miércoles, 30 de noviembre de 2022

Escuela “Flor de Maldonado” de La Playa

 EXCELENCIA EDUCATIVA

Como lo enseña su escudo, esta escuela fue fundada en el año 1976, bajo de presidencia de Carlos Andrés Pérez, y se escogió por nombre el de esta distinguida maestra de maestras, oriunda de la población de Santa Cruz de Mora, pero que ejerció la docencia en La Playa y en Tovar.

Doña Flor de Maldonado estuvo en La Playa un decenio, entre 1936 y 1946, donde dejó una huella imborrable, la misma que le mereció prestar su nombre para la recién construida escuela. Las personas que la conocieron cuentan que esta maestra desarrolló una docencia admirable, pues autodidacta consumada, se caracterizó como excelente pedagoga, aún sin haber pasado por una escuela normal. El ministerio de educación la jubiló el 16 de abril de 1962, con 33 años de servicio abnegado.

Diez años después de la fundación de la Escuela de La Playa, se dio a paso a la creación del Preescolar “Elio Castillos” (1986), con sede y dependencia propia ubicados en terrenos vecinos a la institución matriz, gracias a la gestión de docentes y padres de familia de La Playa, entre las que se distinguió Eva Castillo y el playense Elio Castillo, quien a su vez pasó a ser el epónimo del Jardín de Infancia.

El himno de la hoy Escuela Básica Bolivariana “Flor de Maldonado” fue creación en su letra de Rosa Lina de Pérez, y en su musicalización participó el profesor Juan Moreno. Las crónicas oficiales datan esta canción escolar el primero de enero de 1976.

 

Nuestra Escuela “Flor de Maldonado”

hacia el logro de un gran ideal

en la Playa se encuentra enclavada,

y en su meta la cumbre escolar.

Con las notas de un coro sublime

cantaremos un himno de amor,

si la lucha y la fe nos redime,

nos alienta cumplir la misión.

 

Con laureles que glorias reflejan,

nuestro canto ha de honrar tu labor.

Hoy los ecos sonoros se elevan,

si llevamos tu nombre en honor.

Tierra hermosa de frutos copiosos,

en tu Escuela siempre viviremos.

El modelo ejemplar ¡qué orgullosos!,

de maestros como ella imitemos.

Con laureles que glorias reflejan,

nuestro canto ha de honrar tu labor.

Hoy los ecos sonoros se elevan,

si llevamos tu nombre en honor.

 

P.A

García

lunes, 14 de noviembre de 2022

Los cuatro domingos de Adviento: breve retiro espiritual personal

        A continuación, meditarás con los cuatro domingos de Adviento, a través de sus oraciones colecta y evangelios. Profundizarás en la espiritualidad propia de este tiempo de espera. Sirvan estas palabras como un pequeño retiro espiritual de Adviento, el cual puedes realizar desde la intimidad de tu hogar. Al final de cada domingo te propongo algunas interrogantes para llevar a la meditación personal. Ánimo y que Dios te ayude.

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO: En la oración colecta de este domingo, pedimos al Señor que despierte en nosotros el deseo de prepararnos para reconocer la presencia de Cristo, con la práctica de las obras de misericordia para que, podamos participar constantemente de la vida nueva de su Reino.

Meditación: Los hombres desde tiempos antiguos esperábamos a un Mesías, esta esperanza se ha visto colmada por Dios en Jesús de Nazaret, su Hijo, en quien se han cumplido las promesas, como garantía de la fidelidad y amor de Dios con toda la humanidad. Mientras esperamos la revelación decisiva del Reino de Dios, los creyentes debemos permanecer vigilantes, atentos al mensaje de la Palabra de Dios, a los movimientos del Espíritu Santo y a los signos de los tiempos. Permanecemos en vela cada vez que intentamos realizar el mundo como Dios quiere, contando con su gracia y protección. Las obras de misericordia  que realicemos revelarán nuestra auténtica disposición por Dios y su Reino. No nos engañemos, es necesario trabajar duro para ganar el premio. Toda fiesta importante se prepara con antelación; nos aseamos, portamos nuestra mejor ropa, ponemos nuestra mejor cara, pues bien, de igual manera en el Adviento nos preparamos para recibir a Dios. Que la confesión sacramental sea una buena manera de preparar la venida del Salvador.

