viernes, 25 de mayo de 2018

Exégesis: el impuesto para el César


Exégesis de Marcos 12,13-17
El impuesto para el César


         Cuando se habla de una exégesis, se hace mención a la pretensión de estudiar un texto “cualquiera”, con la finalidad de hacer una interpretación o explicación, valiéndose de las herramientas que proporciona para dicho estudio la filología y la historia, todo esto orientado desde una perspectiva doctrinal[1], es por eso que, con la exégesis de un texto bíblico, no se quiere proponer nuevas doctrinas ni mucho menos, sino únicamente, presentar el estudio teológico, para provecho de una comunidad, con el objetivo de que sea mejor entendido, y de esa manera, vivenciado a la luz de la palabra de Dios.

         A continuación el lector se encontrará con un esquema exegético básico, el cual permitirá la comprensión sinóptica del apartado bíblico que lleva por título el impuesto para el César, encontrado de la misma manera en los tres evangelios a estudiar, a saber: Marcos, como principal referente, Mateo y Lucas.

         Es necesario dejar claro al iniciar este estudio que los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas poseen grandes semejanzas entre sí, sin embargo, sería un error considerarlos una simple copia unos de otros. A estos tres primeros libros del Nuevo Testamento se les llama evangelios sinópticos, ya que, esta palabra, que proviene del griego, etimológicamente quiere significar “con una mirada” (syn opsis), esto porque justamente el contenido de los mismos están compuestos de tal modo que se pueden ubicar paralelamente y así precisar con facilidad sus semejanzas y diferencias[2].

         Del evangelio según san Marcos se hará una consideración más profunda, ya que se planteará, a manera de breviario, algunos datos biográficos del autor de dicho evangelio, el lugar y la fecha de composición del mismo. En el caso de Mateo y Lucas únicamente se abordará el texto con el cual tiene relación el estudio, sacando a la luz las semejanzas y diferencias propias del estudio exegético-sinóptico.

         La palabra evangelio, del griego euangelion, significa “buen mensaje”, y ha sido relacionada como la palabra escrita sobre la vida de Jesucristo. Son cuatro canónicos en la actualidad, precisados gracias a san Ireneo de Lyon, hacia el 180 d.C[3].

1.    El autor del evangelio según san Marcos

El autor del evangelio en ningún momento se nombra a sí mismo, sin embargo, ya para mediados del siglo segundo, según el testimonio del obispo Papías de Hierápolis, citado por el historiador Eusebio de Cesarea, se le atribuye a Marcos, quien fuera intérprete del Apóstol Pedro[4]. Hay algunos datos más sobre Marcos. Su nombre era Juan, y por sobrenombre “Marcos”, era primo de Bernabé, el nombre de su madre era María, al parecer en su casa se refugió san Pedro luego de ser liberado milagrosamente de la cárcel. Según la tradición esta es la misma casa donde se efectuó la última cena del Señor, y donde el Colegio Apostólico en compañía de María, la madre del Señor, recibió el Espíritu Santo en Pentecostés[5].

Según san Jerónimo, Marcos fue el primer obispo de la ciudad de Alejandría de Egipto, a pesar de que los Padres alejandrinos no mencionen este dato, es muy probable que así haya sucedido. Un relato hecho por Clemente de Alejandrina afirma que el Apóstol Pedro en algún momento dio su aprobación para que se hiciera la lectura de la composición de Marcos en las iglesias[6].

Para comprender la manera de escribir de Marcos, es necesario darlo por originario de Jerusalén, es decir, judío de nacimiento, y de alguna manera relacionado con la isla de Chipre. De la muerte de san Marcos evangelista se cuenta que sucedió en Alejandría, Iglesia fundada por él después de la muerte de Pedro, y que sus restos mortales estuvieron allí sepultados hasta que los venecianos se los llevaron[7].

2.  Fecha de composición del evangelio según san Marcos

En cuanto a la fecha de su composición, según la tradición, Marcos escribió su evangelio después de la muerte de Pedro, ocurrida aproximadamente hacia el año 64; y según las pistas ofrecidas por su misma producción literaria, antes de la destrucción de Jerusalén por Tito, en la rebelión del pueblo judío en contra del Imperio Romano, hacia el año 70; es por eso que, muchos de los estudiosos sugieren como fechas probables para la redacción de este evangelio los años entre el 65 y el 70 de la era cristiana[8].

