Exégesis de Marcos 12,13-17
El impuesto para el César
Cuando se habla de una exégesis, se
hace mención a la pretensión de estudiar un texto “cualquiera”, con la
finalidad de hacer una interpretación o explicación, valiéndose de las
herramientas que proporciona para dicho estudio la filología y la historia, todo
esto orientado desde una perspectiva doctrinal[1],
es por eso que, con la exégesis de un texto bíblico, no se quiere proponer
nuevas doctrinas ni mucho menos, sino únicamente, presentar el estudio
teológico, para provecho de una comunidad, con el objetivo de que sea mejor
entendido, y de esa manera, vivenciado a la luz de la palabra de Dios.
A continuación el lector se encontrará
con un esquema exegético básico, el cual permitirá la comprensión sinóptica del
apartado bíblico que lleva por título el
impuesto para el César, encontrado de la misma manera en los tres
evangelios a estudiar, a saber: Marcos, como principal referente, Mateo y
Lucas.
Es necesario dejar claro al iniciar
este estudio que los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas poseen grandes
semejanzas entre sí, sin embargo, sería un error considerarlos una simple copia
unos de otros. A estos tres primeros libros del Nuevo Testamento se les llama
evangelios sinópticos, ya que, esta
palabra, que proviene del griego, etimológicamente quiere significar “con una
mirada” (syn opsis), esto porque
justamente el contenido de los mismos están compuestos de tal modo que se
pueden ubicar paralelamente y así precisar con facilidad sus semejanzas y
diferencias[2].
Del evangelio según san Marcos se hará
una consideración más profunda, ya que se planteará, a manera de breviario,
algunos datos biográficos del autor de dicho evangelio, el lugar y la fecha de
composición del mismo. En el caso de Mateo y Lucas únicamente se abordará el
texto con el cual tiene relación el estudio, sacando a la luz las semejanzas y
diferencias propias del estudio exegético-sinóptico.
La palabra evangelio, del griego euangelion, significa “buen mensaje”, y
ha sido relacionada como la palabra escrita sobre la vida de Jesucristo. Son
cuatro canónicos en la actualidad, precisados gracias a san Ireneo de Lyon,
hacia el 180 d.C[3].
1.
El autor del evangelio según san Marcos
El autor del evangelio en ningún
momento se nombra a sí mismo, sin embargo, ya para mediados del siglo segundo,
según el testimonio del obispo Papías de Hierápolis, citado por el historiador
Eusebio de Cesarea, se le atribuye a Marcos, quien fuera intérprete del Apóstol
Pedro[4].
Hay algunos datos más sobre Marcos. Su nombre era Juan, y por sobrenombre
“Marcos”, era primo de Bernabé, el nombre de su madre era María, al parecer en
su casa se refugió san Pedro luego de ser liberado milagrosamente de la cárcel.
Según la tradición esta es la misma casa donde se efectuó la última cena del
Señor, y donde el Colegio Apostólico en compañía de María, la madre del Señor,
recibió el Espíritu Santo en Pentecostés[5].
Según san Jerónimo, Marcos fue el
primer obispo de la ciudad de Alejandría de Egipto, a pesar de que los Padres
alejandrinos no mencionen este dato, es muy probable que así haya sucedido. Un
relato hecho por Clemente de Alejandrina afirma que el Apóstol Pedro en algún
momento dio su aprobación para que se hiciera la lectura de la composición de
Marcos en las iglesias[6].
Para comprender la manera de escribir
de Marcos, es necesario darlo por originario de Jerusalén, es decir, judío de
nacimiento, y de alguna manera relacionado con la isla de Chipre. De la muerte
de san Marcos evangelista se cuenta que sucedió en Alejandría, Iglesia fundada
por él después de la muerte de Pedro, y que sus restos mortales estuvieron allí
sepultados hasta que los venecianos se los llevaron[7].
2. Fecha
de composición del evangelio según san Marcos
En cuanto a la fecha de su composición,
según la tradición, Marcos escribió su evangelio después de la muerte de Pedro,
ocurrida aproximadamente hacia el año 64; y según las pistas ofrecidas por su
misma producción literaria, antes de la destrucción de Jerusalén por Tito, en
la rebelión del pueblo judío en contra del Imperio Romano, hacia el año 70; es
por eso que, muchos de los estudiosos sugieren como fechas probables para la
redacción de este evangelio los años entre el 65 y el 70 de la era cristiana[8].
