viernes, 3 de noviembre de 2023

Job y la dignidad humana

EL JUSTO JOB


¿Por qué el autor del libro de Job interpreta en clave teológica la dignidad humana?

·       Introducción

El presente trabajo argumentativo se desarrolla íntegramente a partir del texto del religioso marianista Eduardo Arens Kuckelkorn, reconocido doctor en Biblia, quien analiza el libro de Job en su artículo intitulado “Job, o la teología desde la dignidad humana. Anotaciones imprescindibles”, Theologica Xaveriana Nº 170 (2010), en donde procura responder las principales interrogantes que el mismo personaje literario sapiencial se formula sobre sí mismo, su condición de justo en desgracia y la búsqueda insoslayable de su propia dignidad perdida.

En su oportuno introito, Arens recobra la pregunta del teólogo padre Gustavo Gutiérrez, cuando en medio de la violencia sufrida por el pueblo pobre e inocente, planteó académicamente: “¿Cómo hacer teología (hablar de Dios) durante Ayacucho?”, orientando su reflexión acerca de la dignidad de las personas que, sin tener que ver en el asunto o viéndose involucrados, fueron víctimas de la violencia homicida de un grupo armado y la consecuente respuesta estatal.

La pregunta acerca de la dignidad de la persona humana será interpretada en clave teológica-pastoral en este breve estudio.

·       Desarrollo

El autor inicia su discurso teológico sobre las páginas del libro de Job dejando por sentado que el motivo del sufrimiento del protagonista, personaje literario y no histórico, no es en sí la pérdida de sus bienes, familiares o salud, sino la degradación psíquico-espiritual de su propia dignidad, pues quien antes se mostraba como aristócrata y poderoso ante la sociedad, ahora es visto como miserable y castigado por Dios, sin que esto fuese del todo cierto.

Job es un personaje que demuestra la importancia de la vida justa y su correspondiente bendición divina, y es entonces careciendo de lo suyo, cuando cuestiona su existencia de cara a Dios, reconociendo que su dignidad está puesta no en lo material estrictamente hablando, sino en el sentirse amado, protegido y bendecido por el Dios de la vida, aunque naturalmente esto deba palparse en lo concreto del bienestar humano.

Arens, en la página 382 del citado artículo, trata objetivamente el “honor de Job”, el cual el protagonista desea recuperar haciendo reconocer ante los demás su rectitud de vida y su quehacer justo, incluso ante el mismo Dios a quien pretende retar para defender su dignidad. Job es el personaje que nos ayuda a comprender que la auténtica dignidad de la persona humana radica en su relación estrecha con el Dios Creador de todo cuanto existe. Pero esto no significa de ninguna manera que los que no tengan fe tampoco tengan dignidad, pues la superioridad del designio divino es capaz incluso de amar y valorar aún a aquellos que le son contrarios o que simplemente no le reconocen.

Un apartado enfático en el texto de Arens es su reiterada mirada al qué dirán de los amigos del justo Job, pues, son ellos y no tanto las circunstancias, los que le recriminan y reprochan insistentemente por un supuesto castigo divino recibido, en efecto, el dolor espiritual de Job se basa en el desprecio, la burla, la minusvalía y los comentarios opuestos de los suyos, esto es lo que le quema por dentro, lo que más le afecta. Y esto es así por razones sociales y teológicas, pues sabemos que el hombre es un ser en relación con su Creador, y para el pensamiento común la desgracia en la vida humana responde a una supuesta ruptura de esta relación, es por eso que, los que juzgan a Job, ponen en crisis la dignidad del hombre, pues reconocen abandonado, desdichado, errante y confuso, a quien antes era aristócrata, poderoso, con abundantes riquezas en bienes y familia, y, sobre todo, alguien que se había caracterizado por su fe en Dios, la misma que le hizo perseverar hasta el final. La fe del justo Job en la literatura sapiencial es puesta como ejemplo para los creyentes que sufren el dolor sin comprenderlo.

Job no basa su dignidad, como hemos visto, en las riquezas adquiridas, sus amigos sí; él es consciente de que el trato que recibe no es digno de su humanidad, por eso pide compasión y ser tratado como cuando era rico. La dignidad humana en el libro de Job no basa su esencia en lo que se tiene, sino en lo que se es, recuerda Arens en la página 383 de su provechoso artículo.

Es a partir de esta reflexión cuando el autor propone una frase de vital consideración para entender los fenómenos sociales actuales y el sufrimiento de tantas personas inocentes: “Las riquezas no necesariamente son prueba de bendición divina; por tanto, la pobreza o el empobrecimiento tampoco es prueba de desaprobación o castigo divino”. Queda de nuestra parte comprender que el sentido pedagógico y sapiencial del sufrimiento en el libro de Job es la actitud con la que se afronta, siendo necesarias la fortaleza y perseverancia hasta el final, soportando incluso las últimas consecuencias, pues aquel que confía en el Señor y ha recibido de él bienes, ¿no será capaz de soportar los males?

Recordemos brevemente con esto la frase anteriormente citada del padre Gutiérrez sobre la realidad vivida en Ayacucho y en todo el Perú. ¿Cómo pensar en Dios en medio de tanta violencia? Ciertamente los que experimentaron aquella época fueron conscientes de que el mal que les sobrevenía no era designio de Dios, sino más bien, las consecuencias de la no puesta en valor de la dignidad de los más pobres y excluidos y, aunque nada justifica la violencia, estos signos de los tiempos evidencian que la historia del justo Job en su rebeldía y su querer encararse con Dios por la desdicha que sufre, es como un aval para que los que se sienten denigrados puedan alzar la voz y reclamar lo que para todos debe ser equitativo: la  dignidad humana. No olvidemos que los pobres son los privilegiados de Dios.

