SAN VICENTE FERRER,
presbítero
Nació en Valencia (España) en el año
1350; ingresó en la Orden de Predicadores, donde enseñó teología. Recorrió
muchas regiones, ejerciendo el ministerio de la predicación, en el que logró
óptimos resultados en cuanto a la defensa de la fe verdadera y a la reforma de
costumbres. Murió en Vannes (Francia) en el año 1419.
Laudes
Del común de pastores: para un santo
presbítero.
Invitatorio
INVOCACÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios.
R. Y
mi boca proclamará tu alabanza.
Ant. Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo. (T.P. Aleluya.)
A continuación se dice el salmo del Invitatorio.
Salmo 99
ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos
deben entonar un
Canto de
victoria. (S. Atanasio)
Se recita la
antífona que corresponde y la asamblea la repite.
Aclama al Señor,
tierra entera,
servid
al Señor con alegría,
entrad
en su presencia con aclamaciones.
Se repite la
antífona.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Se repite la
antífona.
Entrad por sus
puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su
nombre:
Se repite la
antífona.
“El Señor es
bueno,
su
misericordia es eterna,
su
fidelidad por todas las edades”
Se repite la
antífona.
Gloria al Padre,
y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Se repite la
antífona.
HIMNO
Cristo, Cabeza, Rey de los pastores,
el pueblo entero, madrugando a fiesta,
canta a la gloria de tu sacerdote
himnos sagrados.
Con abundancia de sagrado crisma,
la unción profunda de tu Santo Espíritu
lo armó guerrero y lo nombró en la Iglesia
jefe del pueblo.
Él fue pastor y forma del rebaño,
luz para el ciego, báculo del pobre,
padre común, presencia providente,
todo de todos.
Tú que coronas sus merecimientos,
danos la gracia de imitar su vida
y
al fin, sumisos a su magisterio,
danos su gloria. Amén.
Ant. 1. Vosotros sois la luz del mundo. No se
puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. (T.P. Aleluya.)
Los salmos y el
cántico se toman del domingo I del Salterio.
Salmo 62, 2-9
EL ALMA
SEDIENTA DE DIOS
Madruga por Dios todo el que
Rechaza las obras de las tinieblas.
¡Oh
Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin
agua.
¡Cómo te
contemplaba en el santuario
viendo
tu fuerza y tu gloria!
Tu
gracia vale más que la vida,
te
alabarán mis labios.
Toda mi
vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el
lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con
júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.
1. Vosotros
sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un
monte. (T.P. Aleluya.)
Ant.
2. Alumbre así vuestra luz a los hombres,
para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre. (T.P. Aleluya.)
Cántico Dn 3, 57-88. 56
TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR
Alabad al Señor,
sus siervos todos.
(Ap. 19,5)
Creaturas todas
del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los
siglos.
Ángeles del
Señor, bendecid al Señor,
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del
espacio, bendecid al Señor,
ejércitos del Señor, bendecid al
Señor.
Sol y luna, bendecid
al Señor,
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid
al Señor,
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid
al Señor,
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y
nevadas, bendecid al Señor,
témpanos y hielos, bendecid al
Señor.
Escarchas y
nieves, bendecid al Señor,
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas,
bendecid al Señor,
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la
tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y
cumbres, bendecid al Señor,
cuanto germina en la tierra, bendiga
al Señor.
Manantiales, bendecid
al Señor,
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y
peces, bendecid al Señor,
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y
ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los
siglos.
Hijos de los
hombres, bendecid al Señor,
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del
Señor, bendecid al Señor,
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y
espíritus justos, bendecid al Señor,
santos y humildes de corazón,
bendecid al Señor.
Ananías, Azarías
y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los
siglos.
Bendigamos al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los
siglos.
Bendito el Señor
en la bóveda del cielo,
Alabado y glorioso y ensalzado por
los siglos.
No se
dice Gloria al Padre.
Ant.
2. Alumbre así vuestra luz a los hombres,
para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre. (T.P. Aleluya.)
Ant.
3. La palabra de Dios es viva y eficaz, más
tajante que espada de doble filo (T.P. Aleluya.)
Salmo 149
ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Los hijos de la Iglesia, nuevo
pueblo de Dios, se alegran en su
Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene
su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se
alegre Israel por su Creador,
los
hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle
con tambores y cítaras;
porque
el Señor ama a su pueblo
y adorna
con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten
jubilosos en filas:
con
vítores a Dios en la boca
y
espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos y
aplicar
el castigo a las naciones,
sujetando
a los reyes con argollas,
a los
nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un
honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era
en el principio, ahora y siempre,
por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant.
3. La
palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo (T.P. Aleluya.)
