martes, 2 de octubre de 2018

Notas de las misiones de diciembre de 2013. El Royal. Mucuchíes


El Royal, Mucuchíes


         El sábado 14 de diciembre me levanté a las 6:00am, ya la noche anterior había preparado la maleta. En esa media hora me preparé, mamá me hizo el desayuno y mi hermana mayor conversaba conmigo. Desayuné  a las 6:30am y como a las 6:45am salí de mi casa en un taxi de la línea que está frente de mi casa. La despedida fue como siempre, no tan cruel la cosa, pues ya estamos acostumbrados, tanto mi familia como yo, a despedirnos, porque yo constantemente salgo de la casa. A eso de las 7:00am, mientras bajaba en el taxi para el terminal de Tovar, en El Llano, justo en la esquina de las Residencias “El Llano”, subía un camión 350 blanco, cargado, por detrás de éste subían, no a mucha velocidad, una moto con dos hombres, éstos al tratar de pasar el camión perdieron el control de la moto y se fueron rastrillados por la calle, hasta parar con un golpe seco, el chofer con un poste y el otro contra un portón negro, todo esto lo detallé porque mientras sucedía el taxista frenó, de otra forma la moto habría llegado al taxi en el que yo me dirigía. El taxista nervioso adelanta el carro y para frente a los accidentados, yo nervioso también, los bendije tres veces y los dos gritamos a unos jóvenes motorizados que buscaran el camión 350, pues tal vez no se había percatado de lo ocurrido. Continuamos a toda velocidad y paramos unos metros más abajo, en el Hospital San José de Tovar, yo me bajé del taxi y por emergencia hablé con una enfermera, diciéndole que llevaran la ambulancia, ella, preocupada me indicó que llamáramos a los bomberos, pues en ese momento no había ambulancia disponible. Tristes, el taxista y yo, seguimos para el terminal, y al llegar a la avenida próxima a éste, escuchamos la sirena del carro de los bomberos. La calle que rodea el terminal estaba trancada con carros, había cola, y por eso me quedé al lado del supermercado Luki de Tovar, allí de dispuse a bajar con las maletas, y justo en la esquina, un hombre golpeaba a otro que subía en su moto, llegaron dos más y siguieron discutiendo. Traté de ignorar lo que estaba pasando y llegué al bus de Mérida, me monté al final y justo al arrancar el bus, un viejito maloliente se sentó a mi lado, yo apenas abrí las ventanas y empecé a respirar el aire de afuera.

         Llegué a Mérida, esperé que el bus llenara el tanque de combustible, pero no había, entré al terminal y me senté frente de donde paran los buses de Barinas, allí me conseguí con una señora de unos 50 años, ella estaba esperando un paquete que un hombre mandaría con ella para Barinas, pues iba a visitar a un hijo que tenía en la cárcel y allí estaba también el hijo de aquel hombre. Mientras esperaba a Emerson Mora Mora hablé con la señora, me contó que su hijo estaba preso injustamente, porque le había encontrado con droga en el taxi en el que él trabajaba ilegalmente, pues un hombre, al que la policía venía persiguiendo por llevar droga, se le montó al carro, y al encontrarse rodeado de las patrullas pagó 150 millones de bolívares a la Policía y lo dejaron ir. El hijo de la señora no tenía cómo pagar y se lo llevaron preso. La señora me contó que ya había rodado por varias cárceles y que era el único hijo que tenía, pues los otros, con su esposo que era árabe, los había perdido en un trágico accidente de tránsito.

         Ese hijo preso tenía un bebé pequeño que era la adoración de aquella señora y toda la conversación comenzó porque la señora necesitaba llamar por teléfono, pero como se le habían quedado los lentes en la cama, no podía leer el teléfono para buscar el contacto, por eso me pidió el favor y yo le busqué en los contactos del teléfono a la persona que debía llamar, así fue como comenzó la larga conversación de dos horas, que fue interrumpida por una discusión que entablé con una mujer protestante, testigo de Jehová, y con la llegada de Emerson me dejó sus maletas a cargo, mientras él volvía al seminario a entregar unas llaves que se había traído por equivocación.