La Palabra del Señor: En el evangelio de este domingo -puedes buscar en la Biblia- (Mt 24,37-44), es el mismo Jesús quien nos indica que debemos estar preparados, porque a la hora que menos pensemos vendrá él. Luego de hacer una comparación de la tragedia vivida en el Génesis con el diluvio universal, nuestro Señor propone esta escena del Antiguo Testamento como una analogía de lo que será su segunda venida: la Parusía. El Adviento espera con mayor fervor esa segunda venida de nuestro Salvador Jesucristo, cuando venga a juzgar a vivos y muertos, como lo profesamos en el credo. Estar en vela significa obrar siempre el bien, agradar a Dios en todo momento, reconocerle y aceptarle en el prójimo, en los que nos parecen buenos y los no tan buenos. Adviento es tiempo de apertura y acogida.

Para la reflexión: ¿Eres consciente de que Dios te pide que hagas siempre el bien a los demás? ¿Crees que haces poco o mucho por vivir las obras de misericordia? ¿Estás dispuesto a vivir este tiempo de Adviento como una real espera de Jesús que viene a salvarnos? Medita en silencio y habla con Dios, respóndele a él.

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO: La oración colecta de este domingo suplica a Dios que nuestras responsabilidades terrenas no nos impidan reconocer la venida de su Hijo, y que la sabiduría que viene de él, nos disponga a recibirlo y a participar de su propia vida.

Meditación: Dios parece desconcertarnos un poco con los anuncios proféticos del mundo nuevo que nos ofrece, pues cuando los oímos, algo nuevo golpea en la raíz misma de nuestra pobre vida. Qué extraño y qué gracia tan grande: eso que nos anuncian es lo mismo que deseamos, lo que verdaderamente necesitamos, aunque no seamos del todo conscientes. Sin embargo, siendo sensatos, pensamos que es imposible alcanzar lo que nos prometen. Porque somos pobres podemos esperar lo anunciado por nuestro Dios, ya que solo podemos desear alcanzar lo que no tenemos. En este Adviento, si estamos llenos de cosas, si la acumulación del dinero y del poder nos impiden ver el despuntar de un mundo nuevo, si estamos satisfechos de nosotros mismos, el anuncio de la nueva creación no despertará en nosotros ningún interés, y eso sería muy lamentable, pues la desdicha sobreviene a los que rechazan a Dios. En la vida hay tiempo para todo, no pongamos excusas a Dios, démosle al él el tiempo que merece y que necesitamos para beber de su fuente inagotable de sabiduría y paz verdaderas. Cada día es una nueva oportunidad para ser mejor que el día anterior, con Dios de nuestra parte podemos lograrlo.

La Palabra del Señor: En este domingo, el evangelio de Mateo (3,1-12) presenta a Juan Bautista como el gran precursor inmediato de la venida de Jesús. Juan fue aquel hombre que hizo vida las palabras del profeta Isaías, en las que se invitaba a preparar y allanar los caminos del Señor. El Bautista pregona lo que será el tema central de la predicación de Jesús: el Reino de los cielos. Precisamente el último domingo del Tiempo Ordinario es la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, porque es realmente nuestro Señor el único y más poderoso Rey. Del Reino de los cielos o del Reino de Dios es la Iglesia Católica su mejor prefiguración, pues en la Iglesia vivimos el reinado de Cristo perenne, le adoramos como Dios y buscamos extender su Reino por todo el mundo, obedientes a sus mandatos y con el corazón dispuesto a recibirle cuando venga. Recordemos que en nuestro bautismo fuimos ungidos sacerdotes, profetas y reyes, por lo que somos desde esta Tierra partícipes del Reino de los Cielos, al mismo que no entrará nada impuro, nada incorrecto. Esforcémonos por entrar al Reino que Dios nos tiene preparados, para gozar de la presencia del Rey de reyes y Señor de señores. ¡Venga a nosotros tu reino, Señor!

