martes, 24 de abril de 2018

Homilía del Pbro. Argenis Zambrano, en la Misa de la Divina Pastora en La Playa

DIVINA PASTORA DE ALMAS

De izquierda a derecha: Pbro. Oscar Contreras, Pbro. Argenis Zambrano,
Mons. Luis Enrique Rojas, Pbro. Gerardo Ramírez y el Pbro. Antonio Viedma


       Queridos hermanos. Bienvenidos a esta santa Eucaristía que tiene varios motivos por los cuales nos congrega. Y a pesar de la cantidad de feligreses que hoy nos acompañan, y que muy bien pudiéramos decir que pudo celebrarse la misa a campo libre, como se ha venido celebrando estos días, sin embargo, tiene una razón específica, y es porque no hemos celebrado dentro de la iglesia una misa a la Divina Pastora.

       Por lo tanto es obligante celebrar esta misa del día de hoy dentro del templo. Y en medio de los grandes motivos que hoy nos congregan, porque hoy es el domingo, Día del Buen Pastor, aparte de esto, nos congrega también, en medio de lo que significa los sentimientos humanos, la verdad de la alegría, la efusión de la alegría por la presencia de la Pastora unida a su Pastor, que en estos días hemos tenido la alegría de compartir en todo el Valle del Mocotíes su presencia entre nosotros, pero que ya hoy vamos a tener que despedirla, para darle paso y oportunidad a otros pueblos, sobre todo para que retorne a su lugar donde ella habita, que es la ciudad de Barquisimeto y en concreto el Santuario de la Divina Pastora en la Parroquia Santa Rosa de Lima de Barquisimeto.

       Pero en todo caso, también nos congrega el motivo de esa jornada de oración con la cual nos ha convocado la Conferencia Episcopal para orar por Venezuela, para orar por nuestro país, y sobre todo para orar por los emigrantes, por los exiliados, y orar por todos aquellos que de una u otra forma han tenido que partir de nuestro país hacia otro lugar, buscando, pues, nuevos rumbos, nuevos horizontes y nuevas formas de vida, una mejor calidad de vida.

       Por lo tanto, quisiera comenzar por lo primero, y es esa reflexión sobre el Buen Pastor. De repente, en este ambiente tropical en el cual nos desenvolvemos, como que no está muy bien identificada la figura del pastor, o tal vez nos hace falta adentrarnos en la realidad de lo que es el pastor. El pastor, es en primer lugar aquel hombre que tiene que estar en el campo, aguardando sin horario ninguno el cuidado de las ovejas, y tiene que estar día y noche cuidando de sus ovejas, y eso tiene una razón: porque son grandes rebaños. No se trata de una oveja, no se trata de un grupito de ovejas, se trata de rebaños, y cuando hablamos de rebaños hablamos de grandes grupos, de grandes masas.

Por lo tanto, en medio de lo que significa el cuidado de todas las ovejas, eso evidentemente implica también el estar cerca de ellas, por una única razón: porque el pastor tiene que estar pendiente para que esas ovejas coman bien, para que esas ovejas se alimenten adecuadamente. Y por eso, el pastor bueno tiene que extender a mano hacia donde está la oveja, para poder darle los pastos abundantes para que ella pueda también saciar el hambre. Pero el pastor tiene que también cuidar de las ovejas, en el sentido de que tiene que conducirla hacia donde hay abundante agua para que ella pueda saciar la sed. Y entonces, en medio de lo que significa la labor de ese pastor, y no de cualquier pastor, sino del verdadero pastor, extendiendo la mano para que esa oveja coma, muchas de ellas se alimentan de la palma de su amo. Por tanto, el pastor, cuidando de que la oveja pueda alimentarse bien y saciar su sed también tiene que cuidar para que no venga el lobo y haga estragos en medio de ellas. Para que el lobo no venga y las confunda. Para que el lobo no se revista de oveja y entonces pueda producir en medio del rebaño, no solamente una deserción, sino que pueda producir una confusión en medio del rebaño, y entonces las espante y que las ovejas crezcan en esa estampida, muchas de ellas salen heridas, otras tantas salen muertas, otras tantas salgan con un gran dolor. Esa es la misión del pastor.

Comprendiendo entonces que el pastor tiene que estar día y noche cuidando de ese rebaño, ya podemos comprender por qué Jesús se atribuyó la figura del pastor y llegó a decir “yo soy el buen pasto, y el buen pastor da la vida por sus ovejas”. Pero hay otro detalle, podemos hablar del pastor, pero es que un pastor sin ovejas no es pastor, es necesario que esté el rebaño para que el pastor lo pueda cuidar.

