¿Cuáles
son los espacios en los que la Iglesia Católica venezolana puede trabajar para
dignificar la vida humana en la actual crisis del país?
La Iglesia puede y debe accionar en los diferentes espacios que le sea posible, sin embargo, he querido centrar la visión de este accionar eclesial desde la educación.
Hablar de humanización o dignificación es
hablar de educación, es por eso que el Concilio Plenario de Venezuela, en su
Documento Conciliar N° 12 intitulado “la Iglesia y la Educación”, al mencionar
los actores educativos deja claro que “el
propósito fundamental de toda educación es ayudar a cada ser humano a hacerse
persona y miembro de una sociedad, es decir, a humanizarse y socializarse”,
es por eso que, una solución, aunque a largo plazo, para salir de la actual
crisis venezolana sería una educación cristiana y de excelencia, donde se
integren a este trabajo en primer lugar los
educandos, ya que “no siempre los
educandos han sabido involucrarse en un compromiso social ni conocen
suficientemente las orientaciones sociales de la Iglesia”. Un católico bien
formado es clave para el futuro de la Iglesia, por eso es importante hacerle
entender al mismo educando la valor incalculable de su educación y formación
cristiana.
La
familia, en segundo lugar, es un actor educativo de real
importancia, ya que es en la familia donde hay una preocupación sobre “la salud física y emotiva de los hijos, por
sus estudios, por inculcarles valores, por el mundo de relaciones que van
estableciendo, por su formación religiosa”, sin embargo, cuando esto falta
en las familias, como puede ser el caso de la inmensa mayoría de las familias
venezolanas, es ahí donde la Iglesia ve la oportunidad para meter el Evangelio,
de modo que se tenga una experiencia de Cristo, donde todos los de la casa
sepan acogerse al amor y la voluntad de Dios.
En tercer lugar, la Iglesia debe
dignificar la vida humana desde las
escuelas, entendiendo que en la actualidad estas instituciones y la “educación en Venezuela, en general, no está
pensada para la vida, ni para el trabajo, ni para las necesidades del país; y
además carece de continuidad. La escuela venezolana no está formando ciudadanos
con una firme conciencia cívica y democrática”, desde las escuelas
católicas, y desde las pastorales educativas de cada diócesis debe hacerse
frente a esta realidad, la Iglesia siempre ha sabido reconocerse como Madre y
Maestra de la humanidad, animada con esto, debe impulsarse a una
cristianización de la educación y así de las futuras generaciones.
En cuarto lugar están los educadores, y en el ámbito
eclesial, “hay educadores católicos, que
sienten poca valoración y hasta abandono por parte de las instancias de la
Iglesia, y reclaman mayor atención a su labor, que es tan importante para
llevar adelante una auténtica renovación de la sociedad desde la inspiración del
Evangelio”. No podemos pensar en educadores mal remunerados, las políticas
gubernamentales deben garantizar el pago del justo salario a los educadores,
que a su vez sirve de incentivo, trayendo como consecuencia el éxito en su
trabajo por parte de los docentes.
En quinto lugar está el Estado y los demás sectores gubernamentales, la Iglesia
debe ser garante de que estos no caigan en la tentación de “intervenir, de forma politizada y desmedida en la educación, abarcando
no sólo el sistema educativo, sino también la orientación de la sociedad en
general”, es por eso que, la Iglesia actúa como árbitro con las políticas
de gobiernos que se rigen por ideologías caducas e ineficientes. Para nadie es
un secreto que la actual educación venezolana está siendo pisoteada por una
línea de pensamiento contraria a la misma historia republicana, se han
traicionado los auténticos valores bolivarianos en nombre de sí mismos.
En sexto lugar se encuentra la misma sociedad, reconocida como un compendio
de “gran influjo en la orientación y
resultado de la educación”, y sabiendo que es la Iglesia la primera en
inmiscuirse en estos actores sociales, como los son los “medios de comunicación y las nuevas tecnologías que, por su fuerte
incidencia en la determinación de aspiraciones y paradigmas, constituyen una
inmensa posibilidad educativa”, aunado a esto está también “la calle”,
entendida ésta como el “conjunto de
interacciones del que forman parte los amigos, los modelos o ídolos de moda,
los espacios reservados a niños, adolescentes y jóvenes, las diversiones y las
formas de pasar el rato, así como los valores transmitidos vivencialmente por
los adultos, las actividades y aspiraciones de las personas, el ambiente en las
comunidades, las relaciones y el ambiente laboral en las empresas…”. Introducir
a Dios en todas estas circunstancias en tarea expresa de la Iglesia y de sus
agentes de pastoral.
El séptimo lugar, y no el menos
importante, es para la Iglesia, que
ha sabido actuar dentro del campo educativo, pero que seguirá siempre en la
necesidad de aumentar su trabajo pastoral en sus “numerosos centros educativos tales como escuelas, centros y grupos
juveniles, de capacitación, grupo de catequesis, movimientos juveniles y de
educación popular, universidades…”. Si se quiere humanizar la sociedad
venezolana, la Iglesia ve como medio y propuesta una “acción evangelizadora en la escuela católica, el compromiso educativo
con los excluidos a través de respuestas alternativas, la enseñanza religiosa
en las escuelas y su presencia en la educación superior.” Nótese cómo la
terminología “educación popular” tiene su origen en el seno de la Iglesia, pero
que con el correr de los años fue adoptada por el Estado, haciendo de esto su
bandera educativa, pero que, torcidamente se alejó de su objetivo más genuino.
La Iglesia, debe actuar con presencia,
con alternativas, con propuestas más que con soluciones, pues, estamos claros
que, como Institución sólo podemos aportar ideas y sumar esfuerzos a una tarea
que nos compete únicamente en cuanto a espacio para la evangelización.
P.A
García
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