Padre Antonio Crespo Barboza
“Todo
Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los
hombres en lo que se refiere a Dios”. (Heb 5, 1)
El
padre Antonio Crespo Barboza nació en la población de San Juan de Llanza,
distrito de Luricocha, provincia de Huanta, el domingo 17 de enero de 1954, en
un cristiano hogar conformado por don Gregorio Crespo Montes y doña Agustina
Barboza Paredes, siendo el segundo de 5 hermanos: Alejandrina, la mayor, y
menores que él Rosa María, Teodosia y Patricia, todas ellas docentes. Su madre
fue una mujer muy dedicada a las catequesis y enseñanza de los niños.
En su
infancia vivió con sus padres hasta la edad de 12 años, realizando los estudios
de educación primaria en la escuela de San Martín de Luricocha. Desde temprana
edad entró en contacto con los sacerdotes párrocos de Luricocha, especialmente
con el padre José María Guevara y el padre Sixto Poma, quienes fueron sus
primeros formadores en la fe y en la futura vocación sacerdotal. De ellos
aprendió el valor del seguimiento de Cristo y un profundo amor por Jesús
Eucaristía y por la Santísima Virgen María. Luego, con la guía del párroco José
María Guevara, el joven Antonio se trasladó a la ciudad de Ayacucho, para
ingresar al “Colegio Salesiano San Juan Bosco”, institución dirigida por los
sacerdotes de dicha congregación religiosa, donde reforzó su ideal sacerdotal y
temple espiritual. Al terminar sus estudios secundarios, decide viajar a la
capital de la República, para cursar estudios superiores en la limeña Universidad
“Marcelino Champagnat” con sede en Miraflores, la que entonces era conocida
como “Escuela Normal Santo Tomás de Aquino”. Al concluir sus estudios de Filosofía
y Teología, con 26 años de edad, retorna a Ayacucho, donde fue ordenado
sacerdote en la Catedral de la ciudad, por Su Excelencia Reverendísima Monseñor
Federico Richter Fernández-Prada, segundo arzobispo de Ayacucho, el lunes 8 de
diciembre de 1980, Solemnidad de la Inmaculada Concepción. En la ceremonia estuvieron
presentes sus padres, hermanos y familiares, y a partir de ese momento el padre
Antonio representó un motivo de orgullo y un ejemplo a seguir para todos los
suyos. Ordenado sacerdote del Altísimo celebró su primera Santa Misa en la
iglesia San Antonio de Padua de Luricocha, la misma en la que había vislumbrado
su llamada divina. Tiempo después realizó estudios de posgrado en la ciudad de Roma,
Italia, donde residió por 3 años, teniendo la importante oportunidad de conocer
personalmente al Santo Padre san Juan Pablo II en la ciudad del Vaticano.
El
padre Antonio Crespo Barboza realizó una impecable labor sacerdotal. Sus
trabajos y esfuerzos dejan constancia de su abnegada entrega por el Reino de
Dios, con carácter recio y paternal solicitud. La primera parroquia que le fue
asignada fue la de Sivia, en la zona del VRAEM, donde trabajó los primeros tres
años de su joven ministerio sacerdotal, llevando a cabo innumerables trabajos
sociales en la comunidad y en el convento actual de la Orden de los
Franciscanos. Luego se destacó en el distrito de Tambo, provincia La Mar,
desempeñándose paralelamente como docente en el área de educación religiosa, perteneciente
a la ODEC, campo al que dedicó sus mayores esfuerzos académicos. Su tercera
parroquia fue la iglesia matriz de Huanta, consagrándose por completo a atender
con paciencia y caridad a sus muchos feligreses y también a las mejoras
estructurales del templo parroquial. Su cuarto destino, ya en la plena madurez
sacerdotal, fue en la ciudad de Ayacucho, haciéndose cargo de la iglesia San
Francisco de Paula, por un espacio de 10 años. Casi en los últimos tiempos de
su vida sacerdotal se hizo cargo de la parroquia de Santa Ana, luego colaboró en
la capellanía de Santo Domingo y finalmente en la capellanía de San Juan de
Dios. En ese largo lapso de tiempo no dejaba de atender a los adolescentes y jóvenes,
tanto del catecismo, como en su labor de docente en el área de educación
religiosa y Teología. Entre otros cargos arquidiocesanos, el padre Antonio
fungió como Vicario General y Canónigo de la Catedral, cuya labor la ejerció
con paciencia, humildad, sencillez y cercanía pastoral a las almas. Se preocupó
por las vocaciones sacerdotales, de tal modo que apoyó a varios seminaristas,
algunos de ellos sacerdotes hoy en día.
