 14 de agosto de 2011 a los 79 años de edad.

Recuerdo que en esas vacaciones de 2011 fue mi ingreso al Seminario Menor de los Legionarios de Cristo, y como es de suponer, fui a despedirme de mi tío Luis. Subí el sábado 25 de junio en horas de la tarde con mi abuela Eva, ella fue la que le explicó en voz alta, por la sordera, que yo iba a despedirme, pues ingresaría en el Seminario. Él quedó muy confundido, tal vez no entendió a qué lugar me iría yo tan joven, solamente manifestó cierta preocupación, pues se quedaría sin quien mandar para que le compraran el chimó y el tique de la lotería. La despedida fue sentida, al menos para mí. Esa fue la última vez que lo vi, sin lugar a dudas, las lágrimas estuvieron presentes. Un mes y medio después entregó su alma al Creador.

Luis Castillo el "Gorila" a la izquierda. En los trabajos del
puente sobre el río Zarzales en La Playa, sector El Verde.
Foto: Alejandro Castillo
Finalizo este sencillo periplo biográfico con las palabras del Geógrafo José Herrera sobre mi tío Luis Castillo.

[…] fue hace varios años, uno de los hombres de más fuerte contextura física de La Playa, con andar pausado, pero con paso firme, peluqueado casi a ras del cuero cabelludo, de hablar grueso y dicharachero, mirada fija, obrero único en La Playa, capaz de cargar un camión volteo de seis metros cúbicos de arena, en menos de dos horas, escupidor de chimó, participante en las actividades de reyes el 6 de enero, donde actuaba muy bien como uno de los jefes del rey Herodes, con su vestimenta tipo romano, mostrando su cara risueña, sus enormes brazos y piernas, conformadas por músculos muy bien definidos y la barriga ligeramente sobresaliente, donde relucía una correa brillante muy ancha[1].
P.A
García



[1] José Herrera, (2013), La Playa entre Tovar y Bailadores, sus orígenes, costumbres, leyendas y algo más (segunda edición), Fondo Editorial Cátedra Bolivariana Don Antonio María Belandria Rosales, Bailadores, Mérida, Venezuela, p.p. 187-188.

1 comentario: