lunes, 21 de septiembre de 2015

Laudes San Vicente Ferrer

DÍA 5 DE ABRIL

Imagen de San Vicente Ferrer en la Iglesia de La Playa Bailadores






SAN VICENTE FERRER, presbítero

            Nació en Valencia (España) en el año 1350; ingresó en la Orden de Predicadores, donde enseñó teología. Recorrió muchas regiones, ejerciendo el ministerio de la predicación, en el que logró óptimos resultados en cuanto a la defensa de la fe verdadera y a la reforma de costumbres. Murió en Vannes (Francia) en el año 1419.

Laudes

Del común de pastores: para un santo presbítero.

Invitatorio

INVOCACÓN INICIAL

V.   Señor, abre mis labios.
R.   Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant. Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo. (T.P. Aleluya.)

A continuación se dice el salmo del Invitatorio.

Salmo 99

ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar un
Canto de victoria. (S. Atanasio)

Se recita la antífona que corresponde y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

Se repite la antífona.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
           
Se repite la antífona.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
            por sus atrios con himnos,
            dándole gracias y bendiciendo su nombre:

Se repite la antífona.

“El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades”

Se repite la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
            Como era en el principio, ahora y siempre,
            por los siglos de los siglos. Amén.

Se repite la antífona.

HIMNO

Cristo, Cabeza, Rey de los pastores,
el pueblo entero, madrugando a fiesta,
canta a la gloria de tu sacerdote
himnos sagrados.

Con abundancia de sagrado crisma,
la unción profunda de tu Santo Espíritu
lo armó guerrero y lo nombró en la Iglesia
jefe del pueblo.

Él fue pastor y forma del rebaño,
luz para el ciego, báculo del pobre,
padre común, presencia providente,
todo de todos.

Tú que coronas sus merecimientos,
danos la gracia de imitar su vida
 y al fin, sumisos a su magisterio,
danos su gloria. Amén.

Ant. 1. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. (T.P. Aleluya.)

Los salmos y el cántico se toman del domingo I del Salterio.

Salmo 62, 2-9

EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

Madruga por Dios todo el que
Rechaza las obras de las tinieblas.

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
            mi alma está sedienta de ti;
            mi carne tiene ansia de ti,
            como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
            y alzaré las manos invocándote.
            Me saciaré de manjares exquisitos,
            y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
            y velando medito en ti,
            porque fuiste mi auxilio,
            y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
            mi alma está unida a ti,
            y tu diestra me sostiene.

 Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
            Como era en el principio, ahora y siempre,
            por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. (T.P. Aleluya.)

Ant. 2. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre. (T.P. Aleluya.)

Cántico                                                                                                          Dn 3, 57-88. 56

TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR

Alabad al Señor, sus siervos todos.
(Ap. 19,5)
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
            ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor,
            cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor,
            ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor,
            astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor,
            vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor,
            fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor,
            témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor,
            noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor,
            rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
            ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor,
            cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor,
            mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor,
            aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
            ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor,
            bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor,
            siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor,
            santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
            ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
            ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
            Alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. 2. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre. (T.P. Aleluya.)

Ant. 3. La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo (T.P. Aleluya.)

Salmo 149

ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Los hijos de la Iglesia, nuevo
pueblo de Dios, se alegran en su
Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)

Cantad al Señor un cántico nuevo,
            resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
            que se alegre Israel por su Creador,
            los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
            cantadle con tambores y cítaras;
            porque el Señor ama a su pueblo
            y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
            y canten jubilosos en filas:
            con vítores a Dios en la boca
            y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos y
            aplicar el castigo a las naciones,
            sujetando a los reyes con argollas,
            a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
            es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
            Como era en el principio, ahora y siempre,
            por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3. La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo (T.P. Aleluya.)

LECTURA BREVE                                                                                    Hb 13, 7-9ª

            Acordaos de aquellos superiores vuestros que os expusieron la palabra de Dios: reflexionando sobre el desenlace de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre. No os dejéis extraviar por doctrinas llamativas y extrañas.

LECTURA LARGA, tomada del oficio de lectura propio del santo.