Sería fácil pensar en Marcos, una vez
asesinado en la cruz su mentor espiritual, emprendido en la tarea de redactar
su obra catequética, destinada, como se verá, a la domus ecclesiae, salvaguardando de manera desordenada los dichos y
hechos del Señor narrados por Pedro, testigo ocular de la predicación de Jesús
de Nazaret.
3. Lugar
de composición del evangelio según san Marcos
El lugar de la redacción de este
evangelio fue posiblemente la ciudad de Roma, sin embargo, Antioquía no deja de
ser también una posibilidad, ya que, si el evangelio hubiera sido escrito hacia
los años 65-67, como solía proponerse, ubicándolo antes de la destrucción de
Jerusalén, la composición romana sería altamente certera, pero, si se admitiera
la datación propuesta recientemente, según la cual este texto de la vida de
Jesús ya existía hacia el año 50, mucho más verosímil sería su origen
antioqueno[9].
Roma acusa con mayor severidad ser el
lugar de composición, pues, tomando en cuenta que el texto hace constantemente
una explicación de palabras arameas, puede llegarse a esta conclusión, además
de hacer continuas alusiones al sufrimiento y a la persecución, y a la relativa
frecuencia de palabras y locuciones latinizadas[10].
Se sabe que los dos testimonios más
antiguos sobre el evangelio de Marcos son proporcionados por Papías y Clemente,
y, aunque el primero no dice nada sobre el lugar de composición, el segundo lo
afirma de manera clara, concluyendo que fue escrito en Roma, donde Pedro
ejercía su ministerio[11].
4. El
impuesto para el César en Marcos 12,13-17
Ahora, teniendo claro el autor, fecha y
lugar de composición del evangelio de Marcos, se da el siguiente paso, que es
analizar detalladamente el texto en cuestión. El texto bíblico que a
continuación se presenta, es tomado de la traducción de las Sagradas Escrituras
de la Biblioteca de Autores Cristianos (Nácar-Colunga), la misma traducción y
notas será utilizada para la versión de Mateo y Lucas más adelante:
13 Le enviaron algunos de los fariseos
y herodianos para sorprenderle en alguna declaración. 14 Llegados, le dijeron:
Maestro, sabemos que eres sincero, que no te da cuidado de nadie, pues no
tienes respeto humanos, sino que enseñas según verdad el camino de Dios: ¿Es
lícito pagar el tributo al César o no? ¿Debemos pagar o no debemos pagar? 15
El, conociendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario
que lo vea. 16 Selo trajeron, y les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta
inscripción? Ellos dijeron: Del César. 17 Jesús replicó: Dad, pues, al César lo
que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraron de Él.
5. El
impuesto para el César en Mateo 22,15-22
15 Entonces se retiraron los fariseos y
celebraron consejo para ver el modo de sorprenderlo en alguna declaración. 16
Enviáronle discípulos suyos con herodianos para decirle: Maestro, sabemos que
eres sincero y que con verdad enseñas el camino de Dios, sin darte cuidado de
nadie, y que no tienes acepción de personas. 17 Dinos, pues, tu parecer: ¿Es
lícito pagar tributo al César o no? 18 Jesús, conociendo su malicia, dijo: ¿Por
qué me tentáis, hipócritas? 19 Mostradme la moneda del tributo. Ellos le
presentaron un denario. 20 Él les preguntó: ¿De quién es esa imagen y esa
inscripción? 21 Le contestaron: Del César. Díjoles entonces: Pues dad al César
lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 22 Y al oírle se quedaron
maravillados, y dejándole, se fueron.
6. El
impuesto para el César en Lucas 20,20-26
20 Quedándose al acecho, enviaron
espías, que se presentaron como varones justos, para sorprenderle en su
doctrina, de manera que pudieran entregarle a la autoridad y poder del
gobernador. 21 Le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que hablas y enseñas
con rectitud y no tienes miramientos, sino que enseñas según la verdad los
caminos de Dios. 22 ¿Nos es lícito a nosotros pagar tributo al César o no? 23
Viendo El su malicia, les dijo: 24 Mostradme un denario. ¿De quién es la efigie
y la inscripción que tiene? Dijeron: Del César. 25 Y Él les respondió: Pues dad
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 26 No pudiendo
sorprenderle en sus palabras delante del pueblo y maravillados de su respuesta,
callaron.
7.
Análisis sinóptico de las tres versiones
evangélicas
Desde
los primeros días de nuestra Iglesia, el fenómeno de los primeros tres
evangelios ha causado variadas discusiones. Se está tratando con documentos que
abarcan básicamente el mismo terreno, que consideran el ministerio de Jesús en
forma casi idéntica, que tienen ciertas sorprendentes concordancias verbales,
como se pudo notar con la lectura de “el
impuesto para el César”, y también notables diferencias[12].
