jueves, 30 de noviembre de 2023

El Reino de Dios hoy

 VENGA A NOSOTROS TU REINO


Introducción metodológica

A partir del texto de la doctora María Nely Vásquez Pérez, titulado “¿Todavía el Reino de Dios? Evolución de la Teología del Reino y su impacto político hoy”, publicado en la revista Iglesia Viva 282 (2020) pp. 9-32, se responderán las siguientes cuestiones: ¿Qué novedad aporta Jesús al trasfondo veterotestamentario del Reino de Dios?, y en segundo lugar se señalarán las características más relevantes del Reino de Dios para el contexto actual, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia Católica y los documentos latinoamericanos.

El Reino de Dios

La mayoría de los estudiosos de la Biblia convergen en que la predicación del Reino de Dios es el objetivo principal de Juan Bautista y luego más propiamente de Jesús de Nazaret, como lo refiere Mt 3,1-2 y 4,17; esta realidad misteriosa que Jesús vino a instaurar en el mundo, su naturaleza y exigencias están descritas en las páginas del Nuevo Testamento, augurando su conformación en el Antiguo Testamento, donde se anunció y preparó su venida[1].

El Reino de Dios en el Antiguo Testamento

Dios es Rey, ese es el gran contexto de los relatos del A.T. “el Señor es el rey de Israel” y de toda la creación, su creación. Ya con Abrahán Dios hace la promesa de descendientes “reyes”, lo que más adelante en la época de Samuel se consolidó, para luego fracasar rotundamente, no sin antes haber sido anunciado por los profetas un Mesías que habría de reinar sobre todo, como lo refieren Isaías (2, 1-4) y Miqueas (4, 1-3), un reino que, llegado el “día del Señor”, se instauraría con cielos nuevos y tierra nueva[2]. La realidad escatológica de estas profecías es clave para luego entender la instauración de ese reino después de la encarnación del Verbo.

El Reino de Dios en el Nuevo Testamento

Como hemos dicho, el Nuevo Testamento y más concretamente los Evangelios están repletos de citas sobre el Reino de Dios, pues esa fue la predicación de Jesús, el Señor: la predicación del Reino que instaurándose con milagros, aún tardaba en llegar. Esta realidad la comprendieron los cristianos de la segunda generación, el Reino y su instauración no es tan inminente, se consigue con un largo camino a recorrer[3]. Sin embargo, “a las palabras Jesús unió los hechos: acciones maravillosas y actitudes sorprendentes que muestran que el Reino anunciado ya está presente…”[4]. Es el famoso “ya, pero todavía no” de la hermenéutica bíblica. El Catecismo de la Iglesia Católica resume hermosamente lo que para nosotros en la actualidad es este Reino, y lo hace recordando Lumen Gentium, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia en el mundo actual, con las siguientes palabras: “Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los cielos. Pues bien, la voluntad del Padre es elevar a los hombres a la participación de la vida divina. Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta unión es la Iglesia, que es sobre la tierra el germen y el comienzo de este Reino”[5]. La Iglesia es el comienzo del reino.

¿Qué aporta Jesús al trasfondo veterotestamentario del Reino de Dios?

La doctora María Nely Vásquez Pérez[6] apunta en su artículo que “el anuncio del reino de Dios es una buena noticia, pero es también una realidad crítica hacia cualquier sistema de gobierno malo e injusto” (p. 18), y esta aseveración va en concordancia con aquella sentencia del Señor, cuando dijo: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros…” (Mt 20, 25-26). El Reino de Dios es distinto a todo lo anterior, reforma los paradigmas de los antiguos y descubre la belleza de lo nuevo.

