martes, 28 de noviembre de 2017

¿Los ideales libertarios de América se forjaron en un Seminario?

EL SEMINARISTA 

FRANCISCO DE MIRANDA


         Sobre la persona de Francisco de Miranda hay mucho que decir. En la Historia de Venezuela es reconocido como “Precursor de la Independencia”, pero, como expresa Tomás Polanco Alcántara, “no fue el Precursor sino el Iniciador de la Independencia”, es por ello que este personaje encierra un gran misterio, no porque su vida haya sido oculta, sino porque muy pocos saben de él lo suficiente como para honrarlo junto a Bolívar, o incluso más. Honor a quien honor merece.

         Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, nació en Caracas el 28 de marzo de 1750, (33 años antes que Bolívar), sus padres fueron Don Sebastián de Miranda y Doña Francisca Rodríguez, ambos procedentes de las Islas Canarias. Se puede afirmar que el joven Sebastián Francisco recibió una esmerada educación, sus principales tutores fueron, entre otros tantos, el Dr. Domingo Velázquez, el Dr. Francisco José de Urbina, el Dr. Gabriel Lindo, todos ellos profesores de prestigio en la Caracas de mediados del siglo XVIII.

         ¿Fue Miranda Seminarista?

         Pero, hay un dato que es interesante traer a la luz. Sobre la educación de Francisco de Miranda se sabe que cursó “Artes” en la Universidad de Caracas, y con ello materias como Lógica, Física y Metafísica, además de Filosofía, Gramática y Catecismo, las dos últimas las inició en 1762, cuando contaba con 12 años de edad. Las noticias más remotas sobre la educación de Miranda expresan que el joven, llegando casi a los 21 años de edad cursó estudios en las Aulas del Real Seminario y Colegio, donde había dado bastantes muestras de aplicación, esmero, idoneidad, celo, eficacia, aptitud, genio y buena conducta. Quienes observaron a Francisco de Miranda en su tiempo formativo en el Seminario lo catalogan como un joven con destrezas y honor, afirmando que no ha dado mala nota ni escándalo de su persona y que ha vivido cristianamente y frecuentando los Santos Sacramentos.

         Miranda, según las descripciones de la época, siendo muy joven demostró ser ante la sociedad caraqueña, un hombre tranquilo, aplicado y disciplinado, en plena armonía con sus padres y con la gente de su entorno, cumplidor puntual de sus deberes cívicos escolares y religiosos. Estas características panegíricas de Miranda en nada son parecidas a las de la infancia del joven rebelde Bolívar, pues, como es lógico analizar, el primero creció en una familia bien estructurada, con madre y padre presentes en todo momento, el segundo, por las circunstancias de la vida quedó huérfano a corta edad, lo que significó un desequilibrio familiar que influyó en su educación. No por esto se está desacreditando a Bolívar, sólo se quiere poner en su lugar a Miranda, ya que cada uno brilla con luz propia sin apagar la de los demás.

         Lo que da razón a creer que Francisco de Miranda haya sido seminarista es la afirmación de este acontecimiento por parte de sus profesores sacerdotes, ya que, como sucedía en aquella época, la Universidad y el Seminario funcionaban en el mismo edificio, sin embargo, resulta muy razonable pensar que un joven, de veinte años, que llevaba una vida disciplinada, cumplía sus deberes religiosos, frecuentaba los sacramentos, no daba escándalos ni ofrecía a la colectividad notas negativas de su conducta y con evidente seriedad en sus estudios de asistente diario al Seminario, presentaba todas las características no de un universitario sino de un seminarista. La formación eclesiástica de Miranda duró hasta 1770, (posiblemente cursó en el Seminario sólo tres años), cuando decidió no seguir en el Seminario de Caracas y partir para España, al servicio de Su Majestad.

         Como bien se sabe, Miranda en su llegada a España reforzó su carrera militar, sirviendo para el Reino durante muchos años, tiempo suficiente para formarse de manera autodidacta, pues se conoce cómo adquirió libros por montón, los cuales leía apasionadamente y acostumbraba llevar consigo en sus viajes; la lectura fue hábito laudable en él.

