Informe General de la Pastoral
Introducción:
el trabajo pastoral que los seminaristas, en ocasiones, deben ejercer durante
algún tiempo fuera del seminario, es una experiencia casi obligatoria que han
de vivir, de manera que, a través del contacto con la gente y sus realidades temporales,
adquieran los conocimientos necesarios para un futuro pastoreo o cura de almas.
En este caso, el responsable “de hecho” del cuidado pastoral de la Rectoría fue el
seminarista Pedro García, pero el responsable “de derecho” fue el sacerdote
Marcos Molina. La pastoral tuvo una duración de siete meses, desde el 04 de
enero al 04 agosto de 2020. Desde el 04 de enero hasta el 16 de marzo se llevó
una pastoral itinerante por casi todas las comunidades de la Rectoría. Hubo
comunidades que no se lograron abarcar por diferentes motivos. No se realizó la
Semana Santa, ni en público ni en privado.
Rectoría
Santa Lucía: esta pequeña comunidad cristiana forma parte de la
jurisdicción eclesiástica de la Parroquia Santa Bárbara, cuya sede está en la
ciudad de Santa Bárbara del Zulia. Está enclavada en la Parroquia Civil
Urribarrí, del Municipio Colón del estado Zulia. Aunque la sede de la Rectoría
está en Caño Blanco, la capital de la Parroquia Civil está en Puerto Concha,
comunidad a orillas del Lago de Maracaibo.
Distribución:
la jurisdicción eclesiástica de la Rectoría Santa Lucía comprende las
siguientes poblaciones o sectores: Puerto Concha, Medio Cuarto, Janeiro, Caño
Negro, San Antonio, Taparones, Caño Blanco, Mosioco, Puerto Chama, Caño Muerto,
La Fortuna, entre otros caseríos menores que se extienden desde La Fortuna
hasta llegar nuevamente a Puerto Concha. Se visitaron en jornada de
evangelización todas las casas de: La Fortuna, Puerto Chama y Mosioco (Centro).
Religiosidad:
la fe católica en la zona, aunque expandida por doquier, posee frívolas
raíces. La patrona de la Rectoría es Santa Lucía, virgen y mártir. El
porcentaje de católicos supuestamente es superior al de otras confesiones
cristianas. La feligresía que acude a la Rectoría está conformada por un gran
número de personas que participaron de la “Experiencia de Emaús”, mejor
conocido como Retiro de Emaús, a estas personas se les identifican como
“emausianos”. La asistencia y participación de los católicos, comparando con el
número de habitantes, es muy bajo.
Economía:
en la zona es muy común el plátano, principal fuente de trabajo y
alimentación. La manutención del ministro encargado puede sustentarse
discretamente con las aportaciones voluntarias que los fieles hacen en las
celebraciones, bien sea en alimentos o dinero, o por el estipendio establecido.
Los ingresos durante los dos meses y medio que se trabajó fueron invertidos en
la alimentación y manutención del seminarista. Después de decretada la
cuarentena los gastos pasaron a correr por cuenta del propio seminarista,
recibiendo el apoyo monetario de su familia, del sr. Obispo, y de algunas
personas de la comunidad. Se realizó un inventario completo de la casa cural y
templo, que después hubo de estimarse en nada, pues las personas de la
comunidad fueron reclamando pertenencias suyas que reposaban desde hacía años
en la Rectoría.
Infraestructura:
tanto la sede de la Rectoría como sus capillas tienen necesidades propias
en el ámbito de la construcción, mantenimiento y mejoramiento de las
instalaciones. El templo de Caño Blanco está muy completo, pero necesita
aportaciones considerables en estructura y en material litúrgico-cultual.
Generosidad:
el común de las personas de esta comunidad es naturalmente generosa, les
agrada compartir los alimentos, demostrando así la rica gastronomía zuliana.
La Rectoría Santa Lucía es una
comunidad con nulo compromiso y sentido de pertenencia cristiana-católica. Según
el parecer de los mismos habitantes, aunque no es justificable, el lugareño es
jocoso y extrovertido en el trato con los demás, rayando a veces en el
irrespeto y la irresponsabilidad. En los feligreses no existe una adecuada
formación de vida eclesiástica, aunque se notó interés y participación en las
actividades convocadas y realizadas, fue decayendo el interés con el correr de
los días, hasta que, entrada la Cuarentena, no se continuó con el trabajo
pastoral con normalidad. No hay costumbre de visitar al Santísimo Sacramento
del Altar.