La autora lo tiene claro, el cambio de prototipo del “reino” del A.T. al del N.T. es evidente: “El reino de Dios que Jesús anuncia pone en cuestión el cumplimiento de la Ley y la función del Templo y se manifiesta como don y gracia; por tanto, no puede estar forzado por la acción de los seres humanos. No es un poder que se impone, ni que deslumbra. Es en el amor donde se encuentra Dios” (p. 19). La Ley y el Templo son, en su estructura, las bases del Antiguo Testamento, y Jesús va más allá, poniendo a la persona humana por encima de la Ley y del Templo, en ocasiones apareciendo intransigente con lo establecido, pero al final, predicando con el ejemplo, curando en sábado, expulsando los mercaderes del templo, perdonando y sanando a los marginados por los letrados y poderosos. El Reino de Dios es justicia y paz para todos.

Los privilegiados del reino son los pobres, y “pobres son aquellos que están oprimidos por la sociedad, por motivos culturales, religiosos o económicos. Ocupan el último peldaño en el escalafón social. Hacia ellos, Jesús realiza una opción preferencial” (p. 20) con esta frase la doctora Vásquez explica a quienes se dirigió y a quienes se dirige Jesús en la predicación del reino, pues pobres ha habido, hay y habrá por siempre, y es ante esta realidad que Jesús planta cara y hace de los últimos los primeros, ese es el Reino de Dios. Jesús, para Vásquez, se dedica -con el anuncio del reino- a transformar las estructuras humanas y sociales de la época, promoviendo una nueva fraternidad, desde la experiencia del amor de Dios y el consecuente reconocimiento de la dignidad humana (cf. 20). En esta transformación vemos clave la congregación de los creyentes en la fe, la Iglesia, pero no únicamente desde la perspectiva de lo cultual y litúrgico, que también, sino principalmente desde aquel espíritu de los primeros cristianos que “lo tenían todo en común” (Hch 2, 44), como les enseñó el Maestro.

El reinado de Dios se concreta en la persona de su Hijo. Bien leemos en la Biblia “todo me lo ha entregado mi padre” (Mt 11, 27) y “mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36), por eso los católicos festejamos en el último domingo del tiempo ordinario la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, “para expresar el sentido de consumación del plan de Dios que conlleva este título de Cristo por encima de malas interpretaciones político-religiosas.”[7]

Características relevantes del Reino de Dios para el contexto actual

La Iglesia Católica Latinoamericana desde hace varias décadas de experiencia ha comprendido la “opción preferencial por los pobres, con miras a su liberación integral”[8], esta ha sido una vivencia en la que, según los signos de los tiempos, vemos una característica fundamental del Reino de Dios para nuestros días, pues, ciertamente, “acercándonos al pobre para acompañarlo y servirlo, hacemos lo que Cristo nos enseñó, al hacerse hermano nuestro, pobre como nosotros. Por eso el servicio a los pobres es la medida privilegiada, aunque no excluyente, de nuestro seguimiento de Cristo”[9].

La doctora Vásquez en su artículo propone la Agenda 20-30 como un llamado de atención que habla “de la situación real de indignidad e inhumanidad a gran escala, incompatible con el anuncio del reino y del Evangelio” que vive lastimosamente el mundo actual. Pues bien, estos diecisiete objetivos planteados, muchos de los cuales son bien acogidos por la Iglesia (pues no todos y no de cualquier forma) expresan el compromiso de la humanidad por construir un mundo mejor, aunque no desde la perspectiva estrictamente cristiana.

¿Por qué no preguntarnos si la Agenda 20-30 es el nuevo imperio de la Ley? Ya que cualquiera pudiera pensar que estas metas son los nuevos métodos por los cuales los poderosos desean someter a los más débiles a costa de “salvarles la vida”. No nos engañemos, las buenas intenciones planteadas en los diecisiete puntos de la Agenda 20-30 no guardan fidelidad al Evangelio, hay puntos concretos muy ambiguos y relativistas; sí coinciden algunos, sí hay similitudes, pero no como para sacralizar la Agenda 20-30, porque no se inspira estrictamente en el mensaje de Jesús, ni tampoco podemos secularizar el Evangelio reduciéndolo a 17 metas concretas altruistas. Ciertamente la implementación de la Agenda 20-30 no es competencia de la Iglesia, sino que vemos en ella el deseo más profundo del hombre por amar.

