lunes, 17 de mayo de 2021

Manos sanadoras, don de Dios

ELDA PERNÍA



La fe en Jesucristo nos promete que realizaremos grandes cosas en su nombre, sin ser nosotros protagonistas, sino Él, pues nos ha asegurado su presencia espiritual y su gracia, para ser instrumentos suyos en este mundo tan necesitado de amor.

         En la actualidad muchas personas nos cuestionamos por las enfermedades o miserias que llegan a nuestra vida. Queremos saber qué son realmente, por qué las sufrimos y si tienen algún significado en el plan de la Providencia. Cuando una persona enferma, tiene dos opciones: la primera y más común es asistir a la ciencia médica para buscar remedio a sus males, pero cuando ésta no logra su objetivo, queda la segunda opción, abandonarse confiados en las manos del que todo lo puede, a través de la oración hecha con fe.

         Para nadie es un secreto que, en medio de nuestras comunidades, existen personas “especialísimas” que han recibido un don exclusivo de Dios para sanar a los enfermos. Estas personas muchas veces son incomprendidas y malinterpretadas, sobre todo por aquellos que no creen en el poder de la oración. No podemos negar que el Padre Creador se digna en obrar su amor y su misericordia a través de estos servidores suyos, pues los testimonios abundan, y en este sentido, numerosos santos a lo largo de la historia de la Iglesia se han caracterizado por ser taumaturgos en vida.

         En la Santa Biblia encontramos una referencia a esta realidad, que es innegable, y es el Apóstol Pablo quien nos enseña, con las siguientes palabras: “Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas” (1 Cor 12, 8-10).

         Con San Pablo podemos conocer la realidad de la Iglesia primitiva, donde había cristianos que se caracterizaban por el don que ejercían al servicio de la comunidad, dones que no eran otra cosa que regalos especiales del Espíritu Santo para ayudar al pueblo en sus necesidades más elementales. Desde siempre Dios ha obrado a través de sus escogidos.

         Conozco a una persona muy allegada, –mi madrina de bautizo- que desde hace varios años viene ejerciendo este “ministerio de sanación” desinteresada y apasionadamente. Ella es una mujer que a primera vista inspira confianza, clave fundamental para acudir en su ayuda. El único poder que veo en ella es una gran fe, que le ha permitido ayudar a muchísimas personas a través de su oración e imposición de manos, actos donde el abandono en la plegaria confiada a Dios juega un rol protagónico.

         Tengo la dicha de entablar serias y profundas conversaciones con ella, en las que he podido conocer desde su propia voz, la experiencia tan maravillosa y sobrenatural de ser un instrumento de sanación para las personas, algo verdaderamente único en este plano terrenal. Desde su humanidad y fervor cristiano, posee en su casa una habitación-oratorio en la que se consigue de manera piadosamente ordenada, gran cantidad de imágenes religiosas, todas ellas lícitas conforme al culto a las imágenes que, desde el catolicismo, se les brinda a los santos canonizados. Estas imágenes son el referente más directo a la Trinidad Beatísima, gobernadas todas ellas por el símbolo de la cruz, que ahuyenta a los demonios y recuerda el Sacrificio Salvador de Jesucristo, el Señor.

         Sé que ella ha recibido en su casa, de las muchas que por ahí han pasado, a personas con diagnósticos médicos irrevocables, donde la única explicación es que no encuentran nombre a tal condición o enfermedad. Estas personas han experimentado mejorías notables y totales de sus quejas, gracias a la oración que han recibido a través de esta dama consagrada a la sanación en nombre de Dios y sin fines de lucro.

         Conozco casos en los que han visto en ella el rostro de Jesús, transfigurado y hermoso, rostro sereno y misericordioso, todo dentro del espacio de oración y la alabanza. Las personas que acuden a ella saben que el Señor la asiste, nadie ha experimentado rechazo o maldad de su parte, pues su misión es totalmente transparente a los ojos del Creador de todas las cosas y comprometida siempre con el bien.

         En su casa de habitación acostumbra realizar un espectacular pesebre, en honor al nacimiento del Hijo de Dios, como muestra de devoción a Jesús, su Señor, el único amor de su vida. Dicho pesebre es toda una obra de arte, en la que se invierte tiempo y dinero, todo para la gloria del Mesías. Recientemente celebró su cumpleaños con una hermosa acción de gracias espiritual, rodeada de sus seres más especiales y junto a un precioso altar al Sagrado Corazón de Jesús, elevó oraciones y cantos de alabanza al Padre Celestial por permitirle vivir y servir.

         Su figura en el pueblo es un referente de madre emprendedora, luchadora social y humanitaria. Donde se le necesita no duda en acudir, para prestar ayuda y trabajar con sus propias manos, manos laboriosas y bendecidas también para el arte culinario. Visita a los enfermos, da buen consejo al que lo necesita, corrige al que yerra, viste al desnudo, da de comer al hambriento, da de beber al sediento y lo mejor de todo, brinda su amistad a todos los que la buscan.

         Puedo dar testimonio de que en ella no existe la maldad, se siente escogida y asistida por Dios. En sueños ha recibido la aprobación divina de sus actos y esto le ha animado para seguir adelante, sin importar el qué dirán. Frente en alto, siempre alegre y hacendosa, su mayor satisfacción es hacer caminar a los tullidos, oír hablar a los mudos, ver sonreír a los tristes y vivir a los que casi morían.

         Dios te bendiga madrina, siempre adelante.

P.A

García


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