domingo, 7 de enero de 2024

Kant, La religión dentro de los límites de la mera razón, Prólogo a la 1ª y 2ª ediciones

KANT Y LA RELIGIÓN

En la lectura se reconoce cómo para el autor la persona ilustrada es aquella que es capaz de darse a sí misma la ley, se habla entonces de una “autonomía” dentro de la filosofía moral, materia general en la obra. Esta Moral en Kant se funda sobre el concepto del hombre libre, que por su razón se liga a leyes incondicionadas, y que, en principio, parece no necesitar de un ser superior para conocer el deber, sino la ley misma y su propia razón. Se plantea de esta manera el problema epistemológico, pues ante la interrogante ¿hay o no hay libertad en el mundo? (el determinismo), surge también el problema moral de la libertad y de la divinidad misma, aunque vemos en el texto de Kant un esfuerzo adelantado por ligar ambas ideas, complementándose la una a la otra. Para Kant existen leyes causales de la naturaleza, dentro de las cuales reconocemos que la acción moral se fundamenta en el deber mismo, y no por otro incentivo. Esta acción moral se orienta en la búsqueda de la felicidad, que puede ser mal entendida como aquello que da placer, y no lo que es correcto, sin embargo, en el actuar solo por el deber no siempre se obtiene la anhelada felicidad. De ahí que el imperativo categórico del autor cobre la centralidad de su reflexión, pues si obras “de tal modo que tu máxima sea ley”, se concluye que el fundamento de la moralidad es la misma razón y no Dios, aunque esta aspire a un ser superior que lo conjuga todo, como se verá más adelante.

Si para Kant la moral no necesita de la religión, si conduce hacia ella., pues la “idea de un bien supremo en el mundo, para cuya posibilidad hemos de aceptar un ser superior, moral, santísimo y omnipotente, único que puede unir los dos elementos de ese bien supremo”, a su vez se proyecta a la idea de un “legislador moral poderoso, en cuya voluntad es fin último aquello que al mismo tiempo puede y debe ser el fin último del hombre”. Hasta aquí la idea de un ser superior es medianamente diáfana, sin embargo, surgen más interrogantes, por ejemplo ¿existe un antagonismo entre el deber y la felicidad?

Kant es insistente al aseverar que el deber moral tiene como fin último dar sentido al deber y a la felicidad, pues busca unificar ambas ideas, y esto corresponde, según el autor, a un ser superior. La dualidad deber y felicidad concluye su máxima en que se es digno de ser feliz cuando se ha obrado desde el deber mismo. Y si se observa esta perspectiva kantiana desde la óptica de la religión de su tiempo, se puede comprender cómo el autor concibe la compatibilidad entre la Racionalidad y la Revelación, es decir, la religión, siempre que esta última se torna en “religión racional” prescindiendo de la “religión histórica”, es decir, cuando se obtiene la llamada “religión pura”.

En otro apartado importante, el autor reflexiona sobre el problema del mal en el mundo, y para Kant hay un mal radical en la naturaleza humana, es decir, existen en el hombre unos principios de acción que no se corresponden con la ley moral arriba tratada, cuyo fin último es el bien y la felicidad, como se ha visto; de ahí que Kant concluya en que “tendemos a actuar en favor propio y no como propósito universal”, es decir, es como si estuviéramos orientados al mal desde la raíz. Pero no todo está perdido, según el pensamiento del autor, parece haber un remedio a este mal radical, y es lo que él mismo llama la “posibilidad de regeneración”, pues evidentemente ante el problema del mal se hace necesario un renacer de cada hombre, participar de una nueva creación, ya que la primera se presenta corrupta, por ende, Kant plantea la posibilidad de la existencia de un Redentor, por la necesidad misma de la regeneración moral.

Y en este último apartado del texto leído, se puede conocer a grandes rasgos lo que podría llamarse la “cristología kantiana”, una reflexión donde Cristo mismo hace su entrada reconociéndosele como un ejemplo a seguir en este propósito regenerador y redentor, pues para Kant hay al menos cinco ejes: Cristo es aquel hombre que cumple con el deber, es decir, hace de su máxima la ley, pues se sacrifica por la ley moral misma; Cristo mismo materializa la ley moral, “encarna” la moralidad; Cristo como ejemplo es incentivo puro de moralidad; Cristo desarrolla y efectúa un compromiso de cumplimiento de esa ley moral; y finalmente el ejemplo de Cristo conlleva a un cambio radical de vida, lo que justifica la tesis kantiana de la necesidad y posibilidad de una verdadera redención o regeneración del hombre desde la razón y la revelación, o podríamos decir con términos actuales, desde la Filosofía y Teología, que es el propósito y nombre de esta asignatura.

P.A

García

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