La política actual necesita ser evangelizada, cristianizada, desde el amor, desde el ejemplo, no tanto desde el discurso. No es menester perder la esperanza en la humanidad. El Evangelio de Jesús ha sido predicado y el reino ha sido inaugurado en este mundo en la Iglesia, que es sacramento de salvación universal.

Christe, rex noster: adveniat regnum tuum.

Cristo, rey nuestro: venga tu reino.

 

P.A

García



[1] Cf. Léon-Dufour, Xavier, (1970), Vocabulario de Teología Bíblica, Editorial Herder, Barcelona, España, p. 762.

[2] Cf. Nelson, Wilton, (1974) Diccionario Ilustrado de la Biblia, Editorial Caribe, Barcelona, España, p. 546.

[3] Cf. Alonso Schökel, Luis, (2008) La Biblia de Nuestro Pueblo, Ediciones Mensajero, Bilbao, España, p. 1480.

[4] Documento de Puebla, Nº 191.

[5] Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 541.

[6] Vásquez P., María N., (2020) ¿Todavía El Reino de Dios? Evolución de la teología del Reino y su impacto político hoy. Revista Iglesia Viva N° 282, Bilbao, España, pp. 9-32.

[7] Nuevo Misal del Vaticano II, (1989), Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao, España, p. 1017.

[8] Documento de Puebla, Nº 1134.

[9] Ídem, Nº 1145.

viernes, 24 de noviembre de 2023

Presentación de mi libro “Desde Ayacucho, Santuario de la Peruanidad”

      


   En el día en que se cumplen tres años de mi arribo a la “ciudad de las treinta y tres iglesias” publico este rudimentario libro intitulado Desde Ayacucho, “Santuario de la Peruanidad”. Selección de artículos del Blog de Pedro García, como una muestra más de mi afán por apostar cada día por las letras y todo lo relacionado con la lectura y la escritura.

         Aquí se ven compendiados solo 80 de los más de 180 artículos o entradas que he publicado en mi blog durante el mencionado trienio, los que pueden ser leídos con toda facilidad en la página web pedrogarciabarillas.blogspot.com, a cualquier hora y en cualquier momento del día, desde la comodidad de un aparato tecnológico, ya que esta primera edición impresa es en sí un lujo del que solo podrán gozar un puñado de amigos, a quienes a su vez dedico mis desvelos.

         No fue fácil la selección de artículos para este volumen, pues no existiendo criterios delimitantes, era más sencillo ponerlo todo, pero por cuestiones económicas más que estilísticas, tuve que resumirlo en dos partes iguales; la primera dedicada a los textos de índole secular, es decir, de variedad absoluta de temas; mientras que la segunda parte aparece un tanto más específica al encontrarse catalogada como escritos de carácter religioso, pues no me atrevo a llamarlos teológicos, aunque a eso estén encaminados.

          Lo que el lector de este libro podrá encontrar en él, si lo lee (claro está), es la mente abierta de su autor, a pesar de la innegable dificultad que se tiene en un texto de básica conformación literaria y gramatical como este. No hay en estas páginas ninguna novedad noticiosa personal o social, porque todo ya ha sido publicado digitalmente; lo que sí es novedoso es el hecho de atreverme a tanto, pues siempre he creído que las publicaciones que periódicamente subo a mi blog, más que para un público amplio o limitado -que de seguro lo tengo-, son para mí mismo, aunque se perciba egocéntrica la frase, porque lo es.

La verdad es que escribo para mí, pensando en mí, y no para los demás, pues si lo hiciera para otros, de seguro más de la mitad de lo que aquí se contiene iría a parar a la basura, porque es bien sabido que ahora son cada vez menos los que dedican un espacio de sus ajetreadas y entretenidas vidas a la lectura.

El primer título que había pensado para este libro era muy soso: “Tres años en el Perú”, pero tuve que desestimarlo de inmediato al caer en la cuenta de que, en realidad a partir del 25 de noviembre, cada día que pase formará parte del cuarto año en estas tierras incaicas. Pero los años no importan tanto como las experiencias vividas y los conocimientos adquiridos.

