domingo, 12 de marzo de 2023

“Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias”: los migrantes.

SINODALIDAD Y MIGRANTES

        El Concejo del Episcopado Latinoamericano y del Caribe CELAM publicó en octubre de 2022 un texto muy bien logrado que refleja las reflexiones y propuestas pastorales a partir de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, intitulado: “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias”. Como todo texto de carácter teológico-magisterial, este se presenta enumerado para el mejor aprovechamiento del mismo, es así como, a continuación, veremos los numerales que tratan el tema que atañe a este comentario: las migraciones.

         En el numeral 67 se inicia con una nota introductoria la realidad migratoria latinoamericana: Las migraciones masivas constituyen una realidad estructural cada vez más extendida y lacerante. No se habla solo del fenómeno migratorio como desplazamiento normal de seres humanos, sino que se califica de “masivo” y “lacerante”, es decir, desproporcionado en número e hiriente en sus derivaciones. Continúa el mismo numeral dando razón al porqué de este fenómeno: Son consecuencia de la falta de trabajo, la violencia generalizada, el desorden social, la persecución política, la falta de futuro y, […], la degradación ambiental. Si pensamos en la migración clásica, la mexicana-estadounidense, podemos aplacar las conciencias al pensar que se trata de algo común, sin embargo, el documento del CELAM aclara que: En los países caribeños y sudamericanos se han incrementado los flujos migratorios, profundizando los intercambios culturales. Podríamos entender estos “intercambios culturales” como una consecuencia positiva de la migración masiva, porque, como ya se ha visto en la realidad, no todo es negativo en la migración. Un dato inquietante: Hoy, diez millones de latinoamericanos y caribeños viven en un país que no es donde nacieron. Necesario sería aclarar que la lista de estas nacionalidades la encabeza el pueblo venezolano. ¿Quiénes son los principales afectados? La migración forzada afecta a millones de personas, pero de modo particular, a las más vulnerables: niños, niñas, adolescentes y adultos mayores que están expuestos a enfermedades y al riesgo de la propia muerte.

Ya finalizando este numeral 67, se hace mención de una realidad innegable, pero que en ocasiones ha sido aumentada por los medios de comunicación: Además, acechan los mercaderes de la muerte que se dedican a la trata y el tráfico de personas, que someten a los menores a diversas formas de esclavitud y de violencia sexual, laboral o a la extracción de órganos para trasplantes. Sobre este tema, del tráfico de órganos, tuve una experiencia de “fake news[1]” en la que se adjudicaba a una supuesta organización criminal de origen venezolano hechos vandálicos en la ciudad de Ayacucho, cuestión que, luego de una exhaustiva investigación personal que realicé, resultó ser una mentira difundida con propósitos xenófobos. Finaliza el numeral 67 concretando que la migración masiva latinoamericana: […] es un desafío para las comunidades eclesiales en los lugares de partida, de paso y de acogida. Y aquí hay algo importante, pues el proceso migratorio es un desafío, efectivamente para los lugares de partida, es decir, los países originarios de los desplazados, también para los países de paso, por la aglomeración desprevenida de necesitados, a veces en situación de calle y mendicante y, finalmente, para los países de acogida, por razones obvias; se habla de un “desafío”, no de una maldición.

Más adelante, en el numeral 217, se tocan otros tópicos de la migración, pero desde una perspectiva iluminada por las Sagradas Escrituras, al respecto se dice, a modo de exhortación que: La fraternidad samaritana se manifiesta también en la acogida hospitalaria al extraño. “Entre las personas más afectadas por la grave crisis ecológica, climática y social en los países de nuestro subcontinente están los migrantes. Muchos se exponen a altos riesgos por su vida, seguridad y salud al migrar a otro país porque no ven un futuro viable para ellos y sus familias en su lugar de origen” (SN p. 18[2]). Jesús nos sigue diciendo: “fui forastero y me recibieron” (Mt 25,35). La Regla de San Benito consagró la fórmula de la hospitalidad: “todos los huéspedes deben ser acogidos como a Cristo” (cap. 53). La fe lleva a mirar y hospedar al otro como a Cristo. Por eso las migraciones son un reto para reconocer las alteridades y desarrollar las actitudes hospitalarias: acoger, proteger, promover e integrar. La hospitalidad es un desafío mayor en América, continente con muchos migrantes del sur al norte. Estamos llamados a colaborar en la inclusión de todos y favorecer un intercambio entre hermanos y hermanas de distintas culturas. Todo este numeral no necesita mayor profundización, pues está muy bien fundamentado, solo es necesaria la praxis pastoral de nuestra Iglesia, para dar ejemplo a las demás organizaciones altruistas y sin fines de lucro.