Para la reflexión: ¿Trabajas por el Reino de Dios? ¿Crees realmente que Cristo es el Rey de tu vida, o hay otros reyes? ¿Estás dispuesto a optar definitivamente por el Reino de los cielos ya desde esta tierra con una vida santa y alegre? Comprométete con Dios, háblale a él, cree en él.

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO: La Iglesia implora en este tercer domingo al Padre celestial que mire a su pueblo que espera con fe la fiesta del nacimiento de su Hijo, y que nos conceda celebrar el gran misterio de nuestra salvación con corazón nuevo e inmensa alegría.

Meditación: Toda festividad o celebración tiene como característica esencial la alegría, y precisamente el Adviento es un tiempo de espera gozosa. Pero, seamos conscientes, hay alegrías superficiales, frívolas, ligeras. Nuestra sociedad ha inventado diversas maneras de producir alegría: los vicios, la comida abundante, la música, la danza desenfrenada, el dinero, los espectáculos inmorales, etc. Sin embargo, la única alegría posible es la que nace del corazón, no de lo pasajero, de lo superficial, pues no son las cosas exteriores la fuente del gozo verdadero; es el hombre y la mujer en paz consigo mismo, en relación fraterna con su prójimo y en armonía total con la creación. Dios nuestro Padre está en la raíz misma de la alegría, porque Dios es amor y alegría, Dios es la fuente de la vida y del amor. Los creyentes estamos llenos de gozo porque el Señor está cerca de nosotros y nos salva en nuestras vidas particulares. Apostemos en este Adviento por ser siempre cristianos alegres, que a pesar de las dificultades llevemos la cara en alto, con mente activa, buscando el lado positivo de las cosas, superando dificultades sin perder el ánimo. Un santo triste es un triste santo. ¿Qué fue lo primero que le dijo el arcángel Gabriel a María? Alégrate, pero no porque estuviera triste, sino porque es la alegría el fruto del encuentro con Dios. María vivió alegre, pues siempre confió en Dios.

La Palabra del Señor: En este tercer domingo de Adviento, san Mateo (11,2-11) continúa presentándonos a Juan Bautista como un profeta importante en relación a Cristo. En esta escena evangélica tenemos un conversatorio a distancia entre san Juan, apresado, y Jesús en pleno ejercicio de su predicación a las multitudes. San Juan parece querer esclarecer las dudas sobre la persona de Jesús, por eso le manda a preguntar si era él el mesías o si se debía esperar a otro; pero esta no era la duda del Bautista, sino la duda de todos nosotros, a quienes tal vez nos cuesta un poquito creer en Jesús y su evangelio, los mismos que debemos implorar a Jesús como lo hicieron sus amigos: “Señor, auméntanos la fe”. La respuesta del Señor fue contundente, y propuso como solución a la interrogante todas las obras que él estaba realizando, porque así es la pedagogía divina, que enseña con palabras y con obras, que da testimonio de lo que predica y busca atraer más con hechos que solo con palabras. Los cristianos necesitamos vivir más lo que decimos creer. Nos hace falta más acción, más compromiso eclesial, mayor interés por Dios, por su Iglesia, por su Palabra contenida en la santa Biblia. Este Adviento es la oportunidad de oro que tenemos para ser mejores personas, transformar nuestras vidas desde la humildad del Niño que veremos en el Pesebre, envuelto en pañales.

Para la reflexión: ¿Soy un cristiano alegre? ¿Vivo las dificultades con rostro y actitud serena y esperanzadora? ¿Quiero vivir la alegría que Dios me ofrece con el nacimiento de su Hijo Jesucristo? Cierra tus ojos un momento y responde al Señor, sé sincero con él.

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO: Finalmente, en este cuarto y último domingo de Adviento, pedimos a Dios que derrame su gracia sobre nosotros, que hemos conocido por el anuncio del ángel la encarnación de su Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección.