LECTURA BREVE Hb
13, 7-9ª
Acordaos de aquellos superiores
vuestros que os expusieron la palabra de Dios: reflexionando sobre el desenlace
de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre.
No os dejéis extraviar por doctrinas llamativas y extrañas.
LECTURA
LARGA, tomada del oficio de lectura propio del santo.
Del Tratado de
san Vicente Ferrer, presbítero, Sobre la vida espiritual
(Cap.
13: edición Garganta-Forcada, pp. 513-514)
CÓMO
HAY QUE PREDICAR
En la predicación y exhortación
emplea un lenguaje sencillo y familiar; bajando a los detalles concretos; y, en
cuanto puedas, insiste en proponer ejemplos, para que cualquier pecador, con
aquel pecado concreto, se sienta aludido como si hablaran para él solo. Sin
embargo, hazlo de tal manera que se vea bien claro que tus palabras proceden no
de un ánimo soberbio e irascible, sino más bien de unas entrañas de caridad y
amor paterno, al igual que un padre se duele de los pecados de sus hijos, como
si padecieran una enfermedad grave o como si yacieran en un hoyo profundo, y se
esfuerza en sacarlos y librarlos, y los cuida como lo haría una madre. Habla
como quien se alegra del provecho del pecador y de la gloria que le espera en
el paraíso.
Ésta es la manera que acostumbra a
ser provechosa a los oyentes. Porque un modo de hablar genérico sobre las
virtudes y los vicios mueve poco a los que escuchan.
También en el confesionario, tanto
si confortas con suavidad a los pusilánimes como si atemorizas con energía a
los endurecidos en el pecado, muestra siempre entrañas de misericordia, para
que en todo momento el pecador sienta que tus palabras proceden únicamente de
tu amor: por esto, a las palabras punzantes deben proceder otras llenas de
caridad y dulzura.
Tú, por tanto, que deseas ser útil a
las almas del prójimo, primero acude a Dios de todo corazón y pídele
simplemente esto: que se digne infundir en ti aquella caridad que es el
compendio de todas las virtudes, ya que ella te harán alcanzar lo que deseas.
RESPONSORIO
BREVE
Tiempo
de Cuaresma:
V. Sobre tus murallas, Jerusalén,
he
colocado centinelas.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén,
he
colocado centinelas.
V. Ni de día ni de noche
dejarán
de anunciar el nombre del Señor.
R. He colocado centinelas.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén,
he
colocado centinelas.
Tiempo
Pascual:
V. Sobre tus murallas, Jerusalén,
he
colocado centinelas. Aleluya, aleluya.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén,
he
colocado centinelas. Aleluya, aleluya.
V. Ni de día ni de noche
dejarán
de anunciar el nombre del Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén,
he
colocado centinelas. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGELICO
Ant. No
sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla
por vosotros. (T.P. Aleluya.)
Cántico de Zacarías Lc
1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque
ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos
una fuerza de salvación
en
la casa de David, su siervo,
según
lo había predicho desde antiguo
por
boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos
odian;
a realizado así la misericordia que
tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro
padre Abraham.
Para que
concedernos que libres de temor,
arrancados de la mano de los
enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros
días.
Y a ti,
niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque iras delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por
entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo
alto,
para iluminar a los que viven en
tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. No sois vosotros los que habláis, sino el
Espíritu de vuestro Padre quien habla por vosotros. (T.P. Aleluya.)
PRECES
Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó la
vida por sus ovejas, y supliquémosle diciendo:
Apacienta
a tu pueblo, Señor.
Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores nos has
revelado tu misericordia y tu amor,
haz que,
por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.
Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores
sigues siendo el único pastor de tu pueblo,
no dejes
de guiarnos siempre por medio de ellos.
Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores
eres el médico de los cuerpos y de las almas,
haz que
nunca falte en tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una
vida santa.
Señor Jesucristo,
tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
haz que,
guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.
Se
pueden añadir algunas intenciones libres.
Oremos
confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como
en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor Dios todopoderoso, que
suscitaste a San Vicente Ferrer como predicador infatigable del Evangelio, para
que anunciara con insistencia la venida de Jesucristo, juez universal, has que
nosotros anhelemos la venida de tu Hijo, para que cuando venga, podamos
contemplarlo en su reino glorioso. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos
de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
San
Vicente Ferrer Patrono de La Playa Bailadores, biografía.