         La señora con la que conversé lloraba en algunos momentos, de verse tan golpeada de la vida, pero a la vez se daba fuerzas a sí misma, pues era una mujer muy católica, optimista y con aspecto de malandra. Me comentó que siendo pequeña quiso ser monja, que adoraba a las monjas y que tenía un tío abuelo que fue obispo. Esta señora llamó al hombre que esperaba y le dijo que estaba situada al final del terminal, debajo del televisor, el señor del otro lado del teléfono le dijo que iba buscarla, que tenía una camisa roja, yo estaba sentado viéndolos a los dos, uno al lado del otro hablando por teléfono; al finalizar la llamada, el hombre fue a buscarla y pasó por un lado mío, la señora se vino a seguir conversando conmigo y de una vez le dije, con muchas ganas de reírme, que el hombre a quien estaba llamando había estado hablando al lado de ella y fue a buscarla, ella de inmediato lo llamó y éste le entregó el paquete.

         Al final la señora se despidió de mí y se fue para Barinas, su aspecto era de alegría, porque iba a ver a su hijo que estaba preso. La pelea con la protestante empezó porque ella, al verme vestido con aspecto sacerdotal, no dudó en empezar a atacarme con citas bíblicas, yo me alteré mucho, pues ella trataba de decirme que no me dejara lavar la cabeza por lo que dijeran los sacerdotes, me decía que la Biblia había que interpretarla al pie de la letra.

         Al final de todo, la protestante iba también para Mucuchíes, y pretendía esperar conmigo en el banco para irnos juntos y seguir con sus locuras bíblicas, ella también esperaba, a un hijo y al llegar el muchacho se fue con él, yo seguí esperando a Emerson. Mientras esperaba vi que Albert Castillo salía para Tovar y de allí iría a Guaraque, lo saludé y me comentó lo de la fiesta de Santa Lucía. El chistoso del Emerson me envió un mensaje de texto que decía: “Voy bajando del Seminario, si en 10 minutos no he llegado vuelva a leer el mensaje”.

         Llegó Emerson, nos montamos al bus y partimos a Mucuchíes. Llegamos a la casa cural y allí almorzamos con el padre Olivo, antes de esto, la secretaria nos mostró el lugar, todas las maravillas arquitectónicas que había logrado el padre Carlos Zambrano. Allí conocí al Negro, el gigantesco perro del padre Olivo. Buscaron a Emerson y se fue para Gavidia, de él no tengo más noticias, yo esperé un largo rato en la casa cural y luego vinieron a buscarme para ir a la comunidad de El Royal.

         Me buscaron en un Corola rojo, me monté en la parte de adelante y fue muy cómico el viaje, pues las rodillas me pegaban con el tablero del carro, y la cabeza me pegaba con el techo y quedaba justo entre el techo del carro y el asiento, sucedía que el asiento estaba muy adelante y a los muchachos les dio pena echarlo para atrás estando yo sentado.

         La comunidad de El Royal queda como a 7 minutos en carro de Mucuchíes, se pasa por una aldea llamada La Toma. Me dejaron en la casa de la señora Amalia, una numerosa familia de padres colombianos. Al llegar a la casa me senté en uno de los muebles de la sala que estaba disponible, pues estaban pintando el cuarto que me dejarían para dormir. La pintada duró varias horas, momentos que yo aproveché para revisar el equipaje, fue en ese instante cuando noté que había dejado el Pan Diario de la Palabra, algo importantísimo para la Celebración de la Palabra. En seguida me angustié y me pregunté quien tendría un Pan Diario en aquel lugar. Le pregunté a la señora Amalia si por casualidad tenía un Pan Diario y me contestó: “sí mi hijito, aquí hacemos todos los días pansito”. Resulta que en aquella casa había una bodega y también funcionaba una pequeña panadería que atendían las hijas de doña Amalia. Yo aguanté las ganas de reírme frente a la señora Amalia, pero después me acordaba de que no tenía el Pan Diario y me angustiaba.

         Merendé café con leche y pan de la panadería, ya el cuarto estaba listo, metí las maletas y me acomodé, me puse los guantes y la bufanda, pues el frío era terrible. Me afectó el hecho de que no tenía cobertura el teléfono, además no tenía televisor para distraer un poco la mente, sentí ganas de llorar pero no lo hice, pedí fuerzas a Dios. Cené y aquella noche la pasé terrible, pues hacía mucho frío y seguía angustiado por la cuestión de Pan Diario.

         Al día siguiente, domingo 15 de diciembre pedí un teléfono prestado y llamé a la casa cural de Mucuchíes, gracias a Dios y a mí se me ocurrió el sábado pedir el número, hablé con la secretaria para decirle que por favor en la tarde, cuando llegaran a El Royal para la misa de san Benito, me trajese un Pan Diario de sobra, ella me dijo que sí y eso me calmó bastante y me hizo tranquilizar, pero el tema de la falta de comunicación por teléfono.

