domingo, 18 de agosto de 2024

Bicentenario de la Batalla de Junín – su monumento

“CHACAMARCA PAMPA”

Bolívar sí estuvo en la batalla de Junín, ocurrida el 6 de agosto de 1824, pero no participó en la de Ayacucho, el 9 de diciembre del mismo año. Ambas batallas se consideran las dos últimas del proceso emancipador.

Con la Batalla de Junín y su denominación oficial ocurre algo curioso; y es que no se corresponde el nombre dado a la batalla con el lugar en donde fue llevada a cabo, ya que Junín es el nombre de un pueblo ubicado a siete kilómetros al norte del campo de batalla, encontrándose este muy cercano a la Hacienda de San Francisco de Chichausiri, en la denominada Pampa de Chacamarca, de modo que, es de fácil deducción comprender que fue el pueblo más cercano (Junín) el que dio nombre a la batalla librada el 6 de agosto de 1824 en la pampa de Chacamarca, en las inmediaciones de la Hacienda San Francisco de Chichusiri.

Algo similar quiere ocurrir en Ayacucho, pero afortunadamente las cosas están bien claras, pues aquella batalla sí se efectuó en la pampa de Ayacucho, vecina al pueblo de Quinua, de ahí que algunos por ignorancia indiquen que el lugar de la batalla fue “la pampa de Quinua”, pero ya hemos visto que no es así. Si en Junín se dio nombre a la batalla por el pueblo más cercano, en Ayacucho el nombre se obtuvo directamente de la pampa que se convirtió en campo de batalla y es ahora “Santuario Histórico”.

El nombre oficial del lugar que nos ocupa es, según resoluciones del Estado peruano, “Santuario Histórico de Chacamarca”, dentro del cual se encuentra el “Monumento a los Vencedores de Junín”. Vemos entonces que sí se ha respetado la originalidad geográfica de Chacamarca y dentro de este espacio la columna monumento conmemorativo de la batalla del 6 de agosto.

Como en Ayacucho, en Junín se han elevado dos monumentos conmemorativos, en ambos casos el primero hubo de ser demolido para dar paso al segundo, más elaborado e imponente.

El primer monumento a la Batalla de Junín fue construido en 1846, por orden del presidente Ramón Castilla, siendo una pirámide sobre una base cuadrada de 4 metros y medio, y alcanzando un total de 13 metros de altura, denominado oficialmente como “Monumento Piramidal de la Batalla de Junín”. El segundo monumento, que es el actual, fue construido e inaugurado en 1925, después de celebrado el centenario de la batalla, siendo de proporciones muy superiores al primero.

Con 35 metros de altura y 21 metros de base cuadrada, la columna se corona con el sol de 17 puntas, representando los países participantes del conflicto, con la inscripción “JUNÍN”. El gobierno del presidente Augusto B. Leguía propició la construcción de este monumento, junto al notable impulso de los gobiernos locales y destacados personajes del departamento homónimo.

El alemán Edmund Moeller fue el arquitecto responsable de la columna, y la compañía ejecutora fue la Cerro de Pasco Copper Corporation, fundidores del sol radiante que corona el monumento. Este monumento fue declarado patrimonio cultural de la nación el 6 de agosto de 2014.

Ayacucho tuvo que esperar hasta 1974 para ver su obelisco inaugurado. Junín lo tuvo temprano, en 1925, pero, en honor a la verdad, el monumento ayacuchano es muy superior en belleza y notoriedad, pues corresponde a una época más actual, superando en altura al de Junín, ya que alcanza los 44 metros.

El pasado 6 de agosto de 2024 se conmemoraron los 200 años de aquella batalla, pero la fecha no tuvo la importancia que merecía. Sin la presencia de la presidenta de la República, se efectuó el acostumbrado desfile militar, caracterizado este año por un desorden y caos que, lejos de representar el civismo de los peruanos, evidenció la desorganización y el afán de protagonismos de unos en detrimento de otros.

Las redes sociales dejaron ver el vaivén sin sentido de las personas que acudieron al evento, con gritos y jalones de autoridades, con protestas de pobladores cercanos reclamando no sé qué, y un ambiente de bajeza institucional por la notable ausencia de la presidenta, aunque actuando como delegada del Gobierno la ministra de Cultura.

Esperemos que no suceda igual en Ayacucho.

P.A

García


Referencia bibliográfica: Revista "Monumento a los vencedores de Junín" del historiador y escritor pasqueño

Alex Tucto Villanueva

martes, 13 de agosto de 2024

Una nueva etapa, la última

DE AYACUCHO A HUANCAYO

El día 31 de julio de 2024 dejé de trabajar como secretario del Sr. arzobispo de Ayacucho, tarea que desempeñé por casi un año y medio en esa ciudad, y para cambiar de rumbo oficialmente, Mons. Salvador Piñeiro tuvo la gentileza de firmar un decreto por el cual me admitía como seminarista de esta Arquidiócesis, en consideración al proceso vivido durante tres años y medio en tierras peruanas.

El mencionado DECRETO ARZOBISPAL se registró con el número N°055-2024, y mencionó de manera muy sucinta seis puntos resaltantes a consideración, los cuales comentaré a continuación para dejar plasmada mi apreciación en cada uno de ellos que, en última instancia, pasan a formar parte de la historia de mi vida:

En cursivas cada frase del decreto arzobispal:

1. Que Pedro Andrés García Barillas llegó al Perú en noviembre de 2020 manifestando la intención de continuar con sus estudios teológicos en el Seminario; aconsejándosele un tiempo de discernimiento.

