martes, 25 de mayo de 2021

Hablemos sobre Jesús

¿QUÉ SABES TÚ DE JESÚS?


         A mis alumnos del sexto grado, para la clase de Educación Religiosa, les propuse realizar una actividad sorpresa, la cual consistía en manifestar lo que cada uno de ellos conocía o sabía sobre Jesús; para tal fin, en la clase virtual por la plataforma Zoom les compartí en pantalla una página Word en blanco, con el título “Hablemos sobre Jesús”, en seguida les expliqué que yo iría anotando en esa página en blanco todo aquello que me dijeran, lo que conocían o lo que recordaban sobre Jesús. Y esto fue lo que dijeron, tal cual como lo manifestaron:

Hablemos sobre Jesús

Nació en Belén. Vivió en Nazaret. Curaba enfermos, hacía milagros. Jesús caminaba grandes regiones predicando la Palabra de Dios a través de parábolas y les enseñaba a orar y a cumplir los diez mandamientos. Les decía: “amen al prójimo”. Jesús caminó sobre el agua. Jesús dijo a sus discípulos en la última cena, que el pan era su Cuerpo y el vino era su Sangre. Jesús iba al Templo porque decía que era la casa de su Padre. Jesús oraba. Fue traicionado por su apóstol Judas Iscariote. Alimentó cinco mil hombres, con tres panes y dos peces. Su madre se llamaba María. Su padre se llamaba José. Fue enviado por Dios, su Padre, para salvar a la humanidad. Es Dios, por tanto es inmortal. Reunió a doce hombres que fueron sus apóstoles: Juan, Pedro, Judas Iscariote, Judas Tadeo, entre otros. Jesús fue una persona buena, honesta y humilde. Fue apresado por los romanos y fue crucificado en medio de dos ladrones. En su cruz ubicaron un cartel que decía Jesús Nazareno Rey de los Judíos. Jesús en la cruz dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Al morir hubo un terremoto, el Templo se derrumbó y el cielo se puso nublado. María, su madre, recogió el cuerpo sin vida de Jesús y lavó sus heridas. Resucitó al tercer día y subió al cielo. Murió en Jerusalén, en el monte Calvario.

Esto es lo que unos niños de 11 o 12 años conocen sobre la vida de nuestro Señor. Valga la oportunidad para preguntarnos a nosotros mismos: ¿y yo qué tanto conozco a Jesús? Recordemos que nadie puede amar aquello que no conoce.

El conocimiento de Jesús significa más que datos biográficos o citas bíblicas. Conocer a Jesús, en nuestros días, significa comprender que el Hijo de Dios se ha hecho hombre para morir en la cruz y abrirnos el Paraíso que habíamos perdido. La vida del cristiano, “el seguidor de Cristo”, se configura y se determina en la vida misma de Cristo, por eso, conocer a Jesús es vivir como él lo hizo, tener sus sentimientos, mirar el mundo desde su perspectiva.

San Josemaría Escrivá de Balaguer resumió, a mi parecer, lo que para nosotros debe significar el “conocimiento sobre Jesús”, con estas palabras: “Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo” (Camino 2). Según esta máxima, conocer a Jesús es leer su vida en los Evangelios, y no solo eso, sino también comportarnos como él lo hizo.

Las dos cosas son importantes, conocerle a través de las Sagradas Escrituras y vivir según su ejemplo, es decir, Palabra y Acción, no sólo lo primero o lo segundo, sino las dos cosas, muy unidas y en iguales proporciones. “Palabra”: leer las Sagradas Escrituras, fuente de inspiración divina, y “Acción”: poner en práctica aquello que hemos leído, lo que hemos escuchado de la misma voz de Dios.

Ojalá y cada vez que escuchemos la proclamación del Santo Evangelio, por ejemplo durante las misas, prestemos la mayor atención a las palabras pronunciadas por Jesús, o a sus gestos concretos, para que así vayamos indagando y comprendiendo que él es perfectamente imitable, pues se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado.

Y qué curioso es el dato siguiente: el versículo más corto de la Biblia, el que menos palabras contiene es Juan 11, 35: “Lacrimatus est Iesus”, “Jesús lloró”, pues bien, también en el llanto podemos imitar a Jesús, sabiendo que: “Mi vida es toda de amor, y si en amor estoy ducho, es por fuerza del dolor, pues no hay amante mejor, que aquel que ha llorado mucho”. Quien no sabe amar no sabe llorar.

P.A

García

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