martes, 13 de agosto de 2024

Una nueva etapa, la última

DE AYACUCHO A HUANCAYO

El día 31 de julio de 2024 dejé de trabajar como secretario del Sr. arzobispo de Ayacucho, tarea que desempeñé por casi un año y medio en esa ciudad, y para cambiar de rumbo oficialmente, Mons. Salvador Piñeiro tuvo la gentileza de firmar un decreto por el cual me admitía como seminarista de esta Arquidiócesis, en consideración al proceso vivido durante tres años y medio en tierras peruanas.

El mencionado DECRETO ARZOBISPAL se registró con el número N°055-2024, y mencionó de manera muy sucinta seis puntos resaltantes a consideración, los cuales comentaré a continuación para dejar plasmada mi apreciación en cada uno de ellos que, en última instancia, pasan a formar parte de la historia de mi vida:

En cursivas cada frase del decreto arzobispal:

1. Que Pedro Andrés García Barillas llegó al Perú en noviembre de 2020 manifestando la intención de continuar con sus estudios teológicos en el Seminario; aconsejándosele un tiempo de discernimiento.

El 24 de noviembre de 2020 llegué a Ayacucho, esa misma tarde fui a la parroquia Santa Ana para conocer y conversar con el padre Yoni Palomino Bolívar; de este encuentro quedó pautada la cita con el obispo para el día 30, la que se llevó a cabo en términos muy cordiales. Mas adelante, en misiva recibida a mediados de diciembre de ese año 2020, el Sr. arzobispo me hizo saber el parecer del Concejo Presbiteral. Mientras yo rezaba el santo rosario de rodillas frente al Santísimo de la Catedral, antes de la misa de 6:00 p. m., él me entregó el sobre con la carta, en cuyo destinatario se leyó “Sr. Pedro García-Barillas”, la cual leí al finalizar el piadosísimo rezo, llevándome una gran desilusión, pues en la conversación privada del 30 de noviembre me había asegurado otra cosa. Lo cierto fue que, yo con 25 años cumplidos y sin ningún título universitario, pensé por primera vez en buscar un trabajo el cual felizmente no tardó en llegar.

A veces las cosas no son “soplar y hacer botellas”, lo sabemos, hay que lucharlas, esperarlas y, sobre todo, trabajar por ellas, pero, aunque nos cueste mucho o poco y al final se logre, siempre es Dios el que se apiada y concede las gracias que se le piden, o, mejor dicho, como se le adjudica a algún santo: “lo que Dios te quiere dar él mismo te lo hará desear”.

Sí, el trabajo dignifica y santifica, no hay duda de eso, la cuestión es conseguir trabajar en el lugar en el que uno pueda ser más útil, y afortunadamente ese fue mi caso. Cuando pensé en buscar trabajo lo primero que se me pasó por la mente fue dar clases, al menos de Religión, que es lo que groso modo sé, y el Señor me escuchó con una claridad impresionante.

2. Que ejerció la docencia de Primaria desde marzo de 2021 hasta febrero de 2023 en la I.E.P. "Discovery" de la parroquia "Santa Rosa de Lima", bajo la guía del Pbro. Braulio Alarcón Contreras; así como también diversos encargos pastorales.

Mi etapa como profesor ha sido de las más provechosas que he tenido, pues tuve la valiosa oportunidad de enseñar al que no sabe, pero antes pasé por tener que enseñarme a mí mismo las cosas que ya había olvidado y otras tantas novedosas; una auténtica acción autodidacta que, afortunadamente, -modestia aparte- me salió muy bien a juzgar por los resultados laborales.

En la entrevista de trabajo con el padre Braulio, en marzo de 2021, él pensó inicialmente en ocuparme como docente del primer grado de primaria, es decir, con los niños más pequeños, sin embargo, pasados los días me correspondió finalmente el sexto grado, llevando así dos promociones, la del año 2021 y la siguiente del 2022. Qué hubiese sido de esos pequeños niños con un profesor tan alto, corrían el peligro de haber sido pisados por un gigante.

El primer año de trabajo tuve solo 8 alumnos y en el segundo la cifra se multiplicó por dos, pero conté con el consuelo de la cámara de seguridad dentro del salón, para eso de “guardar la disciplina” de los churres. A ellos les enseñé todas las asignaturas de la educación básica para su grado, a excepción de Educación Física, de la que sí gozaron de un especialista en el área. En 2021 de marzo a septiembre las clases las llevamos por la plataforma Zoom, desde octubre obtuvimos una autorización especial del director para tener clases presenciales, aun cuando no había permiso por parte del Ministerio de Educación. Ya el 2022 si fue totalmente normal, dejando a un lado la barrera de la virtualidad.