         El numeral 360 habla de lo que esta Asamblea Eclesial precisó como: situaciones particulares para que la Iglesia les dedique una atención especial: migrantes y refugiados, encarcelados discapacitados. Y lo fundamenta bellamente con las citas bíblicas con las que: La tradición bíblica llama a la acogida al extranjero (cf. Lv 19,33-34; Gn 18,4-7). El Nuevo Testamento identifica a los enfermos, a los que están de paso, y en la cárcel, con hermanos más pequeños de Jesús, ante los cuales se define el destino final (cf. Mt 25,35-44), y exhorta a las comunidades a la práctica de la hospitalidad (cf. 1Pe 4,9; Rm 12,13). Los migrantes y refugiados, los encarcelados y los que sufren alguna discapacidad representan situaciones de vulnerabilidad que demandan el cuidado de la Iglesia. Ya he escrito extendidamente sobre “La Teología del Migrante”, una reflexión bíblica y magisterial.

         El numeral 361 aporta un apéndice más a la llamada de conciencia para acoger y socorrer a los migrantes, ya que: Son víctimas de diversas violencias y de la trata de personas, formando parte de los que más sufren. Constituyen un grupo que necesita una atención particular, que busca refugio y que, lamentablemente, no siempre despierta la solidaridad de muchos hermanos. La Iglesia debe darles ayuda porque su realidad configura un signo de este tiempo. Y es muy cierto eso de que la migración “no siempre despierta la solidaridad de muchos hermanos”, por diversas razones, la principal de ellas podría ser por la notable xenofobia en los países de acogida. Sobre “La Xenofobia y la Migración” he escrito un comentario profundo, y sin lugar a dudas es una realidad cruda y en el mayor de los casos injusta.

         El numeral 364 propone, por fin, algunas líneas de acción para con el tema en exposición. Pues ciertamente es preciso: acoger, proteger, promover e integrar a las personas migrantes y refugiados. Con acciones como: 1 Establecer como prioridad la atención, promoción, defensa de sus derechos y acompañamiento de las personas obligadas a migrar, desplazarse y refugiarse. 2 Crear espacios de expresión de la fe, formación, espiritualidad, y diálogo sociocultural para los migrantes, refugiados y desplazados, que les ayuden a experimentar la fraternidad en sus nuevos lugares y los visibilicen como miembros de las comunidades cristianas. 3 Trabajar en redes locales, regionales, continentales e internacionales para exigir, defender y promover la generación de políticas públicas para el respeto del derecho humano a migrar y a no migrar, al refugio y al asilo. 4 Sensibilizar a las comunidades eclesiales sobre las causas de la migración forzada para trabajar por su erradicación y favorecer la hospitalidad solidaria.

Todas estas líneas de acción podrían sintetizarse con una mejor formación al pueblo cristiano sobre el tema, pues es poco común, por ejemplo, escuchar en la homilía de un sacerdote que debamos estar dispuestos a acoger a los migrantes, no así en el Papa, quien sí ha hablado a grandes voces pidiendo ayuda a los desplazados, e incluso, incluyendo en las letanías a Nuestra Señora una dedicada a María “Consuelo para los Migrantes”. Sobre esta nueva letanía he escrito un comentario también bastante motivador como los anteriormente mencionados en este texto.

         Y ahora sí, el último numeral que se cita es el 381, donde se vuelve a proponer, como en el anterior, unas líneas de acción: Acoger, cuidar, proteger a los migrantes y a los que sufren en las periferias geográficas y existenciales, particularmente al creciente grupo de los refugiados y desplazados climáticos, fomentando procesos de evangelización, integración y compromiso social.

         Todo aporte doctrinal por parte del Magisterio de la Iglesia es bienvenido y necesario para seguir trabajando en beneficio de los migrantes y necesitados, sin embargo, hace falta mayor compromiso por parte de los encargados de la pastoral eclesial, principalmente de los obispos y sacerdotes, quienes son los guías y maestros del pueblo de Dios. En la medida en que estos pastores respondan al llamado de Dios en las necesidades de los migrantes, todo el pueblo cristiano se verá motivado, por el testimonio de sus pastores, a avocarse en la misma tarea, que es responsabilidad de todos, pues somos ciudadanos del cielo y en esta tierra estamos solo de paso.

P.A

García



[1] Las fake news son noticias falseadas, es decir información creada como si fuese real con la intención de desinformar. El objetivo es manipular a las masas y difundir unos bulos específicos sobre temas trascendentales por diferentes portales de noticias: prensa, radio, televisión y redes sociales. Por definición, es un concepto que se centra en la creación de una mentira y la posterior difusión para lograr un engaño de masas con fines políticos o ideológicos.

[2] SN CELAM, Documento Síntesis Narrativa. La escucha en la primera Asamblea Eclesial para América Latina y el Caribe (1 de octubre 2021)

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