El 24 de noviembre de 2020 llegué a Ayacucho, esa misma tarde fui a la parroquia Santa Ana para conocer y conversar con el padre Yoni Palomino Bolívar; de este encuentro quedó pautada la cita con el obispo para el día 30, la que se llevó a cabo en términos muy cordiales. Mas adelante, en misiva recibida a mediados de diciembre de ese año 2020, el Sr. arzobispo me hizo saber el parecer del Concejo Presbiteral. Mientras yo rezaba el santo rosario de rodillas frente al Santísimo de la Catedral, antes de la misa de 6:00 p. m., él me entregó el sobre con la carta, en cuyo destinatario se leyó “Sr. Pedro García-Barillas”, la cual leí al finalizar el piadosísimo rezo, llevándome una gran desilusión, pues en la conversación privada del 30 de noviembre me había asegurado otra cosa. Lo cierto fue que, yo con 25 años cumplidos y sin ningún título universitario, pensé por primera vez en buscar un trabajo el cual felizmente no tardó en llegar.

A veces las cosas no son “soplar y hacer botellas”, lo sabemos, hay que lucharlas, esperarlas y, sobre todo, trabajar por ellas, pero, aunque nos cueste mucho o poco y al final se logre, siempre es Dios el que se apiada y concede las gracias que se le piden, o, mejor dicho, como se le adjudica a algún santo: “lo que Dios te quiere dar él mismo te lo hará desear”.

Sí, el trabajo dignifica y santifica, no hay duda de eso, la cuestión es conseguir trabajar en el lugar en el que uno pueda ser más útil, y afortunadamente ese fue mi caso. Cuando pensé en buscar trabajo lo primero que se me pasó por la mente fue dar clases, al menos de Religión, que es lo que groso modo sé, y el Señor me escuchó con una claridad impresionante.

2. Que ejerció la docencia de Primaria desde marzo de 2021 hasta febrero de 2023 en la I.E.P. "Discovery" de la parroquia "Santa Rosa de Lima", bajo la guía del Pbro. Braulio Alarcón Contreras; así como también diversos encargos pastorales.

Mi etapa como profesor ha sido de las más provechosas que he tenido, pues tuve la valiosa oportunidad de enseñar al que no sabe, pero antes pasé por tener que enseñarme a mí mismo las cosas que ya había olvidado y otras tantas novedosas; una auténtica acción autodidacta que, afortunadamente, -modestia aparte- me salió muy bien a juzgar por los resultados laborales.

En la entrevista de trabajo con el padre Braulio, en marzo de 2021, él pensó inicialmente en ocuparme como docente del primer grado de primaria, es decir, con los niños más pequeños, sin embargo, pasados los días me correspondió finalmente el sexto grado, llevando así dos promociones, la del año 2021 y la siguiente del 2022. Qué hubiese sido de esos pequeños niños con un profesor tan alto, corrían el peligro de haber sido pisados por un gigante.

El primer año de trabajo tuve solo 8 alumnos y en el segundo la cifra se multiplicó por dos, pero conté con el consuelo de la cámara de seguridad dentro del salón, para eso de “guardar la disciplina” de los churres. A ellos les enseñé todas las asignaturas de la educación básica para su grado, a excepción de Educación Física, de la que sí gozaron de un especialista en el área. En 2021 de marzo a septiembre las clases las llevamos por la plataforma Zoom, desde octubre obtuvimos una autorización especial del director para tener clases presenciales, aun cuando no había permiso por parte del Ministerio de Educación. Ya el 2022 si fue totalmente normal, dejando a un lado la barrera de la virtualidad.

Todas las mañanas rezábamos en castellano o quechua o latín o inglés, el Padrenuestro, Avemaría y Gloria, principales oraciones del cristiano que no tardaron en memorizar al mejor nivel. Hice todo mi esfuerzo por preparar unas clases interesantes y participativas, con materiales audiovisuales y ejemplos concretos. Un norte determinante fue inculcarles el hábito por la lectura, es así como los pequeños alumnos leyeron varios libros, entre los que se encontraron: el Diario de Ana Frank, el Principito, el Niño con el pijama de rayas, el Caballero de la armadura oxidada, Los cuatro acuerdos y una selección de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, entre otros. Muchos mejoraron la fluidez al leer, todos lo notamos al final del curso.

Pero no todo el aprendizaje se llevó dentro del aula, pues también hubo algunas salidas, sobre todo a museos, para la asignatura de Personal Social, para conocer la Historia con las evidencias de los hechos.

El trato con los colegas docentes fue impecable. Todos ellos tuvieron para conmigo las consideraciones necesarias del que está llegando de lejos y desconoce la dinámica de un ambiente laboral tan agitado como lo es un colegio de Primaria y Secundaria. Con todos entablé una buena amistad y el respeto primó en todas las actividades docentes.

Respecto a los encargos pastorales ejercidos en la parroquia Santa Rosa de Lima, algunos de ellos fueron la preparación del Colegio de Monaguillos; el servicio en el altar los domingos; la Celebración de la Palabra en diversas comunidades foráneas y en la misma sede parroquial; acompañamiento en procesiones de fiestas de santos; charlas a grupos de jóvenes, catequistas, catequizandos y demás grupos de apostolado de la parroquia; charlas prebautismales para padres y padrinos vía internet, llegando a reunirse en algunas ocasiones más de 100 personas; entre otras actividades puntuales que no alcanzo a recordar.

La parroquia es una escuela para los que deseamos ser párrocos. En Santa Rosa estuve con el padre Braulio y sus dos vicarios, el padre Jesús Chuchón y el padre Edwin Laurente, ambos me animaban constantemente a seguir perseverando en la vocación y me iluminaban sobre los pasos venideros en el proceso de formar parte de la Arquidiócesis de Ayacucho. El padre Braulio me brindó toda su confianza, al punto de ocuparme para diversas actividades con un mínimo de anticipación de 5 minutos; él estaba seguro de que lo que me encomendara yo lo haría de la mejor manera. Solo una vez me corrigió con ímpetu, y fue cuando en las clases vacacionales saqué con métodos inapropiados a un alumno indisciplinado que estaba poniendo en riesgo la integridad de sus compañeros y mi paz interior, la que finalmente logró quebrantar, para vergüenza mía.

3. Que trabajó como secretario de este Arzobispado de Ayacucho desde el 28 de febrero de 2023 hasta el 31 de julio de 2024.