Todas las mañanas rezábamos en castellano o quechua o latín o inglés, el Padrenuestro, Avemaría y Gloria, principales oraciones del cristiano que no tardaron en memorizar al mejor nivel. Hice todo mi esfuerzo por preparar unas clases interesantes y participativas, con materiales audiovisuales y ejemplos concretos. Un norte determinante fue inculcarles el hábito por la lectura, es así como los pequeños alumnos leyeron varios libros, entre los que se encontraron: el Diario de Ana Frank, el Principito, el Niño con el pijama de rayas, el Caballero de la armadura oxidada, Los cuatro acuerdos y una selección de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, entre otros. Muchos mejoraron la fluidez al leer, todos lo notamos al final del curso.

Pero no todo el aprendizaje se llevó dentro del aula, pues también hubo algunas salidas, sobre todo a museos, para la asignatura de Personal Social, para conocer la Historia con las evidencias de los hechos.

El trato con los colegas docentes fue impecable. Todos ellos tuvieron para conmigo las consideraciones necesarias del que está llegando de lejos y desconoce la dinámica de un ambiente laboral tan agitado como lo es un colegio de Primaria y Secundaria. Con todos entablé una buena amistad y el respeto primó en todas las actividades docentes.

Respecto a los encargos pastorales ejercidos en la parroquia Santa Rosa de Lima, algunos de ellos fueron la preparación del Colegio de Monaguillos; el servicio en el altar los domingos; la Celebración de la Palabra en diversas comunidades foráneas y en la misma sede parroquial; acompañamiento en procesiones de fiestas de santos; charlas a grupos de jóvenes, catequistas, catequizandos y demás grupos de apostolado de la parroquia; charlas prebautismales para padres y padrinos vía internet, llegando a reunirse en algunas ocasiones más de 100 personas; entre otras actividades puntuales que no alcanzo a recordar.

La parroquia es una escuela para los que deseamos ser párrocos. En Santa Rosa estuve con el padre Braulio y sus dos vicarios, el padre Jesús Chuchón y el padre Edwin Laurente, ambos me animaban constantemente a seguir perseverando en la vocación y me iluminaban sobre los pasos venideros en el proceso de formar parte de la Arquidiócesis de Ayacucho. El padre Braulio me brindó toda su confianza, al punto de ocuparme para diversas actividades con un mínimo de anticipación de 5 minutos; él estaba seguro de que lo que me encomendara yo lo haría de la mejor manera. Solo una vez me corrigió con ímpetu, y fue cuando en las clases vacacionales saqué con métodos inapropiados a un alumno indisciplinado que estaba poniendo en riesgo la integridad de sus compañeros y mi paz interior, la que finalmente logró quebrantar, para vergüenza mía.

3. Que trabajó como secretario de este Arzobispado de Ayacucho desde el 28 de febrero de 2023 hasta el 31 de julio de 2024.

Me tocó vivir lo que nunca se me había pasado por la cabeza, y fue que, por recomendación del padre Braulio y vista la necesidad del arzobispo, él me llamó a ser su secretario, para entrar paulatinamente en el ambiente de la arquidiócesis, de modo que pasé de ser un profesor del Colegio Discovery a ser el secretario del arzobispo y del Arzobispado de Ayacucho, un espacio privilegiado para servir y conocer de cerca el gobierno de la Iglesia, atendiendo a sacerdotes, religiosas y laicos, cada uno de ellos con su tema.

A la Curia Arzobispal de Ayacucho llegaba todos los días a eso de 8:00 a. m., siendo el horario de atención de 9:00 a. m. hasta la 1:00 p. m. A los pocos días de haber asumido el cargo me entregaron las llaves de ingreso. Al igual que en el Colegio, en la Curia las relaciones con los demás trabajadores fueron óptimas. En la Sindicatura don Alejandro y el señor Edwin estuvieron siempre atentos a lo que se necesitara en la oficina; con el apoyo de ellos logramos hacer algunos pequeños cambios en la secretaría, procurando el mejor servicio al arzobispo y a quienes acudieran por allí. En la Cancillería el padre Orlando, vicario general, y el padre Percy, canciller, junto a la secretaria Sra. Janet, fueron un consultorio gratuito en los casos en los que no supe cómo proceder y no estaba el obispo para conversarlo con él. En la recepción estuvo Carlos, a quien dejé como dignísimo sucesor en el puesto, él siempre amable, respetuoso y atento, como también lo fue el señor Fernando, encargado de la limpieza.