         El padre Olivo llegó con la procesión y la Banda de Guerra de San Benito a la entrada de El Royal a las 3:00pm, justamente a la hora pautada para la misa, en la Banda de Guerra de San Benito vi a Javier, un muchacho que había participado con nosotros en el precursillo y cursillo vocacional en el seminario, pero no había sido admitido, él cargaba un estandarte en el principio de la Banda, y en la misa yo le di la comunión.

         Al finalizar la misa el padre me bendijo un agua que yo tenía preparada para bendecir los pesebres. Antes de irse el padre le pregunté a la secretaria por el Pan Diario y me dijo que no habían más, sólo el que el padre se llevaba para las misas en otras comunidades. Para no desanimarme más, quedé con ella en que el día siguiente, el lunes 16, iría al pueblo a sacarle fotocopia.

         Ese día 15 de diciembre era la festividad de San Benito de Palermo, por lo que me tocó acompañar en la procesión por la comunidad, con la Banda de Guerra y la imagen del santo, también estaban los llamados trabusqueros, que son hombres que llevan una especie de escopeta, a la cual le echan pólvora y al ser disparada suena más o menos como un mortero.

         Antes de finalizar la procesión me pidieron que les impartiera la bendición, porque yo era “el padre”, les dije que no podía porque aún no era sacerdote, entonces me pidieron que hiciera una oración, yo con mucho gusto me acerqué hasta el carro del sonido y las cornetas y allí hice una pequeña oración, estaba muy agitado pues hacía frío y estaba “tapado del pecho”. Al bajar de ese lugar fueron todos a una casa donde iban a comer, yo decidí bajar a la casa de la señora Amalia, pues allí darían comida a todo el mundo. Esa noche cené bien y me fui a dormir, no sin antes preguntar si el lunes alguien iría a Mucuchíes, afortunadamente la señora Amalia debía ir a hacer un depósito en el banco y allí yo aprovecharía de ir.

         El lunes 16 de diciembre fui con la señora Amalia en el carro de uno de sus hijos, ellos me dejaron en la iglesia y se fueron para la cooperativa, yo busqué el Pan Diario, le saqué copia a lo que necesitaba para hacer la Celebración de la Palabra, la fotocopiadora donde fui está en el “Complejo Parroquial” mejor conocido como “el centro comercial” que hizo el padre Carlos. Todo me salió en 52 bolívares y gracias a Dios los tenía, me quedó en el bolsillo una moneda de un bolívar y un billete de dos. Al terminar de sacar las copias fui a la casa cural y entregué el Pan Diario, allí me dijeron que el padre estaría de nuevo en El Royal a las tres de la tarde, para hacer una misa de aguinaldo (la única), me buscó la señora Amalia y al llegar a la casa me puse la sotana y me fui a visitar las casas y bendecir los pesebres con un nieto de ella, un niño de 6 años que se llama Yoander, él me acompañó por la comunidad. En algunas casas no habían hecho el pesebre, otras estaban cerradas, ese día visité como 20 casas contando las que no tenían pesebre.

         Almorcé y a las 2:30pm estaba en la capilla de la comunidad, esperando al padre, quien llegó puntual, pero la comunidad llegó a las cuatro. Se hizo la misa pero no puedo dejarme el Santísimo, pues se le había olvidado el copón, así que el padre designó a un señor con carro que me llevara y me trajera. Ese día en la tarde era la llegada de las reliquias de Santa Teresita del Niño Jesús a Mucuchíes, pautada para las 5:30pm llegó a las 6:15pm, me tocó acompañar en la procesión junto con el señor del carro que me trajo al pueblo y me llevaría. Los planes eran llevar el Santísimo antes de las 6:30pm, pues a las 7:00pm en punto debía hacer la Novena, lamentablemente le quedé mal a la comunidad, pues la misa se alargó demasiado y vine llegando con el Santísimo a El Royal a las 9:00pm. Dos personas estaban esperándome, y al llegar guardamos el Santísimo y me comentaron que se había reunido bastante gente y se había ido al esperar tanto tiempo, pues las noches son muy frías.