Nació
el 23 de enero de 1350 en Valencia, España. Sus padres le inculcaron desde muy
pequeñito una fervorosa devoción hacia Jesucristo y a la Virgen María y un gran
amor por los pobres. Le encargaron repartir las cuantiosas limosnas que la
familia acostumbraba a dar. Así lo fueron haciendo amar el dar ayudas a los
necesitados. Lo enseñaron a hacer una mortificación cada viernes en recuerdo de
la Pasión de Cristo, y cada sábado en honor de la Virgen Santísima. Estas
costumbres las ejercitó durante toda su vida.
Se
hizo religioso en la Comunidad de los Padres Dominicos y, por su gran
inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la universidad.
Durante
su juventud el demonio lo asaltó con violentas tentaciones y, además, como era
extraordinariamente bien parecido, varias mujeres de dudosa conducta se
enamoraron de él y como no les hizo caso a sus zalamerías, le inventaron
terribles calumnias contra su buena fama. Todo esto lo fue haciendo fuerte para
soportar las pruebas que le iban a llegar después.
Siendo
un simple diácono lo enviaron a predicar a Barcelona. La ciudad estaba pasando
por un período de hambre y los barcos portadores de alimentos no llegaban.
Entonces Vicente en un sermón anunció una tarde que esa misma noche llegarían
los barcos con los alimentos tan deseados. Al volver a su convento, el superior
lo regañó por dedicarse a hacer profecías de cosas que él no podía estar seguro
de que iban a suceder. Pero esa noche llegaron los barcos, y al día siguiente
el pueblo se dirigió hacia el convento a aclamar a Vicente, el predicador. Los
superiores tuvieron que trasladarlo a otra ciudad para evitar desórdenes.
Vicente estaba
muy angustiado porque la Iglesia Católica estaba dividida entre dos Papas y
había muchísima desunión. De tanto afán se enfermó y estuvo a punto de morir.
Pero una noche se le apareció Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de San
Francisco y Santo Domingo de Guzmán y le dio la orden de dedicarse a predicar
por ciudades, pueblos, campos y países. Y Vicente recuperó inmediatamente su
salud
En
adelante por 30 años, Vicente recorre el norte de España, y el sur de Francia,
el norte de Italia, y el país de Suiza, predicando incansablemente, con enormes
frutos espirituales.
Los
primeros convertidos fueron judíos y moros. Dicen que convirtió más de 10,000
judíos y otros tantos musulmanes o moros en España. Y esto es admirable porque
no hay gente más difícil de convertirse al catolicismo que un judío o un
musulmán.
Las
multitudes se apiñaban para escucharle, donde quiera que él llegaba. Tenía que
predicar en campos abiertos porque las gentes no cabían en los templos. Su voz
sonora, poderosa y llena de agradables matices y modulaciones y su
pronunciación sumamente cuidadosa, permitían oírle y entenderle a más de una
cuadra de distancia.
Sus
sermones duraban casi siempre más de dos horas (un sermón suyo de las Siete
Palabras en un Viernes Santo duró seis horas), pero los oyentes no se cansaban
ni se aburrían porque sabía hablar con tal emoción y de temas tan propios para
esas gentes, y con frases tan propias de la S. Biblia, que a cada uno le
parecía que el sermón había sido compuesto para él mismo en persona.
Antes
de predicar rezaba por cinco o más horas para pedir a Dios la eficacia de la
palabra, y conseguir que sus oyentes se transformaran al oírle. Dormía en el
puro suelo, ayunaba frecuentemente y se trasladaba a pie de una ciudad a otra
(los últimos años se enfermó de una pierna y se trasladaba cabalgando en un
burrito).
En
aquel tiempo había predicadores que lo que buscaban era agradar a los oídos y
componían sermones rimbombantes que no convertían a nadie. En cambio a San
Vicente lo que le interesaba no era lucirse sino convertir a los pecadores. Y
su predicación conmovía hasta a los más fríos e indiferentes. Su poderosa voz
llegaba hasta lo más profundo del alma. En pleno sermón se oían gritos de
pecadores pidiendo perdón a Dios, y a cada rato caían personas desmayadas de
tanta emoción. Gentes que siempre habían odiado, hacían las paces y se
abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios pedían confesores. El santo
tenía que llevar consigo una gran cantidad de sacerdotes para que confesaran a
los penitentes arrepentidos. Hasta 15,000 personas se reunían en los campos
abiertos, para oírle.
Después
de sus predicaciones lo seguían dos grandes procesiones: una de hombres
convertidos, rezando y llorando, alrededor de una imagen de Cristo Crucificado;
y otra de mujeres alabando a Dios, alrededor de una imagen de la Santísima
Virgen. Estos dos grupos lo acompañaban hasta el próximo pueblo a donde el
santo iba a predicar, y allí le ayudaban a organizar aquella misión y con su
buen ejemplo conmovían a los demás.