Es indiscutible precisar desde ahora que los tres evangelios sinópticos fueron
escritos es griego, aunque con dependencia de una tradición aramea oral o
escrita, que dejó sus huellas incluso a nivel gramatical y que sin duda
continuó viva aun después de la redacción de los evangelios actuales. De igual
manera, es común hoy en día pensar que el más antiguo de los tres sinópticos es
Marcos y que Mateo y Lucas lo conocieron y utilizaron[13].
8.
Visión en conjunto según Giuseppe
Ricciotti
Presentar aquí una colección de
comentarios de los Padres de la Iglesia y demás autores y exégetas cristianos,
no es tarea fácil, y tampoco necesaria, sin embargo, la visión de este relato
evangélico, presente en los evangelios sinópticos, como se ha precisado, será
esbozado por Giuseppe Ricciotti, distinguido profesor de Historia del Oriente
Cristiano en la Real Universidad de Roma.
Ricciotti comienza su análisis ubicando
la escena en un contexto político, es decir, toda la trama ocurrida en torno a
la figura de Jesús, es pretensión de los judíos por verlo implicado en faltas
contra el gobierno, cosa que Jesús siempre evitó, sin embargo, el favor popular
de Jesús le funcionó como obstáculo protector. La presencia de los herodianos
es característica general de que buscaban involucrarlo en política[14].
Los emisarios se acercan llenos de
afectado respeto, como si no tuviesen ninguna relación con los precedentes
interlocutores y viniesen de otro lugar, cuando en realidad antes habían celebrado consejo. Untuosamente le
preguntan a Jesús: Maestro, sabemos que
eres sincero, que no te da cuidado de nadie, pues no tienes respeto humanos,
sino que enseñas según verdad el camino de Dios: ¿Es lícito pagar el tributo al
César o no? ¿Debemos pagar o no debemos pagar? (Mc. 12,14). Esta pregunta,
como lo deja entrever el evangelista, no era más que una ligera astucia, pues
si Jesús respondía que era lícito pagar, se atraería el odio del pueblo
sometido, ya que quien figuraba como Mesías y héroe de toda la nación no habría
podido nunca declarar lícito el reconocer una autoridad política extranjera y
pagarle un tributo. Por otra parte, si Jesús respondía que era ilícito, esta
simple negación era suficiente para denunciarlo al procurador romano como un
rebelde e instigador de motines[15].
Los fariseos fallaron en su pretensión,
pues Jesús les respondió: ¿Por qué me
tentáis? Traedme un denario que lo vea. (Mc 12.15). Enseguida le fue
llevado un denarius romano de plata,
que servía de moneda corriente para el pago de impuestos y estaba acuñado fuera
de Palestina en razón de ser metal precioso y tener estampada una efigie
humana, mientras que las monedas judías eran de bronce y no tenían imagen
alguna, en acatamiento a la ley[16].
Un poco extraña pareció la necesidad de
Jesús de que le llevaran la moneda, como si no la hubiese visto nunca, pero aun
mayor extrañeza causó cuando preguntó: ¿De
quién es esta imagen y esta inscripción? (Mc 12.16). La ignorancia usada
por Jesús es la de Sócrates en su método interrogativo, ignorancia que miraba a
hacer enunciada una determinada verdad al interrogado. Una vez le respondieron
que era del César, Jesús concluyó: Dad,
pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. (Mc 12.17). De
esta manera quedó resuelta la cuestión política, sin que Jesús la evitara, pues
si los fariseos y herodianos aceptaban la moneda y se servían de ella
corrientemente mostraban aceptar la soberanía del que la había mandado a acuñar[17].
Al igual que en Mateo y Lucas, la
narración de Marcos demuestra a los fariseos nacionalistas y herodianos
colaboracionistas que no hay conflicto alguno en la cuestión del tributo, pues
el deber hacia Dios no excluye los deberes hacia los hombres, y el deber hacia
el César lo prueba la misma moneda[18].
Una visión en conjunto demuestra que
Jesús no tuvo intención de dividir el mundo en dos reinos, (el de Dios y el del
César) poniéndolos en un plano de igualdad. Tampoco pretendió Jesús establecer
dos órdenes separados: uno humano, otro divino que nada tiene que ser con las
cuestiones terrenas. Para Jesús, desde la visión evangélica, el estado no es el
valor supremo, y por eso aclara que es más importante los deberes para con Dios[19].