Y hay que entender cuál es el significado de la oveja. Hay un elemento muy importante, y es que las ovejas son mansas, las ovejas no necesitan que las empujen, las ovejas no necesitan que las atropellen, las ovejas no necesitan que las griten, las ovejas simplemente conocen a su pastor, y cuando la oveja conoce al pastor entonces basta que el pastor la llame por su nombre, para que la oveja pueda reconocer la voz del pastor y entonces pueda obedecer y seguirlo, y no seguirlo por seguirlo, sino que la oveja sigue a su pastor porque ella confía plenamente en él, confía que no le va a producir ningún daño, confía que lo único que busca el pastor es que la oveja esté feliz. Siendo así, entonces, tenemos al verdadero y auténtico pastor que es Cristo Jesús. Y por eso el mismo Jesús dice “el buen pastor da la vida por su rebaño”, el buen pastor no lo hace como los asalariados, el asalariado no le importa absolutamente nada de las ovejas, porque simplemente él está allí para que le paguen por su trabajo. Por eso, aunque una persona esté al frente de un rebaño, no significa que sea un pastor, el verdadero pastor es el que no es un asalariado y al que le importan las ovejas. Por eso Jesús dice que a un asalariado no le importa el rebaño ni le importa las ovejas, porque a él lo único que le importa es que le paguen, está ahí por su salario, en definitiva, es un asalariado.

Ojalá, queridos hermanos, que hoy, en el día del Buen Pastor podamos comprender, no solamente quienes tenemos la responsabilidad de la conducción del Pueblo de Dios, todos quienes estamos al frente de la conducción del Pueblo de Dios tenemos que configurar nuestra vida a la vida de Jesucristo Buen Pastor, es la exhortación que hace el Vaticano II en la Constitución Lumen Gentium cuando dice: los pastores de la Iglesia deben configurar su vida a la vida de Jesucristo Buen Pastor. Es una exhortación que hace el Vaticano II, pero que es una exhortación que está dirigida a los pastores de la Iglesia, pero que no por menos está dirigida también a todo fiel cristiano y a todo fiel creyente.

Pero pastor no es solamente el obispo, pastor no es solamente el sacerdote, pastor es todo aquel que tiene en sus manos alguna responsabilidad en la conducción de la sociedad. Y hay que empezar entonces porque pastor es el padre de familia, y pastora es la madre de familia, porque tiene al frente un rebaño, tal vez un pequeño rebaño que son sus hijos y que son todos los que le rodean, pero que en definitiva es un pequeño rebaño y a ese rebaño hay que cuidar, para que el lobo no venga a hacer estragos en medio de él.

Pastor es aquel que tiene al frente cualquier responsabilidad en el orden civil, cuando tiene la responsabilidad de una corporación, la responsabilidad de algún organismo, de algún gremio, de alguna cooperativa, pero más aún quienes tiene en sus manos la responsabilidad de la conducción del ejercicio del gobierno y de la administración. Por eso, un buen gobernante y una persona que esté al frente de algún cargo en el orden de la administración ojalá y pudiera decirse que es un pastor y que está ahí no para golpear a nadie, no para llevarse a nadie por delante, sino que por el contrario, está ahí constituido para el servicio de ese pueblo y para servirle con fidelidad a ese pueblo, para no producir en él ni dolor, ni llanto, ni luto, para no producir en ese pueblo una estampida de tal forma que el rebaño tenga que dispersarse.

Queridos hermanos, hoy en el día del Buen Pastor, nos envía Jesús como el buen pastor al cuidado de sus ovejas para que cada uno de quienes tenemos esta responsabilidad lo asumamos con un carácter de servicio y sobre todo con un carácter de entrega generosa e incondicional. 

Queridos hermanos, qué coincidencia que frente a nosotros, en este día del Buen Pastor, nos hemos encontrado con la Pastora, y por eso decíamos el día de ayer que la advocación a la Divina Pastora es precisamente la devoción que más se asemeja a la figura de Jesús Buen Pastor, y por esa semejanza miramos en la Santísima Virgen, contemplamos en su imagen que su corono no es como nosotros tradicionalmente la conocemos, su corona constituye un sombrero, y un sombrero lo que hace es proteger de los rayos del sol, proteger de las gotas de la lluvia, y precisamente la Divina Pastora quiere que su sombrero nos proteja, lo decíamos ayer, nos proteja ante todo de la rabia, de la soberbia, nos proteja a nosotros de todo lo que significa el pensamiento, y que nuestras acciones vayan siempre dirigidas al bien.

Pero también quiere recordarnos el proteger nuestra memoria, nuestro entendimiento y nuestra voluntad, es decir, cuidar nuestra capacidad intelectiva que el Señor nos ha dado y que en definitiva constituye la razón de nuestro ser humano, es decir, la razón de nuestra dignidad humana. Y por eso, ese sombre quiere protegernos también de las ideologías, de cualquier pensamiento, de cualquier acción, pero fundamentalmente de todas aquellas ideologías y pensamientos que nos puedan aparatar del amor de Dios, que nos puedan apartar del camino del Evangelio, y que nos puedan apartar de todo lo bello, sobretodo de amar a Dios y amar al prójimo, y que entonces, si nos apartamos de ese camino lo único que vamos a encontrar es dolor, llanto y desesperación.

