domingo, 14 de enero de 2024

Elizabeth A. Johnson, “LA QUE ES. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista”. Capítulo décimo

TEOLOGÍA TRINITARIA

Elizabeth Johnson, religiosa estadounidense y teóloga feminista, inicia el capítulo décimo de su famoso texto “La que es” aludiendo al tema central de la Trinidad, definida como un misterio de amor relacional, dinámico y tripersonal y en el que ya no se percibe esta Trinidad como el Dios de la gracia presente en el Espíritu a través de Jesús, como se sugiere en el desarrollo de su discurso. Por ende, hay un problema de entendimiento de la Trinidad.

La imaginería humana sobre la Trinidad se basa en un padre que genera a un hijo a través de un Espíritu Santo, y esto, según Johnson, hacen pensar en el indudable símbolo masculino de la Trinidad, donde lo femenino parece no caber dentro de la consideración “imagen de Dios”, sino solo el varón, notamos ya desde el lenguaje teológico “clásico” un posible olvido de lo femenino, o al menos una supremacía de lo masculino, a nuestr entender. Claro es que, desde la influencia neoplatónica, existe también un modelo jerárquico en detrimento de la igualdad de las relaciones mutuas entre las tres personas de la Trinidad, al considerarse que la Palabra y el Espíritu emanan del Padre, y si definimos a Dios como igualdad de personas, esto plantea otro problema teológico que el dogma busca resolver a través del lenguaje, y para esto, Jürgen Morgan plantea una jerarquía distinta de la Trinidad a raíz de los datos escriturísticos en los que se halla la ilación Padre-Espíritu-Hijo, ya que, de cualquier manera, las tres personas se entremezclan en diversos modelos de actividad salvífica.

El lenguaje teológico actual -así como el clásico en su más genuina profundización- busca asegurar la comprensión de la Trinidad como una fortísima comunión de relación, a pesar de que los esquemas metafóricos Padre-Hijo-Espíritu hacen pensar en una sutil subordinación, siendo necesario, como plantea Elizabeth, otros esquemas que demuestren la igualdad, el mutualismo y el dinamismo recíproco de las relaciones trinitarias.

Que el Padre sea el origen y la verticalidad de la pirámide Trinitaria hace pensar en el fundamento de las estructuras patriarcales en la Iglesia misma y en la sociedad, y esto parece ser el punto de partida para poder dar el paso a una verdadera teología feminista, es decir, reconocer que a través de la historia misma del pensar teológico así como del filosófico, ha imperado la perspectiva patriarcal, entendida esta como el uso de un lenguaje evidentemente masculino, al referirnos a las personas de Dios como Padre-Hijo-Espíritu, sin embargo, la autora no pretende derrumbar estructuras para levantar otras desde cero, sino que propone su pensamiento basándose en lo ya existente y trayendo al presente lo que en la misma tradición se ha olvidado, de ahí que Johnson concluya en espíritu de conservación: “La Trinidad es un concepto legítimo, aunque secundario, que sintetiza la experiencia concreta de salvación en una fórmula breve” p. 255.

Es cierto que las primeras comunidades cristianas en la formulación de su credo buscaron expresar una fe monoteísta que preservara la experiencia triádica del Padre a través de Jesús de Nazaret en el Espíritu, pues esta experiencia era la que habían recibido. Al respecto, la autora, es consciente de lo que lo el sentir de la Iglesia primitiva supo apreciar e incluir en las páginas del Nuevo Testamento, que: “Nunca nadie ha visto a Dios, pero gracias a la experiencia desencadenada por Jesús en el Espíritu, esperamos, guiándonos por la fe y no por la vista, que la vida encerrada en Dios está con nosotros y para nosotros como amor renovador y liberador” pp. 258-259.

En adelante, Johnson toma como guía al santo obispo de Hipona para reflexionar, pues, al hablar de la Trinidad podemos tener la impresión de que nos quedaremos en el empeño sin haber alcanzado la meta, como lo refiere De Trinitate, y seguidamente concluye que es mejor decir “tres personas” que quedarnos en silencio respecto a la interrogante sobre el Dios trino. Dios no es una persona o tres en el sentido actual de la palabra, Dios, mas bien podemos concebirlo como interpersonal y transpersonal, sin dejar de ser una metáfora limitadísima por el lenguaje humano. Las tres personas juntas son iguales a cada una individualmente, por lo que la terminología de “uno” o “tres” es inconsistente en la manera de precisar lo que son las personas de la Trinidad, pues la misma idea del número accede a pensar en la jerarquía de uno, dos o tres, donde uno sería menos que tres por relación matemática lógica. Johnson comparte lo que san Agustín resume: “Al mismo tiempo, cada uno de ellos está en cada uno, y todos en cada uno, y cada uno en todos, y todos en todos, y todos son uno” p. 263.

Finalmente, la autora al introducir el tema de las metáforas femeninas de la idea de Dios, hace referencia a las Escrituras y la Tradición de la Iglesia para pensar y afirmar que no existe contradicción ni escándalo en pensar y hablar de la figura de Dios con un lenguaje femenino, lo que no significa que se esté afirmando que en Dios no quepa la tradicional concepción patriarcal y masculina en detrimento de un lenguaje teológico feminista y matriarcal como propone Johnson en su texto.

P.A

García

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