Sería fácil pensar en Marcos, una vez asesinado en la cruz su mentor espiritual, emprendido en la tarea de redactar su obra catequética, destinada, como se verá, a la domus ecclesiae, salvaguardando de manera desordenada los dichos y hechos del Señor narrados por Pedro, testigo ocular de la predicación de Jesús de Nazaret.

3.  Lugar de composición del evangelio según san Marcos

El lugar de la redacción de este evangelio fue posiblemente la ciudad de Roma, sin embargo, Antioquía no deja de ser también una posibilidad, ya que, si el evangelio hubiera sido escrito hacia los años 65-67, como solía proponerse, ubicándolo antes de la destrucción de Jerusalén, la composición romana sería altamente certera, pero, si se admitiera la datación propuesta recientemente, según la cual este texto de la vida de Jesús ya existía hacia el año 50, mucho más verosímil sería su origen antioqueno[9].

Roma acusa con mayor severidad ser el lugar de composición, pues, tomando en cuenta que el texto hace constantemente una explicación de palabras arameas, puede llegarse a esta conclusión, además de hacer continuas alusiones al sufrimiento y a la persecución, y a la relativa frecuencia de palabras y locuciones latinizadas[10].

Se sabe que los dos testimonios más antiguos sobre el evangelio de Marcos son proporcionados por Papías y Clemente, y, aunque el primero no dice nada sobre el lugar de composición, el segundo lo afirma de manera clara, concluyendo que fue escrito en Roma, donde Pedro ejercía su ministerio[11].

4.  El impuesto para el César en Marcos 12,13-17

Ahora, teniendo claro el autor, fecha y lugar de composición del evangelio de Marcos, se da el siguiente paso, que es analizar detalladamente el texto en cuestión. El texto bíblico que a continuación se presenta, es tomado de la traducción de las Sagradas Escrituras de la Biblioteca de Autores Cristianos (Nácar-Colunga), la misma traducción y notas será utilizada para la versión de Mateo y Lucas más adelante:

13 Le enviaron algunos de los fariseos y herodianos para sorprenderle en alguna declaración. 14 Llegados, le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero, que no te da cuidado de nadie, pues no tienes respeto humanos, sino que enseñas según verdad el camino de Dios: ¿Es lícito pagar el tributo al César o no? ¿Debemos pagar o no debemos pagar? 15 El, conociendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario que lo vea. 16 Selo trajeron, y les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Ellos dijeron: Del César. 17 Jesús replicó: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraron de Él.

5.  El impuesto para el César en Mateo 22,15-22

15 Entonces se retiraron los fariseos y celebraron consejo para ver el modo de sorprenderlo en alguna declaración. 16 Enviáronle discípulos suyos con herodianos para decirle: Maestro, sabemos que eres sincero y que con verdad enseñas el camino de Dios, sin darte cuidado de nadie, y que no tienes acepción de personas. 17 Dinos, pues, tu parecer: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? 18 Jesús, conociendo su malicia, dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19 Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. 20 Él les preguntó: ¿De quién es esa imagen y esa inscripción? 21 Le contestaron: Del César. Díjoles entonces: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 22 Y al oírle se quedaron maravillados, y dejándole, se fueron.

6.  El impuesto para el César en Lucas 20,20-26

20 Quedándose al acecho, enviaron espías, que se presentaron como varones justos, para sorprenderle en su doctrina, de manera que pudieran entregarle a la autoridad y poder del gobernador. 21 Le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud y no tienes miramientos, sino que enseñas según la verdad los caminos de Dios. 22 ¿Nos es lícito a nosotros pagar tributo al César o no? 23 Viendo El su malicia, les dijo: 24 Mostradme un denario. ¿De quién es la efigie y la inscripción que tiene? Dijeron: Del César. 25 Y Él les respondió: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 26 No pudiendo sorprenderle en sus palabras delante del pueblo y maravillados de su respuesta, callaron.