Me tocó vivir lo que nunca se me había pasado por la cabeza, y fue que, por recomendación del padre Braulio y vista la necesidad del arzobispo, él me llamó a ser su secretario, para entrar paulatinamente en el ambiente de la arquidiócesis, de modo que pasé de ser un profesor del Colegio Discovery a ser el secretario del arzobispo y del Arzobispado de Ayacucho, un espacio privilegiado para servir y conocer de cerca el gobierno de la Iglesia, atendiendo a sacerdotes, religiosas y laicos, cada uno de ellos con su tema.

A la Curia Arzobispal de Ayacucho llegaba todos los días a eso de 8:00 a. m., siendo el horario de atención de 9:00 a. m. hasta la 1:00 p. m. A los pocos días de haber asumido el cargo me entregaron las llaves de ingreso. Al igual que en el Colegio, en la Curia las relaciones con los demás trabajadores fueron óptimas. En la Sindicatura don Alejandro y el señor Edwin estuvieron siempre atentos a lo que se necesitara en la oficina; con el apoyo de ellos logramos hacer algunos pequeños cambios en la secretaría, procurando el mejor servicio al arzobispo y a quienes acudieran por allí. En la Cancillería el padre Orlando, vicario general, y el padre Percy, canciller, junto a la secretaria Sra. Janet, fueron un consultorio gratuito en los casos en los que no supe cómo proceder y no estaba el obispo para conversarlo con él. En la recepción estuvo Carlos, a quien dejé como dignísimo sucesor en el puesto, él siempre amable, respetuoso y atento, como también lo fue el señor Fernando, encargado de la limpieza.

El ingeniero Jorge era frecuente conversador, así como el padre Orlando, pues en los ratos libres acudían a la oficina para conversar, sobre todo de temas arquidiocesanos, pues ellos con varios años de servicio, de todas se las sabían todas. Los encargados del Archivo Arzobispal también pasaban por la oficina, a sacar sus impresiones de los materiales de trabajo; Cristian, el director del Archivo, antropólogo de profesión siempre manifestaba y llevaba a cabo sus iniciativas afines a la preservación de la historia y de los documentos contenidos en su Archivo, secundado por la incondicional ayuda y técnica de Romel, con quien más tuve la oportunidad de conversar. En ocasiones muy puntuales venía el señor Juan, administrador del Centro Turístico Cultural “San Cristóbal de Huamanga”.

Abriéndose una nueva oficina, la Vicaría Judicial Adjunta, colaboré de cerca con el padre Melquiades, quien recibió de monseñor el encargo de atender con diligencia los casos de nulidad matrimonial. Prácticamente todas las semanas llegaba alguien interesado en saber el procedimiento para declarar nulo su matrimonio eclesiástico, aunque en realidad venían buscando el divorcio, cosa que no es lo que sucede con la nulidad.

El aspecto de trabajo cambió rotundamente cuando con el apoyo de mi mamá me dediqué a ornamentar los pasillos y la misma oficina con plantas. Eran varios los maceteros vacíos que había ya en la Curia, los que ocupé con tupidas y verdes plantas, mas otros que fui llevando poco a poco para “darle vida” al lugar. Así fue como tuve que dedicar un tiempo cada semana para regar las plantitas, que recibían buen sol y florecían agradecidas.

Como buen secretario estuve atento a lo que el arzobispo necesitara. Transcribir o redactar cartas, protocolos, oficios, decretos, informes, discursos, constancias, certificados de donación, declaraciones juradas, reconocimientos, entre otros. También compendié sus homilías de Semana Santa, fruto de este trabajo fue el libro autobiográfico que presentó Mons. Salvador con motivo de sus Bodas de Oro Sacerdotales y al cumplir sus 75 años de edad. Monseñor escribe de manera muy sencilla y diáfana, no le gusta la palabrería, es decir, su ideal es decirlo todo con pocas palabras, en un texto directo y afable, porque a veces menos es más…

Si la parroquia es una escuela para los que queremos ser párrocos, la secretaría del arzobispo es una escuela para los que quieren guiar por el camino correcto al pueblo de Dios que nos será encomendado. Cada conversación con monseñor Salvador era un cúmulo de aprendizajes, aquello era una verdadera cátedra. De muchas cosas tomé apuntes personales, para tenerlos en cuenta más adelante, en el futuro ministerio. Monseñor siempre sereno, alegre, conversador y sobre todo siempre padre y pastor; su sola presencia irradia paz, su palabra es obligada referencia a la representación divina que su posición encarna. Nunca recibí de él ningún improperio, pues creo que tampoco le di motivos. Los refranes saltaban a menudo, y casi siempre yo los traducía a la usanza venezolana, para deleite de ambos. De historia conversábamos muy seguido, él conoce e indaga sobre la obra bolivariana en el Perú, reconociendo a Bolívar y a Sucre como los hombres que liberaron estas tierras suramericanas.

4. Que fue instituido Lector y Acólito de la Santa Iglesia el 18 de febrero de 2024.

En octubre de 2023 presenté a Mons. Salvador la carta petitoria de los ministerios laicales, su respuesta rápida fue positiva: “con mucho gusto, busquemos la fecha…”. En razón de la pastoral que estaba ejerciendo en el penal, me fueron conferidos ambos ministerios, el de Lector y el de Acólito, en la fecha arriba mencionada. Antes de la ceremonia participé del retiro anual del clero en la Casa de Retiros San Juan Pablo II en Luricocha, Huanta, por invitación exclusiva del arzobispo.

En la misa de colación de los ministerios, monseñor tuvo unas palabras hacia mí muy significativas, las mismas que no quedaron grabadas en la transmisión en vivo de la santa misa por el Facebook de la Catedral, como para que solo quedaran grabadas en mi mente y en mi corazón, por eso con el salmista puedo decir “¿cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”.

