La fe
en Jesucristo nos promete que realizaremos grandes cosas en su nombre, sin ser
nosotros protagonistas, sino Él, pues nos ha asegurado su presencia espiritual
y su gracia, para ser instrumentos suyos en este mundo tan necesitado de amor.
En la actualidad muchas personas nos
cuestionamos por las enfermedades o miserias que llegan a nuestra vida. Queremos
saber qué son realmente, por qué las sufrimos y si tienen algún significado en
el plan de la Providencia. Cuando una persona enferma, tiene dos opciones: la
primera y más común es asistir a la ciencia médica para buscar remedio a sus
males, pero cuando ésta no logra su objetivo, queda la segunda opción,
abandonarse confiados en las manos del que todo lo puede, a través de la
oración hecha con fe.
Para nadie es un secreto que, en medio
de nuestras comunidades, existen personas “especialísimas” que han recibido un
don exclusivo de Dios para sanar a los enfermos. Estas personas muchas veces son
incomprendidas y malinterpretadas, sobre todo por aquellos que no creen en el
poder de la oración. No podemos negar que el Padre Creador se digna en obrar su
amor y su misericordia a través de estos servidores suyos, pues los testimonios
abundan, y en este sentido, numerosos santos a lo largo de la historia de la
Iglesia se han caracterizado por ser taumaturgos en vida.
En la Santa Biblia encontramos una
referencia a esta realidad, que es innegable, y es el Apóstol Pablo quien nos
enseña, con las siguientes palabras: “Porque
a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia
según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de
curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía;
a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don
de interpretarlas” (1 Cor 12, 8-10).
Con San Pablo podemos conocer la
realidad de la Iglesia primitiva, donde había cristianos que se caracterizaban
por el don que ejercían al servicio de la comunidad, dones que no eran otra cosa
que regalos especiales del Espíritu Santo para ayudar al pueblo en sus
necesidades más elementales. Desde siempre Dios ha obrado a través de sus
escogidos.
Conozco a una persona muy allegada, –mi
madrina de bautizo- que desde hace varios años viene ejerciendo este
“ministerio de sanación” desinteresada y apasionadamente. Ella es una mujer que
a primera vista inspira confianza, clave fundamental para acudir en su ayuda.
El único poder que veo en ella es una gran fe, que le ha permitido ayudar a
muchísimas personas a través de su oración e imposición de manos, actos donde
el abandono en la plegaria confiada a Dios juega un rol protagónico.
Tengo la dicha de entablar serias y
profundas conversaciones con ella, en las que he podido conocer desde su propia
voz, la experiencia tan maravillosa y sobrenatural de ser un instrumento de
sanación para las personas, algo verdaderamente único en este plano terrenal.
Desde su humanidad y fervor cristiano, posee en su casa una habitación-oratorio
en la que se consigue de manera piadosamente ordenada, gran cantidad de
imágenes religiosas, todas ellas lícitas conforme al culto a las imágenes que,
desde el catolicismo, se les brinda a los santos canonizados. Estas imágenes
son el referente más directo a la Trinidad Beatísima, gobernadas todas ellas
por el símbolo de la cruz, que ahuyenta a los demonios y recuerda el Sacrificio
Salvador de Jesucristo, el Señor.
Sé que ella ha recibido en su casa, de
las muchas que por ahí han pasado, a personas con diagnósticos médicos
irrevocables, donde la única explicación es que no encuentran nombre a tal
condición o enfermedad. Estas personas han experimentado mejorías notables y
totales de sus quejas, gracias a la oración que han recibido a través de esta dama
consagrada a la sanación en nombre de Dios y sin fines de lucro.
Conozco casos en los que han visto en
ella el rostro de Jesús, transfigurado y hermoso, rostro sereno y misericordioso,
todo dentro del espacio de oración y la alabanza. Las personas que acuden a
ella saben que el Señor la asiste, nadie ha experimentado rechazo o maldad de
su parte, pues su misión es totalmente transparente a los ojos del Creador de
todas las cosas y comprometida siempre con el bien.
En su casa de habitación acostumbra
realizar un espectacular pesebre, en honor al nacimiento del Hijo de Dios, como
muestra de devoción a Jesús, su Señor, el único amor de su vida. Dicho pesebre
es toda una obra de arte, en la que se invierte tiempo y dinero, todo para la
gloria del Mesías. Recientemente celebró su cumpleaños con una hermosa acción
de gracias espiritual, rodeada de sus seres más especiales y junto a un
precioso altar al Sagrado Corazón de Jesús, elevó oraciones y cantos de
alabanza al Padre Celestial por permitirle vivir y servir.
Su figura en el pueblo es un referente
de madre emprendedora, luchadora social y humanitaria. Donde se le necesita no
duda en acudir, para prestar ayuda y trabajar con sus propias manos, manos
laboriosas y bendecidas también para el arte culinario. Visita a los enfermos,
da buen consejo al que lo necesita, corrige al que yerra, viste al desnudo, da
de comer al hambriento, da de beber al sediento y lo mejor de todo, brinda su
amistad a todos los que la buscan.
Puedo dar testimonio de que en ella no
existe la maldad, se siente escogida y asistida por Dios. En sueños ha recibido
la aprobación divina de sus actos y esto le ha animado para seguir adelante,
sin importar el qué dirán. Frente en alto, siempre alegre y hacendosa, su mayor
satisfacción es hacer caminar a los tullidos, oír hablar a los mudos, ver sonreír
a los tristes y vivir a los que casi morían.
Dios te bendiga madrina, siempre
adelante.
P.A
García
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