7.   Análisis sinóptico de las tres versiones evangélicas

Desde los primeros días de nuestra Iglesia, el fenómeno de los primeros tres evangelios ha causado variadas discusiones. Se está tratando con documentos que abarcan básicamente el mismo terreno, que consideran el ministerio de Jesús en forma casi idéntica, que tienen ciertas sorprendentes concordancias verbales, como se pudo notar con la lectura de “el impuesto para el César”, y también notables diferencias[12]. Es indiscutible precisar desde ahora que los tres evangelios sinópticos fueron escritos es griego, aunque con dependencia de una tradición aramea oral o escrita, que dejó sus huellas incluso a nivel gramatical y que sin duda continuó viva aun después de la redacción de los evangelios actuales. De igual manera, es común hoy en día pensar que el más antiguo de los tres sinópticos es Marcos y que Mateo y Lucas lo conocieron y utilizaron[13].

8.  Visión en conjunto según Giuseppe Ricciotti

Presentar aquí una colección de comentarios de los Padres de la Iglesia y demás autores y exégetas cristianos, no es tarea fácil, y tampoco necesaria, sin embargo, la visión de este relato evangélico, presente en los evangelios sinópticos, como se ha precisado, será esbozado por Giuseppe Ricciotti, distinguido profesor de Historia del Oriente Cristiano en la Real Universidad de Roma.

Ricciotti comienza su análisis ubicando la escena en un contexto político, es decir, toda la trama ocurrida en torno a la figura de Jesús, es pretensión de los judíos por verlo implicado en faltas contra el gobierno, cosa que Jesús siempre evitó, sin embargo, el favor popular de Jesús le funcionó como obstáculo protector. La presencia de los herodianos es característica general de que buscaban involucrarlo en política[14].

Los emisarios se acercan llenos de afectado respeto, como si no tuviesen ninguna relación con los precedentes interlocutores y viniesen de otro lugar, cuando en realidad antes habían celebrado consejo. Untuosamente le preguntan a Jesús: Maestro, sabemos que eres sincero, que no te da cuidado de nadie, pues no tienes respeto humanos, sino que enseñas según verdad el camino de Dios: ¿Es lícito pagar el tributo al César o no? ¿Debemos pagar o no debemos pagar? (Mc. 12,14). Esta pregunta, como lo deja entrever el evangelista, no era más que una ligera astucia, pues si Jesús respondía que era lícito pagar, se atraería el odio del pueblo sometido, ya que quien figuraba como Mesías y héroe de toda la nación no habría podido nunca declarar lícito el reconocer una autoridad política extranjera y pagarle un tributo. Por otra parte, si Jesús respondía que era ilícito, esta simple negación era suficiente para denunciarlo al procurador romano como un rebelde e instigador de motines[15].

Los fariseos fallaron en su pretensión, pues Jesús les respondió: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario que lo vea. (Mc 12.15). Enseguida le fue llevado un denarius romano de plata, que servía de moneda corriente para el pago de impuestos y estaba acuñado fuera de Palestina en razón de ser metal precioso y tener estampada una efigie humana, mientras que las monedas judías eran de bronce y no tenían imagen alguna, en acatamiento a la ley[16].

Un poco extraña pareció la necesidad de Jesús de que le llevaran la moneda, como si no la hubiese visto nunca, pero aun mayor extrañeza causó cuando preguntó: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? (Mc 12.16). La ignorancia usada por Jesús es la de Sócrates en su método interrogativo, ignorancia que miraba a hacer enunciada una determinada verdad al interrogado. Una vez le respondieron que era del César, Jesús concluyó: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. (Mc 12.17). De esta manera quedó resuelta la cuestión política, sin que Jesús la evitara, pues si los fariseos y herodianos aceptaban la moneda y se servían de ella corrientemente mostraban aceptar la soberanía del que la había mandado a acuñar[17].

Al igual que en Mateo y Lucas, la narración de Marcos demuestra a los fariseos nacionalistas y herodianos colaboracionistas que no hay conflicto alguno en la cuestión del tributo, pues el deber hacia Dios no excluye los deberes hacia los hombres, y el deber hacia el César lo prueba la misma moneda[18].

Una visión en conjunto demuestra que Jesús no tuvo intención de dividir el mundo en dos reinos, (el de Dios y el del César) poniéndolos en un plano de igualdad. Tampoco pretendió Jesús establecer dos órdenes separados: uno humano, otro divino que nada tiene que ser con las cuestiones terrenas. Para Jesús, desde la visión evangélica, el estado no es el valor supremo, y por eso aclara que es más importante los deberes para con Dios[19].

