jueves, 28 de abril de 2016

Hábitos de amor

CAMINO HACIA LA ESPIRITUALIDAD


Hay personas que llegan a la ancianidad y se ostentan en decir que desde su infancia, en su relación con Dios, le repiten unas mismas palabras, lo que viene a ser como sus lemas personales o epitafios, pues bien, misteriosamente yo, desde hace varios años (no muchos) hasta el sol de hoy, he repetido unas mismas palabras a Dios, que más que simples palabras sin sentido, son jaculatorias.

La jaculatoria que digo cada mañana al despertar es: Gracias Señor por este nuevo día, aumenta mi fe, mi vida de gracia y mi vocación. Todos los días, después de apagar la alarma despertadora, que suena rutinariamente a las 5:30am, con los ojos aun adormecidos y haciéndome la señal de la cruz tres veces, me dirijo por primera vez al Señor con esas palabras, que he labrado desde mis tiempos de seminarista menor.

Gracias Señor por este nuevo día. Lo primero que pronuncio es una corta pero profunda acción de gracias a Dios, pues es así como reconozco que es el Señor el que me ha dado la vida y el que me permite vivir cada día como una nueva oportunidad para ser mejor. Me han enseñado a ser agradecido con Dios, creo firmemente que todo cuanto poseo lo he  recibido por pura bondad y misericordia suya.

Aumenta mi fe. Después de dar las gracias, viene esta primera petición, y lo hago porque así me doy cuenta de que la fe no es otra cosa que un don de Dios. Fe que quiero aumentar todos los días y de la cual me siento profundamente orgulloso. Viva la fe católica, que no es una fe impuesta, sino un regalo recibido.

Mi vida de gracia. Desde siempre, o al menos desde que empecé a creer en Dios con conciencia, he considerado de suma importancia la vida de gracia, entendiéndola como la relación íntima de un alma enamorada de Dios. Esta es, pues, mi segunda petición al Señor, que aumente mi vida de gracia, pues solo así puedo ser fiel instrumento suyo, para la construcción del Reino y la salvación de las almas.

Mi vocación. El servicio visto desde el ministerio sacerdotal es el llamado que he recibido de Dios. No ha sido una opción de vida, no es algo que yo he decidido, sino que es la respuesta al llamado amoroso de Dios, que me invita a ser otro Cristo en la tierra. Por eso todas las mañanas eso le pido, que aumente mi vocación, que renueve su llamado, para sentirme cada vez más comprometido con él y con su pueblo.

Tengo otra jaculatoria, ésta es la que más repito interiormente para el Señor durante el día, dice así: Perdón Señor por todos mis pecados, dame la gracia de serte fiel en todo momento, de vivir unido a ti y de corresponderte con mis obras. Amén. Suelo rezarla mientras hago la genuflexión para saludar o despedir al Santísimo Sacramento en el Tabernáculo.

Perdón Señor por todos mis pecados. Esta frase viene a constituir un auténtico acto de humildad, pues ante la santidad única de Dios, me debo reconocer esencialmente pecador, solo así seré capaz de reconocer mis faltas y por ende corregirlas.

Dame la gracia de serte fiel en todo momento. Como todo buen hijo de Dios, me gusta pedirle en la oración, es por eso que esta frase trato de pronunciarla interiormente con la mayor suavidad posible, disfrutando el momento, pues le pido la gracia de la fidelidad que no es otra cosa que una sincera lealtad hecha por amor.

Vivir unido a ti. Ser de Dios o pretender serlo algún día implica darlo todo, sin reservas ni hipocresía, por ello le pido a Dios que yo viva siempre unido a él, fiel en el cumplimiento de su voluntad.

Corresponderte con mis obras. Dar respuesta al amor de Dios con el mismo amor hacia él y hacia los demás. Amor que no puede quedarse solo en palabras, sino que al llegar a la praxis, se retornan en obras, de esas que edifican a los demás, y dan testimonio de la propia conversión.

Tengo de igual manera, una frase evangélica con la que más me identifico, se encuentra en el Evangelio según san Juan, capítulo 21, versículo 17, el cual reza: “Señor tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” esta es la respuesta del apóstol Pedro ante la interrogación de Jesús, cuando después de la resurrección le interpeló tres veces, preguntándole si lo amaba. En esta frase Jesús encarga por tres veces a Pedro el cuidado de sus ovejas, hay algo que es necesario resaltar, las ovejas que cuida Pedro, y en Pedro todos los Pastores, no son suyas, son las ovejas del Señor.

Gracias Señor por tanta bondad, gracias por llamarme a ser discípulo tuyo, gracias por encomendarme tú rebaño, con tu ayuda y bendición, las llevaré al cielo a todas, y ni una sola de tus ovejas se perderá. Amén.

P.A.
García


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