viernes, 24 de noviembre de 2017

Francisco Calvo. Capítulo V. LA ACTUALIZACIÓN

LA ACTUALIZACIÓN


La predicación entre texto y situación en la mayoría de los casos ha sido mal interpretada, ya que se ha visto como una vulgarización del texto bíblico, y es como si se menospreciara la profundidad del mensaje para hacerlo comprensible a un público específico. Además siempre ha de tenerse en cuenta que no todo texto bíblico dice algo para la sociedad de hoy y para los casos particulares de hoy, de ahí el error que muchas veces se comete al forzar una actualización del mensaje bíblico sin tomar en cuenta que son muy diferentes las realidades narradas en las Sagradas Escrituras y las que en la actualidad vive la feligresía. Actualizar el texto no es cambiarlo, sino hacer que signifique algo para las personas, para ello se habla de ser bilingües, conociendo la lengua bíblica y la actual.

En todo este arte de la predicación eclesial existe una manera deductiva que parte del texto y termina en la predicación a los oyentes. La perícopa dada se traduce, se analiza e interpreta con los métodos exegéticos, poniéndose en relación con las afirmaciones teológicas y luego se aplica a la situación concreta. La tarea de la predicación en este procedimiento es traducir a los oyentes los resultados de las reflexiones exegéticas y sistemáticas sobre un texto bíblico, que originalmente estaba dirigido a otro auditorio en otra situación.

Cada predicador debe realizar de un modo original y creativo la tarea de actualizar el texto bíblico. Para ello puede apoyarse en sus experiencias pastorales, en acontecimientos concretos tanto de la vida internacional, nacional o local como de la vida de la comunidad o de la Iglesia universal, en noticias de la última semana, en programas de radio o televisión, en el cine, en la literatura moderna, en un hecho o vida ejemplar de la historia actual de la Iglesia. No se parte, en la liturgia de los domingos y fiestas, de la situación de la comunidad, buscando un texto bíblico adecuado para ella, sino de un texto dado en el Leccionario. No obstante, hay situaciones que requieren una respuesta inmediata desde la fe, como es el caso de una desgracia que afecta profundamente a la comunidad.

Al predicar se debe entender la “situación” como: la opinión pública, el sentimiento de la vida actual, temas, espíritu de la época, tal como se expresa, por ejemplo, en los medios de comunicación social, en las encuestas, en estudios sociológicos o en la literatura. Y está la persona del predicador con sus motivaciones actuales, y con sus preferencias y bloqueos, prejuicios y reservas tanto frente al texto como frente a la situación y a la comunidad. Un ser humano con la historia de su vida, experiencias, heridas, fortaleza y flaqueza y mucho más.

Hay que preguntarse no el qué, sino a quién hay que predicar. La clave no está en exponer una buena exegesis del texto, sino en hacer comprensible la relevancia de la tradición cristiana para esta situación en la que se predica. La tarea propia de la predicación no es interpretar un texto profesionalmente, sino aclarar la situación y hacer comprensible. El objetivo de la predicación es el cambio de la realidad en una realidad de Dios. Al predicador le corresponde el encargo de ser intérprete de la tradición cristiana para la vida de los oyentes. La predicación derrite el texto bíblico, lo funde en palabras, y lo vierte en los moldes de la problemática y la vida de los oyentes actuales.

Respecto a las cuestiones de actualidad y los problemas sociales suelen hacerse dos reproches a la Iglesia. Unos opinan que la Iglesia dice muy poco sobre cuestiones sociales relevantes que son vitales para el futuro de la humanidad. Otros piensan que la Iglesia se inmiscuye en todo, que se entromete en cuestiones que no le pertenecen. Se hacen estas recriminaciones al Papa y a los obispos cuando tratan de problemas internacionales y nacionales, y, si sus opiniones son críticas con la situación dada, se consideran aberrantes por aquellos que tienen el poder político, económico, informativo, etc. A menudo se equipara orientación con dirigismo y se ve como consignas inadmisibles.


El predicador debe tomar en serio toda crítica y, tras un prudente análisis, rechazarla con decisión o aceptarla con la misma decisión: «Probadlo todo, y quedaos con lo bueno». Muchos procesos sociales necesitan de una respuesta creyente y de una iluminación desde el Evangelio. De esto se trata la actualización de la predicación de la Iglesia.

P.A
García

No hay comentarios:

Publicar un comentario