La centralidad de las actividades
realizadas lleva el tinte “emausiano” por lo que se atiene solamente a este
grupo la participación o la organización, siendo en oportunidades deficiente.
No existe entre ellos una adecuada formación eclesiástica.
Ante diferentes convocatorias por parte
del seminarista para organizar actividades no hubo participación de la
feligresía, por el contrario, al convocarse desde la “Hermandad de Emaús” sí la
hubo, lo que demuestra un sectarismo infundado e irreverencia para con el
seminarista encargado.
La cuarentena decretada por el
Ejecutivo Nacional fue tomada con mucha seriedad por parte de los habitantes,
por lo que se paralizó de manera contundente la vivencia de la fe católica.
Disminuyó la participación en actividades convocadas con las medidas de
prevención propuestas por la OMS. Hubo gente que se alejó de la Iglesia con el
pretexto de cuidarse de la pandemia, pero en sus vidas laborales o vecinales
todo concurrió con normalidad, lo que denota poco interés por la autenticidad
de la vida espiritual. Hubo gente que manifestó no estar de acuerdo con el
repentino cambio del sacerdote anterior, tomando como opción alejarse de la
“Iglesia”. Un joven de la comunidad parte para el Seminario de Mérida al curso
introductorio.
Toda la comunidad debe ser orientada en el compromiso con
Dios y con su Iglesia, no con personas particulares. La distribución hecha con
los equipos de la “Hermandad de Emaús” para la organización de las
celebraciones dominicales es un gran incentivo para trabajar por la Iglesia,
sin embargo, se cae en el error de participar solamente cuando le corresponde y
no dominicalmente, como lo manda la Santa Iglesia. Se inició dos rondas de
talleres sobre los Sacramentos que no puedo concluirse.
Hubo personas específicas que faltaron el respeto al
seminarista de manera descarada, unas de frente, otras de espaldas. No hubo
ningún inconveniente que terminase en enemistad. El seminarista llamó a la
corrección a personas particulares, mediante conversaciones privadas y con
sentido crítico constructivo. Las personas que coordinan las actividades de la
Rectoría no cuentan con la formación necesaria.
En cuanto a los grupos de apostolado: la catequesis es
deficiente, por el reducido número de niños y por el poco número de
catequistas; existe actualmente una sola catequista. En la juventud no hay
ningún grupo legalmente conformado que trabaje y sea responsable; es de
mencionar que en la Rectoría se ha tenido la experiencia de “Encuentros de
Hijos e Hijas” (EHH), pero no hay personas responsables al frente de ellos.
También se han vivido anteriormente retiros juveniles. No hay Cofradía del
Santísimo Sacramento, no hay Legión de María, no hay Cursillo de Cristiandad, por
mencionar grupos tradicionales del catolicismo.
Finalmente es preciso agradecer el apoyo y colaboración,
durante estos meses de pastoral, de las siguientes personas: Pbro. Adafel Vera;
María Doralicia Pérez Castillo; Alicia Borrego; Blanca de Urdaneta y Ruperto
Urdaneta; Cenaida de Zambrano; Yaníbe Vera de Corona; Lubín Pirela y Elva
Arellano; Ángel Arenas y Laura Araujo;
Mayerlin Bracho.
Aportes a la Rectoría: puerta principal de la casa cural
restaurada. Base de madera para el Crucifijo del Altar mayor. Cruz procesional
de madera. Cerradura para el closet de la sacristía. Pequeño cuadro de la
Última Cena. Jardines. Limones. Colegio de Monaguillos “Pbro. Leward
Fernández”. Orden y pulcritud en la Iglesia y casa cural. Una extensa
documentación de personas (Fotocopias de cédulas y Partidas de Nacimiento) fue
quemada, pues siendo innecesario dentro de la administración de la Rectoría, se
encontraban en desorden total.
P.A
García
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