         Ahora bien, la historia de la Independencia de Venezuela pudo haber tenido sus orígenes en la educación recibida por Miranda en el Seminario, esta cuestión, por ahora, no se niega ni se afirma, sólo se deja la interrogante, ojala y surja alguien que nos aclare el punto. Lo que si es cierto es que Don Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, con su llegada a Venezuela en el “El Leander”, dividió en dos la historia de nuestro país, pues trajo consigo una filosofía diferente, la creación de un nuevo Estado soberano y por tanto, independiente y libre y que, en adelante, no formaría parte del Imperio Español.

De la historia independentista
Miranda es iniciador
Bolívar con su estrategia
Se forja Libertador
Dos hombres y un pensamiento
En alegría y dolor
Por eso en igual portento
A los dos el justo honor

P.A
García

Referencias Bibliográficas:
Tomás Polanco Alcántara. (1996). Francisco de Miranda ¿Don Juan o Don Quijote? Academia Nacional de la Historia. Caracas Venezuela. (pp. 23-41).


viernes, 24 de noviembre de 2017

Francisco Calvo. Capítulo VI. El Predicador

El Predicador


Es deber primordial de los Obispos la predicación de la Palabra de Dios, y en su ayuda están los Presbíteros y los Diáconos. Homilía se entiende por predicación de la Palabra dentro de la Eucaristía. Aunque el predicador tiene su manera de ser, personalidad y su propia experiencia de Dios, no debe predicarse a sí mismo, sino que, debe siempre remitirse a la Palabra de Dios. El predicador es servidor de la palabra, sabiendo que es una tarea difícil. Se pide que el perfil del predicador sea el de un enviado, testigo, traductor, y comentador de la Sagrada Escritura que es Palabra de Dios revelada. El ser predicador se compone de dos elementos, uno objetivo y otro subjetivo. El elemento objetivo es la misión, el elemento subjetivo es el modo y manera como se ejerce el ministerio de la predicación. El elemento objetivo se basa en la misión. El elemento subjetivo es la competencia del predicador.

Existen unas dimensiones de la formación Homilética, al respecto se tiene que en la dimensión intelectual, el estudio proporciona al predicador los conocimientos necesarios y le familiariza con el estado actual de la predicación. En la dimensión pastoral se analiza que la actual predicación debe contrastarse continuamente con dos polos el encargo de Jesús y la situación. Con la dimensión humana podemos esclarecer que el predicador esta siempre en relación con los oyentes, el aprendizaje del arte de predicar incluye también la adquisición de una competencia personal comunicativa. Finalmente, es necesaria una formación en la dimensión espiritual, ya que, la predicación no sólo tiene un tema, no sólo es comunicativa (es por tanto una relación), sino que hay que entenderla siempre como una acción de la Iglesia.

Para una eficaz predicación, es necesario tener en cuenta unas actitudes que favorecen la comunicación, por ello se nombran las siguientes: Aceptación incondicional del otro (para crear un buen clima de comunicación); Comprensión empática (meterse en el pellejo del otro); Autenticidad (aparecer ante la comunidad tal como somos). De igual manera se deben estudiar las edades del predicador: Para el joven predicador, el primer peligro es la falta de material y, en consecuencia, la palabrería vacía, el joven debe tener la autenticidad de mostrarse como joven. La madurez preserva de la exaltación juvenil y de la resignación de la vejez. Las ventajas del predicador maduro son la madurez creciente y la fuerza tranquila, recogida. Se está en la cumbre de la vida, todavía en la plenitud de las fuerzas. El predicador mayor con la vejez le comienza el peligro del cansancio. Se recuerdan sus mejores años y, en lugar de predicar desde el presente, se predica en el fondo desde el pasado.


La predicación de los laicos la defiende el CDC: «En virtud del bautismo y de la confirmación, los fieles laicos son testigos del anuncio evangélico con sus palabras y con el ejemplo de su vida cristiana, también pueden ser llamados a cooperar con el obispo y con los presbíteros en el ejercicio del ministerio de la Palabra» (can 759). Para la homilía se tiene que solo pueden realizarla los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, los laicos pueden predicar, pero fuera de la celebración de la Eucaristía, ya que el mismo CDC pone esa salvedad, la predicación de la Palabra de Dios en la liturgia es llamada homilía y se encarga a los ministros ordenados, la predicación de la Palabra de Dios fuera de la liturgia puede encargársele a los laicos.