Del Tratado de san Vicente Ferrer, presbítero, Sobre la vida espiritual

(Cap. 13: edición Garganta-Forcada, pp. 513-514)

CÓMO HAY QUE PREDICAR

            En la predicación y exhortación emplea un lenguaje sencillo y familiar; bajando a los detalles concretos; y, en cuanto puedas, insiste en proponer ejemplos, para que cualquier pecador, con aquel pecado concreto, se sienta aludido como si hablaran para él solo. Sin embargo, hazlo de tal manera que se vea bien claro que tus palabras proceden no de un ánimo soberbio e irascible, sino más bien de unas entrañas de caridad y amor paterno, al igual que un padre se duele de los pecados de sus hijos, como si padecieran una enfermedad grave o como si yacieran en un hoyo profundo, y se esfuerza en sacarlos y librarlos, y los cuida como lo haría una madre. Habla como quien se alegra del provecho del pecador y de la gloria que le espera en el paraíso.
            Ésta es la manera que acostumbra a ser provechosa a los oyentes. Porque un modo de hablar genérico sobre las virtudes y los vicios mueve poco a los que escuchan.
            También en el confesionario, tanto si confortas con suavidad a los pusilánimes como si atemorizas con energía a los endurecidos en el pecado, muestra siempre entrañas de misericordia, para que en todo momento el pecador sienta que tus palabras proceden únicamente de tu amor: por esto, a las palabras punzantes deben proceder otras llenas de caridad y dulzura.
            Tú, por tanto, que deseas ser útil a las almas del prójimo, primero acude a Dios de todo corazón y pídele simplemente esto: que se digne infundir en ti aquella caridad que es el compendio de todas las virtudes, ya que ella te harán alcanzar lo que deseas.

RESPONSORIO BREVE 

            Tiempo de Cuaresma:

V.        Sobre tus murallas, Jerusalén,
            he colocado centinelas.
 
R.        Sobre tus murallas, Jerusalén,
            he colocado centinelas.

V.        Ni de día ni de noche
            dejarán de anunciar el nombre del Señor.

R.        He colocado centinelas.

V.        Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R.        Sobre tus murallas, Jerusalén,
            he colocado centinelas.

            Tiempo Pascual:

V.        Sobre tus murallas, Jerusalén,
            he colocado centinelas. Aleluya, aleluya.

R.        Sobre tus murallas, Jerusalén,
            he colocado centinelas. Aleluya, aleluya.

V.        Ni de día ni de noche
            dejarán de anunciar el nombre del Señor.

R.        Aleluya, aleluya.

V.        Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R.        Sobre tus murallas, Jerusalén,
            he colocado centinelas. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGELICO

Ant. No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla por vosotros. (T.P. Aleluya.)

Cántico de Zacarías                                                                                      Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
            porque ha visitado y redimido a su pueblo,
            suscitándonos una fuerza de salvación
            en la casa de David, su siervo,
            según lo había predicho desde antiguo
            por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
            y de la mano de todos los que nos odian;
            a realizado así la misericordia que tuvo con
            nuestros padres,
            recordando su santa alianza
            y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para que concedernos que libres de temor,
            arrancados de la mano de los enemigos,
            le sirvamos con santidad y justicia,
            en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
            porque iras delante del Señor
            a preparar sus caminos,
            anunciando a su pueblo la salvación,
            el perdón de sus pecados.

Por entrañable misericordia de nuestro Dios,
            nos visitará el sol que nace de lo alto,
            para iluminar a los que viven en tiniebla
            y en sombra de muerte,
            para guiar nuestros pasos
            por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
            Como era en el principio, ahora y siempre,
            por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla por vosotros. (T.P. Aleluya.)

PRECES

Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle diciendo:

            Apacienta a tu pueblo, Señor.

Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor,
            haz que, por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.

Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo,
            no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.

Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas,
            haz que nunca falte en tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.

 Señor Jesucristo, tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
            haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Oremos confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro, que estás en el cielo,
            santificado sea tu nombre;
            venga a nosotros tu reino;
            hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
            Danos hoy nuestro pan de cada día;
            perdona nuestras ofensas,
            como también nosotros perdonamos
            a los que nos ofenden;
            no nos dejes caer en la tentación,
            y líbranos del mal.

Oración

            Señor Dios todopoderoso, que suscitaste a San Vicente Ferrer como predicador infatigable del Evangelio, para que anunciara con insistencia la venida de Jesucristo, juez universal, has que nosotros anhelemos la venida de tu Hijo, para que cuando venga, podamos contemplarlo en su reino glorioso. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V.   El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.   Amén.

San Vicente Ferrer Patrono de La Playa Bailadores, biografía.