Según el comentario de san Jerónimo
sobre este pasaje, es posible que Marcos tuviera a los fariseos por partidarios
de la colaboración con Roma, mientras que los herodianos representarían a los
partidos de tendencia nacionalista que la rechazaban. Entre los años 6 y 70 d.
C. se impuso un tributo a los habitantes de Judea, Samaría e Idumea. Aparte de
que ello constituía un continuo recordatorio de que se vivía en sujeción a
Roma, el pago mismo de este tributo no dejaba de suscitar escrúpulos de tipo
religioso entre los judíos, ya que había de hacerse en moneda de plata que
llevaba la efigie del emperador. La cuestión era objeto de un cálido debate
entre los judíos, y el intento de forzar a Jesús para que se pronunciara en uno
u otro sentido iba encaminado a enemistarle con una de las dos partes. Ya que
se estimaba que las monedas eran propiedad personal del emperador, llevarlas
consigo era tanto como reconocer la soberanía del mismo. Jesús, en
consecuencia, retuerce el argumento diciéndoles que de esa manera han contraído
la obligación de pagar el tributo. Teniendo en cuenta la creencia de que el
reino de Dios iba a llegar inmediatamente, con lo que desaparecerían todos los
reinos terrenos, las palabras de Jesús no son propiamente un principio de
lealtad a la Iglesia y al Estado, sino una declaración sobre la relativa
insignificancia del poderío político de Roma comparado con el reino de Dios.
Sin embargo, en el momento en que escribe Marcos, la expectación de un final
inminente del mundo ya había perdido fuerza entre los cristianos, y la
declaración de Jesús se había reinterpretado como si sancionara el principio de
que la lealtad que debe el individuo a la autoridad civil no ha de estar
necesariamente en conflicto con su obediencia a Dios Estas palabras tendrían
especial importancia para los cristianos de Roma durante la persecución de
Nerón (64 d. C)[20].
P.A
García
[1] GARCÍA, Tomás., Larousse diccionario enciclopédico usual, Ediciones
Larousse. Ciudad de México, México 2011, p. 292.
[2] AGUIRRE MONATERIO, Rafael y
RODRÍGUEZ CARMONA, Antonio., Evangelios sinópticos
y Hechos de los Apóstoles, Editorial Verbo Divino. Navarra, España 1992, p.
51.
[3] GEDDES y GROSSET, Enciclopedia de la Biblia, Editorial
Robin Book. Barcelona, España 1999,
p.98.
[4] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis
Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones
Cristiandad. Madrid, España 1974, p. 121.
[5] NÁCAR, Eloíno y COLUNGA,
Alberto., Sagrada Biblia, Ediciones
Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, España 1965, p. 1022.
[6] HARRISON, Everett., Introducción al Nuevo Testamento,
Ediciones Libros Desafío. Michigan, Estados Unidos de América 2007, p.177.
[7]
GEDDES y GROSSET, Enciclopedia de
la Biblia, Editorial Robin Book.
Barcelona, España 1999, p.192.
[8] SCHÖKEL, Luis Alonso., La Biblia de nuestro pueblo, Nuevo
Testamento, Ediciones Mensajero. Bilbao, España 2011, p. 116.
[9] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis
Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones
Cristiandad. Madrid, España 1974, p.121.
[10] SCHÖKEL, Luis Alonso., La Biblia de nuestro pueblo, Nuevo
Testamento, Ediciones Mensajero. Bilbao, España 2011, p. 116.
[11]UBIERTA LÓPEZ, José Ángel., Biblia de Jerusalén, Ediciones Desclée
De Brouwer. Bilbao, España 2009, p. 1406.
[12] HARRISON, Everett., Introducción al Nuevo Testamento,
Ediciones Libros Desafío. Michigan, Estados Unidos de América 2007, p.136.
[13] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis
Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones
Cristiandad. Madrid, España 1974, p. 30.
[14] RICCIOTTI, Giuseppe., Vida de Jesucristo, Ediciones Luis
Miracle. Barcelona, España 1951, p. 574.
[17] RICCIOTTI, Giuseppe., Vida de Jesucristo, Ediciones Luis
Miracle. Barcelona, España 1951, p. 576.
[18] MATEOS, Juan y SCHÖKEL, Luis
Alonso., Nuevo Testamento, Ediciones
Cristiandad. Madrid, España 1974, p. 164.
[19] SCHÖKEL, Luis Alonso., La Biblia de nuestro pueblo, Nuevo
Testamento, Ediciones Mensajero. Bilbao, España 2011, p. 95.
[20] FITZMYER, Joseph., Comentario Bíblico “San Jerónimo” Nuevo
Testamento I. Ediciones Cristiandad. Madrid, España 1972, p. 129.
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