SINODALIDAD Y MIGRANTES
El
Concejo del Episcopado Latinoamericano y del Caribe CELAM publicó en octubre de
2022 un texto muy bien logrado que refleja las reflexiones y propuestas
pastorales a partir de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el
Caribe, intitulado: “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias”.
Como todo texto de carácter teológico-magisterial, este se presenta enumerado
para el mejor aprovechamiento del mismo, es así como, a continuación, veremos
los numerales que tratan el tema que atañe a este comentario: las migraciones.
En
el numeral 67 se inicia con una nota introductoria la realidad migratoria
latinoamericana: Las migraciones masivas constituyen una realidad
estructural cada vez más extendida y lacerante. No se habla solo del
fenómeno migratorio como desplazamiento normal de seres humanos, sino que se
califica de “masivo” y “lacerante”, es decir, desproporcionado en número e hiriente
en sus derivaciones. Continúa el mismo numeral dando razón al porqué de este
fenómeno: Son consecuencia de la falta de trabajo, la violencia
generalizada, el desorden social, la persecución política, la falta de futuro
y, […], la degradación ambiental. Si pensamos en la migración clásica, la
mexicana-estadounidense, podemos aplacar las conciencias al pensar que se trata
de algo común, sin embargo, el documento del CELAM aclara que: En los países
caribeños y sudamericanos se han incrementado los flujos migratorios, profundizando
los intercambios culturales. Podríamos entender estos “intercambios culturales”
como una consecuencia positiva de la migración masiva, porque, como ya se ha
visto en la realidad, no todo es negativo en la migración. Un dato inquietante:
Hoy, diez millones de latinoamericanos y caribeños viven en un país que no es
donde nacieron. Necesario sería aclarar que la lista de estas
nacionalidades la encabeza el pueblo venezolano. ¿Quiénes son los principales
afectados? La migración forzada afecta a millones de personas, pero de modo
particular, a las más vulnerables: niños, niñas, adolescentes y adultos mayores
que están expuestos a enfermedades y al riesgo de la propia muerte.
Ya finalizando
este numeral 67, se hace mención de una realidad innegable, pero que en
ocasiones ha sido aumentada por los medios de comunicación: Además, acechan
los mercaderes de la muerte que se dedican a la trata y el tráfico de personas,
que someten a los menores a diversas formas de esclavitud y de violencia
sexual, laboral o a la extracción de órganos para trasplantes. Sobre este
tema, del tráfico de órganos, tuve una experiencia de “fake news”
en la que se adjudicaba a una supuesta organización criminal de origen
venezolano hechos vandálicos en la ciudad de Ayacucho, cuestión que, luego de
una exhaustiva investigación personal que realicé, resultó ser una mentira
difundida con propósitos xenófobos. Finaliza el numeral 67 concretando que la
migración masiva latinoamericana: […] es un desafío para las comunidades
eclesiales en los lugares de partida, de paso y de acogida. Y aquí hay algo
importante, pues el proceso migratorio es un desafío, efectivamente para los
lugares de partida, es decir, los países originarios de los desplazados,
también para los países de paso, por la aglomeración desprevenida de
necesitados, a veces en situación de calle y mendicante y, finalmente, para los
países de acogida, por razones obvias; se habla de un “desafío”, no de una
maldición.
Más adelante,
en el numeral 217, se tocan otros tópicos de la migración, pero desde una
perspectiva iluminada por las Sagradas Escrituras, al respecto se dice, a modo
de exhortación que: La fraternidad samaritana se manifiesta también en la
acogida hospitalaria al extraño. “Entre las personas más afectadas por la grave
crisis ecológica, climática y social en los países de nuestro subcontinente
están los migrantes. Muchos se exponen a altos riesgos por su vida, seguridad y
salud al migrar a otro país porque no ven un futuro viable para ellos y sus
familias en su lugar de origen” (SN p. 18).
Jesús nos sigue diciendo: “fui forastero y me recibieron” (Mt 25,35). La Regla
de San Benito consagró la fórmula de la hospitalidad: “todos los huéspedes
deben ser acogidos como a Cristo” (cap. 53). La fe lleva a mirar y hospedar al
otro como a Cristo. Por eso las migraciones son un reto para reconocer las
alteridades y desarrollar las actitudes hospitalarias: acoger, proteger,
promover e integrar. La hospitalidad es un desafío mayor en América, continente
con muchos migrantes del sur al norte. Estamos llamados a colaborar en la
inclusión de todos y favorecer un intercambio entre hermanos y hermanas de
distintas culturas. Todo este numeral no necesita mayor profundización,
pues está muy bien fundamentado, solo es necesaria la praxis pastoral de
nuestra Iglesia, para dar ejemplo a las demás organizaciones altruistas y sin
fines de lucro.