Recibir un ministerio es algo ciertamente importante, mas cuando se desea, cuando se pide y uno se prepara para recibirlo. Recuerdo los dolores de cabeza que esto significaba en el seminario donde estuve 6 años, era casi un Armagedón, el fin del mundo, porque uno simplemente quería dar el paso que tocaba, vivir paulatinamente la vocación. Los que conocen de la formación sacerdotal me entenderán con facilidad.

5. Que cursó estudios de diplomatura en Teología en la Pontificia Universidad Católica del Perú desde agosto de 2023 hasta julio de 2024.

Un buen día de junio de 2023 me interesé en una publicidad de la PUCP en la que anunciaba el próximo inicio de una Diplomatura, con facilidades de pago o incluso con la opción de una beca o media beca. El arzobispo estuvo de acuerdo desde el principio y gracias a su carta de presentación obtuve la beca completa. Durante todo un año consagré los sábados en la mañana, de 9:00 a. m. a 1:30 p. m. a conectarme vía Zoom con el docente y los compañeros (que ahora son amigos) para participar de las interesantísimas clases de esta Diplomatura en Teología, de un nivel académico muy elevado y exquisito como también exigente. Todos los trabajos escritos de ese año los publiqué en mi Blog y también están impresos en mi libro “Desde Ayacucho. Santuario de la Peruanidad…”.

El ambiente de la PUCP en su Departamento de Teología es muy afín a la Teología de la liberación, de ahí que me interesara por saberlo todo sobre este tema que nació en el Perú, por eso se me dio la oportunidad de conocer personalmente al mismísimo padre Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la liberación, a quien visité en compañía de un amigo de la diplomatura, así como también adquirí su libro base en la edición de sus bodas de oro, del cual hasta el momento solo he leído y resumido para mi Blog la introducción “Mirar lejos”, una especie de síntesis de su Teología. En opinión de monseñor Salvador, el padre Gustavo Gutiérrez es un hombre de Iglesia, nunca ha estado fuera de las verdades reveladas, es decir, no es un hereje ni mucho menos un reformador al estilo revolucionario; lo que sí hay que hacer es reconocerlo como un gran teólogo, pensador, misionero y un hombre que encarnó la opción preferencial por los pobres.

6. Que colaboró con la Pastoral Carcelaria Arquidiocesana desde enero de 2023 hasta julio de 2024.

Mi paso por la cárcel, no como recluso sino como agente pastoral, fue también muy provechoso como necesario. Fui a la cárcel a visitar a Jesús, el Hijo de Dios, que estuvo preso y fuimos a visitarlo. En cada rostro está el Señor, en cada vida Dios se manifiesta, todos son valiosos, merecen respeto, un trato digno y dignificante, su mejor presentación es seguir siendo hijos de Dios. En la cárcel fui consciente de lo débiles que somos, lo fácil que es pecar, o transgredir las leyes, que no siempre es lo mismo. La debilidad humana se ejemplifica en breves instantes, pero tiene consecuencias largas, penas duras, años y años sin libertad. Si es así aún con la esperanza puesta en Dios, cuán duro será cuando no se tiene fe.

Comprendí que no se trataba tanto de ir a hablar, a decir o a “entretener” a los internos, como lo pensó alguno de los directivos, sino que la sola presencia, la escucha atenta y el trato amable fueron suficientes para restaurar la fe, para evangelizar; porque ya es suficiente condena la que viven allí recluidos, por eso como agente pastoral me enfoqué en hacer de los espacios permitidos y de las actividades planificadas, una vivencia fraterna, distinta, amigable, que desearan seguir participando, para que, como lo dice la Sagrada Escritura, veamos “qué alegría y qué paz convivir los hermanos unidos.”, en contraste con la opresión y los malos tratos que a menudo reciben de los encargados y de sus mismos compañeros de prisión.

Una experiencia triste fue el hecho de sentirnos y vernos realmente traicionados por aquellos en quienes habíamos puesto toda nuestra confianza para el correcto funcionamiento de las actividades de la pastoral allí dentro, en la capilla del penal, pues equivocándose en el obrar y transgrediendo las normas internas que el INPE estipula, se hicieron daño a sí mismos y las consecuencias las vivimos todos, pues a partir de aquel escándalo ya nada fue igual. Fue un recomenzar, un volver a poner la confianza solo en Dios, que nunca falla. Aquel episodio nos movió al llanto amargo.

La pastoral carcelaria me dejó un buen puñado de auténticos amigos, con ideas en común, con confianza y comunicación abierta y, sobre todo, con tiempo para compartir y deseos de vernos progresar en la fe, me refiero tanto a los agentes pastorales, como a los mismos internos. La calidad humana de algunos nos permite seguir creyendo en la humanidad, porque no todo está perdido, sí hay gente buena en el mundo.

Todos los martes iba al penal para dictar el taller bíblico. Me ayudaba con la laptop y el proyector para dinamizar un poco las sesiones. Procuraba llevar un canto o un vídeo distinto para cada encuentro, así como materiales impresos; hubo también pequeñas evaluaciones, como para tantear un poco el progreso del curso. Desde un principio les dejé claro a los internos asistentes que yo era un simple facilitador del taller, pues no soy experto en Sagradas Escrituras, solo un apasionado en pañales; lo cierto fue que aprendimos juntos, fue un camino hermoso, y la gratitud se evidenció en la despedida y entrega de certificados. Algunos martes me acompañó una joven psicóloga, Keiko, que ocupaba la mitad de la tarde, permitiéndome así descansar un poco de tanto hablar dictando el taller, pues la garganta se seca y duele la cabeza por el esfuerzo de mantener la atención de los presentes.

Como todos los martes, también los domingos iba al penal, prácticamente todo el día, pues había dos misas, una en la mañana para los señores y otra en la tarde para las señoras. El ingreso era a las 9:00 a. m., almorzábamos allí dentro y salíamos a eso de las 4:30 p. m. Solía acompañar al padre David en la santa misa, él me pedía que leyera el evangelio, y por las tardes me encargaba que predicara para las señoras. Cuando no estaba el capellán, me encargaba de la Celebración de la Palabra dominical.