Nació el 23 de enero de 1350 en Valencia, España. Sus padres le inculcaron desde muy pequeñito una fervorosa devoción hacia Jesucristo y a la Virgen María y un gran amor por los pobres. Le encargaron repartir las cuantiosas limosnas que la familia acostumbraba a dar. Así lo fueron haciendo amar el dar ayudas a los necesitados. Lo enseñaron a hacer una mortificación cada viernes en recuerdo de la Pasión de Cristo, y cada sábado en honor de la Virgen Santísima. Estas costumbres las ejercitó durante toda su vida.

Se hizo religioso en la Comunidad de los Padres Dominicos y, por su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la universidad.

Durante su juventud el demonio lo asaltó con violentas tentaciones y, además, como era extraordinariamente bien parecido, varias mujeres de dudosa conducta se enamoraron de él y como no les hizo caso a sus zalamerías, le inventaron terribles calumnias contra su buena fama. Todo esto lo fue haciendo fuerte para soportar las pruebas que le iban a llegar después.

Siendo un simple diácono lo enviaron a predicar a Barcelona. La ciudad estaba pasando por un período de hambre y los barcos portadores de alimentos no llegaban. Entonces Vicente en un sermón anunció una tarde que esa misma noche llegarían los barcos con los alimentos tan deseados. Al volver a su convento, el superior lo regañó por dedicarse a hacer profecías de cosas que él no podía estar seguro de que iban a suceder. Pero esa noche llegaron los barcos, y al día siguiente el pueblo se dirigió hacia el convento a aclamar a Vicente, el predicador. Los superiores tuvieron que trasladarlo a otra ciudad para evitar desórdenes.
Vicente estaba muy angustiado porque la Iglesia Católica estaba dividida entre dos Papas y había muchísima desunión. De tanto afán se enfermó y estuvo a punto de morir. Pero una noche se le apareció Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán y le dio la orden de dedicarse a predicar por ciudades, pueblos, campos y países. Y Vicente recuperó inmediatamente su salud

En adelante por 30 años, Vicente recorre el norte de España, y el sur de Francia, el norte de Italia, y el país de Suiza, predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales.

Los primeros convertidos fueron judíos y moros. Dicen que convirtió más de 10,000 judíos y otros tantos musulmanes o moros en España. Y esto es admirable porque no hay gente más difícil de convertirse al catolicismo que un judío o un musulmán.

Las multitudes se apiñaban para escucharle, donde quiera que él llegaba. Tenía que predicar en campos abiertos porque las gentes no cabían en los templos. Su voz sonora, poderosa y llena de agradables matices y modulaciones y su pronunciación sumamente cuidadosa, permitían oírle y entenderle a más de una cuadra de distancia.

Sus sermones duraban casi siempre más de dos horas (un sermón suyo de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis horas), pero los oyentes no se cansaban ni se aburrían porque sabía hablar con tal emoción y de temas tan propios para esas gentes, y con frases tan propias de la S. Biblia, que a cada uno le parecía que el sermón había sido compuesto para él mismo en persona.

Antes de predicar rezaba por cinco o más horas para pedir a Dios la eficacia de la palabra, y conseguir que sus oyentes se transformaran al oírle. Dormía en el puro suelo, ayunaba frecuentemente y se trasladaba a pie de una ciudad a otra (los últimos años se enfermó de una pierna y se trasladaba cabalgando en un burrito).

En aquel tiempo había predicadores que lo que buscaban era agradar a los oídos y componían sermones rimbombantes que no convertían a nadie. En cambio a San Vicente lo que le interesaba no era lucirse sino convertir a los pecadores. Y su predicación conmovía hasta a los más fríos e indiferentes. Su poderosa voz llegaba hasta lo más profundo del alma. En pleno sermón se oían gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y a cada rato caían personas desmayadas de tanta emoción. Gentes que siempre habían odiado, hacían las paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios pedían confesores. El santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de sacerdotes para que confesaran a los penitentes arrepentidos. Hasta 15,000 personas se reunían en los campos abiertos, para oírle.

Después de sus predicaciones lo seguían dos grandes procesiones: una de hombres convertidos, rezando y llorando, alrededor de una imagen de Cristo Crucificado; y otra de mujeres alabando a Dios, alrededor de una imagen de la Santísima Virgen. Estos dos grupos lo acompañaban hasta el próximo pueblo a donde el santo iba a predicar, y allí le ayudaban a organizar aquella misión y con su buen ejemplo conmovían a los demás.

