viernes, 24 de noviembre de 2017

Francisco Calvo. Capítulo VI. El Predicador

El Predicador


Es deber primordial de los Obispos la predicación de la Palabra de Dios, y en su ayuda están los Presbíteros y los Diáconos. Homilía se entiende por predicación de la Palabra dentro de la Eucaristía. Aunque el predicador tiene su manera de ser, personalidad y su propia experiencia de Dios, no debe predicarse a sí mismo, sino que, debe siempre remitirse a la Palabra de Dios. El predicador es servidor de la palabra, sabiendo que es una tarea difícil. Se pide que el perfil del predicador sea el de un enviado, testigo, traductor, y comentador de la Sagrada Escritura que es Palabra de Dios revelada. El ser predicador se compone de dos elementos, uno objetivo y otro subjetivo. El elemento objetivo es la misión, el elemento subjetivo es el modo y manera como se ejerce el ministerio de la predicación. El elemento objetivo se basa en la misión. El elemento subjetivo es la competencia del predicador.

Existen unas dimensiones de la formación Homilética, al respecto se tiene que en la dimensión intelectual, el estudio proporciona al predicador los conocimientos necesarios y le familiariza con el estado actual de la predicación. En la dimensión pastoral se analiza que la actual predicación debe contrastarse continuamente con dos polos el encargo de Jesús y la situación. Con la dimensión humana podemos esclarecer que el predicador esta siempre en relación con los oyentes, el aprendizaje del arte de predicar incluye también la adquisición de una competencia personal comunicativa. Finalmente, es necesaria una formación en la dimensión espiritual, ya que, la predicación no sólo tiene un tema, no sólo es comunicativa (es por tanto una relación), sino que hay que entenderla siempre como una acción de la Iglesia.

Para una eficaz predicación, es necesario tener en cuenta unas actitudes que favorecen la comunicación, por ello se nombran las siguientes: Aceptación incondicional del otro (para crear un buen clima de comunicación); Comprensión empática (meterse en el pellejo del otro); Autenticidad (aparecer ante la comunidad tal como somos). De igual manera se deben estudiar las edades del predicador: Para el joven predicador, el primer peligro es la falta de material y, en consecuencia, la palabrería vacía, el joven debe tener la autenticidad de mostrarse como joven. La madurez preserva de la exaltación juvenil y de la resignación de la vejez. Las ventajas del predicador maduro son la madurez creciente y la fuerza tranquila, recogida. Se está en la cumbre de la vida, todavía en la plenitud de las fuerzas. El predicador mayor con la vejez le comienza el peligro del cansancio. Se recuerdan sus mejores años y, en lugar de predicar desde el presente, se predica en el fondo desde el pasado.


La predicación de los laicos la defiende el CDC: «En virtud del bautismo y de la confirmación, los fieles laicos son testigos del anuncio evangélico con sus palabras y con el ejemplo de su vida cristiana, también pueden ser llamados a cooperar con el obispo y con los presbíteros en el ejercicio del ministerio de la Palabra» (can 759). Para la homilía se tiene que solo pueden realizarla los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, los laicos pueden predicar, pero fuera de la celebración de la Eucaristía, ya que el mismo CDC pone esa salvedad, la predicación de la Palabra de Dios en la liturgia es llamada homilía y se encarga a los ministros ordenados, la predicación de la Palabra de Dios fuera de la liturgia puede encargársele a los laicos.

P.A
García

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