Desde que pisé por primera vez el penal no ha habido un solo día en que no me acuerde de ellos, de sus penas y necesidades, pero sobre todo del gran potencial humano y cristiano que cada uno posee.

El trabajo en común con la piurana madre Julia Huiman Ipanaqué, Hermana de la Caridad de Leavenworth, me dejó buenos aprendizajes y una gran ayuda, pues nos invitó a vivir a mi mamá y a mí en la Casa de Acogida “San Vicente de Paúl” que ella está fundando desde la Pastoral Carcelaria Arquidiocesana de Ayacucho, en una casa que es propiedad del mismo Arzobispado. Con gusto aceptamos su generosidad, además de colaborarle en todo lo que sea necesario respecto a la administración y mantenimiento de dicha casa. Allá se quedó mi mamá sola, pues yo ahora estoy en Huancayo, aunque en las vacaciones volveré.

Finalmente, el decreto arzobispal que he ido desglosando, culmina con una séptima consideración y la admisión: 7. Habiendo recibido el informe del Seminario Mayor San Buenaventura de Mérida, con el visto positivo del rector del Seminario Mayor San Pio X de Huancayo y del rector del Seminario Conciliar San Cristóbal de Huamanga. Por las presentes letras: ADMITIMOS a Pedro Andrés García Barillas como seminarista de nuestra Arquidiócesis de Ayacucho para que curse estudios teológicos en el Seminario Mayor San Pio X de Huancayo, con nuestra bendición y agradecidos por su entrega a la Iglesia ayacuchana. Que Jesús el Buen Pastor y la Santísima Virgen María le acompañen en este camino vocacional. Dado en la Curia Arzobispal a los doce días del mes de julio de dos mil veinticuatro. Comuníquese, regístrese y archívese. Y siguen sendas firmas de Mons. Salvador Piñeiro García-Calderón, Arzobispo Metropolitano de Ayacucho y del Pbro. Percy Quispe Misaico, Canciller.

Pues bien, parece ser el final feliz de una historia, pero de ninguna manera es así, pues es en realidad es el feliz comienzo de la última etapa de formación. Estas letras las escribo desde Huancayo, en el Seminario San Pío X, a los 13 días del mes de agosto, en la memoria de los santos Ponciano, papa, e Hipólito, presbítero, mártires; seminario al que arribé el día martes 9 de agosto, Bicentenario de la Batalla de Junín, luego de mi visita turística a la ciudad del Cusco.

P.A

García




martes, 6 de agosto de 2024

Mi viaje al Cusco, la Capital Histórica del Perú

QOSQO

         El Cusco no está tan lejos, y soñar con visitarlo tampoco; y el viaje en avión supone más rapidez y comodidad. Tal fue la suerte que corrimos mi mamá, mi hermana mayor, mi sobrina y yo del 2 al 5 de agosto de este año 2024.

         Planificamos y compramos los boletos de avión con seis meses de anticipación, una verdadera oferta que supimos aprovechar, pues el total invertido por los cuatro ida y vuelta fue de tan solo mil soles. El hospedaje también fue económico por las tres noches.

         El viernes 2 de agosto en horas de la tarde despegamos del aeropuerto de Ayacucho “Coronel FAP Alfredo Mendívil Duarte” rumbo a la ciudad del Cusco, donde finalmente aterrizamos en el aeropuerto “Teniente Alejandro Velasco Astete” luego de un brevísimo vuelo que no superó los cuarenta minutos. Hubo leves turbulencias, más de uno en el avión se puso a rezar, yo el primero.

         Esa noche decidimos salir a caminar hacia el centro, ya que estábamos hospedados muy cerca. Fue una caminata libertadora. Bien abrigados todos, nos guiamos por Google Maps y llegamos sin ningún problema a la Plaza Mayor de la ciudad. Desde algunas cuadras previas ya se veía tal movimiento de personas que parecía aquello una aglomeración de transeúntes universales, cabezas subían y bajaban al caminar; y sí, hay más extranjeros en el Cusco que en ningún otro lugar del Perú, por algo es la primera ciudad turística de esta nación. Los gringos son los más fáciles de identificar por su idioma, pero también conseguimos franceses e italianos, sin hacer mención de los nuestros, los hispanoamericanos.

         El aspecto del centro es perfecto, casi utópico. Calles empedradas, pero bien conservadas, como las edificaciones comerciales de los alrededores de la plaza, y por supuesto lo más imponente son los dos templos católicos, por un lado, la Catedral “de las más hermosas de América” y la iglesia de la Compañía de Jesús. A ninguno de estos recintos pudimos ingresar, el primero por lo elevado de su entrada, y el segundo porque estaba aparatado en exclusividad para una boda justo cuando nos dispusimos a escuchar la misa vespertina del domingo.

         Ese viernes por la noche, estando sentados en la Plaza Mayor, se nos acercó un hombre queriendo conversar con nosotros, pero ante la negativa nuestra insistió y finalmente nos pidió dinero. Mi hermana sacó de su bolsillo algunos céntimos que sumados llegaban al sol, él los recibió y en seguida profirió malas palabras contra nosotros, en especial dirigiéndose a mí, pero no lo miré mientras nos insultaba, tratando de evitar cualquier alteración mía.

         El sábado por la mañana conocimos el Qoricancha, que fue el principal templo al dios Inti de los incas. Allí con la llegada de los españoles se estableció el Convento de Santo Domingo. Por dentro seguimos el recorrido de los demás grupos de visitantes, prescindiendo de guía, de igual forma pudimos escuchar los comentarios en inglés, francés e italiano, sin embargo, lo que más nos sirvió a los hispanohablantes fue simple: leer las reseñas informativas que están debidamente ubicadas en pequeñas carteleras por todo el recinto arquitectónico.

         Por la tarde estuvimos un poco más extremos, pues decidimos ir caminando hasta Saqsaywuaman, un antiguo recinto ceremonial al norte de la ciudad, cercano por la distancia, pero medianamente agitador en su camino por lo empinado del recorrido. Llama la atención la enorme explanada y las murallas en zigzag. El aire fresco de la tarde recompensó el esfuerzo.

Ya entrada la noche, el templo de la Merced nos acogió con su armónico espacio que invita a la oración y allí sí tuvimos la gracia de participar en la santa misa, en cuya homilía el sacerdote hizo mención de la triste situación que atraviesa Venezuela luego de sus elecciones presidenciales del pasado 28 de julio, por lo que invitó a los presentes a orar por esta república tan golpeada por la dictadura. Igualmente llamó la atención de los presentes comentando el penoso espectáculo ofensivo en París, donde, en la inauguración de los Juegos Olímpicos simularon la Última Cena del Señor con personajes grotescos y por lo menos burlones o ridículos. Al finalizar la liturgia nos acercamos para agradecerle al cura el gesto de orar por los venezolanos.

         Ese sábado en la noche, luego de regresar al hospedaje para cambiarnos y de haber participado en la misa, buscamos en el centro un lugar tranquilo para cenar y cantar el cumpleaños de mi madre. El lugar lo conseguimos y allí estuvimos, cenamos y con un pequeño trozo de torta de chocolate, sobre el cual pusimos un palillo de fósforo encendido, cantamos el cumpleaños feliz. Las fotos de rigor y los cumplió feliz, con dos de sus hijos y su única nieta en el Cusco, pasándola bien, sin deudas ni preocupaciones.

         Antes de regresar a descansar compramos el tour del domingo, hacia el Valle Sagrado de los Incas, un recorrido de toda una jornada con la visita gratuita a varios sitios arqueológicos. Lo gratuito salió porque cada primer domingo de mes, para los peruanos, la entrada a ciertos lugares es libre, solo con presentar su DNI en físico. Nosotros no somos peruanos, pero sí tenemos el Carnet de Extranjería con residencia permanente, lo que es casi igual para efectos de ser considerados como turistas nacionales.

         Antes de llegar al hospedaje pasamos por una tienda de zapatos, había algunas ofertas imposibles de ignorar. Yo compré un buen par de zapatos negros que calcé al instante para estrenarlos en el camino de regreso, mamá no quiso nada. Como íbamos caminando, pasamos nuevamente sobre los rieles del tren que no sabemos si funciona, lo cierto es que la ciudad del Cusco es atravesada por rieles metálicos que cruzan avenidas principales y sectores públicos. La impresión de cruzar un camino ferroviario es bastante curiosa, pues en la imaginación está la fugaz idea de que de la nada aparecerá un tren a todo vapor y, al menos con su silbato, nos puede asustar.

         El domingo bien temprano salimos para el Valle Sagrado de los Incas, un largo trayecto donde se visitan varios pueblos, en los que pudimos conocer el arte del tejido y el teñido de hilos con tintas naturales en Chinchero, seguido de los sitios arqueológicos de Moray, Pisac, Ollantaytambo, las Salineras de Maras, y Urubamba, entre otras localidades; en todas ellas observamos la impresionante ingeniería y arquitectura de aquellos lugares construidos con piedras labradas y traídas de canteras de difícil acceso. Siempre impresiona ver cómo enormes rocas están ubicadas unas junto a otras en perfecta alineación, sin aparente error de cálculo. Juan Carlos, nuestro guía, fue un libro abierto y nos explicó cada detalle por donde íbamos pasando.

         Una de esas piedras labradas y perfectamente encajada junto a las demás, la más famosa se podría decir, es la piedra de los doce ángulos, ubicada en uno de los muros laterales del Palacio Arzobispal del Cusco. Pudimos visitarla y, luego de hacer la cola, logramos la foto con el atractivo turístico.

         El lunes por la mañana desayunamos en McDonald´s, para luego conocer el Mercado de San Pedro y el templo homónimo. Yo me escapé un instante y fui a la Librería San Pablo, a ver libros. Allí tuve una larga conversación con el librero, quien me comentó de sus últimas lecturas, todas ellas en el campo de lo sobrenatural y lo referente a los exorcismos y liberaciones demoniacas según los autores y casos reales plasmados en textos a la venta. No compré nada, aunque sí me quedé con las ganas.

         Cercanos al mediodía regresamos al aeropuerto y allí, tranquilos, esperamos la hora del vuelo de retorno. Qué comodidad más grande la de volar por los aires contemplando el horizonte, donde parecen unirse el cielo y la tierra, para luego de otros brevísimos cuarenta minutos volver a encontrarnos en nuestro querido Ayacucho, ciudad que queremos mucho.

P.A

García

jueves, 1 de agosto de 2024

Falleció el padre Argenis Zambrano

SACERDOTE PARA SIEMPRE

         El 1 de agosto de 2024, a los 58 años de edad, entregó su alma sacerdotal al Dios Creador el querido padre Argenis Evangelista Zambrano Albarrán, después de una paciente y sufrida enfermedad y a varios años de haber dejado el encargo de la parroquia San Vicente Ferrer de La Playa, donde tuve la oportunidad de compartir muy de cerca con él.

         Con motivo de su cumpleaños 55, en diciembre de 2020, le dediqué unas palabras que no pretendo ahora repetir, pero dada la noticia de su fallecimiento es preciso ahondar un poco más en lo que pude conocer de este sacerdote merideño, que había nacido en la población de La Azulita el 27 de diciembre de 1965, del matrimonio de Ulises e Isolina.

         Recuerdo cuando el padre Ramón Olivo Gómez Huiza estaba dejando la parroquia San Vicente Ferrer luego de un brevísimo curato; por razones obvias estuve presente en todo el proceso de recibimiento del nuevo párroco, que sería el padre Argenis Zambrano; él venía de ser cura de La Mesa de los Indios de Ejido, parroquia “Santiago Apóstol”. Algunas veces lo había saludado de pasada en las multitudinarias reuniones del clero merideño que se realizan en el Seminario San Buenaventura. Hasta su llegada a La Playa yo no había tenido un trato cercano con él, pero me di con la sorpresa de que el padre Argenis decía conocerme, pues había leído alguno de mis artículos publicados en el Blog y en la revista del seminario.