P.A
García

Francisco Calvo. Capítulo V. LA ACTUALIZACIÓN

LA ACTUALIZACIÓN


La predicación entre texto y situación en la mayoría de los casos ha sido mal interpretada, ya que se ha visto como una vulgarización del texto bíblico, y es como si se menospreciara la profundidad del mensaje para hacerlo comprensible a un público específico. Además siempre ha de tenerse en cuenta que no todo texto bíblico dice algo para la sociedad de hoy y para los casos particulares de hoy, de ahí el error que muchas veces se comete al forzar una actualización del mensaje bíblico sin tomar en cuenta que son muy diferentes las realidades narradas en las Sagradas Escrituras y las que en la actualidad vive la feligresía. Actualizar el texto no es cambiarlo, sino hacer que signifique algo para las personas, para ello se habla de ser bilingües, conociendo la lengua bíblica y la actual.

En todo este arte de la predicación eclesial existe una manera deductiva que parte del texto y termina en la predicación a los oyentes. La perícopa dada se traduce, se analiza e interpreta con los métodos exegéticos, poniéndose en relación con las afirmaciones teológicas y luego se aplica a la situación concreta. La tarea de la predicación en este procedimiento es traducir a los oyentes los resultados de las reflexiones exegéticas y sistemáticas sobre un texto bíblico, que originalmente estaba dirigido a otro auditorio en otra situación.

Cada predicador debe realizar de un modo original y creativo la tarea de actualizar el texto bíblico. Para ello puede apoyarse en sus experiencias pastorales, en acontecimientos concretos tanto de la vida internacional, nacional o local como de la vida de la comunidad o de la Iglesia universal, en noticias de la última semana, en programas de radio o televisión, en el cine, en la literatura moderna, en un hecho o vida ejemplar de la historia actual de la Iglesia. No se parte, en la liturgia de los domingos y fiestas, de la situación de la comunidad, buscando un texto bíblico adecuado para ella, sino de un texto dado en el Leccionario. No obstante, hay situaciones que requieren una respuesta inmediata desde la fe, como es el caso de una desgracia que afecta profundamente a la comunidad.

Al predicar se debe entender la “situación” como: la opinión pública, el sentimiento de la vida actual, temas, espíritu de la época, tal como se expresa, por ejemplo, en los medios de comunicación social, en las encuestas, en estudios sociológicos o en la literatura. Y está la persona del predicador con sus motivaciones actuales, y con sus preferencias y bloqueos, prejuicios y reservas tanto frente al texto como frente a la situación y a la comunidad. Un ser humano con la historia de su vida, experiencias, heridas, fortaleza y flaqueza y mucho más.

Hay que preguntarse no el qué, sino a quién hay que predicar. La clave no está en exponer una buena exegesis del texto, sino en hacer comprensible la relevancia de la tradición cristiana para esta situación en la que se predica. La tarea propia de la predicación no es interpretar un texto profesionalmente, sino aclarar la situación y hacer comprensible. El objetivo de la predicación es el cambio de la realidad en una realidad de Dios. Al predicador le corresponde el encargo de ser intérprete de la tradición cristiana para la vida de los oyentes. La predicación derrite el texto bíblico, lo funde en palabras, y lo vierte en los moldes de la problemática y la vida de los oyentes actuales.

Respecto a las cuestiones de actualidad y los problemas sociales suelen hacerse dos reproches a la Iglesia. Unos opinan que la Iglesia dice muy poco sobre cuestiones sociales relevantes que son vitales para el futuro de la humanidad. Otros piensan que la Iglesia se inmiscuye en todo, que se entromete en cuestiones que no le pertenecen. Se hacen estas recriminaciones al Papa y a los obispos cuando tratan de problemas internacionales y nacionales, y, si sus opiniones son críticas con la situación dada, se consideran aberrantes por aquellos que tienen el poder político, económico, informativo, etc. A menudo se equipara orientación con dirigismo y se ve como consignas inadmisibles.


El predicador debe tomar en serio toda crítica y, tras un prudente análisis, rechazarla con decisión o aceptarla con la misma decisión: «Probadlo todo, y quedaos con lo bueno». Muchos procesos sociales necesitan de una respuesta creyente y de una iluminación desde el Evangelio. De esto se trata la actualización de la predicación de la Iglesia.

P.A
García

Francisco Calvo, Capítulo IV. Escuchad a la comunidad. Los oyentes

Escuchad a la comunidad. Los oyentes


La importancia de los oyentes radica en hacer una verdadera mirada a la comunidad, ya que es el pueblo otra manifestación del mismo Dios, es decir, el pueblo es otro libro sagrado. Es por ello que se pide al predicador que sea un contemplativo de la calle, haciéndose uno más de la comunidad puede ser capaz de tener clara la situación específica de los oyentes de sus homilías, se habla entonces de una adaptación en la predica.