Ayacucho,
a pesar de ser una ciudad muy religiosa y con gran cantidad de templos, tiene
zonas en las periferias donde no hay sacerdotes, en este sentido, el padre
Antonio se dirigía los domingos a estos lugares para celebrar la Santa Misa. Atacocha,
Colca, Pihua, San Pedro de Cachi, Yanacusma, San Pedro de Pischa, Piscotambo,
Vinchos, Huayllapampa, Jasanjai, Pampacangallo, entre otros, fueron algunos de
los pueblos que el padre Antonio asistió para llevar el Pan y la Palabra de
vida eterna, organizando fervorosas festividades religiosas, en las que se
volcaba la participación de la feligresía y se compartía los alimentos como una
sola gran familia, como verdaderos hijos de Dios. En la zona de Piscotambo
realizó varias obras, tales como una iglesia y un comedor. El terreno destinado
para dichas estructuras se encontraba en un proceso judicial, el cual fue
asumido por el padre Antonio, encontrando la solución junto con la población,
acto seguido surgió la fundación de un comedor, el mismo que hoy en día lleva
el nombre del “Padre Antonio Crespo Barboza”, donde sus tres hermanas continúan
apoyando con el cercado, donando cemento y otros materiales, en continuidad con
el legado altruista de su hermano sacerdote. En el emprendimiento de estas
obras, el padre Antonio gestionó ayudas solidarias que traía desde los Estados
Unidos; ropa, víveres y juguetes, entre otras cosas que repartía
equitativamente a las personas más necesitadas y de extrema pobreza en todo el
departamento de Ayacucho. Tenía un alma generosa y desprendida, sabía reconocer
las necesidades de los demás y acudía en la ayuda de todos. Nunca dejó con las
manos vacías a quienes acudían a él para ganarse el pan de cada día. Apoyó
notablemente a los jóvenes de los coros parroquiales donde fue párroco y en
calidad de voluntariado desbordó en atenciones con los jóvenes Américo Huamán
Mayhua y Erickvy Dino (entre otros muchos), quienes a su vez le apoyaron en
varias misiones. Durante el proceso de las misiones es digno de mencionar a los
jóvenes Jesús, Virgilio e Ismael, quienes apoyaron como acólitos en las
celebraciones de las misas.
Llegada
la pandemia mundial por el COVID-19, el padre Antonio siguió celebrando la Santa
Misa casi de manera presencial con reducido número de asistentes, pues le costó
trabajo adaptarse a las nuevas tecnologías para la trasmisión virtual de las
celebraciones, en este sentido siguió contactándose con las personas y
atendiendo sus necesidades espirituales. Se desconoce cómo llegó a contraer el
virus, el mismo que lo llevó a la muerte el lunes 22 de marzo del 2021, con 67
años de edad y 41 años de vida sacerdotal. Los restos mortales del padre
Antonio Crespo Barboza reposan en el Cementerio de Uchuypampa, en las afueras
de la ciudad de Ayacucho, Perú.
Hoy,
al cumplirse el primer aniversario de su encuentro con el Padre Celestial, sus
hermanas encargan la elaboración de esta breve semblanza biográfica, para
reavivar la memoria de quien en vida fue un instrumento fiel de Dios para el
servicio del pueblo en las cuestiones espirituales y materiales.
Padre
Antonio Crespo Barboza, sacerdote para la eternidad. Paz a su alma.
P.A
García
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