jueves, 23 de febrero de 2023

Carnavales Ayacucho 2023: mi perspectiva

UN COLORIDO ACONTECIMIENTO


         Desde el domingo 19 hasta el miércoles 22 de febrero de 2023 se pudieron presenciar en el centro de la ciudad de Ayacucho las distintas comparsas que participan en los festejos del carnaval. Muchas organizaciones de diferente índole preparan su comparsa de la manera más esmerada para deleitar a la multitud de personas que se aglomeran en los alrededores de la Plaza Sucre y demás portales adyacentes para observar el paso de cada grupo folclórico.

         En estos carnavales de 2023 pude presenciar por primera vez esta tradición ayacuchana, ya que en 2021 y 2022 no se pudo realizar a causa de las restricciones de la pandemia generada por la COVID-19. El entusiasmo de la gente se hacía notar, pues extrañaban sus coloridos desfiles de comparsas. Observé de entre la gente a turistas, lo que significa que todo por fin está volviendo a la normalidad, ya la ciudad está recuperando su atrayente turístico, lo que le da más vida y movimiento económico. Sin embargo, los carnavales de 2023 también estuvieron en peligro de no realizarse, motivado a las recientes muertes en diciembre del año pasado, en la que murieron al menos 10 ayacuchanos, muchos de ellos jóvenes o menores de edad, a causa de las protestas en contra de la asunción a la presidencia de Dina Boluarte y el encarcelamiento del presidente Pedro Castillo luego de que este intentara cerrar el Congreso de la República, pero, esta intención de suspender los carnavales no venía de los entes gubernamentales, sino del sentir de la gente en general, que aunque son poquísimos, todavía sufren la pérdida de sus seres queridos en manos de la Policía y el Ejército. Son hechos lamentables por todos conocidos.

         Mi impresión a ver las comparsas fue de total gusto y asombro por tan impecable organización. Me agradó bastante las consignas que se cantaban al son de la música, las cuales narraban hechos históricos como la gloria de los ayacuchanos por la victoria del 9 de diciembre de 1824, haciendo mención de grupos armados como los “morochucos”, declarándose herederos de ellos. Algunas letras eran totalmente alusivas al acto sexual entre varones y mujeres. Los cantos, que por lo general los entonan las mujeres que van delante bailando, también hacían alusión a la actual situación política por la que está atravesando el Perú, cantos que se intercalaban en castellano y quechua.

         Noté que las comparsas tienen mayor presencia femenina, pues son las mujeres las que mejor pueden lucir sus hermosos y coloridos vestidos, todos muy parecidos y elegantes, así como también son ellas a las que mejor se les escucha lo que cantan, dada su ventaja en el tono de voz más agudo, más chillón, pero siempre con una sonrisa en el rostro. En el caso de los hombres, se ven dedicados más al acompañamiento musical, así como a algunos cantos; ellos van detrás de las mujeres y en pocas oportunidades se mezclan para interpretar algún encuentro entre parejas.

         Evidentemente, el ritmo de todas las comparsas es prácticamente el mismo, usándose instrumentos como la quena, que es la que da la melodía, la guitarra, que es la que lleva el ritmo junto con los tambores de cuero; algunas comparsas agregan trompetas, pero son muy pocas. He dicho que todas las comparsas son muy parecidas, pero también se puede decir que cada una es distinta, pues cada una le pone un ánimo particular a su participación, ya sea por el contenido de la letra de las canciones, ya por el colorido de los vestidos o por el mismo entusiasmo de sus integrantes al ir desfilando paulatinamente a los alrededores de la Plaza Sucre.

         Hubo algo que me llamó mucho la atención, y fue ver que el mayor goce lo daban a los presentes las comparsas de varones vestidos de mujer, cuyo baile es perfectamente comparable con el de las mismas féminas, o incluso mejores o más atractivos, al tratarse de varones con vestimenta femenina e incluso con maquillaje exageradamente de rasgos femeninos. Son estas comparsas las más desordenadas en el sentido de no guardar ningún respeto por el cuerpo o pudor, al llegar a mostrarse incluso en ropa interior. Muchos de estos hombres van con lentes oscuros grandes incluso caída la noche, tal vez para no dejarse identificar tan fácilmente; sin embargo, los que se atreven a tales espectáculos de seguro les daría igual ser reconocidos que pasar desapercibidos. Definitivamente no hay vergüenza ni para pecar.