El título fijado responde, creo yo, más propiamente a lo que quiero transmitir, pues, “desde Ayacucho” y en Ayacucho he escrito todo lo que presento, hallándome por ventura en el “Santuario de la Peruanidad”, frase que rescato del arzobispo metropolitano de esta Iglesia andina peruana.

La peruanidad y la venezolanidad son conjugadas por mí en estos textos, en un esfuerzo por unir a dos naciones con los lazos de la fraternidad, para que se viva y se sienta lo que cantamos los venezolanos en nuestro Himno Nacional: Unida con lazos que el cielo formó, la América toda existe en nación. Y de esa América formamos parte todos, con orgullo y con pasión.

Ahora bien, sin más dilación, les deseo una provechosa y entretenida lectura de estas ideas agrupadas sin mayor rigor que el cronológico en ambas partes.

El autor.

P.A

García

sábado, 4 de noviembre de 2023

El Mundo en que vivió Jesús

“SECUNDUM MATTHAEUM”

El siguiente artículo está planteado como una búsqueda de las principales consideraciones de la sociedad palestina en tiempos de Jesús, con la orientación general del texto intitulado “El mundo en que vivió Jesús. Aportes de la arqueología y la historia”, de Fray Guillermo Lancaster-Jones Campero OFM. No se harán citas textuales, sino más bien un parafraseo enriquecido con el aporte personal a raíz de la lectura del evangelio de Mateo.

¿Cuál era la función de los maestros de la ley en la sociedad judía según el evangelio de Mateo? Tres muestras:

1.    Los maestros de la Ley o también llamados fariseos estaban atentos a las transgresiones de la ley del sábado. «Al verlo, los fariseos, le dijeron: “Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado.”» (Mt 12, 2).

 

2.    En la sociedad judía de la época de Jesús los maestros de la Ley ya habían cambiado la Ley de Dios por sus propias costumbres. «Él les respondió: “Y vosotros, ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?”» (Mt 15, 3).

 

3.    Habían ocupado, o más bien, usurpado el puesto de Moisés, es decir, eran los indignos legisladores del pueblo. «Y les dijo: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.”» (Mt 23, 2).

¿Cómo era el ambiente de trabajo agrícola en Palestina en tiempos de Jesús según el evangelio de Mateo? Tres ejemplos a partir de las parábolas de Jesús:

1.    Los labradores o agricultores tenían ventajas y desventajas en sus siembras por las características del campo, la intervención de animales y las inclemencias del tiempo. «Una vez salió un sembrador a sembrar… unas semillas cayeron al borde del camino… otras cayeron en pedregal… otras cayeron entre abrojos… otras cayeron en tierra buena…» (Mt 13, 3-8). Parábola del Sembrador.

 

2.    Los propietarios contrataban obreros para labrar sus campos sin importar horarios o tiempos laborales estrictos. Había hombres desempleados que esperaban ser contratados. «Un propietario salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña… salió luego hacia la hora tercia…  todavía salió a eso de la hora undécima…» (Mt 20, 1-8). Parábola de los trabajadores de la viña.

 

3.    La labranza de la tierra era una empresa familiar en la que intervenían también los hijos. «Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: “Hijo, vete hoy a trabajar a la viña” … Llegándose al segundo, le dijo lo mismo…» (Mt 21, 28). Parábola de los dos hijos.

¿Cómo era la actividad de pesca en el lago de Galilea según el evangelio de Mateo? Tres citas bíblicas que nos orientan al respecto:

1.    A orillas de este lago de Galilea, o mar de Tiberíades, Jesús llamó a sus primeros discípulos Pedro y Andrés, que eran pescadores, un oficio de los más comunes y que se podía ejercer en familia.  «Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores…» (Mt 4, 18).

 

2.    En ocasiones la actividad de pesca era peligrosa, pues el lago de Galilea está bordeado por colinas y algunos despeñaderos y llanuras, donde se producen vendavales repentinos, los cuales pueden voltear las embarcaciones. «De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas…» (Mt 8, 24).