         La primera vez que nos saludamos en la Casa Cural de La Playa, conversamos brevemente y lo que me dijo fue eso, que me conocía porque me había leído, además de seguir mis cuentas en las redes sociales (entonces muy activas); y me dedicó unas cuantas palabras elogiosas, pero, sobre todo, sembró en mí el ánimo de seguir adelante. Yo solo le recordé que en oportunidades nos habíamos saludado en el seminario.

         El padre Argenis llegó a La Playa con una gran mudanza. Cajas y cajas, de libros, de cosas, pero lo más importante para él era el cuidado de sus acompañantes, buenas amistades conseguidas en su paso por las parroquias, y sus queridas mascotas, que superaban la docena de caninos, todos con nombre propio y trato especial con cada uno de ellos. Al principio esto nos sorprendió muchísimo, porque no estábamos acostumbrados a ver animales en la casa cural y mucho menos en el templo; pero el padre Argenis nos enseñó a querer a estas criaturitas, que también son creación de Dios. Aunque en honor a la verdad, las mascotas estaban siempre en la casa, y rara vez en el templo.

         El Dr. Luis Alfonso Rodríguez fue su hijo predilecto y fiel, en el espíritu y en el aspecto humano de un hombre que era realmente un padre, tierno y responsable. Recuerdo la gran angustia del padre Argenis cuando no pudo asistir a la defensa de tesis doctoral de Luis Alfonso, a la que yo si pude ir. Mientras Luis Alfonso exponía su titánico trabajo, le tomé algunas fotos que compartí por teléfono con el padre Argenis, y él, desde La Playa, deseó haber acompañado a su hijo adoptivo, pero por alguna razón no fue posible. Se admiraban mutuamente, padre e hijo se reconocían el uno al otro como lo más importante. Ahora pienso en lo duro que habrá sido para el Dr. Luis Alfonso el haber visto morir al padre Argenis tan joven, tan sufrido por su enfermedad. De seguro él también sufrió con paciencia la agonía de su mentor.

         En las conversaciones privadas, era habitual verlo acariciar a uno de sus perros, que se acomodaba en sus piernas, obediente y confiado en su cariño. Nunca llegué a aprender el nombre de ninguno de sus perritos, pero no era necesario; ellos tenían un excelente dueño, y eso les bastaba. En las charlas más íntimas, siempre había lugar para buenos chistes, porque el padre Argenis, sin duda, poseía un gran sentido del humor. También aprovechaba para compartir recuerdos y experiencias de sus parroquias anteriores y hasta de su misma formación en el seminario. Aunque merideño de nacimiento y luego bien incardinado en la Arquidiócesis de Mérida, él siempre se supo venido de otro lugar, pues el Seminario Mayor San Judas Tadeo de San Felipe fue su etapa forjadora, moldeadora y configuradora, la base y guía de su ministerio sacerdotal.

         Del padre Argenis todos conocimos su amor abnegado por Venezuela, y de ahí su afincada animadversión con el actual narco-régimen dictatorial chavista que gobierna el país, pesadilla de nunca acabar. Nunca lo ocultó y no tenía por qué hacerlo, él tenía sus razones, pues era enemigo del comunismo y del socialismo empobrecedor de los pueblos. Como todo hombre bien formado en ideas, sabía que nada bueno se puede sacar de la ideología marxista-leninista, porque la historia así lo ha demostrado, y lo que está claro a la vista no necesita de anteojos. Tal fue su reconocido compromiso con la libertad y la democracia que, el movimiento político Vente Venezuela, liderado por María Corina Machado, en su seccional de Mérida, se expresó con nota de duelo en sus redes, lamentando el fallecimiento del padre Argenis. Estamos seguros de que el padre bajó al sepulcro con la certeza del triunfo de la oposición venezolana en las elecciones del 28 de julio, cuatro días antes de su muerte. Esta esperanza por la libertad de su pueblo lo acompañó hasta entregar su alma al cielo.

         Gran predicador, eximio evangelizador, eso fue el padre Argenis, a cuyo segundo nombre hizo honor merecido, pues realmente se le puede llamar Evangelista, porque hizo del evangelio su ideal de vida y su camino a seguir. Los que tuvimos la dicha de escucharlo a diario en la santa misa podemos dar testimonio de su sana doctrina, de su profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras, y, sobre todo, de su tacto pastoral para acercar este mensaje de Dios al pueblo fiel, con palabras elocuentes y sencillas a la vez. Si las homilías diarias eran un verdadero deleite, aún más las dominicales. El padre Argenis transmitía un mensaje al hablar, no eran palabras sueltas ni vanas, sino cada una pronunciada de manera correcta y en el hilo conductor de su expresión. Fue un experto comunicador.

         Como buen padre, sacerdote, fue también buen maestro, pues a mí mismo me dio la oportunidad de compartir la reflexión de la palabra en sus eucaristías, poniendo un gran voto de confianza en mí, al disponer su rebaño a la escucha de mis pobres palabras juveniles. Al final de la misa él mismo me daba una brevísima opinión valorativa del discurso pronunciado, siempre animando a seguir adelante, y en ocasiones, antes de iniciar la misa, me decía que quería escucharme predicar, y me indicaba dos o tres puntos en los que él quería que yo centrase la predicación. Me lanzaba al ruedo, pero no me dejaba solo.

         Una cuestión que nunca se me olvidará fue el consejo sabio y prudente que el padre Argenis me dio aquella vez que le comenté que los frutos de mi investigación histórica sobre el patrono del pueblo los sometería en coautoría con el cronista del municipio para la publicación de un libro. Desde el primer momento y como iluminado del cielo él me animó a desistir de aquella idea, pues me aseguraba que yo no vería justicia en la publicación, pues según él iban a apropiarse de mi esfuerzo, a robar mi trabajo, cosa que efectivamente ocurrió cuando agregaron al grupo de dos coautores a un tercer personaje venido más allá de no sé dónde, y tampoco se sabe cuándo, pero que sí parecía un espanto. Cuánta razón tuvo, pero yo no le hice caso.

