LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
Lucas 1, 26-38:
26 Al sexto mes fue enviado por
Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen
desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la
virgen era María. 28 Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo.» 29 Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué
significaría aquel saludo. 30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has
hallado gracia delante de Dios; 31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz
un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32 El será grande y será llamado
Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33
reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» 34
María respondió al ángel: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» 35
El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será
llamado Hijo de Dios. 36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un
hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37
porque ninguna cosa es imposible para Dios.» 38 Dijo María: «He aquí la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.
Datos
biográficos de san Lucas Evangelista
Lucas es para la Tradición católica el
indudable autor del tercer Evangelio, mejor conocido como “según san Lucas”,
este personaje es reconocido por la mayoría de los historiadores como el
“médico querido” del apóstol san Pablo (Col 4,14; Flm 24)[1].
En principio Lucas no era un apóstol testigo presencial de la vida terrenal de
Jesús, por ello es difícil explicar cómo el nombre de Lucas fue unido
posteriormente a este evangelio, sin embargo, como ya se ha mencionado, la Tradición
de la Iglesia así lo dará por entendido, además de predicar que este
evangelista era soltero, trabajó en Acaya (Grecia) y murió a los ochenta y
cuatro años. El catolicismo celebra su fiesta litúrgica el 18 de octubre[2].
Finalmente es necesario acotar que tanto el evangelio según san Lucas como los
Hechos de los Apóstoles eran dos partes de una misma obra compuesta
probablemente en Grecia, donde Lucas conservó el testimonio de la comunidad
primitiva, en la que se encontraba la Santísima Virgen María, y de donde obtuvo
los relatos de la infancia de Jesús[3].
Contexto
histórico del evangelio según san Lucas: Esta obra literaria lucana es
ubicada en la segunda generación de los cristianos, cuando éstos se expanden y
se asientan inmersos en el mundo dominado por Roma, por ello es objetivo de
Lucas presentar el ideal Cristiano como apto e inofensivo para la sociedad
romana, especialmente como una práctica religiosa que cambie la violencia de
las armas y guerras por la fuerza del Espíritu que convirtió a muchos hombres a
Jesús de Nazaret[4].
Lucas cuando escribe se apertura al mundo helenista y a la realidad política
del Imperio, con una actitud nueva respecto de la espera escatológica,
ubicándose fuera de Palestina vive en un mundo cultural y religioso muy alejado
del judaísmo de la época de Jesús, y, sin embargo, este escritor sagrado se
siente en continuidad con la herencia del Antiguo Testamento[5].
Para explicar las peculiares
características de los primeros capítulos de Lucas, donde se ubica el texto a
analizar, algunos exégetas has sugerido que para la redacción de estos dos
capítulos Lucas pudo usar una o varias fuentes escritas. Algunos han emitido la
hipótesis de un documento pre-lucano o de documentos escritos en griego, lo que
explicaría la diferencia de estilo respecto del resto de la obra; otros han
razonado que la fraseología tan claramente semítica es prueba de que Lucas
incorporó en este lugar una narración de la infancia de Jesús que habría sido
traducida de un texto, o diversos textos, escritos originalmente en hebreo o
arameo[6].
Análisis
del texto lucano
El texto a analizar, (Lucas 1, 26-38), es titulado como el “anuncio del nacimiento de Jesús”, el
cual se ubica en un pequeño lugar de Galilea, fuera de las grandes instituciones
religiosas de Israel. Lucas se esfuerza por narrar un origen nada común para el
gran personaje de su obra, Jesús, que es descrito, sin embargo, con los rasgos
del Mesías del Antiguo Testamento (Is 7,
14; 9,6; 2Sm 7, 14-16) y como Hijo de Dios, o su equivalente Hijo del
Altísimo, un título con el que Lucas quiere describir la relación misteriosa
que le une al Padre. Pero en este relato no se queda en lo ficticio y
extraordinario; todo lo contrario: en primer lugar, para él es muy importante
establecer unas coordenadas histórico-temporales: ya había dicho que se trataba
del tiempo del rey Herodes y que lo que ahora viene sucedió a los seis meses de
la concepción de Isabel; y una coordenada espacial: Nazaret, no el lugar más importante,
sino la periferia.
