Clemente de Alejandría
Clemente
de Alejandría nace en la ciudad de Atenas, hacia el año 150 de la era cristiana,
en medio de una familia pagana recibe una educación de la misma índole. Su
nombre completo era Tito Flavio Clemente, numerosas fuentes atestiguan que fue
ordenado sacerdote y que llega por primera vez a Alejandría en tiempos del
emperador Cómodo, durante los años 180 al 192 d.C., donde fue discípulo de
Panteno el fundador y primer director de la escuela catequética de Alejandría.
(cfr. Romero, 1994 p.p 11- 12)
Frente
a la dirección de la escuela tuvo como discípulo a Orígenes. Clemente fue un
excelente escritor de los inicios del cristianismo, destacándose principalmente
a partir de la persecución del emperador Decio, hacia el año 190 – 200. (Cfr. Enciclopedia Universal Ilustrada
Europeo Americana p.p 818-819)
Es
situado entre la clase de alta cultura de su época, y se cree que realizó
numerosos viajes en busca de sabiduría, es por eso que llega posteriormente a
Alejandría. Benedicto XIV lo retira del martirologio romano pues encuentra en
sus escritos algunos descarríos doctrinales, malinterpretaciones, y por el
hecho de presentársele como maestro de Orígenes quien si se hundió en herejía.
El hecho de que Clemente de Alejandría no sea declarado santo para la Iglesia
Católica es consecuencia de la rigidez e incapacidad de pensar de Focio. (cfr.
Berardino, 1991 p.p 432 - 433)
“Tres cosas hay en el
hombre: costumbres, acciones y pasiones” (Clemente de Alejandría, 1994, p.71).
El autor podría estar asomando que, el hombre, por ser creado por Dios hereda
costumbres y realiza acciones que lo conducen a pasiones, unas veces guardando
relación con su Creador, y otras alejándose de Él.
Es bueno contar con la
obra en físico, del autor estudiado, pues se puede navegar con más confianza en
las páginas que almacenan su pensamiento. El mismo Clemente, en su obra El
Pedagogo expresa que:
Es
natural que Dios ame al hombre, porque es su criatura. Dios hizo las otras
criaturas con un simple orden; al hombre, en cambio, lo ha moldeado con sus
propias manos y le ha insuflado algo divino. Esta criatura, que ha sido creada
por Dios y modelada a imagen suya, o bien la ha creado por ser amable (a Dios)
por sí misma, o la ha moldeado por ser amable (a Dios) en razón de otra cosa.
Si el hombre es amable por sí mismo, el que es bueno (Dios) amó lo bueno; y lo
atractivo del hombre se halla en su mismo interior, es decir lo que se denomina
soplo de Dios. Pero si el hombre es
amable por otras cosas, Dios no tendría otro motivo (que esas cosas) para
crearlo; pensaba que sin el hombre no era posible que el Creador fuera bueno, y
sin las criaturas no era posible que el hombre hubiera alcanzado la gnosis de
Dios. (Romero, 1994, p.p 87-89).
Clemente de Alejandría,
como se ha visto, tiene la concepción de hombre muy unida a la concepción de
Dios, pues inicia su discurso antropológico demostrando lo divino que hay o
“existe” en el hombre. Explica que así como es el Creador, “Bueno”, así también
es el hombre, su criatura; se maneja, entonces, una concepción cristiana del
hombre, pues hace mención de la virtud de hacer el bien, “bondad” a la que el
hombre está inclinado en cuanto a que es, esencialmente criatura de Dios e
imagen y semejanza suya, cuenta con un soplo
especial, del cual no gozan las demás criaturas de la naturaleza.
P.A
García
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