viernes, 2 de abril de 2021

“Hoy estarás conmigo en el Paraíso” Lc 23, 43

“HODIE MECUM ERIS IN PARADISO”


         Hermanos: el evangelio de san Lucas nos demuestra en este capítulo 23, en el versículo 43, que Jesús no se cansa de hacer el bien. Nuestro Señor clavado en la cruz, después de perdonar a los que le estaban matando, abrió las puertas del cielo al buen ladrón, a quién la Tradición ha identificado con el nombre de Dimas.

         Este personaje, que fue crucificado a la derecha de Jesús, no participó de los insultos del otro ladrón, por el contrario, se dirigió a nuestro Señor para hacerle una petición: “Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino” (Lc 23, 42).

         Dimas, lleno de humildad reconoció su pecado y esto le permitió ver con claridad que Jesús era el Santo Inocente. Las palabras del buen ladrón son el mejor ejemplo de una oración confiada; él no exige nada, no cree merecer nada de Jesús, pero confía en el Señor desde lo más profundo de su condenado corazón.

         Jesús, por su parte, sin importarle que aquel delincuente fuese judío o pagano, le responde con una frase grandiosa: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43). Estas palabras garantizan a aquel condenado la salvación.

         Hermanos, nuestro Señor nos enseña, desde el madero de la cruz, a ser receptivos con todos, a perdonar, a estar dispuestos a acoger al prójimo, sin mirar condiciones, sin que nos importe el qué dirán. Jesús desde la cruz no condena a nadie, no excluye ni discrimina, por el contrario, se da a sí mismo, prometiendo lo más valioso para el hombre: la vida eterna.

         Cuántos de nosotros, que nos llamamos seguidores de Cristo, colocamos dificultades en el camino de los demás y creemos estar haciendo el bien, pero no, pues en realidad estamos completamente cegados por nuestro orgullo, por nuestro pecado.

         En este Viernes Santo, el Señor nos suplica al oído, con voz agonizante, que aprendamos a confiar en él, que aprendamos a perdonar como él lo hizo, y sobre todo, que empecemos a abrir las puertas y a acoger a los demás, ya sean conocidos o desconocidos, coterráneos o forasteros.

         Señor Jesucristo: ¡qué grande es tu ejemplo!, ¡qué recto tu proceder!, ¡qué oportuna tu enseñanza! Aun cuando estás en medio del mayor sufrimiento, te preocupas más por los demás que por ti mismo. Tú mueres crucificado en medio de dos delincuentes; dos ladrones que nos muestran cómo se puede afrontar a vida y el sufrimiento: renegando y escupiendo al cielo, como Gestas, o aprovechando todas las dificultades de nuestras vidas para madurar y crecer en el amor y la comprensión hacia los demás, como lo hizo Dimas.

         Te pedimos que, como al buen ladrón, nos ayudes a entender que lo más importante es rectificar a tiempo, acudiendo a ti con humildad y confianza. Con corazón contrito te decimos: acuérdate de nosotros, Señor, que somos pecadores. Perdónanos, porque son nuestros pecados los que te han clavado en esa cruz. Enséñanos a ofrecer nuestras miserias y sufrimientos para que podamos, con generosidad, escuchar tu palabra: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

         Hermanos: “situados en el Calvario, donde Jesús ha muerto, la experiencia de nuestros pecados personales debe conducirnos al dolor, y a una decisión más madura y más honda, la de no ofenderle nunca más” (San Josemaría Escrivá, Forja, 402).

         “Señor, a quién iremos, sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68).

         Amén.

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         Palabras pronunciadas en la Parroquia Santa Rosa de Lima de la ciudad de Ayacucho, Perú, con motivo de la Meditación de las Siete Palabras del Señor en el Viernes Santo de la Pasión del Señor.

P.A

García

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