viernes, 4 de diciembre de 2015

Mensaje a mis hermanos Seminaristas



ARQUIDIÓCESIS DE MÉRIDA
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO SAN BUENAVENTURA

Eucaristía con motivo de los 30 años de la visita de San Juan Pablo II a Mérida


Mensaje a mis hermanos Seminaristas.

Muy queridos hermanos en la formación al sacerdocio. Iluminado por el capítulo II de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium de S.S. el Papa Francisco, quiero dirigir un breve mensaje motivador a ustedes mis hermanos seminaristas, futuros sacerdotes de la Iglesia Católica. Quiero dar a conocer lo que nuestro amado Papa nos está diciendo, para el bienestar de la Iglesia de Cristo.

El Santo Padre no es ciego ante el gran trabajo que han venido realizando los agentes pastorales, dentro de los que nos podemos incluir nosotros los seminaristas, él reconoce que en la actualidad la Iglesia sigue trabajando positivamente por la construcción del Reino de Dios y lo ha venido realizando con mucha alegría, la cual debe alimentarse y nunca desmayar.

En nuestra formación al sacerdocio debemos ir trabajando para saber manejar lo que será nuestro futuro ministerio sacerdotal en relación a las cuestiones económicas, alejémonos de ser unos simples trabajadores que merezcan su justo salario, para eso no nos estamos disponiendo, no somos obreros de una gran empresa administradora de sacramentos, porque actitudes como estas le hacen mucho daño a la Iglesia y el Santo Padre ya ha advertido suficiente sobre esto. Queremos una Iglesia pobre para los pobres.


Luis Alejandro Campo, José Abrahan Rangel, Pedro Andrés García, Eudes Ovidio Puentes



Hermanos seminaristas, mantengámonos siempre alejados de las tentaciones más fuertes a la que somos sometidos con frecuencia, estas son el individualismo, la crisis de identidad y la caída del fervor, todas estas evaluadas con la perspectiva puesta hacia el encuentro con los demás, ya que a veces actúan obstaculizando nuestra común vocación de cristianos, de amarnos los unos a los otros como el Señor nos ha amado.

Cuando nos dejamos atacar por el mundo, podemos caer en la infelicidad, pues es muy fuerte el llamado mundano a ser como los demás y a tener todo lo que los demás tienen, la misma identidad cristiana se pierde y esto hace que nuestra vocación vacile o no sea totalmente aceptada.

El llamado misionero, que es tan antiguo y tan novedoso como el Evangelio, es esa fuente inagotable a la que nosotros, motivados por el Papa, debemos acudir siempre, porque es en una Iglesia en salida donde la alegría del Evangelio se hace más palpable y nosotros, los seminaristas, en este tiempo nos estamos preparando para trabajar en una Iglesia que cada día exige más y más, porque para nadie es un secreto que los tiempos cambian y cada vez hay más retos que afrontar a la luz de la fe.

        En nosotros hay un peligro grave, y es el de temerle a cualquier obra evangelizadora, esto sucede cuando en vez de entregarnos por completo a la misión, optamos descaradamente por cuidar de nuestros espacios personales y no responder al amor de Dios que es contagiante. Estamos convirtiendo nuestra vocación de evangelizadores en exclusivamente un activismo que nos enmarca en un crudo horario. He escuchado a varios de mis hermanos decir que en tiempos de misiones les queda tiempo para la siesta y esto lo quieren hacer aceptable con una falsa organización del tiempo, pero no es así, a esto hay que temerle, pues si apenas como seminaristas no somos capaces de desgastarnos por la misión, ¿qué será de nosotros como sacerdotes? Nos estamos convirtiendo en unos hombres perezosos incapaces de sacrificarnos por los demás. El Papa Francisco, después de Cristo, es el mejor ejemplo de trabajo sin descanso por amor a Dios, a los demás y a la propia vocación. 

        Nuestras actividades dentro y fuera del seminario siempre deben hacerse con una motivación sobrenatural, con un espíritu capaz de aceptar las cruces que se sobrevengan. Nunca podemos caer en el afán de hacer por hacer, es decir, de emprender proyectos que se queden solamente en lo posiblemente realizable. Tampoco en hacer las cosas para que los demás nos vean y alaben. Dependiendo del amor por las cosas de Dios será nuestro rendimiento como misioneros y futuros pastores del rebaño del Buen Pastor.

        ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora! (EG 83) nos anima el papa Francisco, haciendo hincapié en la actitud que debemos tener los cristianos al momento de presentar al mundo a Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor.

        No es motivo para desanimarnos, el reconocer que en nuestra Iglesia hay grandes pecados y errores, al contrario debemos confiar en Dios y saber que la luz del Espíritu Santo siempre iluminará a la Iglesia en su camino de santificación, porque así nos lo recuerda el Apóstol “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rm 5,20). La lucha por la santidad en la Iglesia debe ser continua y perseverante, nosotros como seminaristas podemos iniciar, desde nuestra etapa de formación, con el deseo firme de ser mejores cada día, reconociendo aquello que dijo el Señor a Pablo “Te basta mi gracia, porque mi fuerza se demuestra en la debilidad” (2 Co 12,9).

        En estos momentos, en que la juventud se ve atacada por una exagerada llamada al consumismo, es necesario que nosotros como jóvenes que somos, sepamos dar ejemplo de una cristiana austeridad, que nos lleve a tener lo que es necesario para la vocación y las comodidades primarias, sin caer en la competencia de tener todo lo que el mundo nos ofrece a cada rato, estamos llamados a ser pobres de corazón, es decir, que nos nazca en las entrañas ser pobres como lo fue Cristo.



         El Santo Padre nos recuerda que no debe haber peleas entre nosotros mismos, esto nace cuando surgen grupos dentro de la misma Iglesia que se consideran los mejores, y no son capaces de compartir la gran riqueza escondida en la diversidad de carisma que posee el Cuerpo Místico de Cristo.

        Como laicos que somos, animemos a los demás laicos a optar por una misión evangelizadora, que les permita reencontrarse con la Alegría del Evangelio y ser también discípulos y misioneros del Señor, en el mundo actual, porque son los laicos la inmensa mayoría del pueblo de Dios y junto con los ministros ordenados podemos trabajar por el Reino de Dios y por su gloria, no por la nuestra.

        Por ultimo hermanos seminaristas, veamos a la mujer con la misma dignidad que el hombre, pues esta dignidad de ser hijos de Dios, la tenemos todos los cristianos en el bautismo. Reconozcamos que ella juega un papel muy importante dentro de la vida eclesial, pues en su mayoría, las personas con las que interactuamos en nuestras pastorales son mujeres.  

        Somos nosotros los principales promotores vocacionales, con nuestro testimonio de vida, porque joven llama a joven y es así como daremos un rostro joven a nuestra Iglesia Católica.

Señor danos sacerdotes.
Señor danos sacerdotes santos.
Señor danos muchos sacerdotes santos.
Amén.

P.A
García

Mensaje Navideño 2015



MENSAJE NAVIDEÑO 2015
 

Queridos hermanos en Cristo: 

Reciban ustedes este mensaje de alegría y esperanza como muestra de la fraternidad que nos mantiene unidos en familia, esperando a Jesús que viene para salvarnos.

Que en este Adviento, tiempo de preparación para la venida del Emmanuel, sepamos darnos a los más pequeños, sabiendo que en ellos el Señor se manifiesta.

Reconociéndonos proclamadores de la Palabra, nos dirigimos a ustedes, para anunciarles que el Redentor, fuente de alegría, pronto renacerá en nuestros corazones para librarnos del odio, la envidia y la división, haciendo de cada uno de nosotros sus discípulos propagadores de su infinita Misericordia.

Vivamos de la mejor manera este tiempo, para que con la Natividad del Señor, renovemos el compromiso cristiano, haciendo que en nuestra sociedad florezcan sentimientos de hermandad, solidaridad y entrega desinteresada a ejemplo de aquella mujer que con su sí nos permite contemplar la inextinguible luz del Mesías.

Este año 2015 termina dándonos la oportunidad de reflexionar sobre lo bueno que hemos hecho, y lo que hemos dejado de hacer. De igual manera sabiendo que Dios nos presenta la oportunidad de reiniciar una nueva vida a la luz del Evangelio, que debe comenzar en la relación social, cultural y ecológica en vista del bien común manifestada desde una auténtica política, la cual depende del amor que tengamos hacia el prójimo. 

Dispuestos al cambio de nuestras vidas, demos paso a la luz que desvanece las tinieblas, reconociendo la primacía de la autoridad divina como fuente y origen de cualquier autoridad humana; siendo su esencia el Amor.

Lucas: 2; 10-12

No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy les ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

P.A
García