Volvamos a tomar en cuenta lo que para Job es la clave de la dignidad, y reiteramos que no es lo material, sino su actitud correcta ante la vida, lo que el mismo resume en dos palabras “rectitud y piedad”, pues asegura que la justicia ha sido su ropa y el derecho su manto. Job al experimentar lo más bajo de su degradación humana, sale en defensa de los pobres, porque reconoce que carece de lo más necesario, pero no en cosas y bienes, sino en el respeto, el trato, la consideración y la amistad de aquellos que antes le alababan por su posición.

En mis trabajos pastorales en el establecimiento penitenciario de esta ciudad he comprendido en primera persona cómo el trato con los internos es la muestra de que los seres humanos merecemos respeto y consideración estemos en tal o cual situación. He visto a los encargados insultando y golpeando a los internos por aparentes razones justas, pero no, la violencia de unos contra otros, como en la historia de Job, son la evidencia de un trato indigno, de una actitud inmisericorde, repito, aunque se tengan razones o no. Por encima del pecado o del delito está la persona humana, y nadie es más persona o menos si se está libre o recluido.

La dignidad humana es cuestión de un reconocimiento personal y comunitario. Personal porque el individuo mismo ha de sentirse y saberse creado y amado por Dios, con una misión en la vida, con objetivos claros y definitivos como la salvación misma; y comunitario porque es en sociedad, en familia, en Iglesia, es decir, en la relación con el prójimo donde esa dignidad se manifiesta en signos concretos de una vida en interdependencia y relación con el otro, con quien comparte las mismas características que uno, aunque en distinta posición social. La mirada de Dios dignifica a la persona humana y sabemos que Dios mira directo al corazón del hombre, no a sus apariencias externas.

·       Conclusión

La clave teológica de la dignidad humana en el libro de Job, como hemos visto y podemos ahora resaltar, tiene su quicio estructurante en el abajamiento del hombre y sus riquezas para así situar a Dios en lo más alto, es decir, en la honra de Dios y la humillación del hombre, pero no porque Dios sea mezquino con el ser humano, sino porque este ha olvidado que el auténtico honor no está en lo que se hace por méritos propios, como apegarse a las leyes y practicar cuantas obras justas le sean posible, sino que el verdadero honor está únicamente en Dios.

Tantas experiencias de dolor, de carencia, de sufrimiento que nosotros mismos hemos vivido o la de nuestros familiares, vecinos o conocidos, son las oportunidades que el Dios que es amor nos ha brindado para encontrarnos con él. Como lo afirma Arens, Job conoce a Dios personalmente luego de haber sufrido y haber conocido la vergüenza y la marginación. Lo hemos visto en el sentido general de las páginas del Antiguo Testamento de la Biblia, hemos comprendido que desde el principio Dios ha optado por los pobres, los huérfanos y las viudas, es decir, todos aquellos que son marginados por los que no necesitan compasión y las circunstancias de la vida les han permitido vivir cómodamente, sin aparente sufrimiento material o espiritual.

Hoy los Job de nuestros días son los millones de desplazados y desterrados que, por diversas circunstancias, abandonan sus países de origen huyendo de la pobreza, la guerra y el hambre y son forasteros en naciones más prósperas y algunas con mayor o menor capacidad de acogida.

El migrante de hoy es el Job que suplica compasión, que grita desde lo más profundo de su ser que no es culpable de lo que le está sucediendo, que no es pecador por el hecho de ser migrante, que por el contrario ha conocido la bonanza y ahora experimenta la pobreza, no como castigo divino, sino por natural consecuencia de la soberbia y cerrazón de corazón de los magnates.

La dignidad humana de palestinos e israelitas, por ejemplo, está puesta bajo el cristal de la fe de uno y otro pueblo, y aunque ambos profesen creer en el Dios de Abrahán, ponen en crisis el valor de una nación sobre otra, pero no solo por cuestiones territoriales o étnicas, sino realmente por competir en demostrar quiénes son en realidad los “dignos de Dios” para habitar la Tierra prometida. Aquí vemos cómo es Dios el garante y protector de ambos pueblos, pero no el que justifica la inclemencia, la impiedad y la guerra.

Finalizo trayendo a la palestra una sencilla frase del resumen que el propio Eduardo Arens hace de su artículo, en el que deja claro que el causante de la rebeldía de Job no es otra cosa que “el despojo de su honor”, es decir, de su dignidad, idea en la cual Job se hace desmerecedor del respeto y la compasión de los suyos, pues, según estos si Dios le ha castigado es porque en realidad es un pecador. Pero ya hemos visto que no es así. Job no pecó, él perseveró en Dios.

Y, como anillo al dedo para las situaciones actuales antes mencionadas de la migración y la guerra, Arens explica que el sentido de su artículo es “subrayar la importancia de tener presente, en todo estudio exegético, las matrices antropológicas y socioculturales. No hacerlo puede conducir a violaciones de derechos humanos básicos en nombre de la ´Palabra de Dios´.”

 

P.A

García

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