viernes, 30 de junio de 2017

Reflexión sobre la Filosofía Política

FILOSOFÍA POLÍTICA EN LA REALIDAD VENEZOLANA


Necesariamente debo iniciar este artículo dejando claro que lo que se expresará en la perspectiva filosófica-política, va intrínsecamente unido a un pensamiento cristiano, y no solo cristiano sino, profundamente católico, es por ello que, doy inicio afirmando que la fe y la política ciertamente se distinguen pero no marchan separadas. Hay una mutua interdependencia. Distinguirlas sin separarlas son las dos exigencias que orientan la conducta del cristiano (cfr. Porras, 1992, p. 224[1]). A primera vista, la política se muestra inmersa en una vida de fe, pues, como es de suponer, el hecho de que un ser humano profese una fe, no le quita el derecho de participar en la política, entendida esta como el arte de luchar por el bien común.

Ahora consideremos brevemente lo que es la política para el pensamiento izquierdista, reconociendo que estos tienen un modo muy particular de concebirla, al respecto se tiene que con el dominio de la política se relacionan los problemas de la estructura del Estado, de la administración del país, de la dirección de las clases, las cuestiones de las luchas de los partidos, etc. La política es la expresión de los intereses vitales de las clases y de sus relaciones recíprocas. La política expresa igualmente las relaciones entre naciones y estados “política exterior” (cfr. Rosental y Ludin, s/f, p.412[2]). En este crudo concepto de política, se palpa con facilidad la concepción que los pensadores de izquierda tienen de ésta, donde en primer lugar dejan claro que la política tiene que ver con la lucha de las clases, y este es el detalle que marca la diferencia, pues desde el cristianismo se ve a la política como un camino para el bienestar de todos, sin embargo, desde este pensamiento relegado, se considera la política como la pugna que tienen las clases sociales, es decir, ricos y pobres, por poseer el poder de una nación. Esto responde a la interrogante de por qué los gobiernos comunistas, socialistas no logran mantenerse, al menos con la total aprobación del pueblo que en primer lugar creyó en los proyectos planteados, proyectos que como bien se sabe, fracasan.

En tantos quehaceres del intelecto humano, cabe el espacio para pensar y razonar seriamente sobre la política, por ello la filosofía política, que es la disciplina filosófica cuyo objeto de reflexión es la convivencia humana, se ha convertido, durante las últimas tres décadas del siglo XX, en uno de los ámbitos prioritarios del filosofar. La gran cantidad de estudios pertenecientes a esta disciplina y la actualidad de algunas de las polémicas generadas desde ella nos obligan a dedicarle un espacio propio (cfr. Sarrión, 2009, p. 309)[3]. Somos sin duda alguna, seres políticos, porque vivimos en la polis, es decir, en la ciudad, y entiéndase ciudad como cualquier tipo de comunidad de seres humanos.

La actual situación caótica que atraviesa Venezuela, hace pensar que se está viviendo en un régimen que atenta contra los mismos principios humanos, éticos e incluso cristianos que profesan la mayoría de los venezolanos, por ello, el venezolano común encuentra en el último artículo de la Carta Magna de Venezuela, su esperanza y su fuerza para estar en las calles, porque como lo reza el Artículo 350: el pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos[4]. Venezuela es justa en su lucha por la paz y por el cambio político. Pero siento que le falta algo, y ese algo es atacar a la violencia con la no violencia. Para nadie es un secreto que el pueblo está siendo reprimido por los cuerpos de seguridad del Estado, y tampoco se puede negar que el pueblo ha respondido con violencia, pero de todas manera, no es equivalente la fuerza que oprime a la respuesta de los oprimidos, pues como es lógico, las armas no las tiene el pueblo.