Como la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre las multitudes, rodeado de un grupo de hombres encerrándolo y protegiéndolo entre maderos y tablas. El santo pasaba saludando a todos con su sonrisa franca y su mirada penetrante que llegaba hasta el alma.

Las gentes se quedaban admiradas al ver que después de sus predicaciones se disminuían enormemente las borracheras y la costumbre de hablar cosas malas, y las mujeres dejaban ciertas modas escandalosas o adornos que demostraban demasiada vanidad y gusto de aparecer. Y hay un dato curioso: siendo tan fuerte su modo de predicar y atacando tan duramente al pecado y al vicio, sin embargo las muchedumbres le escuchaban con gusto porque notaban el gran provecho que obtenían al oírle sus sermones.

Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males. Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la comunión. Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa. Insistía en la grave obligación de cumplir el mandamiento de Santificar las fiestas. Insistía en la gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en la severidad del Juicio de Dios, y del cielo y del infierno que nos esperan. Y lo hacía con tanta emoción que frecuentemente tenía que suspender por varios minutos su sermón porque el griterío del pueblo pidiendo perdón a Dios, era inmenso.

Pero el tema en que más insistía este santo predicador era el Juicio de Dios que espera a todo pecador. La gente lo llamaba "El ángel del Apocalipsis", porque continuamente recordaba a las gentes lo que el libro del Apocalipsis enseña acerca del Juicio Final que nos espera a todos. El repetía sin cansarse aquel aviso de Jesús: "He aquí que vengo, y traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras" (Apocalipsis 22,12). Hasta los más empecatados y alejados de la religión se conmovían al oírle anunciar el Juicio Final, donde "Los que han hecho el bien, irán a la gloria eterna y los que se decidieron a hacer el mal, irán a la eterna condenación" (San Juan 5, 29).

Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación. Y uno de ellos era el hacerse entender en otros idiomas, siendo que él solamente hablaba su lengua materna y el latín. Y sucedía frecuentemente que las gentes de otros países le entendían perfectamente como si les estuviera hablando en su propio idioma. Era como la repetición del milagro que sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando al llegar el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, las gentes de 18 países escuchaban a los apóstoles cada uno en su propio idioma, siendo que ellos solamente les hablaban en el idioma de Israel.

San Vicente se mantuvo humilde a pesar de la enorme fama y de la gran popularidad que le acompañaban, y de las muchas alabanzas que le daban en todas partes. Decía que su vida no había sido sino una cadena interminable de pecados. Repetía: "Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas". Así son los santos. Grandes ante la gente de la tierra pero se sienten muy pequeñitos ante la presencia de Dios que todo lo sabe.

Los últimos años, ya lleno de enfermedades, lo tenían que ayudar a subir al sitio donde iba a predicar. Pero apenas empezaba la predicación se transformaba, se le olvidaban sus enfermedades y predicaba con el fervor y la emoción de sus primeros años. Era como un milagro. Durante el sermón no parecía viejo ni enfermo sino lleno de juventud y de entusiasmo. Y su entusiasmo era contagioso. Murió en plena actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419 en Vannes Francia. Fueron tantos sus milagros y tan grande su fama, que el Papa Calixto III lo declaró santo a los 36 años de haber muerto, en 1455.

El santo regalaba a las señoras que peleaban mucho con su marido, un frasquito con agua bendita y les recomendaba: "Cuando su esposo empiece a insultarle, échese un poco de esta agua a la boca y no se la pase mientras el otro no deje de ofenderla". Y esta famosa "agua de Fray Vicente" producía efectos maravillosos porque como la mujer no le podía contestar al marido, no había peleas. Ojalá que en muchos de nuestros hogares se volviera a esta bella costumbre de callar mientras el otro ofende. Porque lo que produce la pelea no es la palabra ofensiva que se oye, si no la palabra ofensiva que se responde.

Oración a San Vicente Ferrer


¡Amantísimo Padre y Protector mío, San Vicente Ferrer! Alcánzame una fe viva y sincera para valorar debidamente las cosas divinas, rectitud y pureza de costumbres como las que tú predicabas, y caridad ardiente para amar a Dios y al prójimo. Tú, que nunca dejas sin consuelo a los que confían en ti, no me olvides en mis tribulaciones. Dame la salud de alma y cuerpo. Remedia todo mis males. Y dame la perseverancia en el bien para que pueda acompañarte en la gloria por toda la eternidad. Amén.




P.A
García


No hay comentarios:

Publicar un comentario