El público religioso y la comunidad son dos variantes en la predicación, por ende se tiene que en las parroquias grandes debe crearse una comunidad de agentes, donde se estabilice una actividad concreta, teniendo un conocimiento del lenguaje pagano, se emplea un mejor lenguaje, que es el cristiano, donde el predicador es capaz de cuestionar la vida de los oyentes, conociendo sus realidades habituales.

Hay también una influencia del lugar donde viven los oyentes, se pueden encontrar a individuos ya marcados por tradiciones o actitudes que serán decisivas a la hora de escuchar la predicación, la apertura, la capacidad de captación a veces depende de estas. Por eso el predicador debe preguntarse ¿dónde tienen el corazón los oyentes? Del conocimiento de su vida dependerá el éxito del mensaje evangélico.

El sacerdote, también como cabeza de la comunidad, ha de ser un pastor en dialogo con su comunidad, en todo ello debe manejar un conocimiento amistoso, al igual que una simpatía y bondad en su trato con los feligreses, ejercitando siempre la paciencia debe evitar por sobre todas las cosas el chismorreo, sabiendo corregir a las personas cuando sea necesario.

En la predicación los oyentes también pueden participar como colaboradores de la misma, por ello, a la hora de preparar y de predicar se hace necesario saber ¿qué mueve a la gente?, ¿de qué se habla?, ¿qué se cuenta en la comunidad?, con ello se da una participación a los fieles en la homilía, teniendo presente de igual manera lo que estos callan.

Hay unas cuestiones específicas con respecto a la edad de los oyentes, por ello se pide en primer lugar una adaptación de las homilías de acuerdo a las edades. En los niños, por ejemplo, no se trata de qué se dice, sino de cómo se dice, teniendo presente un ambiente de formación, traduciendo el mensaje a la manera más entendible. Es preciso familiarizar a los niños con la persona de Jesús, con ello se les está introduciendo a la comunidad.

Para los jóvenes hay que utilizar un lenguaje muy optimista, mostrando siempre amor y aceptación, para ello es vital tratar de actuar y ser con los jóvenes un joven más, así se les conquista desde un sentido más cercano. En este lenguaje juvenil, y teniendo en cuenta tantos ataques a la juventud es preciso no hacer una crítica negativa, sin hacer una positiva.

En el caso de los adultos, es más conveniente predicar con un deseo de profundización, pues esto es lo que ellos buscan. Hay que tener bien claro que no todos los grupos de adultos son del mismo estilo, por ejemplo, hay diversidad en los grupos, cursos, y conocimientos, sin embargo, será común en ellos la predicación en la perspectiva de la iniciación y profundización de la fe, alimentado la misma.

Ya para los ancianos es siempre una tentación considerarlos como una plática fácil, sin embargo, para ellos hay que tener un mayor nivel de compresión, lo que corresponde a devolverles la dignidad que muchas veces se les es truncada por la sociedad.

P.A
García

Francisco Calvo, Escuchar la Palabra de Dios, el contenido de la predicación, el texto Bíblico

Escuchar la Palabra de Dios


EL CÓDIGO Y EL CONCILIO: la Iglesia resume en este numeral del Código de Derecho Canónico el ministerio de la Palabra: «Los predicadores de la palabra de Dios propongan a los fieles en primer lugar lo que es necesario creer y hacer para la gloria de Dios y salvación de los hombres» (CIC can. 768). Por su parte, El Código de Derecho Canónico resalta la necesidad de una predicación fundamentada en las fuentes de la revelación y sus intérpretes auténticos.

LECTURA DEL TEXTO: La constitución Dei Verbum (n 22) indica la necesidad de traer a la actualidad del presente, a través de traducciones adecuadas, una lengua que pertenece al pasado Para este propósito, será bueno disponer, por una parte, de una traducción literalmente fiel al texto y, por otra, de una traducción moderna.

EXEGESIS: con la exégesis se pretende que «que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo y los demás que, como los diáconos y catequistas, se dedican legítimamente al ministerio de la Palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte "predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios, que no la escucha en su interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la sagrada liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina» (DV 25).