En la situación de Venezuela hay una luz que nos puede iluminar, y es precisamente el testimonio de vida de Mahatma Gandhi: su nombre original era Mohandas Karamchand, fue llamado Mahātmā, que significa “alma grande”, es considerado un apóstol y religioso de la India. Nació en Porbandar en 1869 y fue asesinado por un extremista hindú en la ciudad de Delhi para 1948. Defendió a los indios contra las discriminaciones raciales y elaboró su doctrina de acción no violenta; se comprometió en la lucha contra los británicos, que lo encarcelaron varias veces. Fue el líder del movimiento nacionalista desde 1920, dejó la dirección a J. Nehru a partir de 1928. Se consagró a la educación del pueblo y a los problemas de los intocables (cfr. García. 2013, p. 322[5]). Gandhi es el mayor ejemplo de pacificador y luchador incansable a la vez. No desistió en su lucha a pesar de ser agredido física y moralmente. Venezuela debe aprender de este hombre, a luchar con la no violencia. El bien siempre ganará al final.

Considero oportuno traer a este diálogo con la realidad venezolana, el pensamiento de un Obispo estadounidense, que retomando a Gandhi nos puede iluminar: A veces en nuestro mundo conflictivo y caído solo podemos resistir la violencia con la violencia, es cierto, por eso la Iglesia tiene una doctrina de guerra justa. Solo podemos hacer eso en un mundo de mucha violencia, así como a veces, lo único que podemos hacer es correr o claudicar, es porque no vivimos en un mundo perfecto, y a veces hay que comportarse así, sin embargo, creo que marginamos las enseñanzas de Jesús como un ideal muy alto que nadie puede seguir. Falso, está Gandhi en el siglo XX que lo aprendió de Mateo capítulo cinco, no lo aprendió de su tradición hindú, fue cuando estuvo en Londres y leyó en Evangelio de Mateo y dijo que era extraordinario, y su amigo cristiano decía -bueno, nadie lo toma muy en serio- y Gandhi dijo yo sí lo hago, y en verdad le funcionó en la India. Martin Luther King seguía a Gandhi, y conocía los textos como predicador cristiano, y sabía que podían ser muy poderosos. Juan Pablo II, que leyó el mismo texto y vio su poder lo utilizó. Encontraron un momento propicio, los tres sabían que en esta circunstancia, en este tiempo funcionaria. Pero no hay que decir que eso es solo un ideal que jamás funcionaria en este mundo, no, porque en el siglo XX tenemos esos tres poderosos ejemplos de un enorme mal que es vencido con la no violencia. (cfr. Serie Catolicismo[6]). A veces nos puede parecer que el ideal político sea una utopía más, pero no es así, vemos como sí ha tenido resultado luchar con la justicia por una causa justa.

La acción política ha estado presente en el hombre desde tiempos inmemoriales, el mismo Aristóteles deja claro que ser político es algo que va dentro de la misma constitución del ser humano, al respecto opina que: se pone, por el contrario, la vida política por encima de toda otra, porque el que no obra no puede ejecutar actos de virtud, y la felicidad y las acciones virtuosas son cosas idénticas (cfr. Aristóteles, 2007, p. 146[7]). En este pensamiento aristotélico, se nota como el fin de la política es y será siempre la felicidad, de todos, no de unos pocos.

La Iglesia rehúye declararse en favor de determinados grupos políticos, cuando pueden existir varios partidos y no media una lucha de vida o muerte entre concretos bandos de bien o mal. Pero así como profesa una posición al margen y sobre los partidos políticos, cuyos miembros todos deben sentirse igualmente cobijados bajo el manto de la Iglesia, declara también su derecho y su deber de ilustrar a los fieles (cfr. Porras, 1978, p. 71[8]).

Ante todo este panorama cabe la interrogante ¿Cuál debe ser la concepción de la Iglesia Católica sobre lo político? El Cardenal Arzobispo de Caracas nos responde, afirmando que el mensaje de Cristo y de la Iglesia sobre el ser humano es la afirmación de la dignidad y de los derechos inalienables de la persona humana, la cual debe estar en el centro de la preocupación de todos los ciudadanos, pero especialmente de los políticos (cfr. Urosa, 2007, p.229[9]). Urosa aclara que, no es solo tarea de los políticos el bien del pueblo, sino es tarea de todos, y ese “todos” incluye también a la Iglesia y su jerarquía.