Lucas estructura su evangelio de la
infancia en torno a la figura de María, quien es presentada como la prometida
de José. Pero esta promesa, o esponsales, era considerada por la ley de Israel
como un contrato solemne. Sin embargo la pareja no vivía bajo el mismo techo
hasta que se realizaba la boda, según la costumbre, un año después de los
esponsales, lo cual explica la pregunta de María en (Lc 1, 34). A pesar de la importancia de María en el evangelio de
la infancia de Lucas, es José el que entronca a Jesús con la familia de David (Lc 1, 27), cumpliéndose así el
propósito general de la esperanza mesiánica: un descendiente de David sería el
Mesías de Israel. Y aunque María no pide ningún signo, como hizo Zacarías (Lc 1, 18), se le da una garantía de la
autenticidad del mensaje: su parienta Isabel, que era estéril, va a dar a luz
un hijo. Las palabras del ángel concluyen con el mismo mensaje que recibieron
Abrahán y Sara cuando dudaron de la noticia del nacimiento de su hijo (Lc 1,37; ver Gn 18,14). Todo es obra
del Espíritu a quien Lucas mismo describe, mediante la ley de paralelismo, como
el poder o la fuerza de Dios (Lc 1,35).
Nos encontramos aquí con un tema que se remonta al Antiguo Testamento. El
Espíritu de Dios ya estaba presente con su fuerza en (Gn 1,2) para realizar la gran obra de la creación. Aquí, ese mismo
poder, se hace de nuevo presente en el momento en el que María, con su
obediencia a la palabra de Dios, se nos presenta como prototipo ideal del
creyente[7].
En este relato hay dos protagonistas,
María y la Palabra. María es símbolo de una porción de la humanidad que a pesar
de las situaciones históricas de marginación, rechazo y abandono por parte de
la oficialidad socio-religiosa, confía, espera y está abierta al querer divino.
La Palabra, Dios, que se pronuncia pero no en el centro donde todo parece que
está dicho y decidido, porque viéndolo bien, Dios mismo ve que allí no hay
cabida para él.
En la anunciación, se ve como la
representación de este acontecimiento se inspira en varios pasajes del Antiguo
Testamento, en particular en la aparición del ángel a Gedeón, (Jc 6, 11-24) y con el anuncio del
nacimiento de Sansón, (Jc 13, 2-7).
La dignidad del niño que nacerá se evoca con alusiones a las promesas del
Antiguo Testamento, sobre todo las hechas a David y a su linaje. En Lucas 1, 28
está el alégrate, que es la llamada al júbilo mesiánico, eco de la llamada de
los profetas a la Hija de Sión, y como ésta, motivada por la venida de Dios
entre su pueblo[8].
María fue visitada por un ángel, y estos
son los mensajeros, seres sobrenaturales que rodean el trono de Dios y que
comparten el gozo de Dios. Los ángeles son seres celestiales y su labor
consiste en servir a Dios. En el cielo adoran a Dios y en la tierra actúan como
mensajeros de Dios, para transmitir su Palabra a la humanidad. Los ángeles ayudan
también a las personas[9].
P.A
García
[1] SCHöKEL, Luis Alfonso., La biblia de nuestro pueblo. Nuevo
testamento, Ediciones Mensajero. Bilbao,
España 2011, p. 158.
[2]
JERÓNIMO, san., Comentario bíblico, san Jerónimo, Tomo III,
Nuevo Testamento I. Ediciones Cristiandad. Madrid, España 1971, p.p.
296-297.
[3] Sociedad Bíblica Católica
Internacional., La biblia
latinoamericana, Editorial Verbo Divino. Publicación San Pablo, Madrid,
España 2005, p. 106.
[4] SCHöKEL, Luis Alfonso., op. cit. p. 157.
[5]
GUIJARRO, Santiago., [et. al.] Comentario al Nuevo Testamento, Editorial
Verbo Divino. Madrid, España 2002, p. 187.
[6] MCHUGH, Jhon., La madre de Jesús en el Nuevo Testamento, Editorial
Desclée de Brouwer. Bilbao, España 1979, p. 52.
[8] UBIETA, José Ángel., Biblia de Jerusalén nueva edición totalmente
revisada, Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao, España 2009, p. 1492
[9] RUIZ-GARRIDO, Constantino., Diccionario bíblico abreviado, Editorial
Verbo Divino, Madrid, España 1995, p. 25.
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