Meditación: El Adviento está sujeto por grandiosas figuras: los precursores. Entre ellos destaca la Santísima Virgen María, quien es la doncella que fue anunciada por el profeta Isaías es ella misma un testimonio en el que se evidencia que Dios salva en la pobreza y desde la humildad. La fuerza de Dios resplandece en la debilidad de la humanidad. Los hombres, seres materiales y esencialmente incrédulos, buscamos signos contundentes para creer, pues el orgullo puede más, por eso se nos dio el signo de la Virgen-Madre, el signo de la aparente contradicción, pues ¿cómo puede ser virgen y madre a la vez? Lo que para nosotros parece imposible, para Dios es posible, porque él es el Creador de todas las cosas, y en razón de su Hijo Jesucristo tenemos la obra más perfecta de su creación: María, la Madre de Dios y Madre nuestra. Solo Dios salva, por su pasión y su cruz, de esta manera hemos sido convocados a la fe y bienaventurados serán los que crean sin haber visto. Como a María, el arcángel Gabriel también nos anuncia a nosotros que Dios salva, por puro amor.

La Palabra de Dios: En el último domingo de Adviento (Mt 1,18-24), el evangelio nos permite conocer cómo fue el nacimiento de Jesucristo, es decir, el propósito mismo de este tiempo de espera. San Mateo especifica la importancia de María y de José en el plan salvador de Dios. Sin María, la joven virgen inmaculada, y sin José, el casto varón judío, no hubiese sido posible la redención de la humanidad, o, dicho de otra manera, Dios quiso tener necesidad de María y de José. Ella, por ser la elegida, la predestinada para llevar en su vientre al “Dios con nosotros”, y él, por ser descendiente del rey David, que con su paternidad putativa justificaba la profecía de Isaías en la que se anunciaba que del tronco de Jesé nacería el que habría de gobernar a todas las naciones: Jesús el Mesías. Pero, no olvidemos que José pretendió por un momento alejarse de los planes de Dios, pues María estaba embarazada sin antes haber vivido con él, sin embargo, a José le habló un ángel en sueños, para advertirle que esa criatura era obra del Espíritu Santo, y además le encargó a él nombrar al niño como Jesús, que significa “Dios salva”. ¿Por qué un ángel habló a José en sueños? Porque José era un hombre de profunda oración, y esas almas que viven de la oración son privilegiadas por Dios. Hablemos con Dios y hablemos de Dios a los demás. Que nuestra vida sea un reflejo de nuestra oración y que a nuestra oración llevemos todas las circunstancias de nuestra vida. Oremos sin desfallecer, que la oración nos fortalece y alimenta espiritualmente.

Para la reflexión: ¿Crees en el poder de la oración? ¿Reconoces el plan de Dios en tu vida? ¿Estás preparándote para recibir a Jesús en esta próxima Navidad? En lo más recóndito de tu ser, responde a Dios con humildad, con confianza, que él siempre te escucha atentamente.

Finalmente, que Dios todopoderoso te bendiga en este Adviento y que puedas prepararte de la mejor manera para recibir en tu corazón al Mesías que nacerá. Comparte en familia, no malgastes tu dinero en vicios o superficialidades materiales. Vive por Cristo y para los demás, que buscando la felicidad de los otros alcanzarás la tuya.

Feliz Adviento, feliz Navidad y próspero Año Nuevo 2023. Con Dios todo y sin Dios nada.

P.A

García

jueves, 3 de noviembre de 2022

San Martín de Porres, resumen de su historia en estrofas

“MARTÍN DE LA CARIDAD”


En Lima, de madre panameña

y de honrado padre español,

nació Martín el 9 de diciembre

para la gloria del Señor.

 

Juan de Porres y Ana Velázquez

en amor y a edad temprana,

tuvieron dos bellos hijos:

san Martín y su hermana Juana.

 

El pequeño hijo creció

a la sombra de su madre piadosa

y en las calles, entre mendigos,

forjó su alma generosa.

 

Solía visitar los templos

de la ciudad de los reyes, Lima,

empapándose de la piedad

que en la vida le llevó a la cima.