EL PAPEL DE LA TRANSMISIÓN: En la predicación hay que atenerse al sentido de la tradición y de los evangelistas o buscar el sentido original. Las dos fórmulas son posibles y están justificadas. Lo que no se debe hacer es mezclar las dos. Al final de esta labor debo disponer de la exégesis necesaria para la predicación la cual puede resumirse en tres puntos ¿Cuál es el sentido principal del texto? ¿Qué sentidos secundarios apoyan el sentido principal? ¿Cómo sirven al fin principal los diversos versículos?

POSIBILIDADES DE INTERPRETACIÓN: Para la cuestión de cómo se debe interpretar el contenido de un texto bíblico se ofrecen diversas posibilidades: la comprensión de un pasaje desde la doctrina de la Iglesia, la comprensión de una perícopa desde la composición del libro correspondiente, la ubicación del pasaje en el conjunto del libro, la idea fundamental del libro, el pensamiento del autor, la comprensión a partir de la misma perícopa, el «Sitz im Leben» de la Iglesia primitiva, el «Sitz im Leben Jesu, la comprensión de una perícopa desde la Eucaristía, el uso litúrgico, la agrupación con otros textos litúrgicos, el carácter didáctico, el relato de la Cena.


LA MEDITACIÓN: Al trabajo exegético le sucede la meditación. La meditación del texto sagrado de la predicación debe estar apoyada por una actitud de oración a lo largo de la semana. La predicación no puede ser sin oración La oración, según la recomendación de San Agustín, debe acompañar antes y después a la predicación. Sin la meditación, la predicación se convierte en un producto de la mesa de despacho, que luego hay que verter al pueblo desde el pulpito. La meditación de los textos bíblicos es la ayuda mejor para no quedarse en la superficie de la exégesis, en las opiniones de los autores sobre el pasaje, en lugar de experimentar en nosotros la fuerza viva del texto. En este sentido, nunca la predicación está acabada, sino que permanece viva en un proceso de crecimiento, como María que «guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón» (Lc 7,19). El esfuerzo principal de la predicación no hay que hacerlo en el ambón, sino ya antes de llegar allí, una predicación se tiene que preparar con diligencia mediante el estudio, la oración y la meditación.

P.A
García

Bolívar católico, casi mata a un sacerdote

IRA BOLIVARIANA 
ANÉCDOTA HISTÓRICA

-         Vida Sacramental del Libertador Simón Bolívar

         Es difícil precisar si Bolívar fue o no un “católico” practicante, ya que, no es lo mismo ser católico por ser bautizado, que serlo por ser bautizado y practicar la fe como es debido. En el caso de Simón Bolívar se tiene noticias de que en su vida recibió algunos sacramentos de la religión católica, como era la costumbre, y más, al ser hijo de familia española, rica, y fiel al Rey, lo que significaba católica por obligación, pues no hay que olvidar que el principal motivo del apoyo de la Corona española al italiano Cristóbal Colón fue con el objeto de conquistar nuevas tierras para el Evangelio. De los sacramentos recibidos por el Libertador se tiene registro de los siguientes:

Bautismo: El Presbítero Doctor Don Juan Félix Jerez Aristigueta y Bolívar bautizó a Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Blanco y Ponte en la Santa Iglesia Catedral de Caracas el 30 de julio de 1783. Contaba el pequeño Simón con sólo seis días de nacido, lo que revela, además de la costumbre de la época, el interés religioso de sus padres.

Confirmación: El Ilustrísimo Señor Doctor Mariano Martí, Dignísimo Obispo de Santiago de León de Caracas administró el Sacramento de la Confirmación a Simón Bolívar en el Palacio Episcopal en abril de 1790. Bolívar tenía para entonces seis años de edad.

Matrimonio: El Teniente Mayor de Cura Don Ysidro Bonifacio Romano impartió el sacramento del Matrimonio a Simón Bolívar y María Teresa Rodríguez del Toro en la Iglesia Parroquial de San Josef de Madrid el 26 de mayo de 1802. Para sus nupcias Bolívar contaba con dieciocho años de edad, un año menor que su joven esposa.