El ingeniero Jorge era frecuente conversador, así como el padre Orlando, pues en los ratos libres acudían a la oficina para conversar, sobre todo de temas arquidiocesanos, pues ellos con varios años de servicio, de todas se las sabían todas. Los encargados del Archivo Arzobispal también pasaban por la oficina, a sacar sus impresiones de los materiales de trabajo; Cristian, el director del Archivo, antropólogo de profesión siempre manifestaba y llevaba a cabo sus iniciativas afines a la preservación de la historia y de los documentos contenidos en su Archivo, secundado por la incondicional ayuda y técnica de Romel, con quien más tuve la oportunidad de conversar. En ocasiones muy puntuales venía el señor Juan, administrador del Centro Turístico Cultural “San Cristóbal de Huamanga”.

Abriéndose una nueva oficina, la Vicaría Judicial Adjunta, colaboré de cerca con el padre Melquiades, quien recibió de monseñor el encargo de atender con diligencia los casos de nulidad matrimonial. Prácticamente todas las semanas llegaba alguien interesado en saber el procedimiento para declarar nulo su matrimonio eclesiástico, aunque en realidad venían buscando el divorcio, cosa que no es lo que sucede con la nulidad.

El aspecto de trabajo cambió rotundamente cuando con el apoyo de mi mamá me dediqué a ornamentar los pasillos y la misma oficina con plantas. Eran varios los maceteros vacíos que había ya en la Curia, los que ocupé con tupidas y verdes plantas, mas otros que fui llevando poco a poco para “darle vida” al lugar. Así fue como tuve que dedicar un tiempo cada semana para regar las plantitas, que recibían buen sol y florecían agradecidas.

Como buen secretario estuve atento a lo que el arzobispo necesitara. Transcribir o redactar cartas, protocolos, oficios, decretos, informes, discursos, constancias, certificados de donación, declaraciones juradas, reconocimientos, entre otros. También compendié sus homilías de Semana Santa, fruto de este trabajo fue el libro autobiográfico que presentó Mons. Salvador con motivo de sus Bodas de Oro Sacerdotales y al cumplir sus 75 años de edad. Monseñor escribe de manera muy sencilla y diáfana, no le gusta la palabrería, es decir, su ideal es decirlo todo con pocas palabras, en un texto directo y afable, porque a veces menos es más…

Si la parroquia es una escuela para los que queremos ser párrocos, la secretaría del arzobispo es una escuela para los que quieren guiar por el camino correcto al pueblo de Dios que nos será encomendado. Cada conversación con monseñor Salvador era un cúmulo de aprendizajes, aquello era una verdadera cátedra. De muchas cosas tomé apuntes personales, para tenerlos en cuenta más adelante, en el futuro ministerio. Monseñor siempre sereno, alegre, conversador y sobre todo siempre padre y pastor; su sola presencia irradia paz, su palabra es obligada referencia a la representación divina que su posición encarna. Nunca recibí de él ningún improperio, pues creo que tampoco le di motivos. Los refranes saltaban a menudo, y casi siempre yo los traducía a la usanza venezolana, para deleite de ambos. De historia conversábamos muy seguido, él conoce e indaga sobre la obra bolivariana en el Perú, reconociendo a Bolívar y a Sucre como los hombres que liberaron estas tierras suramericanas.

4. Que fue instituido Lector y Acólito de la Santa Iglesia el 18 de febrero de 2024.

En octubre de 2023 presenté a Mons. Salvador la carta petitoria de los ministerios laicales, su respuesta rápida fue positiva: “con mucho gusto, busquemos la fecha…”. En razón de la pastoral que estaba ejerciendo en el penal, me fueron conferidos ambos ministerios, el de Lector y el de Acólito, en la fecha arriba mencionada. Antes de la ceremonia participé del retiro anual del clero en la Casa de Retiros San Juan Pablo II en Luricocha, Huanta, por invitación exclusiva del arzobispo.