 

3.    La actividad pesquera no solo se realizaba con medianas y grandes embarcaciones y redes, sino también desde la orilla y con anzuelos. «Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, …» (Mt 17, 27).

¿Cómo era la situación de la mujer en tiempos de Jesús según el evangelio de Mateo? Tres evidencias de su minusvalía:

1.    Las mujeres no eran tomadas en cuenta o ignoradas, tal es así en la multiplicación de los peces y los panes, donde no son contabilizadas. «Y los que habían comido eran uno cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.» (Mt 14, 21).

 

2.    Eran fuertemente criticadas por cualquier acción, aunque fuese buena. «se acercó a él una mujer que tenía un frasco de alabastro, con perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba a la mesa… Mas Jesús, dándose cuenta, les dijo: “¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una obra buena ha hecho conmigo”». (Mt 26, 7-10).

 

3.    Aunque oyentes y discípulas de un Maestro como Jesús, no terminaban de figurar en los momentos y acontecimientos importantes, sin que su función era la de servidoras en las cuestiones domésticas. «Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle». (Mt 27, 55).

 

P.A

García

viernes, 3 de noviembre de 2023

Job y la dignidad humana

EL JUSTO JOB


¿Por qué el autor del libro de Job interpreta en clave teológica la dignidad humana?

·       Introducción

El presente trabajo argumentativo se desarrolla íntegramente a partir del texto del religioso marianista Eduardo Arens Kuckelkorn, reconocido doctor en Biblia, quien analiza el libro de Job en su artículo intitulado “Job, o la teología desde la dignidad humana. Anotaciones imprescindibles”, Theologica Xaveriana Nº 170 (2010), en donde procura responder las principales interrogantes que el mismo personaje literario sapiencial se formula sobre sí mismo, su condición de justo en desgracia y la búsqueda insoslayable de su propia dignidad perdida.

En su oportuno introito, Arens recobra la pregunta del teólogo padre Gustavo Gutiérrez, cuando en medio de la violencia sufrida por el pueblo pobre e inocente, planteó académicamente: “¿Cómo hacer teología (hablar de Dios) durante Ayacucho?”, orientando su reflexión acerca de la dignidad de las personas que, sin tener que ver en el asunto o viéndose involucrados, fueron víctimas de la violencia homicida de un grupo armado y la consecuente respuesta estatal.

La pregunta acerca de la dignidad de la persona humana será interpretada en clave teológica-pastoral en este breve estudio.

·       Desarrollo

El autor inicia su discurso teológico sobre las páginas del libro de Job dejando por sentado que el motivo del sufrimiento del protagonista, personaje literario y no histórico, no es en sí la pérdida de sus bienes, familiares o salud, sino la degradación psíquico-espiritual de su propia dignidad, pues quien antes se mostraba como aristócrata y poderoso ante la sociedad, ahora es visto como miserable y castigado por Dios, sin que esto fuese del todo cierto.

Job es un personaje que demuestra la importancia de la vida justa y su correspondiente bendición divina, y es entonces careciendo de lo suyo, cuando cuestiona su existencia de cara a Dios, reconociendo que su dignidad está puesta no en lo material estrictamente hablando, sino en el sentirse amado, protegido y bendecido por el Dios de la vida, aunque naturalmente esto deba palparse en lo concreto del bienestar humano.

Arens, en la página 382 del citado artículo, trata objetivamente el “honor de Job”, el cual el protagonista desea recuperar haciendo reconocer ante los demás su rectitud de vida y su quehacer justo, incluso ante el mismo Dios a quien pretende retar para defender su dignidad. Job es el personaje que nos ayuda a comprender que la auténtica dignidad de la persona humana radica en su relación estrecha con el Dios Creador de todo cuanto existe. Pero esto no significa de ninguna manera que los que no tengan fe tampoco tengan dignidad, pues la superioridad del designio divino es capaz incluso de amar y valorar aún a aquellos que le son contrarios o que simplemente no le reconocen.