         El día martes 17 de diciembre me fue mejor en todo, bueno, no tanto. Me levanté y a las 9:00am estaba listo para desayunar, como todos los días, luego me fui acompañado de Yoander a visitar el resto de las casas de la comunidad, que en su mayoría absoluta encontré con las puertas cerradas. Entré a una casa y no había pesebre. Después de almuerzo subí a una peña con Yoander y encontré cobertura, me llegó la paz al espíritu porque pude comunicarme con la familia y amigos.

         En la tarde la alegría fue aún más grande, pues me di cuenta de que la capilla había cobertura, mientras esperaba la hora de hacer la Celebración de la Palabra y la Novena, hablé por teléfono con varios.

         Sí fue gente a la Novena, pero me comentaron que no tanta como en la noche anterior, en la que yo no llegué y por lo tanto no se hizo. Ese día, martes 17, en la mañana aproveché de leer la Biblia, los 9 primeros capítulos de Josué y 8 capítulos del Evangelio de san Juan. En la noche, para la novena fue muy gracioso, porque las personas que cantaban los gozos lo hacían muy cómico, o al menos así me parecían a mí, tal vez porque nunca había escuchado tal manera de cantar, a mí me daba risa, pero tenía que disimular y aguantar, pues todos me miraban. Luego un hombre que no es “normal” empezó a cantar muy feo, porque hacía como un becerro recién nacido y gesticulaba muy exagerado y era cómico.

         Antes de ir a la Novena me puse la pijama, el pantalón negro y la camisa manga larga y arriba la sotana, no quería pasar frío, pero aun así lo pasé.

         El día miércoles, en la mañana no salí del cuarto y aproveché de leer todo el Evangelio de San Juan y parte de los Hechos de los Apóstoles, también fue cuando decidí copiar todo lo que me había sucedido en los primeros días de las misiones. Ese día en el almuerzo, una de las hijas de la señora Amalia mordió tres veces un pedazo de carne, que estaba en la sopa, pero como estaba muy duro, las tres veces que mordió la carne salpicó sopa por todos lados, y a mí me chispeó la cara las tres veces, yo lo que hacía era reírme y limpiarme las chispitas que se me quedaban en los lentes, ella nunca se dio cuenta.

         Después del almuerzo leí otro rato la Biblia y luego salí con Yoander, el niño que me acompañaba, que por cierto, me hizo muchísimas preguntas. Salimos a recorrer el sector que me faltaba por visitar para bendecir los pesebres, pero solo bendije el de una casa de una señora que me dio café, quien aprovechó para manifestarme que la mayoría de las casas de ahí no tenían pesebre, de todas maneras no perdí la caminada, pues en la parte alta de la comunidad había full cobertura para teléfonos de chip. Aproveché el momento y pude hablar por teléfono con mamá, envié algunos mensajes y volví a la casa donde me hospedaba, esperé el momento de ir a la capilla para la novena, fui y aproveché una hora para enviar mensajes, toqué varias veces la campana de la capilla, para avisar a la gente, pero me tocó esperar hasta las 7:15pm, pues no vino casi nadie, ese día no hice Celebración de la Palabra, solo la Novena, y fue más cómico aun, pues un señor, el que me había llevado a buscar el Santísimo en Mucuchíes, cantaba los gozos pegando tremendos alaridos y la cara la arrugaba como si estuviera chupando limón verde. Me aguanté la risa, estaba que me salía de la capilla.

         Esa noche, la señora que tiene la llave de la capilla me trajo una taza de chocolate caliente y dulce.

         El jueves 19 todo fue normal, en la mañana terminé de leer el Evangelio de san Juan y comencé con el Eclesiástico, que me gusta mucho y no es la primera vez que lo leo. En la tarde salí a caminar y en la noche la Novena sin la Celebración de la Palabra, pues esperamos hasta las 7:30pm. Se mantuvo un número de 10 a 15 personas, la mitad de la capilla, pues a ésta le caben 33 personas sin contar niños. Como de costumbre hablé un rato con un señor que siempre estaba borracho, que vive al lado de la capilla, Olinto se llama.

         El viernes 20 en la mañana terminé de leer el libro del Eclesiástico, salí a tomar sol, el frío todos estos días estuvo muy fuerte, en la tarde me fui para la capilla, toqué la campana y si hicimos la Celebración de la Palabra, antes de esto me habían traído dos tazas de chocolate caliente y baso de compota caliente, todo muy rico, aunque me caía mal. Al salir de la Novena le llevé la comunión a una señora que tiene parquinson y en el camino bendije un pesebre. En la casa donde llevé la comunión es donde se hace la novena a san Benito, y ese día comenzó, yo acompañé y escuché unas oraciones del rosario que jamás había oído. Al finalizar la novena de san Benito nos dieron mazamorra, luego llegué a la casa, allí cené, hice las completas como de costumbre y a dormir.