El numeral
360 habla de lo que esta Asamblea Eclesial precisó como: situaciones
particulares para que la Iglesia les dedique una atención especial: migrantes y
refugiados, encarcelados discapacitados. Y lo fundamenta bellamente con las
citas bíblicas con las que: La tradición bíblica llama a la acogida al
extranjero (cf. Lv 19,33-34; Gn 18,4-7). El Nuevo Testamento identifica a los enfermos,
a los que están de paso, y en la cárcel, con hermanos más pequeños de Jesús,
ante los cuales se define el destino final (cf. Mt 25,35-44), y exhorta a las
comunidades a la práctica de la hospitalidad (cf. 1Pe 4,9; Rm 12,13). Los
migrantes y refugiados, los encarcelados y los que sufren alguna discapacidad
representan situaciones de vulnerabilidad que demandan el cuidado de la Iglesia.
Ya he escrito extendidamente sobre “La Teología del Migrante”, una
reflexión bíblica y magisterial.
El
numeral 361 aporta un apéndice más a la llamada de conciencia para acoger y
socorrer a los migrantes, ya que: Son víctimas de diversas violencias y de
la trata de personas, formando parte de los que más sufren. Constituyen un
grupo que necesita una atención particular, que busca refugio y que,
lamentablemente, no siempre despierta la solidaridad de muchos hermanos. La
Iglesia debe darles ayuda porque su realidad configura un signo de este tiempo.
Y es muy cierto eso de que la migración “no siempre despierta la solidaridad
de muchos hermanos”, por diversas razones, la principal de ellas podría ser por
la notable xenofobia en los países de acogida. Sobre “La Xenofobia y la
Migración” he escrito un comentario profundo, y sin lugar a dudas es una
realidad cruda y en el mayor de los casos injusta.
El
numeral 364 propone, por fin, algunas líneas de acción para con el tema en exposición.
Pues ciertamente es preciso: acoger, proteger, promover e integrar a las
personas migrantes y refugiados. Con acciones como: 1 Establecer como
prioridad la atención, promoción, defensa de sus derechos y acompañamiento de
las personas obligadas a migrar, desplazarse y refugiarse. 2 Crear
espacios de expresión de la fe, formación, espiritualidad, y diálogo sociocultural
para los migrantes, refugiados y desplazados, que les ayuden a experimentar la
fraternidad en sus nuevos lugares y los visibilicen como miembros de las
comunidades cristianas. 3 Trabajar en redes locales, regionales,
continentales e internacionales para exigir, defender y promover la generación
de políticas públicas para el respeto del derecho humano a migrar y a no
migrar, al refugio y al asilo. 4 Sensibilizar a las comunidades
eclesiales sobre las causas de la migración forzada para trabajar por su
erradicación y favorecer la hospitalidad solidaria.
Todas estas
líneas de acción podrían sintetizarse con una mejor formación al pueblo
cristiano sobre el tema, pues es poco común, por ejemplo, escuchar en la
homilía de un sacerdote que debamos estar dispuestos a acoger a los migrantes,
no así en el Papa, quien sí ha hablado a grandes voces pidiendo ayuda a los
desplazados, e incluso, incluyendo en las letanías a Nuestra Señora una
dedicada a María “Consuelo para los Migrantes”. Sobre esta nueva letanía he
escrito un comentario también bastante motivador como los anteriormente mencionados
en este texto.
Y
ahora sí, el último numeral que se cita es el 381, donde se vuelve a proponer,
como en el anterior, unas líneas de acción: Acoger, cuidar, proteger a los
migrantes y a los que sufren en las periferias geográficas y existenciales,
particularmente al creciente grupo de los refugiados y desplazados climáticos,
fomentando procesos de evangelización, integración y compromiso social.
Todo aporte
doctrinal por parte del Magisterio de la Iglesia es bienvenido y necesario para
seguir trabajando en beneficio de los migrantes y necesitados, sin embargo,
hace falta mayor compromiso por parte de los encargados de la pastoral eclesial,
principalmente de los obispos y sacerdotes, quienes son los guías y maestros
del pueblo de Dios. En la medida en que estos pastores respondan al llamado de
Dios en las necesidades de los migrantes, todo el pueblo cristiano se verá
motivado, por el testimonio de sus pastores, a avocarse en la misma tarea, que
es responsabilidad de todos, pues somos ciudadanos del cielo y en esta tierra estamos
solo de paso.
P.A
García