Un apartado enfático en el texto de Arens es su reiterada mirada al qué dirán de los amigos del justo Job, pues, son ellos y no tanto las circunstancias, los que le recriminan y reprochan insistentemente por un supuesto castigo divino recibido, en efecto, el dolor espiritual de Job se basa en el desprecio, la burla, la minusvalía y los comentarios opuestos de los suyos, esto es lo que le quema por dentro, lo que más le afecta. Y esto es así por razones sociales y teológicas, pues sabemos que el hombre es un ser en relación con su Creador, y para el pensamiento común la desgracia en la vida humana responde a una supuesta ruptura de esta relación, es por eso que, los que juzgan a Job, ponen en crisis la dignidad del hombre, pues reconocen abandonado, desdichado, errante y confuso, a quien antes era aristócrata, poderoso, con abundantes riquezas en bienes y familia, y, sobre todo, alguien que se había caracterizado por su fe en Dios, la misma que le hizo perseverar hasta el final. La fe del justo Job en la literatura sapiencial es puesta como ejemplo para los creyentes que sufren el dolor sin comprenderlo.

Job no basa su dignidad, como hemos visto, en las riquezas adquiridas, sus amigos sí; él es consciente de que el trato que recibe no es digno de su humanidad, por eso pide compasión y ser tratado como cuando era rico. La dignidad humana en el libro de Job no basa su esencia en lo que se tiene, sino en lo que se es, recuerda Arens en la página 383 de su provechoso artículo.

Es a partir de esta reflexión cuando el autor propone una frase de vital consideración para entender los fenómenos sociales actuales y el sufrimiento de tantas personas inocentes: “Las riquezas no necesariamente son prueba de bendición divina; por tanto, la pobreza o el empobrecimiento tampoco es prueba de desaprobación o castigo divino”. Queda de nuestra parte comprender que el sentido pedagógico y sapiencial del sufrimiento en el libro de Job es la actitud con la que se afronta, siendo necesarias la fortaleza y perseverancia hasta el final, soportando incluso las últimas consecuencias, pues aquel que confía en el Señor y ha recibido de él bienes, ¿no será capaz de soportar los males?

Recordemos brevemente con esto la frase anteriormente citada del padre Gutiérrez sobre la realidad vivida en Ayacucho y en todo el Perú. ¿Cómo pensar en Dios en medio de tanta violencia? Ciertamente los que experimentaron aquella época fueron conscientes de que el mal que les sobrevenía no era designio de Dios, sino más bien, las consecuencias de la no puesta en valor de la dignidad de los más pobres y excluidos y, aunque nada justifica la violencia, estos signos de los tiempos evidencian que la historia del justo Job en su rebeldía y su querer encararse con Dios por la desdicha que sufre, es como un aval para que los que se sienten denigrados puedan alzar la voz y reclamar lo que para todos debe ser equitativo: la  dignidad humana. No olvidemos que los pobres son los privilegiados de Dios.

Volvamos a tomar en cuenta lo que para Job es la clave de la dignidad, y reiteramos que no es lo material, sino su actitud correcta ante la vida, lo que el mismo resume en dos palabras “rectitud y piedad”, pues asegura que la justicia ha sido su ropa y el derecho su manto. Job al experimentar lo más bajo de su degradación humana, sale en defensa de los pobres, porque reconoce que carece de lo más necesario, pero no en cosas y bienes, sino en el respeto, el trato, la consideración y la amistad de aquellos que antes le alababan por su posición.

En mis trabajos pastorales en el establecimiento penitenciario de esta ciudad he comprendido en primera persona cómo el trato con los internos es la muestra de que los seres humanos merecemos respeto y consideración estemos en tal o cual situación. He visto a los encargados insultando y golpeando a los internos por aparentes razones justas, pero no, la violencia de unos contra otros, como en la historia de Job, son la evidencia de un trato indigno, de una actitud inmisericorde, repito, aunque se tengan razones o no. Por encima del pecado o del delito está la persona humana, y nadie es más persona o menos si se está libre o recluido.