         El sábado 21 en la mañana hablé por teléfono con mamá, en la tarde hice la Celebración de la Palabra, después nos fuimos a rezar la novena de san Benito.

         El domingo 22 no hice la Celebración de la Palabra, en la novena una señora recogió una colaboración destinada para mí, eran 150 bolívares, y después salimos a la novena de san Benito, a la cual asistió un señor borracho, que por poco se cae de lo mal que estaba, pero lo peor de todo fue que contestó absolutamente todo el rosario al mejor estilo borracho, este fue otro día que me tocó aguantar la risa, pero hubo momentos en que me dominaba y tenía que taparme la boca con la mano. Ese domingo, mientras esperaba a la gente en la capilla, me trajeron café con leche y un buen pedazo de torta, la cual compartí con el señor que estaba conversando conmigo, que es el que acompaña con un cuatro desafinado los gozos del niño.

         El lunes 23 me levanté a las 4:30am y salí con la señora Amalia a la misa de aguinaldo que se hace en La Toma. Hacía un frío terrible, nos dieron la cola en una Toyota, la misa la presidió un padre de nombre Antonio, que tiene muchos años haciendo la novena en esa comunidad. Llegamos a las 6:30am a la casa, tomé café y luego me volví a acostar, y como a las 9:00am me levanté, a las 10:00am desayuné y aproveché para lavar la camisa blanca manga larga que utilizo por debajo de la sotana.

         Después la Novena de Aguinaldos con la Celebración de la Palabra. Novena de san Benito de Palermo y a dormir, obviamente antes recé las completas.

         El 24 de diciembre me levanté a las 4:30am para ir a la última misa de aguinaldos en La Toma, fue la segunda madrugada, luego llegamos a las 6:30am, tomé café sin azúcar y me dispuse a dormir hasta las 9:00am. Desayuné y me fui a bendecir algunos pesebres que faltaban, en total fueron 6 en la mañana, me regalaron dos hallacas y dos manojos de trigo.

         Estoy preparando la novena que será a las 6:30pm. Un señor me llevó en su Toyota a unas casas de la comunidad de La Toma, allí bendije tres pesebres, luego me llevó para su campo de trigo y me obsequió dos manojos, la hija de ese señor estudia con Emilia García de La Playa, la hija de Matilde Castillo.

         La Novena del 24 de diciembre fue a las 7:00pm, muy solemne todo, pues rezamos el Gloria y Credo. Las personas se despidieron muy afectivas y me dieron una colaboración de 500 bolívares, me fui para la casa de la señora Amalia, allí cenamos todos los de la casa, pero no fuimos a misa en Mucuchíes, porque de un momento a otro se desanimaron, yo me disgusté un poco, pues habiendo la posibilidad de ir en una fecha tan importante y esencial no quisieron ir. Al final lo que hicimos fue rezar el Rosario y colocar el Niño Jesús, se hizo la bendición del pesebre y luego todo el mundo se fue a dormir, eran apenas las 9:00pm, me quedé dormido rápido, pero a las 12:00 de la noche, con el ruido de fuegos artificiales me desperté. Antes de acostarme ya había arreglado la maleta.

         El día 25 de diciembre me levanté a las 7:00am, me bañé y estuve listo para irme a la casa, después del desayuno montamos las maletas en el carro, me traje el copón de madera con el Santísimo Sacramento y nos fuimos para Mucuchíes, el hijo de la señora Amalia, ella y yo. Al llegar a Mucuchíes no había ni un alma, la parada de los buses estaba vacía. Regresamos de nuevo a El Royal y ahí me dispuse a esperar hasta el día siguiente. Hablé con el señor Hilario, el vecino de la señora Amalia, y terminamos llorando, pues nos acordamos de los seres queridos ya fallecidos. Intenté enviar mensajes para la casa, pero me habían cobrado el plan ese día 25. En la noche llamé por teléfono a la casa y pude hablar con mi familia. Mamá saludó a la señora Amalia y después de cena me dieron dos tazas de un dulce que le llaman Biñuelo, muy sabroso por cierto. Me dormí muy tarde, como a las 10:30pm, pues ya en la tarde había descansado una hora, de 3:30pm a 4:30pm. Hágase tu voluntad, Señor…

P.A
García

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