UN ACTO HEROICO NO CABALLEROSO
En una
oportunidad, mientras era estudiante del 5to grado de primaria, fui víctima de
una niña del tercer grado quien pretendió aleccionarme con un comentario erróneo,
pero luego ella fue mi víctima, pues tomé cartas en el asunto y creo que me
pasé de devoto.
Era la
hora del receso de la mañana, y mientras esperábamos para regresar al salón,
una niña del tercer grado se me acercó para preguntarme por lo que estaba sobre
mi pecho, colgando de mi cuello. Amablemente y sin sospechas de nada le
contesté que era mi crucifijo, palabras más palabras menos le precisé que era
un regalo recibido y lo llevaba siempre conmigo, hasta había hecho juramento de
no quitármelo nunca.
Aquella niña
tenía en mente contestarme con una típica frase de corte protestante, esas
frases que, teniendo toda la intención de ofender, no se inhiben de ellas, sino
que, por el contrario, encuentran honor en proferirlas sin decoro ni decencia. Aquella
niña me dijo que mi crucifijo en realidad era un simple “matacho”, un
auténtico “payaso”. Matacho, según la definición del diccionario de
americanismos es un espantajo que se pone en los sembrados y en los árboles
para ahuyentar a los pájaros, con lo cual la niña evidentemente me
criticaba la fe y aunado a ello me ofendía al degradar a tal categoría una
pequeña efigie de Jesús en la cruz.
Pedrito,
el defensor de la fe, no contestó palabra alguna, y sin medir las consecuencias
tomó por un brazo a aquella protestonta, que por cierto tenía gran tamaño
y contextura para la edad y grado que cursaba, y luego de dos o tres impulsos
la soltó a su deriva, trayectoria cuyo final fue un poco rústico en el patio
escolar. La niña lloró y contó lo sucedido. Nadie podía creer eso de Pedrito.
Al día
siguiente mi mamá fue citada a la dirección de la escuela. Recuerdo a la
directora hablar muy seriamente con mi mamá y conmigo. Explicó que, a pesar que
la ofensa recibida, no tenía motivos suficientes para hacer daños físicos a ningún
compañero, y menos al tratarse de una fémina de menor edad y menor grado de
instrucción. Al final, los comentarios generales de la escuela concluyeron a mi
favor. No recuerdo haber tenido ningún otro altercado por motivos religiosos
con esa niña, de la cual recuerdo perfectamente su cara llena de lágrimas por el aventón que
se ganó por falsa heroína, al final quedó ella como una "matacha" y "payasa".
P.A
García