 

Se cuenta que socorría

a pobres, vagabundos y hambrientos

con sus ahorros les asistía

procurándoles alimentos.

 

De niño se habituó a la oración,

hasta le tenían por santo,

contaba con siete años

y su alma ya daba tanto.

 

Se fue a Guayaquil con su hermana

bajo la tutela de su padre,

en Lima quedó esperanzada

su buena y piadosa madre.

 

Por encargo del virrey

el padre se va a Panamá,

Juana se queda en Guayaquil

y Martín con su mamá.

 

En Lima siguió sus estudios

aprendiendo un buen castellano,

perfeccionó sus oficios

de barbero y artesano.

 

Martín conoció de medicina

hiervas y buenos remedios,

a todos bien atendía,

a pobres y dueños de predios.

 

Mientras hacía sus labores

aprovechaba de evangelizar

infundiendo a sus clientes

el gusto de oírle hablar.

 

Se adiestró con empeño

en el bisturí y la cirugía,

hacía un trabajo impecable

sanando a quien a él acudía.

 

Oraba y estudiaba de noche

sumido en profunda concentración,

pedía al Señor las fuerzas

para ejercer su profesión.

 

Asistía a la misa diaria

comulgando en cada ocasión,

después las horas pasaban

en sincera contemplación.

 

Su mayor lucha la tenía

en evitar el invencible sueño,

tomaba posturas incómodas

para lograr sus empeños.

 

En la iglesia de los dominicos

fue forjando su alma inmortal,

confesando sus pecados

y la dirección espiritual.

 

Un día habló con el prior

manifestando su pensamiento,

este alegre le recibió

como terciario en el convento.

 

Allí pudo atender a los religiosos

y a los pobres sin excepción,

se esforzaba por mantenerles

sanos y limpios en toda ocasión.

 

Una deuda del convento construido

le llevó en su amor apreciado

postular en pago concreto

el ofrecerse como esclavo.

 

Pero las fatigas del trabajo

su humanidad no aguantó

y entre tantos quehaceres

fray Martín se enfermó.

 

El prior lo mandó a descansar

hasta verlo de salud sana,

los religiosos lo descubrieron

con los zapatos puestos en cama.

 

Señal de desobediencia

reposo no había guardado,

el prior conoció en conciencia

que el santo no había pecado.

 

La habitación de fray Martín

estaba exenta de comodidades,

solo tenía lo necesario

para obrar sus caridades.

 

Una tabla sobre dos hierros

que sostenían un jergón,

un par de mantas roídas

no le hacían tan dormilón.

 

Armario bien equipado

de hiervas, vasos y ungüentos,

el santo tenía a su lado

todos los medicamentos.

 

Pero nada de eso era suyo,

nada para sí tenía,

todo era de los pobres,

providencial enfermería.

 

En su austera habitación

su mejor devocionario

una cruz, santo Domingo

y la Virgen del Rosario.

 

Como arma poderosa

el rosario a diario rezaba

uno al cuello, otro al hábito,

que siempre le acompañaba.

 

En la curación de los enfermos

tres métodos él aplicaba

la oración, los medicamentos

y al tocarlos los sanaba.

 

Al oído y susurrando

a todos él comentaba

la fe es la que está obrando,

“yo te curo, Dios te sana”.

 

Introducía en el convento

los enfermos de la calle,

los religiosos se enojaban,

no le entendían a detalle.

 

En la atención de moribundos

su propia cama disponía,

velando toda la noche

hasta encontrar su mejoría.

 

Estas buenas actitudes

le valieron penitencias,

y al final el superior

permitió sus diligencias.

 

Autorizó a fray Martín

para atender al momento,

a todo aquel necesitado

que trajera hasta el convento.

 

Por un espacio de tiempo

en Limatombo sirvió,

trabajando con los indios

a quienes les predicó.

 

De vuela en la ciudad

notó huérfanos por doquier,

agilizó un proyecto

¡algo tenía que hacer!

 

El virrey y el arzobispo

en su apoyo concretaron

buenas sumas de dinero

entre todos colectaron.