Como
la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito
para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre las multitudes,
rodeado de un grupo de hombres encerrándolo y protegiéndolo entre maderos y
tablas. El santo pasaba saludando a todos con su sonrisa franca y su mirada
penetrante que llegaba hasta el alma.
Las
gentes se quedaban admiradas al ver que después de sus predicaciones se
disminuían enormemente las borracheras y la costumbre de hablar cosas malas, y
las mujeres dejaban ciertas modas escandalosas o adornos que demostraban
demasiada vanidad y gusto de aparecer. Y hay un dato curioso: siendo tan fuerte
su modo de predicar y atacando tan duramente al pecado y al vicio, sin embargo
las muchedumbres le escuchaban con gusto porque notaban el gran provecho que
obtenían al oírle sus sermones.
Vicente
fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males.
Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de
la comunión. Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa. Insistía en la grave
obligación de cumplir el mandamiento de Santificar las fiestas. Insistía en la
gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en la severidad del Juicio
de Dios, y del cielo y del infierno que nos esperan. Y lo hacía con tanta
emoción que frecuentemente tenía que suspender por varios minutos su sermón
porque el griterío del pueblo pidiendo perdón a Dios, era inmenso.
Pero
el tema en que más insistía este santo predicador era el Juicio de Dios que
espera a todo pecador. La gente lo llamaba "El ángel del
Apocalipsis", porque continuamente recordaba a las gentes lo que el libro
del Apocalipsis enseña acerca del Juicio Final que nos espera a todos. El
repetía sin cansarse aquel aviso de Jesús: "He aquí que vengo, y traigo
conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras"
(Apocalipsis 22,12). Hasta los más empecatados y alejados de la religión se
conmovían al oírle anunciar el Juicio Final, donde "Los que han hecho el
bien, irán a la gloria eterna y los que se decidieron a hacer el mal, irán a la
eterna condenación" (San Juan 5, 29).
Los
milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación. Y uno de ellos era
el hacerse entender en otros idiomas, siendo que él solamente hablaba su lengua
materna y el latín. Y sucedía frecuentemente que las gentes de otros países le
entendían perfectamente como si les estuviera hablando en su propio idioma. Era
como la repetición del milagro que sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés,
cuando al llegar el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, las gentes de
18 países escuchaban a los apóstoles cada uno en su propio idioma, siendo que
ellos solamente les hablaban en el idioma de Israel.
San
Vicente se mantuvo humilde a pesar de la enorme fama y de la gran popularidad
que le acompañaban, y de las muchas alabanzas que le daban en todas partes.
Decía que su vida no había sido sino una cadena interminable de pecados.
Repetía: "Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados. Todo
en mí tiene la fetidez de mis culpas". Así son los santos. Grandes ante la
gente de la tierra pero se sienten muy pequeñitos ante la presencia de Dios que
todo lo sabe.
Los
últimos años, ya lleno de enfermedades, lo tenían que ayudar a subir al sitio
donde iba a predicar. Pero apenas empezaba la predicación se transformaba, se
le olvidaban sus enfermedades y predicaba con el fervor y la emoción de sus
primeros años. Era como un milagro. Durante el sermón no parecía viejo ni
enfermo sino lleno de juventud y de entusiasmo. Y su entusiasmo era contagioso.
Murió en plena actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419
en Vannes Francia. Fueron tantos sus milagros y tan grande su fama, que el Papa
Calixto III lo declaró santo a los 36 años de haber muerto, en 1455.
El
santo regalaba a las señoras que peleaban mucho con su marido, un frasquito con
agua bendita y les recomendaba: "Cuando su esposo empiece a insultarle,
échese un poco de esta agua a la boca y no se la pase mientras el otro no deje
de ofenderla". Y esta famosa "agua de Fray Vicente" producía
efectos maravillosos porque como la mujer no le podía contestar al marido, no
había peleas. Ojalá que en muchos de nuestros hogares se volviera a esta bella
costumbre de callar mientras el otro ofende. Porque lo que produce la pelea no
es la palabra ofensiva que se oye, si no la palabra ofensiva que se responde.
Oración
a San Vicente Ferrer
¡Amantísimo
Padre y Protector mío, San Vicente Ferrer! Alcánzame una fe viva y sincera para
valorar debidamente las cosas divinas, rectitud y pureza de costumbres como las
que tú predicabas, y caridad ardiente para amar a Dios y al prójimo. Tú, que
nunca dejas sin consuelo a los que confían en ti, no me olvides en mis
tribulaciones. Dame la salud de alma y cuerpo. Remedia todo mis males. Y dame
la perseverancia en el bien para que pueda acompañarte en la gloria por toda la
eternidad. Amén.
P.A
García
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