Ayacucho, 31 de marzo de 2022
S.E.R. Salvador Piñeiro
Arzobispo Metropolitano de Ayacucho
Presente.-
“¿Qué
padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le
da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión?” (Lc 11, 11-12)
Estimado padre y pastor de esta iglesia
particular. En mi última misiva del 07 de febrero de 2022, le manifesté por
escrito mi intención de continuar la formación para el sacerdocio ministerial
católico. Días después conocí su parecer en una brevísima conversación informal
que tuvimos frente a la Catedral, donde le manifesté que me sentía “como oveja sin pastor”, a lo cual usted
me respondió “yo soy tu obispo, ten
paciencia”.
Monseñor, algunos sacerdotes de esta arquidiócesis
me han animado a estar cercano y comunicativo con usted, me han orientado a
manifestarle nuevamente mi intención de servir a la Iglesia. Le recuerdo, como
ya se lo he dicho repetitivamente, que mi llegada al Perú y específicamente a
Ayacucho, ha tenido como principal intención buscar la oportunidad de continuar
respondiendo al llamado del Señor.
Aunque desconozco su opinión personal sobre mí,
puedo intuirla (y queriendo equivocarme) generalizando un poco las experiencias
que usted ha vivido al recibir a personas foráneas en esta arquidiócesis. Estoy
seguro que han sido muchas las bendiciones al respecto, pero también comprendo
que haya habido resultados no tan buenos; ante esto solo puedo expresar, lo que
siempre he creído, que la vocación es un don sobrenatural y en este sentido la
Iglesia hace un “voto de confianza”
en la rectitud de intención de aquellos varones que se sienten llamados por
Dios.
Monseñor, usted me pide que tenga paciencia, y la
he tenido, yo le suplico que tenga
confianza, y en un acto de caridad
cristiana considere mi petición, pues, “también
los perritos, debajo de la mesa, comen de las migas que dejan caer los niños”. (Mc
7, 28)
Monseñor, usted es conocedor de la formación
sacerdotal, confío en su buen juicio y criterio para manejar la situación de
las vocaciones en su arquidiócesis, pero, solo me queda manifestarle, como me
han iluminado algunos sacerdotes, que el “año
de pastoral” es el mecanismo más idóneo para que ustedes puedan conocerme como
persona y joven con una llamada divina. Aunque no tengo nada, estoy dispuesto a
dejarlo todo por seguir al que me ha elegido, pues, “todo lo considero basura con tal de ganarme a Cristo”. (Fil 3, 8)
Suyo en Cristo.
P.A
García
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