“Equipos de Vida”, es una determinación utilizada en nuestro
Seminario Arquidiocesano San Buenaventura de Mérida para designar a una
cantidad de jóvenes seminaristas que comparten en primer lugar el curso
académico, y en segundo lugar diferentes motivaciones, sobre todo vocacionales,
que son el punto de encuentro más común y obvio en una Casa de Formación
Sacerdotal.
En esta oportunidad, se ha iniciado la “Semana por los
Equipos de Vida” el pasado domingo 22 de enero, haciendo una especial
presentación de videos y reflexiones que giraban en torno a lo que es el
compartir fraterno característico de los cristianos, porque el hecho de vivir
en un Seminario exige del Seminarista una capacidad de relacionarse con el
otro, viéndolo como un hermano más, y no como cualquier otra persona. Es más,
la misma vocación cristiana nos invita a amar a todos sin excluir a nadie y por
la gracia de Dios, a llamarnos y sentirnos todos hermanos, porque tenemos un
Padre en común.
Esta Semana especial dentro de la vida del Seminario exige
de cada equipo un logo, donde se represente a los integrantes, cada uno de
ellos debe identificarse con dicho logo, además puede poseer simbología que exprese
el sentir espiritual de los integrantes del Equipo de Vida.
La
realidad de un Seminario es dura, es difícil, pero no imposible de llevar. Con
el paso de los años los grupos van disminuyendo en cantidad, pero crecen en
calidad, a pesar de que, los que ya no están guardaban también gran talento y
dones que de Dios han recibido, sin embrago, los que, por misericordia de Dios,
aún perseveran, aún permanecen en la formación y por eso la exigencia debe ser
mayor, siempre en miras hacia una mejor formación ya que se trata de unos futuros
pastores.
Ya
sabemos que son distintas las personalidades que se fusionan en los equipos de
vida y en todo el Seminario, pero se debe estar claros que el propósito de
nuestra presencia en el Seminario es uno solo, y no es otro que formarnos para
ser sacerdotes, servir a Dios con los dones y carismas propios, cada uno desde
su realidad y personalidad.
El Seminario hace hincapié en la vida de
comunidad que se debe fomentar, cuando el curso está conformado por pocos
seminaristas será más fácil, de todas maneras cuando vengan las dificultades es
necesario enfrentarlas de una vez, no dejar para luego, porque se ha visto que
hace daño y además si nadie expresa lo que siente o piensa se llenan las
personas de suposiciones, es decir, como alguna vez leímos en un libro, nos
envenenamos a nosotros mismos.
En
una vida de comunidad hay que aprender de los errores pasados. Se debe
aprovechar cada instante para la comunicación, hablar, decir las cosas, esos
momentos libres, dentro del salón, en los recesos, en las comidas, en el
deporte, en los paseos y actividades comunitarias se debe fomentar la
comunicación lo máximo posible, solo de esta manera se podrá mantener una
sintonía de comunidad y así nadie se sentirá desplazado o ignorado. Tampoco se
trata de invadir la privacidad de los demás, pero como en el Seminario nadie es
monje de clausura, por lo tanto es natural expresar ideas, manifestar
sentimientos, poner en común deseos y anhelos. Claro está que a veces es mejor
hacer un pequeño sacrificio si sabemos que con nuestras palabras vamos a herir
al otro.
Cada instante en el Seminario debe vivirse a plenitud, dar
lo mejor que se tiene, donarse con generosidad, como lo hizo Cristo por sus
amigos.
En
una vida de comunidad no se puede confundir la tolerancia con la alcahuetería,
ni la fraternidad con la necedad, ni la disposición con el abuso, mucho menos confundir
personalidad con genio o manera de ser. La autenticidad debe caracterizar a los
seminaristas, mostrarse tal cual se es, libres, sin miedo al qué dirán. Nadie
es juez de nadie, solo Dios es Juez Justo y Misericordioso.
Para esta Semana, el Pbro. Cándido Contreras Ochoa ha preparado una oración que los seminaristas hacemos todos los días en una o varias oportunidades al día.
Señor nuestro Jesucristo
Hijo enviado del Padre,
que por la gracia del Espíritu
nos has llamado,
como a tus primeros discípulos,
para que estemos contigo
y para luego
enviarnos a
predicar.
Te agradecemos el llamado
y la confianza que cada día
depositas en nosotros;
te agradecemos tu fe
en nuestra capacidad
para responderte
con verdadera generosidad.
Bien sabes, Señor y Maestro,
que hay roces y enfrentamientos,
envidias y murmuraciones,
flojeras e irresponsabilidades,
entre los que vivimos
en este seminario;
como tus primeros discípulos,
muchos queremos
ocupar el primer lugar,
buscando que los demás
estén a nuestro servicio.
Por eso te pedimos
que renueves tu llamado;
ayúdanos a ser bondadosos,
serviciales, alegres y leales;
danos tu Santo Espíritu
para construir fraternidad
en respeto, tolerancia y libertad;
que cada día estemos convencidos
que hay mayor alegría
en dar que en recibir.
Que la Virgen Inmaculada
interceda por nosotros ante ti
y nos conceda la gracia
de hacer siempre
lo que tú nos digas.
Amén.
P.A
García
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