En la misa de colación de los ministerios, monseñor tuvo unas palabras hacia mí muy significativas, las mismas que no quedaron grabadas en la transmisión en vivo de la santa misa por el Facebook de la Catedral, como para que solo quedaran grabadas en mi mente y en mi corazón, por eso con el salmista puedo decir “¿cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”.

Recibir un ministerio es algo ciertamente importante, mas cuando se desea, cuando se pide y uno se prepara para recibirlo. Recuerdo los dolores de cabeza que esto significaba en el seminario donde estuve 6 años, era casi un Armagedón, el fin del mundo, porque uno simplemente quería dar el paso que tocaba, vivir paulatinamente la vocación. Los que conocen de la formación sacerdotal me entenderán con facilidad.

5. Que cursó estudios de diplomatura en Teología en la Pontificia Universidad Católica del Perú desde agosto de 2023 hasta julio de 2024.

Un buen día de junio de 2023 me interesé en una publicidad de la PUCP en la que anunciaba el próximo inicio de una Diplomatura, con facilidades de pago o incluso con la opción de una beca o media beca. El arzobispo estuvo de acuerdo desde el principio y gracias a su carta de presentación obtuve la beca completa. Durante todo un año consagré los sábados en la mañana, de 9:00 a. m. a 1:30 p. m. a conectarme vía Zoom con el docente y los compañeros (que ahora son amigos) para participar de las interesantísimas clases de esta Diplomatura en Teología, de un nivel académico muy elevado y exquisito como también exigente. Todos los trabajos escritos de ese año los publiqué en mi Blog y también están impresos en mi libro “Desde Ayacucho. Santuario de la Peruanidad…”.

El ambiente de la PUCP en su Departamento de Teología es muy afín a la Teología de la liberación, de ahí que me interesara por saberlo todo sobre este tema que nació en el Perú, por eso se me dio la oportunidad de conocer personalmente al mismísimo padre Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la liberación, a quien visité en compañía de un amigo de la diplomatura, así como también adquirí su libro base en la edición de sus bodas de oro, del cual hasta el momento solo he leído y resumido para mi Blog la introducción “Mirar lejos”, una especie de síntesis de su Teología. En opinión de monseñor Salvador, el padre Gustavo Gutiérrez es un hombre de Iglesia, nunca ha estado fuera de las verdades reveladas, es decir, no es un hereje ni mucho menos un reformador al estilo revolucionario; lo que sí hay que hacer es reconocerlo como un gran teólogo, pensador, misionero y un hombre que encarnó la opción preferencial por los pobres.

6. Que colaboró con la Pastoral Carcelaria Arquidiocesana desde enero de 2023 hasta julio de 2024.

Mi paso por la cárcel, no como recluso sino como agente pastoral, fue también muy provechoso como necesario. Fui a la cárcel a visitar a Jesús, el Hijo de Dios, que estuvo preso y fuimos a visitarlo. En cada rostro está el Señor, en cada vida Dios se manifiesta, todos son valiosos, merecen respeto, un trato digno y dignificante, su mejor presentación es seguir siendo hijos de Dios. En la cárcel fui consciente de lo débiles que somos, lo fácil que es pecar, o transgredir las leyes, que no siempre es lo mismo. La debilidad humana se ejemplifica en breves instantes, pero tiene consecuencias largas, penas duras, años y años sin libertad. Si es así aún con la esperanza puesta en Dios, cuán duro será cuando no se tiene fe.

Comprendí que no se trataba tanto de ir a hablar, a decir o a “entretener” a los internos, como lo pensó alguno de los directivos, sino que la sola presencia, la escucha atenta y el trato amable fueron suficientes para restaurar la fe, para evangelizar; porque ya es suficiente condena la que viven allí recluidos, por eso como agente pastoral me enfoqué en hacer de los espacios permitidos y de las actividades planificadas, una vivencia fraterna, distinta, amigable, que desearan seguir participando, para que, como lo dice la Sagrada Escritura, veamos “qué alegría y qué paz convivir los hermanos unidos.”, en contraste con la opresión y los malos tratos que a menudo reciben de los encargados y de sus mismos compañeros de prisión.

Una experiencia triste fue el hecho de sentirnos y vernos realmente traicionados por aquellos en quienes habíamos puesto toda nuestra confianza para el correcto funcionamiento de las actividades de la pastoral allí dentro, en la capilla del penal, pues equivocándose en el obrar y transgrediendo las normas internas que el INPE estipula, se hicieron daño a sí mismos y las consecuencias las vivimos todos, pues a partir de aquel escándalo ya nada fue igual. Fue un recomenzar, un volver a poner la confianza solo en Dios, que nunca falla. Aquel episodio nos movió al llanto amargo.