         Antes de la publicación del libro, él me acompañó en una pequeña ponencia en el templo de La Playa, sobre la devoción a san Vicente Ferrer en el pueblo y un poco de su historia, al menos la que hasta el momento se conocía y datos novedosos presentados por mí. Y no solo me acompañó en la Iglesia, sino que por iniciativa suya fuimos los dos a los estudios de Radio Occidente en la ciudad de Tovar, para hablar sobre el tema e invitar a los oyentes a participar del evento, que fue todo un éxito al menos en la concurrencia de la feligresía.

         La noticia de su fallecimiento la recibí con inmenso dolor y asombro, pues desde hacía bastante había perdido el contacto con él. El jueves (sacerdotal) primero de agosto, en la memoria de san Alfonso María de Ligorio, en horas de la madrugada, y luego de un mes internado, falleció el padre Argenis Zambrano en el Instituto Autónomo Hospital Universitario de Los Andes, de la ciudad de Mérida. Había sufrido muchísimo, su enfermedad le obligó a entrar a quirófano en numerosas oportunidades, y a solicitar de la buena generosidad de los cristianos el apoyo necesario para costear sus tratamientos tan elevados en los precios y tan difíciles de conseguir en un país en ruinas como Venezuela.

         El padre Argenis, como mencionamos anteriormente, nació en La Azulita y fue bautizado allí por el Patriarca del Sur del Lago, el padre Deogracias Corredor. Realizó sus estudios de seminario en la Diócesis de San Felipe en lugar de en Mérida, ya que, como él mismo me contó en una ocasión, había expresado su vocación al padre Corredor, quien a su vez lo presentó al entonces arzobispo de Mérida, Mons. Miguel Antonio Salas C.J.M. (actualmente en proceso de beatificación), pero el prelado no apostó por el joven azulitense, es decir, no le cayó en gracia (omito aquí la posible razón deducida por el entonces vocacionado); por lo que el padre Deogracias lo refirió al estado Yaracuy, donde  fue bien recibido, estudió y se ordenó de diácono el 7 de junio de 1992, recibiendo la ordenación presbiteral el 28 de noviembre del mismo año, de manos de Mons. Nelson Martínez. Como hemos visto, también los santos se equivocan.

En esa diócesis fue párroco en la parroquia Divina Pastora de Saloa y formador del seminario desde 1993 hasta 1997, año en el que regresó a su natal arquidiócesis de Mérida, para estar cercano a su familia y por razones de salud. En Mérida fue a la población de Guaraque, “Parroquia Santa Bárbara” desde 1997 hasta 1999, luego a Zea “Parroquia Nuestra Señora de las Mercedes” de 1999 a 2002, luego se fue a Mucurubá, en el páramo, “Parroquia Inmaculada Concepción”, de 2002 a 2007 de ahí a La Mesa de los Indios, parroquia “Santiago Apóstol de la Mesa” en Ejido de 2007 a 2017 y de allí lo recibimos en su último encargo pastoral, la parroquia “San Vicente Ferrer” de La Playa, de 2017 a 2021.

He escrito sobre el padre Argenis Zambrano, lo que conocí de él, la experiencia que tuve a su lado. Pero esto no acaba sin dar a conocer lo que él pensaba de mí. A continuación, dejo solo dos párrafos de un informe escrito por el padre Argenis el 31 de julio de 2019, sobre mí, al culminar la etapa de formación en Mérida.

“A Pedro, que acaba de culminar su segundo año de Teología, le conozco desde el inicio de su formación. Procede de una familia honrada, honesta, católicos practicantes, muy cercanos y colaboradores de la parroquia. Según el testimonio de los vecinos, desde su infancia siempre ha manifestado el deseo de ser sacerdote. Humanamente, se trata de un joven alegre, comunicativo, humilde, sincero y sociable. En el ámbito moral ha mantenido una conducta intachable desde su infancia. En cuanto a su vida espiritual, siempre se le ha observado como un joven piadoso, mariano, amante del Santo Rosario y de la Liturgia de las Horas (…); adorador del Santísimo Sacramento y eucaristía diaria. Intelectualmente, se puede afirmar que se trata de un joven amante del estudio y de la investigación. Sus recientes investigaciones acerca del culto y devoción de San Vicente Ferrer en La Playa, constituyen un valioso aporte para la historia profana y eclesiástica de esta parroquia, y vienen a dar fe a esta aseveración.

En cuanto al acompañamiento y seguimiento en estos años de formación, podemos decir que se ha caracterizado por la responsabilidad y cumplimiento de las tareas asignadas en el ámbito pastoral, desde las misiones que le han sido fijadas aun en los pueblos y aldeas más lejanas, pasando por sus responsabilidades de la pastoral vocacional del seminario. En sus tiempos libres, especialmente las vacaciones, las aprovecha para realizar convivencias y experiencias espirituales y pastorales, trabajar en la parroquia y así tener la oportunidad de aprender más acerca de la vida parroquial.”

Cuánto bien me hicieron estas palabras en su momento y ahora. Fue el apoyo que necesité en aquel año 2019. Saber que el párroco estaba conmigo, a pesar de las circunstancias, fue un verdadero consuelo, y ahora los es mayor, pues el cielo acorta las distancias y sé, que Dios lo recibe en el Reino de su Gloria, y desde allí el padre está más cercano a todos los que un día le conocimos y le veneramos como padre y pastor que fue de la grey de Dios.

Su cuerpo fue sepultado el viernes 2 de agosto en el Panteón Sacerdotal Arquidiocesano, al lado del Santuario Nuestra Señora de El Espejo, en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Mérida, Venezuela, el viernes 2 de agosto de 2024.

Padre Argenis, que el Señor te tenga en su Gloria. Amén.

P.A

García