         Una cuestión que se me olvidó mencionar anteriormente es que muchas de las mujeres llevan en su mano un recipiente de talco blanco, el cual van rociando paulatinamente a los presentes que les observan pasar sentados en sillas plásticas en las veredas o aceras de la plaza y sus jirones o calles circundantes, las mismas que están justo debajo de las arquerías típicas del centro de la ciudad de Ayacucho, antigua Huamanga hasta 1825, cuando el Libertador Simón Bolívar decide cambiarle el nombre por el que tiene actualmente, homónimo del mismo Departamento.

         Mientras las comparsas pasan con su festejo interminable, los observadores van capturando sus mejores instantáneas. Muchas comparsas contratan sus propios camarógrafos, los cuales van fotografiando o filmando todo el recorrido, con sencillos teléfonos móviles o con sofisticadas cámaras fotográficas y de video, haciendo también bastante presencia los drones u objetos voladores no tripulados, los que llevan una cámara que permite grabar el acontecimiento desde las alturas, siendo después de la debida edición un espectáculo aún mayor del que se vive estando presencialmente en el lugar.

         Algunos adolescentes, pocos en realidad, aprovechan la ocasión para mojarse con agua o manchar sus caras con talco o pinturas acuarelas. La presencia de vendedores ambulantes es de esperarse dada la aglomeración de personas y la necesidad de hidratarse y alimentarse durante las horas que dura el desfile. También la Policía y el Ejército están monitoreando constantemente, e incluso se les puede observar llevándose a los que se pasan de tragos y olvidan que todos merecen respeto, más aún cuando se está uniformado.

         Durante los cuatro días mencionados, de lunes a miércoles, pude observar el paso de todas las comparsas, siendo la hora de inicio a las 4:00p.m. aproximadamente, y su final ya bien entrada la noche; yo pude acompañar solo hasta las 9:30 p.m. de un día, pues estaba muy cansado de permanecer de pie unas cinco horas seguidas, además de que la lluvia nos obligaba a dar por terminada la jornada cultural.

         Algunas comparsas al pasar, intentaban involucrar en el baile a personas del público, a veces sin éxito. Varios policías terminaron totalmente rociados del blanco talco que las mujeres portaban, lo que para muchos les hacía gracia, sin sobrepasar los límites del respeto a la autoridad que se debe tener a un en ocasiones en las que la gente está totalmente eufórica y distraída de la vida y los valores.

         Finalmente he de decir que me desagradó mucho el hecho de ver a hombres disfrazados de obispos y sacerdotes, pues bailaban e ingerían alcohol con desenfreno, desacreditando con esto la presencia sagrada que suponen los ministros ordenados de la Iglesia. En varias comparsas la presencia de un hombre vestido con ornamentos sagrados hacía suponer el apoyo que podría estar brindando la Iglesia Católica al actual gobierno constitucional de la primera mujer presidenta del Perú, pues ésta ha recibido en varias ocasiones a distintos obispos en medio de los focos y las cámaras de los medios de comunicación, y estos obispos a su vez han opinado muy positivamente de la señora presidenta, aún cuando parte de la población la trata de asesina, pues desde que llegó al poder se han contabilizado más de 60 fallecidos a causa de las protestas.

         No sé si vuelva a presenciar estos carnavales el próximo año. Creo que por lo que he visto ya lo he conocido todo y no habrá mucha novedad en la próxima oportunidad, además de que se podría considerar dichos espectáculos como no apropiados para un alma consagrada al servicio de los demás en lo que se refiere a las cosas de Dios. No condeno como pecaminosos los festejos del carnaval ayacuchano, pero evidentemente hay en ellos inmoralidades que no puede permitirse, ni siquiera observar, un cristiano modestamente formado.

P.A

García

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