Extrema Unción: El Presbítero José María Arengas certificó la Partida de Defunción del Libertador Simón Bolívar, después de haber recibido los Santos Sacramentos el 17 de diciembre de 1830, días antes Bolívar se confesó con el Ilustrísimo Señor José María Estévez, Obispo de Santa Marta. Recibió el Santo Viático y Unción de los enfermos por el Párroco de Mamatoco, Hermenegildo Barranco. Bolívar fue enterrado en la Santa Iglesia Catedral de Santa Marta, Colombia. Certificado a 20 de diciembre de 1830. Al morir Bolívar contaba con cuarenta y siete años de edad, como suele suceder con los grandes personajes de la historia, que encuentran muy rápido el fin de sus vidas. De Bolívar se puede decir que murió arrepentido de sus pecados.

-         Educación cristiana

Además de esta notable recepción de sacramentos, en la educación del joven Simón intervinieron varios eclesiásticos como lo fueron Fray Francisco Andújar, que posiblemente le enseñó lecciones de matemáticas y con el Padre José Antonio Negrete aprendería lectura, escritura, aritmética y nociones de religión. Nos encontramos ante un joven profundamente influenciado por el catolicismo, se ha llegado a decir que en algún momento pensó en hacerse sacerdote, aunque afirmar esto requeriría de un serio estudio, tomando en consideración la posición económica del joven Bolívar, que se suele esclarecer al aseverar que “nació en cuna de oro”. A pesar de tener muy de cerca a los hombres de Dios, Bolívar se destacó por el arte de las guerras, al respecto perteneció a las milicias regladas de los valles de Aragua como cadete en 1797, cuando contaba con 14 años de edad, allí llegaría hasta el grado de subteniente y después de servir dos años partió a España.

-         Casi mata a un sacerdote

Ahora bien, la trama que da título a este artículo es, precisamente, la ocasión en la que el Libertador por poco asesina a un sacerdote dominico. Con motivo del terremoto de Caracas el Jueves Santo de 1812, la ciudad quedó devastada, la Iglesia, en la predicación de algunos sacerdotes, quiso interpretar el fenómeno natural como un castigo divino por la gesta emancipadora de la independencia de los pueblos americanos del Reino de España.

         El historiador Francisco Javier Yanes cuenta que pocos momentos después de ocurrido el terremoto se levantó en predicación Fray Felipe Mota, alegando que “aquel espantoso sacudimiento era un castigo visible del cielo, por haber desconocido al que estaba destinado por Dios para gobernar estos pueblos y que habiendo concedido dos años para el arrepentimiento continuaban en pecado”. Bolívar, “espoleado por algunos adeptos que se encontraban en la muchedumbre, sacó la espada y derribó al fraile de su improvisado púlpito. En caso necesario estaba dispuesto a matarlo, algunos soldados que se hallaban cerca ayudaron a Bolívar a dispersar la excitada multitud y prosiguió entonces sus incansables esfuerzos por prestar socorro”, es entonces donde la historia patria sitúa a Bolívar diciendo: “si la naturaleza se nos opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.

         Según algunos historiadores un poco anticlericales, Bolívar fue un hombre que se aprovechó de la misma para fines no religiosos, al respecto se tiene que, “sabiendo que los sacerdotes católicos tenían gran influencia en las gentes ignorantes, en los países por él libertados donde la mayoría era analfabeta, se sirvió frecuentemente de las primitivas creencias del pueblo con fines políticos, manifestándose al final de su vida como cristiano católico, para utilizar las reales fuerzas que le brindaban el clero y la religión y mantener su autoridad”.

         Podría ser notable la incoherencia de vida, en el aspecto religioso, del Libertador Simón Bolívar, ya que, como suele afirmar Perú de Lacroix, “durante su permanencia en Bucaramanga, iba todos los días de fiesta a misa con gran compostura y respeto, pero en el curso de la ceremonia leía con mucha atención un tomo cualquiera de la Biblioteca Americana”, además de esto, se atrevió a referirse a los sacerdotes como hipócritas e ignorantes, tal vez olvidando que en el Acta de la Independencia del país que él liberó aparecen las firmas de nueve sacerdotes católicos que, de seguro, no eran para nada “ignorantes o hipócritas”.

         Lo cierto es que, Bolívar siendo sincero o no, en su testamento se confesó como creyente en la “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica, Romana, bajo cuya fe creencia he vivido, y protesto vivir hasta la muerte, como Católico fiel Cristiano…”. Ya se ha mencionado la “cristiana muerte” del Libertador, después de haber confesado sus pecados a un Obispo.