La dignidad humana es cuestión de un reconocimiento personal y comunitario. Personal porque el individuo mismo ha de sentirse y saberse creado y amado por Dios, con una misión en la vida, con objetivos claros y definitivos como la salvación misma; y comunitario porque es en sociedad, en familia, en Iglesia, es decir, en la relación con el prójimo donde esa dignidad se manifiesta en signos concretos de una vida en interdependencia y relación con el otro, con quien comparte las mismas características que uno, aunque en distinta posición social. La mirada de Dios dignifica a la persona humana y sabemos que Dios mira directo al corazón del hombre, no a sus apariencias externas.

·       Conclusión

La clave teológica de la dignidad humana en el libro de Job, como hemos visto y podemos ahora resaltar, tiene su quicio estructurante en el abajamiento del hombre y sus riquezas para así situar a Dios en lo más alto, es decir, en la honra de Dios y la humillación del hombre, pero no porque Dios sea mezquino con el ser humano, sino porque este ha olvidado que el auténtico honor no está en lo que se hace por méritos propios, como apegarse a las leyes y practicar cuantas obras justas le sean posible, sino que el verdadero honor está únicamente en Dios.

Tantas experiencias de dolor, de carencia, de sufrimiento que nosotros mismos hemos vivido o la de nuestros familiares, vecinos o conocidos, son las oportunidades que el Dios que es amor nos ha brindado para encontrarnos con él. Como lo afirma Arens, Job conoce a Dios personalmente luego de haber sufrido y haber conocido la vergüenza y la marginación. Lo hemos visto en el sentido general de las páginas del Antiguo Testamento de la Biblia, hemos comprendido que desde el principio Dios ha optado por los pobres, los huérfanos y las viudas, es decir, todos aquellos que son marginados por los que no necesitan compasión y las circunstancias de la vida les han permitido vivir cómodamente, sin aparente sufrimiento material o espiritual.

Hoy los Job de nuestros días son los millones de desplazados y desterrados que, por diversas circunstancias, abandonan sus países de origen huyendo de la pobreza, la guerra y el hambre y son forasteros en naciones más prósperas y algunas con mayor o menor capacidad de acogida.

El migrante de hoy es el Job que suplica compasión, que grita desde lo más profundo de su ser que no es culpable de lo que le está sucediendo, que no es pecador por el hecho de ser migrante, que por el contrario ha conocido la bonanza y ahora experimenta la pobreza, no como castigo divino, sino por natural consecuencia de la soberbia y cerrazón de corazón de los magnates.

La dignidad humana de palestinos e israelitas, por ejemplo, está puesta bajo el cristal de la fe de uno y otro pueblo, y aunque ambos profesen creer en el Dios de Abrahán, ponen en crisis el valor de una nación sobre otra, pero no solo por cuestiones territoriales o étnicas, sino realmente por competir en demostrar quiénes son en realidad los “dignos de Dios” para habitar la Tierra prometida. Aquí vemos cómo es Dios el garante y protector de ambos pueblos, pero no el que justifica la inclemencia, la impiedad y la guerra.

Finalizo trayendo a la palestra una sencilla frase del resumen que el propio Eduardo Arens hace de su artículo, en el que deja claro que el causante de la rebeldía de Job no es otra cosa que “el despojo de su honor”, es decir, de su dignidad, idea en la cual Job se hace desmerecedor del respeto y la compasión de los suyos, pues, según estos si Dios le ha castigado es porque en realidad es un pecador. Pero ya hemos visto que no es así. Job no pecó, él perseveró en Dios.

Y, como anillo al dedo para las situaciones actuales antes mencionadas de la migración y la guerra, Arens explica que el sentido de su artículo es “subrayar la importancia de tener presente, en todo estudio exegético, las matrices antropológicas y socioculturales. No hacerlo puede conducir a violaciones de derechos humanos básicos en nombre de la ´Palabra de Dios´.”

 

P.A

García