Hermanos, la Divina Pastora con su báculo en la mano, pero también mirando su rostro, lo único que vamos a encontrar es que ese cayado que ella lleva no es un cayado dirigido totalmente hacia arriba, no, es un cayado que está inclinado como es el cayado también de los obispos, que es expresión clara de que ese cayado es símbolo de gobierno, es símbolo de conducción, pero que no es un símbolo para gobernar llevándose a todos por delante, atropellando a nadie, no, es un cayado para dirigir al pueblo con el suave cayado de la dulzura, del amor, de la humildad, ese es el sentido que cobra el cayado que porta nuestra madre la Divina Pastora.

Y por eso, todas esas vestimentas que ella porta, al igual lo que ella porta en su manos, lo más grande, lo más nobel que ella nos puede dar, y es que en la otra mano porta a su hijo Jesús, es decir, el pastor y la pastora de unen en este día, no solamente por lo que significa el día, sino porque ella lo lleva en su mano, y aún más lo que decíamos ayer, porta en su mano a aquel que es el pan de la vida: “mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”.

Por eso pues, queridos hermanos, el pastor no solamente conduce, el pastor no solamente guía, aún más, el pastor mismo se convierte en comida para sus ovejas, y de ahí viene el gran significado que tiene hoy esta celebración. El pastor no solamente extiende la mano para dar comida, la pastora no solamente extiende sus manos para darnos comida, ese mismo pastor se convierte en comida para el bien de sus ovejas. Qué hermoso, queridos hermanos, qué simbología tan grande y qué misterio tan grande el que nosotros hoy celebramos.

Por eso miremos a la Divina Pastora el día de hoy y pidámosle entonces por todo este rebaño venezolano, que en medio de las circunstancias que nos envuelven, podemos observar que es un rebaño que en estos últimos años ha estado en estampida, porque se ha producido mucha confusión, engaño, porque se han producido muchas situaciones que han traído como consecuencias tan lamentables y negativas como la división, el odio, el rencor.

Divina Pastora, aparta de nosotros todo mal. Divina Pastora reúne como una madre a todos tus hijos en esta hermosa tierra de Venezuela, y por eso en el día de hoy ofrecemos esta santa Eucaristía por todos aquellos hijos que han tenido que partir de esta tierra, unos buscando mejores condiciones de vida, porque el hombre requiere vivir, pero no vivir de cualquier manera, es vivir como verdaderamente corresponde a un ser humano, y eso es lo que muchos de nuestros hermanos, mirando, entonces, que no tienen las condiciones mínimas de vida en nuestro país, porque nuestro país no le ofrece esas condiciones, han emigrado hacia otros países buscando mejores condiciones de vida.

Peor aún es que muchos de ellos han tenido que emigrar prácticamente obligados, porque por la persecución y otras tantas veces el mismo miedo y el temor han tenido, entonces, que partir de este país. Y por eso nos colocamos a los pies de la Divina Pastora, para que todos los que quedamos en este país seamos fieles, y pidamos a Dios para que nosotros, los que somos pastores de la Iglesia, seamos fieles a ese rebaño que se nos ha encomendado, y para que los que quedamos en esta Patria grande y noble podamos levantar nuestra esperanza, porque la esperanza no defrauda, la esperanza está dentro de nosotros mismos y la esperanza forma parte de nuestra propia vida, la esperanza es parte de nuestra vida porque está dentro de nosotros, y si perdemos la esperanza lo perdemos todo, por eso tenemos que, a los pies de la Divina Pastora, poder entonces implorar también su misericordia, su perdón, pero también tenemos que implorar a los pies de la Divina Pastora para que nosotros, animados en esa esperanza, podamos un día no muy lejano, contemplar el clarear de un nuevo día, donde resplandezca fundamentalmente la verdad, donde nuestro pueblo no se deje guiar por tantos que los conducen al error. Que nuestro país pueda contemplar ese clarear de un nuevo día en la justicia,  en la verdad y en el amor. Eso es lo que hoy le pedimos a la Divina Pastora, para que nuestro país encuentre los caminos que lo puedan conducir hacia las verdes praderas del Reino de los Cielos, donde, como decíamos anteriormente, pueda encontrar abundantes pastos para calmar su hambre y por supuesto para calmar y saciar su sed. Amén.

Eucaristía celebrada en el Templo Parroquial de San Vicente Ferrer de La Playa el domingo 22 de abril de 2018, domingo del Buen Pastor. Texto íntegro de la homilía pronunciada por el Presbítero Argenis Zambrano, Cura Párroco de La Playa, transcrita por Pedro García.

P.A
García

1 comentario: