“RINCÓN
DE LOS MUERTOS”
Corría el
primer cuarto del siglo XIV,
los pocras
y los huancas tranquilos habitaban
las tierras
que la sierra donosa había otorgado
pero un
temeroso futuro les esperaba.
Durante años
con fuerza evadieron
la mano ajena
que los pretendía dominar
y
hacerles parte de un gran imperio
que
finalmente no pudieron evitar.
Se sublevaron
contra Yahuar-Huáccac
inca
expansionista del Tahuantinsuyo,
al mando
del valeroso Anco-huaillu
quien
luchó por la libertad de los suyos.
Los pocras
valientes avanzaron
en
dirección al “ombligo del mundo”
Titu-Maita
fue vencido
y el inca
quedó moribundo.
Yahuar-Huáccac
no soportó la derrota
que su sobrino
había sufrido
y su aguerrido
hijo Huiracocha
a su
padre dejó destituido.
Huiracocha
personalmente acudió
a enfrentarse
con los pocras y huancas
reorganizado
sus bélicas tropas
obtuvo la
victoria esperada.
Anco-huaillu
fue capturado
en el
sitio Yahuar-pampa
aquella
planicie de la sangre
recuerda
la cruel matanza.
Pero el
jefe de los pocras
orgulloso
en su temperamento
se
adentró en la montañas
conformando
un campamento.
Pretendía
hacer resistencia
y
alejarse del incanato
para
conformar nuevo reino
y
evitarse sus maltratos.
La unida
gente serrana
a los de
Huiracocha dieron muerte
en el
sitio Aya-huarcuna
sin
siquiera pensar en sus suertes.
Huiracocha
muy enfurecido
lanzó una
expedición tremenda
alcanzando
en el Condorcunca
dónde efectuar
la contienda.
A Anco-huaillu
asesinaron
y sus
muertos fueron muchos
aquella
zona se llamaría
para siempre, Ayacucho.
Pues no hubo
sobrevivientes
por todos
lados había cuerpos
y así
quedó precisado
aquel “rincón
de los muertos”.
Y una vez
victorioso
Huiracocha
de su mano alimentó
un halcón
que volando
sobre su
cabeza se posó.
Toma,
halcón, dijo el inca
“huamán-ga”
que fue en su lengua
y así se
llamó aquel sitio
sus
linderos y sus leguas.
De modo
que primero se nombró
el
apelativo de Ayacucho
y luego
fue el nombre Huamanga
aunque lo
desconozcan muchos.
O bien “rincón
de los muertos”
o tal vez
“morada del alma”
no
apresuremos consenso
que al
final nada da calma.
Mas que
el nombre de la ciudad
lo
importante son sus gentes
los que
pueden superar
a la
historia insurgente.
P.A
García
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