         Lejos de ser tan pesimistas a la hora de tratar el tema de si Bolívar fue Católico o no, ya que analizando los temas que afloran en todos sus escritos se destaca que el Padre de la Patria profesaba una fe en Dios Creador de la naturaleza que hace al hombre a su imagen y de quien el hombre y la naturaleza dependen; la responsabilidad humana sobre el uso de los dones de Dios, pues “es un necio el que desprecia las bendiciones que la Providencia derrama sobre él”; y el frecuente recurso a la Providencia con la que “Dios guía los pasos de los hombres”, esa Providencia a la que atribuye los grandes éxitos guerreros. Bolívar reconoció a la religión como base de la moral, al respecto dijo “el hombre apoya su moral en las verdades reveladas”.

         El Libertador, después del encuentro con el Ilustrísimo Señor Rafael Lasso de la Vega, Obispo de Mérida, hace llegar su intención libertaria a los oídos del Sumo Pontífice Romano, pues el 20 de octubre de 1821, este prelado escribe una carta al Papa Pío VII, explicándole la situación de la Gran Colombia, el Papa por su parte le responde favorablemente, aclarando su intención de intervenir por el bien de las almas de la naciente República, es decir, centrado en un ámbito netamente espiritual.

-         Bolívar y los Seminarios

El 26 de junio de 1827, Bolívar mediante un decreto asevera la importancia del Seminario para el Estado y la Iglesia, y toma diversas medidas para que recobre su antiguo esplendor; intenta así dotarlo de fondos suficientes que le permitan proporcionar una educación adecuada a jóvenes aplicados y pobres. Es por ello que, el Episcopado venezolano dispuso colocar “en el salón principal de todos los Seminarios de la República el retrato del Libertador”.

         No quisiera terminar este breve recorrido por la fe del Libertador, sin manifestar lo que sucedió con la Iglesia y su punto de vista al plan libertario de Bolívar, al respecto, esta posición podría resumirse con un verso que, de seguro, logra recoger todo el acontecer eclesiástico de la época de la independencia, en la que, por lógica, unos apoyaron la causa patriótica y otros prefirieron la fidelidad al Rey, por esto se llegó a escuchar el siguiente verso:
Las monjas están rezando,
en abierta oposición;
unas piden por Fernando,
otras ruegan por Simón.

P.A
García

Referencias Bibliográficas:
Carlos Chalbaud Zerpa. (2011). Ensayos históricos. Mitos, verdades y embustes. (pp. 132-146).
Baltazar Enrique Porras Cardozo. (1983). La Iglesia ante la gloria del Libertador. (pp. 703-715).
Tulio Febres Cordero. (1930). Obras Completas. Tomo II. (p. 56).


sábado, 11 de noviembre de 2017

Alí Primera, su historia en poema

ELY RAFAEL PRIMERA ROSSELL


Venezolano hombre nativo de Falcón
Hijo del pescador Rafael y Doña Adela
Llegó a este mundo un 31 de octubre
Siendo el niño feliz del Cabo de la Vela

Alí

Su corazón se formó para cantarle al pueblo
Canta, canta compañero; canta, canta compañero
Su padre lo indujo al arte musical
En aquellas madrugadas con el cafecito mañanero

Alí

Vamos gente de mi tierra primer disco
Que la patria es el hombre, muchacho
Adiós en dolor mayor y canción
Mansa para un pueblo bravo

Alí

A sus diez años conoce las letras
También trabaja de vendedor y limpiabotas
Inteligente y esmerado en sus notas
Disfrutó de las playas y jugó a las metras

Alí

Bachiller en Caracas luego a la Central
Mientras componía no basta rezar
Pensando siempre en el bien común
Usted me perdona don, yo no sé filosofar

Alí

Su sueño de ser químico o ingeniero
Pensando en Cunaviche adentro
Por beca del Partido estudió en Rumanía
Pero cantar y cantar fue su centro

Alí

Para ganarse la vida también lavó platos
Y pensando en la piel de su hija que huele a caramelo
Madera preciosa, preciosa madera
Dedicándole al pueblo y su duelo

Alí

Su canto denominado Panfletario
Y su sello discográfico Cigarrón
La protesta del pueblo venezolano
La hizo rima y la transformó en canción

Alí

Qué triste se oye la lluvia
Y suplicó, madre déjame luchar,
Porque Los que mueren por la vida
Muertos no se han de llamar


En este homenaje te recordamos, Alí
Visionario e idealista de los venezolanos
Que con tu cuatro y guitarra en mano
Vuelve tu canto de turpial, a tus hermanos


P.A
García