Según el comentario de san Jerónimo sobre este pasaje, es posible que Marcos tuviera a los fariseos por partidarios de la colaboración con Roma, mientras que los herodianos representarían a los partidos de tendencia nacionalista que la rechazaban. Entre los años 6 y 70 d. C. se impuso un tributo a los habitantes de Judea, Samaría e Idumea. Aparte de que ello constituía un continuo recordatorio de que se vivía en sujeción a Roma, el pago mismo de este tributo no dejaba de suscitar escrúpulos de tipo religioso entre los judíos, ya que había de hacerse en moneda de plata que llevaba la efigie del emperador. La cuestión era objeto de un cálido debate entre los judíos, y el intento de forzar a Jesús para que se pronunciara en uno u otro sentido iba encaminado a enemistarle con una de las dos partes. Ya que se estimaba que las monedas eran propiedad personal del emperador, llevarlas consigo era tanto como reconocer la soberanía del mismo. Jesús, en consecuencia, retuerce el argumento diciéndoles que de esa manera han contraído la obligación de pagar el tributo. Teniendo en cuenta la creencia de que el reino de Dios iba a llegar inmediatamente, con lo que desaparecerían todos los reinos terrenos, las palabras de Jesús no son propiamente un principio de lealtad a la Iglesia y al Estado, sino una declaración sobre la relativa insignificancia del poderío político de Roma comparado con el reino de Dios. Sin embargo, en el momento en que escribe Marcos, la expectación de un final inminente del mundo ya había perdido fuerza entre los cristianos, y la declaración de Jesús se había reinterpretado como si sancionara el principio de que la lealtad que debe el individuo a la autoridad civil no ha de estar necesariamente en conflicto con su obediencia a Dios Estas palabras tendrían especial importancia para los cristianos de Roma durante la persecución de Nerón (64 d. C)[20].

P.A
García



[1] GARCÍA, Tomás., Larousse diccionario enciclopédico usual, Ediciones Larousse. Ciudad de México, México 2011, p. 292.
[2] AGUIRRE MONATERIO, Rafael y RODRÍGUEZ CARMONA, Antonio., Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles, Editorial Verbo Divino. Navarra, España 1992, p. 51.
[3] GEDDES y GROSSET, Enciclopedia de la Biblia, Editorial Robin Book.  Barcelona, España 1999, p.98.
[4] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad. Madrid, España 1974, p. 121.
[5] NÁCAR, Eloíno y COLUNGA, Alberto., Sagrada Biblia, Ediciones Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, España 1965, p. 1022.
[6] HARRISON, Everett., Introducción al Nuevo Testamento, Ediciones Libros Desafío. Michigan, Estados Unidos de América 2007,  p.177.
[7]  GEDDES y GROSSET, Enciclopedia de la Biblia, Editorial Robin Book.  Barcelona, España 1999, p.192.
[8] SCHÖKEL, Luis Alonso., La Biblia de nuestro pueblo, Nuevo Testamento, Ediciones Mensajero. Bilbao, España 2011, p. 116.
[9] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad. Madrid, España 1974, p.121.
[10] SCHÖKEL, Luis Alonso., La Biblia de nuestro pueblo, Nuevo Testamento, Ediciones Mensajero. Bilbao, España 2011, p. 116.
[11]UBIERTA LÓPEZ, José Ángel., Biblia de Jerusalén, Ediciones Desclée De Brouwer. Bilbao, España 2009, p. 1406.
[12] HARRISON, Everett., Introducción al Nuevo Testamento, Ediciones Libros Desafío. Michigan, Estados Unidos de América 2007,  p.136.
[13] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad. Madrid, España 1974, p. 30.
[14] RICCIOTTI, Giuseppe., Vida de Jesucristo, Ediciones Luis Miracle. Barcelona, España 1951, p. 574.
[15] Ibídem pp. 574-575.
[16] Ibídem p. 575.
[17] RICCIOTTI, Giuseppe., Vida de Jesucristo, Ediciones Luis Miracle. Barcelona, España 1951, p. 576.
[18] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad. Madrid, España 1974, p. 164.
[19] SCHÖKEL, Luis Alonso., La Biblia de nuestro pueblo, Nuevo Testamento, Ediciones Mensajero. Bilbao, España 2011, p. 95.
[20] FITZMYER, Joseph., Comentario Bíblico “San Jerónimo” Nuevo Testamento I. Ediciones Cristiandad. Madrid, España 1972, p. 129.

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