El Papa Emérito de la Iglesia Católica también hace su aporte a la concepción de la política en la Iglesia, diciendo que la justicia es el objeto y, por tanto, también la medida intrínseca de toda política. La política es más que una simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su meta están precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética (cfr. Benedicto XVI, 2005, p.18[10]), los valores éticos y morales deben ser la base la acción política, de lo contrario estaríamos haciéndonos un daño, no podemos actuar desde la política como si no fueses humanos. Antes de ser políticos somos humanos.

Ahora, ¿debe meterse en política la jerarquía eclesiástica? El Santo Padre Francisco responde diciendo que los Pastores, acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano (cfr. Francisco, 2013, p. 165[11]), Francisco asegura que luchar por el bien del ser humano es un derecho, además es algo que va de la mano con la misión evangelizadora de la Iglesia y de los cristianos, cada uno en particular.

El Cardenal de Mérida piensa muy parecido a como hemos visto con los tres pastores anteriormente citados, al respecto Porras manifiesta que hoy nadie se atreve a negar que lo político, es una dimensión esencial a la actividad humana. Toda acción de influencia, directa o indirecta, sobre las estructuras políticas, es, de alguna manera, una acción con dimensión política. Por eso, no se puede restringir al simple ejercicio del poder, ni a su búsqueda directa. De allí, que la acción pastoral, aunque parta de motivaciones éticas o pastorales, tienen también una dimensión política (cfr. Porras, 1992, p. 220[12]). Los Obispos, deben meterse en política, porque de esa manera están cumpliendo con sus funciones espirituales de guiar, educar, gobernar y santificar al pueblo de Dios.

La Doctrina Social de la Iglesia de alguna manera autoriza al razonar político desde la fe, por ello se comprende que la Iglesia, tanto en el nivel de su jerarquía como al de todos los cristianos, nunca se ha desentendido de la justicia y del orden social. Ciertamente en cada época estas obligaciones adquieren matices peculiares y por eso la Iglesia las impulsa de formas diversas de acuerdo a las circunstancias históricas (cfr. Nava, 2007, p. 12[13]).

P.A
García




[1] Porras, B. (1992). De cara al futuro. Tomo I. Mérida, Venezuela: Archivo Arquidiocesano de Mérida.
[2] Rosental, M. y Ludin, P. (s/f). Diccionario Filosófico Abreviado. Caracas, Venezuela: Ediciones Movilibros.
[3]Sarrión, A. (2009). Lecturas de Filosofía. Madrid, España: Ediciones Akal.
[4] Artículo 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
[5] García, T. (2013). Larousse diccionario enciclopédico usual. México D.F., México: Ediciones Larousse S.A.
[6] SerieCatolicismo.com, Mons. Robert Barron.
[7] Aristóteles. (2007). Política. Madrid, España: Ediciones Espasa-Calpe.
[8] Porras, B. (1978). Los Obispos y los problemas de Venezuela. Caracas, Venezuela: Ediciones Trípode.
[9] Urosa, J. (2007). Jesús es el Señor. Caracas, Venezuela: Fundación  Monseñor Rafael Arias Blanco.
[10] Benedicto XVI. (2005). Deus Caritas Est. © Copyright 2005 - Libreria Editrice Vaticana
[11] Francisco. (2013). Evangelii Gaudium. Caracas, Venezuela: Ediciones San Pablo.
[12] Porras, B. (1992). De cara al futuro. Tomo I. Mérida, Venezuela: Archivo Arquidiocesano de Mérida.
[13] Nava, F. (2007). La doctrina social de la Iglesia en el siglo XXI. Caracas, Venezuela: Centro Teológico Sacerdotal

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