 

Fray Martín fundó orgulloso

el Asilo de Santa Cruz,

como escuela para huérfanos

quienes vieron una luz.

 

Primero acogió a las niñas

procurando su educación,

luego asistieron varones

todo fue una bendición.

 

Su caridad no tenía límites

pues también curaba animales,

a un perro sangrando vio

y le reparó de sus males.

 

Una semana en su cuarto

sobre una alfombra de paja,

le aplicó sus medicinas

y el canino se amortaja.

 

Martín fue amigo de todos

amaba a Dios y a su creación,

no era raro verle a menudo

con animales en conversación.

 

Pero los traviesos ratones

hicieron muchísimo daño,

pues rompieron todas las telas

del convento y sus escaños.

 

El sacristán del convento

preparó un fuerte veneno,

quería matarlos a todos,

pensando que sería bueno.

 

Fray Martín lo impidió

hablando con un ratoncito,

a quién dio orden explícita

de abandonar aquel sitio.

 

Les buscó un mejor lugar

para tenerlos guardados,

llevándoles alimentos,

todo había mejorado.

 

A la Virgen del Rosario

sus velitas encendía,

bonitos ramos de flores

a su imagen le ponía.

 

De santo Domingo de Guzmán

fray Martín con devoción

practicaba tres disciplinas

en grata mortificación.

 

Una por los pecadores

en acto muy meritorio,

la otra por los agonizantes

y las almas del purgatorio.

 

Con su ángel de la guarda

tuvo buena relación,

este le guiaba de noche

evitando cualquier distracción.

 

Por la ciudad y a oscuras

caminaba tranquilo Martín

contaba con su ángel guardián

que le guiaba hasta el fin.

 

La viruela llegó a Lima,

todos sufrían la infección

el convento quedó cundido

y Martín no fue la excepción.

 

Aún enfermo se dispuso

atender a los necesitados

le veían ir y venir,

nunca se le vio agotado.

 

Entraba en lugares cerrados

sin aparente razón,

hacía el bien solicitado

y volvía a la oración.

 

Muchos le vieron presente

en varios sitios a la vez

curando y cuidando gente,

en dos lugares o tres.

 

En sus éxtasis milagrosos

los curiosos le perseguían,

pero por designio divino

fray Martín desaparecía.

 

Muchos trabajos y vigilias

fueron menguando su cuerpo

los ayunos y quehaceres

los mantuvo todo el tiempo.

 

Resolvía los conflictos

de hermanos y enemigos

matrimonios y negocios,

todo lo mal habido.

 

En mil seiscientos treinta y nueve

el santo predijo su suerte

y contrajo una gran fiebre

que le llevaría a la muerte.

 

El diablo más le tentaba,

apareciéndosele iluminado,

en las llamas del infierno

que Martín había evitado.

 

Agonizando e inquieto

compañía pudo tener

María, José, Domingo,

Catalina y Vicente Ferrer.

 

Alrededor de su cama

los religiosos reunidos,

a todos pidió perdón

por algún mal cometido.

 

Pidió rezaran el credo

en clara y fuerte voz

y en “el Verbo se hizo carne”

Martín durmió en el Señor.

 

Las campas bien que sonaron

y a todos les anunció

que el santo había abandonado

este mundo para ir con Dios.

 

Llegaron rápido al convento

el virrey y el arzobispo

religiosos y autoridades

se encontraron aquel abismo.

 

Fray Martín había muerto

y Lima lloraba triste

fue muy santa aquella vida

que en esta historia leíste.

 

         Este resumen de la historia de san Martín de Porres fue tomado en su totalidad del libro “Año Cristiano IV”, de la Biblioteca de Autores Cristianos, número 186, sección V de Historia y Hagiografía, páginas 288 a la 302, biografía escrita por Antonio García Figar, O. P. quien a su vez citó los principales documentos de la causa de canonización del entonces beato Martín de Porres, en 1959. San Martín de Porres fue canonizado por el papa Juan XXIII el 6 de mayo de 1962.

 

P.A

García