La pastoral carcelaria me dejó un buen puñado de auténticos amigos, con ideas en común, con confianza y comunicación abierta y, sobre todo, con tiempo para compartir y deseos de vernos progresar en la fe, me refiero tanto a los agentes pastorales, como a los mismos internos. La calidad humana de algunos nos permite seguir creyendo en la humanidad, porque no todo está perdido, sí hay gente buena en el mundo.

Todos los martes iba al penal para dictar el taller bíblico. Me ayudaba con la laptop y el proyector para dinamizar un poco las sesiones. Procuraba llevar un canto o un vídeo distinto para cada encuentro, así como materiales impresos; hubo también pequeñas evaluaciones, como para tantear un poco el progreso del curso. Desde un principio les dejé claro a los internos asistentes que yo era un simple facilitador del taller, pues no soy experto en Sagradas Escrituras, solo un apasionado en pañales; lo cierto fue que aprendimos juntos, fue un camino hermoso, y la gratitud se evidenció en la despedida y entrega de certificados. Algunos martes me acompañó una joven psicóloga, Keiko, que ocupaba la mitad de la tarde, permitiéndome así descansar un poco de tanto hablar dictando el taller, pues la garganta se seca y duele la cabeza por el esfuerzo de mantener la atención de los presentes.

Como todos los martes, también los domingos iba al penal, prácticamente todo el día, pues había dos misas, una en la mañana para los señores y otra en la tarde para las señoras. El ingreso era a las 9:00 a. m., almorzábamos allí dentro y salíamos a eso de las 4:30 p. m. Solía acompañar al padre David en la santa misa, él me pedía que leyera el evangelio, y por las tardes me encargaba que predicara para las señoras. Cuando no estaba el capellán, me encargaba de la Celebración de la Palabra dominical.

Desde que pisé por primera vez el penal no ha habido un solo día en que no me acuerde de ellos, de sus penas y necesidades, pero sobre todo del gran potencial humano y cristiano que cada uno posee.

El trabajo en común con la piurana madre Julia Huiman Ipanaqué, Hermana de la Caridad de Leavenworth, me dejó buenos aprendizajes y una gran ayuda, pues nos invitó a vivir a mi mamá y a mí en la Casa de Acogida “San Vicente de Paúl” que ella está fundando desde la Pastoral Carcelaria Arquidiocesana de Ayacucho, en una casa que es propiedad del mismo Arzobispado. Con gusto aceptamos su generosidad, además de colaborarle en todo lo que sea necesario respecto a la administración y mantenimiento de dicha casa. Allá se quedó mi mamá sola, pues yo ahora estoy en Huancayo, aunque en las vacaciones volveré.

Finalmente, el decreto arzobispal que he ido desglosando, culmina con una séptima consideración y la admisión: 7. Habiendo recibido el informe del Seminario Mayor San Buenaventura de Mérida, con el visto positivo del rector del Seminario Mayor San Pio X de Huancayo y del rector del Seminario Conciliar San Cristóbal de Huamanga. Por las presentes letras: ADMITIMOS a Pedro Andrés García Barillas como seminarista de nuestra Arquidiócesis de Ayacucho para que curse estudios teológicos en el Seminario Mayor San Pio X de Huancayo, con nuestra bendición y agradecidos por su entrega a la Iglesia ayacuchana. Que Jesús el Buen Pastor y la Santísima Virgen María le acompañen en este camino vocacional. Dado en la Curia Arzobispal a los doce días del mes de julio de dos mil veinticuatro. Comuníquese, regístrese y archívese. Y siguen sendas firmas de Mons. Salvador Piñeiro García-Calderón, Arzobispo Metropolitano de Ayacucho y del Pbro. Percy Quispe Misaico, Canciller.

Pues bien, parece ser el final feliz de una historia, pero de ninguna manera es así, pues es en realidad es el feliz comienzo de la última etapa de formación. Estas letras las escribo desde Huancayo, en el Seminario San Pío X, a los 13 días del mes de agosto, en la memoria de los santos Ponciano, papa, e Hipólito, presbítero, mártires; seminario al que arribé el día martes 9 de agosto, Bicentenario de la Batalla de Junín, luego de mi visita turística a la ciudad del Cusco.

P.A

García




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